soñaba con oficinas. conmigo de traje. con teléfonos sonando. con secretaras imprudentes... cuando me despierta la tenue luz blanca de una mañana poco común, una mañana nublada. no es que tenga algo en contra de las nubes, pero tantas malas experiencias -y otras tantas buenas- en días como este me han vuelto algo paranoico. tal vez sea percepción mía o tal vez un desconocido fenómeno psicológico, el hecho de que dos segundos después de mi salida del abismo onírico, mi hermano menor me hace la petición de todas las mañanas:
-¿me llevas?
Para qué negar que me enfada al despertarme así, sin aviso previo, con su cara en mi oído murmurando que me levante, pero no hay otra forma de hacerlo. Me niego unos instantes, fingiéndome hundido todavía en un lago de inconsciencia, le digo que no, que sigo dormido, y él argumenta que prefiere que yo lo lleve a que mi madre lo haga.
-ella se quiere ir bien tarde.
y a mi hermano le encanta llegar a su aula antes que nadie. sigo con mi jueguito de hacerme el difícil por unos minutos, aunque sé que es infantil, que me he de ver ridículo torturando a un pobre niño, lo hago para formar parte una vez más de un mundo que sólo existe entre nosotros, un mundo privado, con un lenguaje que nada más él y yo entendemos, porque dentro de unos pocos días, la distancia destruirá este paradisiaco y aislado universo, y dentro de algunos años, cuando la edad desplace a la inocencia de mi hermano, se convertirá en un vacío exponencial, imposible de evocar.
ahora que ese infeliz momento de amnesia que se mantiene unos instantes después de abrir los ojos se ha esfumado, ahora que sé lo que está a punto de pasar gracias a mí y a mi egoísmo, salto de la cama, tratando de parecer enojado, y hago que mi hermano guarde un riguroso silencio, sólo para torturarlo un poco más. al llegar a la escuela, le hago saber, a nuestra manera, lo mucho que lo quiero y lo mucho que me hará falta cuando no estemos juntos, bromeando con él y preguntándole con voz infantil:
-¿qué me vas a traer?
él lo piensa un poco, y, sonriente, sentencia:
-¡nada!
yo lo veo entrar en la escuela, y cuando desaparece entre los salones de clases, regreso a casa.
-¿me llevas?
Para qué negar que me enfada al despertarme así, sin aviso previo, con su cara en mi oído murmurando que me levante, pero no hay otra forma de hacerlo. Me niego unos instantes, fingiéndome hundido todavía en un lago de inconsciencia, le digo que no, que sigo dormido, y él argumenta que prefiere que yo lo lleve a que mi madre lo haga.
-ella se quiere ir bien tarde.
y a mi hermano le encanta llegar a su aula antes que nadie. sigo con mi jueguito de hacerme el difícil por unos minutos, aunque sé que es infantil, que me he de ver ridículo torturando a un pobre niño, lo hago para formar parte una vez más de un mundo que sólo existe entre nosotros, un mundo privado, con un lenguaje que nada más él y yo entendemos, porque dentro de unos pocos días, la distancia destruirá este paradisiaco y aislado universo, y dentro de algunos años, cuando la edad desplace a la inocencia de mi hermano, se convertirá en un vacío exponencial, imposible de evocar.
ahora que ese infeliz momento de amnesia que se mantiene unos instantes después de abrir los ojos se ha esfumado, ahora que sé lo que está a punto de pasar gracias a mí y a mi egoísmo, salto de la cama, tratando de parecer enojado, y hago que mi hermano guarde un riguroso silencio, sólo para torturarlo un poco más. al llegar a la escuela, le hago saber, a nuestra manera, lo mucho que lo quiero y lo mucho que me hará falta cuando no estemos juntos, bromeando con él y preguntándole con voz infantil:
-¿qué me vas a traer?
él lo piensa un poco, y, sonriente, sentencia:
-¡nada!
yo lo veo entrar en la escuela, y cuando desaparece entre los salones de clases, regreso a casa.
uno de los dibujos de mi hermano:
"hamtaro matón"
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¡Gracias por tus comentarios!