16/3/05

noé (segunda parte)

La lluvia parecía una cascada uniforme cayendo sobre el mundo. La gente miraba pasar a Noé, corriendo a toda velocidad para llegar a su casa, y pensaban "tal vez el viejo borracho tenía razón". Mientras duró en prisión tuvo que soportar las burlas de los guardias los primeros días, y luego las parrandas atroces de los calabozos. Hubo un par de ocasiones en las que se levantó de buen humor, hasta que, pasados dos o tres minutos, su espalda resentía el suelo frío y su olfato la peste a excremento, y al abrir los ojos veía la sombra inclemente del ángel, reprendiéndolo por su inactividad.

-¿Cómo quieres que haga algo si estoy aquí encerrado, carajo?

No quedaba más tiempo. El plazo se había cumplido, y el arca no estaba terminaba, ni sus animales a salvo. Su mujer había recibido la noticia de que Noé sería liberado, y lo aguardaba en la puerta con una enorme sonrisa, creyendo que la prisión le había curado la locura. Pero se equivocó. El aspecto de Noé era el de un demente profesional, con los huesos marcados en la cara y la mugre pegada a la piel, las ropas hechas jirones y la barba enmarañada y larga, los ojos hundidos, la mirada perdida. Ni siquiera se detuvo a saludarla. Noé se fue directo al patio, y se llevó una tremenda sorpresa. Jafet trabajaba a marchas forzadas, soportando el aguacero terrible, en el proyecto de su padre. Más tarde se enteró que Sem y Cam habían intentado vender la madera del barco, y que Jafet había gastado todos sus ahorros en comprárselas, pero ocultó sus motivos. Un sueño recurrente no lo dejaba en paz: un ángel, montado en una nube, miraba cómo el mundo se inundaba, riéndose de sus desgracias. A Jafet le costó trabajo dejar a un lado la soberbia y defender a su padre, pero no tuvo alternativa. La conciencia era una aliada terrible.

Llovió durante catorce días seguidos antes de que las partes bajas del pueblo comenzaran a llenarse de agua. El comercio se había paralizado y las personas se ocupaban de rezar, implorando a Dios el perdón a cambio de su arrepentimiento. Dios, sentado en su magnífico trono, podía escuchar los lamentos de los humanos desdichados, y el castigo le producía una gran satisfacción. Lucifer, sentado a su lado izquierdo, observaba en calma, cuestionando en secreto los métodos de su jefe, aunque en el fondo también se sentía complacido.

Ya les llegaba el agua a los tobillos cuando Sem y Cam se unieron a Noé y a Jafet, sin hacer comentario alguno. Con el agua sobre las rodillas, comenzaron a subir a las mujeres y a los animales. No sólo las especies exóticas habían encontrado refugio en el barco, pues otros tantos ejemplares, guiados por su instinto, acudieron a su úncia salvación. Cam tuvo que matar a cuatro hombres a machetazos para convencer al resto delos vecinos que en el arca no había espacio para los incrédulos que se habían burlado de Noé. Éste, observándolo todo desde la cubierta del arca, miraba las caras de desesperación de tanta gente que se sabía muerta con anticipación. Luego de cerrar la enorme puerta y dejar al resto del pueblo sin posibilidad de sobrevivir, los rezagados enloquecieron y trataron de destruirla desde afuera con hachas, antorchas y ladrillos, pero apenas se acercaban a la embarcación, las gotas de lluvia se transformaban en piedras que descalabraban a los atacantes. El arca, a pesar de su fragilidad, logró quedar intacta. Cuando la lluvia alcanzó los cuellos de la gente, Noé se precipitó hacia la puerta de acceso y trató de abrirla para ayudar a las personas, y los hijos lo dejaron, sabiendo que nada podrían hacer, y que el arca no soportaría el peso de tanta gente. Cuando llegó, el ángel lo esperaba con una espada de fuego, impidiéndole el paso.

-Déjalos que se pudran. Se lo merecen.

El nivel del agua ascendió, hasta cubrir todos los techos de las casas y todas las copas de los árboles. En poco tiempo, los cuerpos que todavía trataban de salvarse nadando, se cansaron y se convirtieron en cadáveres flotantes. Las aguas estaban atestadas de muertos, y Sem y Cam se dedicaron a recuperar a los animales ahogados para guardar su carne. No sabían cuánto tiempo estarían a la deriva, y si la comida se terminaba, los animales se comerían unos a otros e incluso podrían atacar a los hombres y mujeres a bordo, olvidándose de su domesticación. Noé se quedó en su cabina por muchos días, escuchando todavía en su cabeza las voces de sus vecinos muertos, implorando un lugar en el arca para conservar su vida, y se distraía con los barriles de vino que no compartía con nadie.

Por suerte, la comida no se les terminó. Cuando la carne de los cadáveres rescatados se acabó, los hijos de Noé pescaban el día entero, lo cual era fácil, no sabían si por que no tenían competencia y el mar era ahora muchos más grande, o por un simple mandato divino. El pescado le hizo daño a Noé, aunque apenas comía. El día 87 de navegación, se quedó tendido en la cama y jamás volvió a levantarse, hasta dos días antes de morir, con los oídos sangrándole de tanto oír a los fantasmas que había matado. Su mujer se había convertido en nada desde que a Noé lo encarcelaron, era un estorbo estéril que nadie tomaba en cuenta. Tardaron dos días en percatarse que se había echado por la borda, cuando Sem pescó a su propia madre, mordida por las ánguilas. La mujer de Cam había enfermado y estaba en cuarentena, mas el hombre no consiguió apaciguar sus ímpetus carnales y desahogó la abstinencia obligada con su cabra favorita, y al volver a pisar tierra, sustituyó a su mujer en las tareas de cama.

Dios no podía creerlo. Lucifer se desbarataba de risa antes las ocurrencias de los sobrevivientes, y no dejaba de echarle a Dios su error en cara.

-Está bien. No más diluvios como este.

[FIN]

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[Primera parte]

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