"El caos es un orden por descifrar", dice José Saramago en El hombre duplicado, el libro que estoy leyendo en mis ratos de ocio, los cuales ya superan mis capacidades mentales. Al leer la frase citada, una voz que hace tiempo no escuchaba en mi cabeza dijo, con toda la naturalidad del mundo, que quizá el orden también era un caos por descifrar. Es tal vez esa la razón de mis sinsabores actuales. Y es que dormir cada noche un sueño repleto de imágenes sueltas y sonidos lejanos, y despertar cada mañana con el sol intruso golpeándome la cara, percibir el olor a oscuridad que intento diluir abriendo puertas y recorriendo cortinas para que entre algo de luz, que tanta falta me hace, y pasar cada tarde viendo TV con mi hermano menor mientras pienso, podría estar ahora en Tijuana, haciendo mis tareas universitarias en vez de estar aquí perdiendo el tiempo, copiando recortes de periódicos, robándole inspiración a la biblia católica, leyendo libros que me torturan y sacan al masoquista que hay en mí, bañándome cada vez que la cabeza comienza a picarme por el pelo revuelto y la barba crecida.
Y para colmo, su sombra, su terrible y monstruosa sombra, que no acaba de perseguirme. He ido y venido por el tiempo y por el espacio, buscando perderme de su persecución criminal sin conseguirlo. Mi papá me concedió la pesada tarea de editar todos los videos familiares que ha estado almacenando en cassettes desde hace diez años, y en uno de los más recientes, durante la revisión, encontré la reunión para celebrar mi cumpleaños número 16. Estaba en mi etapa de pseudo-rockero, entusiasmado por la posibilidad de formar una banda con mis compañeros de prepa, y me regalaron una guitarra eléctrica que justo en este momento está arrumbada en un rincón de mi cuarto llenándose de polvo. La cinta mostraba a mis tías desparramadas en la banqueta, a mi tío Carlos asando la carne que conformaría nuestra cena, a mí sentado en el suelo, y frente a mí, compartiendo una plática alegre sobre las canciones románticas de esos tiempos, estaba ella. Vestía una blusa color melón y un pantalón de mezclilla, llevaba una trenza improvisada de último minuto y los hombros destapados. Sonreía cada vez que me miraba, y el amor que nos profesábamos se cohibía en presencia de mis parientes. Esa noche le canté con mi voz inexperta para las baladas, y ella no pudo ocultar su fastidio de estar allí, feliz de tenerme pero no de estar rodeada de mis primos acosándola, a ver tus frenos, te gusta la carne asada, tienes hermanos, dónde vives, y en la grabación puede verse mi poco talento interpretativo.
No es culpa suya. El imbécil soy yo, por después de... ¿cuánto tiempo ha pasado? los años que hayan sido, no he podido apartarla de mi mente por un día entero. Hay que imaginar lo patético que me veía la otra noche, mirándola en la pantalla de la cámara, sonriendo como idiota mientras murmuraba "Cómo te quiero, mi Niña, cómo te quiero..."
La neta, iba a criticar mamonamente tu post... Pero, el final solo me inspira una palabra: Maestrazo! ea!
ResponderBorrarPs: El orden tiende al caos y el mismo caos tiende al orden... Es simplemente la lucha de contrarios... aun cuando parezca un cliche: "Sin uno no existiria el otro... Como sabriamos lo que es justicia sin injusticia?"... -G-