desde que llamó por teléfono, confundiendo mi voz, para ella desconocida, con la de mi tío, sentí unas ganas tremendas de verla, de saber cómo era, qué pensaba, tanto de mi como de nuestro papá. viajamos durante horas para llegar a la colonia donde vivía, casi llegando a tecate. su casa estaba en una esquina, desde donde podían verse el circo y las vías del tren. no había nadie, más que un par de perros feroces ladrándonos a todos. mi abuela subió con dificultad a la camioneta. mi tía hizo un comentario inapropiado.
-parece que dios no quiere que la conozcas.
volvimos al atardecer, luego de visitar a una amiga de los herrera. su madre salió para apaciguar a los perros, mientras ella, adentro, se encogía en su recámara de vergüenza, pensando que la sorpresa que le había prometido mi tío no era un hermano nuevo, sino su padre que le debía trece años de su vida. tal vez por eso cuando me vio tuvo que parpadear, tomar aire y sonreír para disimular los nervios. tal vez por eso cuando mi abuela le dijo saluda a tu hermano, ella vaciló y me extendió una mano temblorosa que se escabulló entre el sudor de ambos. pero por algo más, aceptó la invitación de mis tíos de pasar unos días en la casa, durmiendo bajo el mismo techo del que ahora le decían era su hermano. ¿qué sentiría ella, al ver de pronto un hermano salido de la nada, mirándola con ternura y con curiosidad?
nuestra relación avanzó con relativa rapidez. para nuestro segundo encuentro, cuando nos llevaron a ensenada, ella murmuró una pregunta a mi oído creando una atmósfera de intimidad fraternal que no habíamos conseguido. sí, ella dio el primer paso exitoso, porque todos los míos habían sido torpes. me decepcioné cuando se fue la primera vez, regalándome apenas unas cuantas palabras, aunque se compensó en el último encuentro que tuvimos. me regaló una cruz de madera, sólo se aseguró de que me gustaba y me hizo prometerle que me la pondría. a pesar de mis pocos ánimos en asuntos religiosos, accedí, y me la puse, combinándola en mi cuello con el tetragramatón pagano. cuando visitamos a la prima de mi abuela, y nos sentamos en un rincón de la sala a hablar de nuestros superficiales secretos, sentí que necesitaba abrazarla, y le puse mi brazo en su hombro, y ella se acurrucó en mi pecho. quizá ese acercamiento, demasiado íntimo, hizo que mi tía y mi abuela se enfadaran, con ella más que conmigo, y comenzaron a reprocharle que no se ofrecía para lavar los trastes, que no barría, que no hacía nada...
-es medio huevoncita, tu hermana...
me colmó la paciencia. no iba a permitir que hablaran así de uno de mis hermanos, aunque hacía dos meses que la conociera. pero no dije nada. salí y la encontré sentada en la banqueta, con los ojos llorosos, y le dije que si no quería volver a quedarse con mis tíos estaba bien, sólo que me llamara de vez en cuando para irnos de vagos a conocernos mejor. ella respondió que sí con una sonrisa tímida. hace siete meses que no la veo. quizá piense que yo, como mi papá, la abandoné.
Cuando el amor es el mas sano y puro.. tal como el amor de hermanos.. uno sabe/siente q no la han abandonado.. seguramente ella piensa en ti tanto como tu en ella..
ResponderBorrarAnimo.. y no pierdas la oportunidad de tener noticias suyas, hay miles de maneras simplemente ingeniatelas
Saludos :)