31/3/05

diálogo con richard

richard: hey, tengo una queja para ti.
virginio: ¿otra? a ver...
richard: he revisado tu blog, y me doy cuenta de que últimamente has escrito demasiadas "cosas" personales, como si a la gente realmente le interesara tu aburrida vida.
virginio: bueno, qué manía la tuya de usar los adverbios terminados en "mente" que me cagan de tan sólo oírlos... ¿pero qué más te da lo que escribo yo? no me alcanza la inspiración para más.
richard: sí, bueno, te escuchas patético. ¿dónde quedó el cuento diario que escribías antes?
virginio: no lo sé... creo que estaba muy deprimido para escribir más. además, los post personales tuvieron mucho éxito.
richard: no puedes pensar en nada más que en tu mugre egocentrismo barato... ¿no me digas que piensas ser escritor de autobiografías? al primer libro expirarías.
virginio: de un tiempo para acá te has vuelto más amargado... apenas te conozco.
richard: dímelo tú, que aprendiste a basar tu felicidad en un frágil recuerdo... pa-té-ti-co. ahora resultaste poeta.
virginio: o dejas de insultarme o aquí se acaba tu película, antes de comenzar.
richard: como si me interesara ser una estrella más de tu videoteca personal...
virginio: si seguimos así acabaremos mal... ya dime, ¿qué te pasó?
richard: no, dime tú: ¿qué te pasó?
virginio: ...
richard: lo sabía. siempre tengo razón.

30/3/05

esta noche

esta noche me has devuelto la vida.
abrázame.
no hables. no me sueltes. sólo abrázame.
permanece así, para siempre.
esta noche me has dicho lo que tanto esperaba oír.
volveré a ver el mundo a través de tus ojos.
volveré a sentir nada más lo que tú me haces sentir.
cierro los ojos, y estás a mi lado.
como si nunda te hubieras ido.
como si no nos separara ni el tiempo, ni la distancia,
ni mis errores, ni tus tristezas.
desgárrame esta noche con tu aliento.
quema mi piel con tus manos, quema mis labios.
no te vayas. no hables. no me sueltes.
atrápame en tus brazos, y asfíxiame con tu calor.
al abrir los ojos no estarás. pero yo te veré.
saldremos de una vez de la duda.
frente a frente, descubriremos si el amor, como el fénix,
renace de sus cenizas, más grande y más brillante,
anunciándose con una luz roja entre nuestras manos,
o si decide quedarse inerte en su tumba profunda,
donde se convertirá en un recuerdo indeleble,
de donde nacerán flores, claveles, tulipanes, girasoles,
y rosas azules.
azules como tú. y como yo.

29/3/05

lady blue

tenía algunos planes para esta noche. vería tv un rato, le escribiría algo a mi papá como regalo de cumpleaños, cenaría choco krispis, vería una película que renté desde el domingo, leería un poco sobre dalí, fumaría el cigarro de media noche y tomaría mi dosis onírica. llegué y me senté frente al monitor. ella no estaba en mis planes. desde mexicali, sólo esta noche, lady blue en el msn.

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no podía creer lo que veían mis ojos. el corazón acelerado, en su prisión de costillas, agitaba la casa entera a cada latido. me ordenó que quitara la foto de un gato muerto que tenía en mi imagen para mostrar, y de inmediato la cambié por cualquier otra. me pidió que fuera a verla. necesita verme. yo necesito verla. le sorprendió mi blog. hasta puso un tag, diciéndome lo que jamás esperé escuchar allí. me mandó fotos de ella. la imagen de mi memoria pronto se actualizó, aunque fueron pocos los cambios. nos alegramos la noche uno al otro. mi niña... mi lady blue... me quiere mucho y me extraña. otra vez me decía dany, como sólo ella sabe. "desde hoy, no temas nada, no hace falta ya, todo se fue con el huracán... nada queda de las vueltas que el tiempo nos dio, todo se fue con el huracán..."
pero qué cosas me hace decir el amor. en un mes voy, mi niña. espérame, ¿sí?

teléfono

Carolina mira el reloj de la sala. Son las diez con veintitrés. Se retuerce un poco en el sillón. Busca el control remoto y la TV, como por arte de magia, enmudece al presionar un botón. Se divierte poniendo palabras en los labios silenciosos que se mueven, formando conversaciones incongruentes. Siente los párpados pesados. El timbre del teléfono la sobresalta. Piensa que sería bueno no contestar, para variar, fingirse la dormida y no tener que soportar al tipo inoportuno que tuvo la brillante idea de llamarla tan tarde. De un salto se levanta y descuelga.
-¿Bueno?
Sólo un ruido sordo del otro lado, pero ninguna voz responde. Carolina cuelga, y antesde que consiga volver a acomodarse en el sillón, el teléfono suena otra vez.
-¿Sí? ¿Bueno?
-...Em, hola, ¿con Carolina Fierro, por favor?
-Sí, soy yo. ¿Quién es?
-Tal vez no te acuerdes de mí. Soy un amigo de la infancia... Nos conocimos en un curso de computación de verano, estábamos en la secundaria, me decían el Chino...
-Lo siento, tengo mala memoria...
-Me lo imaginaba. Es obvio que yo a ti sí te recuerdo bien, me parecías una muchacha muy linda.
-Gracias, qué halago. Disculpa, pero estoy esperando una llamada importante, así que tengo que colgar.
-Claro, bueno, sólo quería saludarte.
-Sï, hasta luego...
-Me preguntaba si no me darías la oportunidad de encontrarnos un día de estos y tomar un café, ¿te parece?
-Me encantaría, pero mi novio es muy celoso, no soportaría que saliera con un extraño...
-¿Qué dices? Yo no soy ningún extraño, ya nos conocíamos, sólo que no te acuerdas de mí.
-Sí, de todas formas, a él no le agradaría... Gracias de todos modos...
-Yo insisto, será sólo un café, él no tiene por qué enterarse...
-Prefiero no arriesgarme, se pondría como loco si se enterara...
-Está bien, como gustes...
-Bueno, ya voy a colgar, un gusto hablar contigo, chao...
-¿Conoces a Marta?
-¿Marta...? Sí, trabaja conmigo, ¿por?
-Bueno, es que ella es prima mía, y me dio tu teléfono...
-¿Ah, sí?
-Sí, creyó que te agradaría conocerme. Es curioso que no haya mencionado a ningún novio, ¿no crees?
-La verdad es que recién andamos, no tenemos más de una semana.
-Vamos, Caro, deja de fingir... yo sé bien que estás soltera.
-¿De qué hablas? No sabes nada... Escucha, mi novio tiene un caracter muy fuerte, y... es experto en karate...
-¡Ya estuvo! ¿no? ¡Al carajo con tu novio imaginario! ¿Qué pierdes con vernos nada más?
-Óyeme, ¿qué te pasa? No tienes derecho a hablarme así.
-Y tú no tienes derecho a tratarme como a un retrasado. Dime que sí y no tendrás problemas.
-¡Cállate, imbécil! ¡No me amenaces, patán de mierda!
-Excelente, aprovechemos que estás sola. Voy para tu casa.
-¡No, espera! ¿Qué crees que...? ¿Bueno? ¡¿Bueno?!
El tipo ya había colgado. Carolina cerró las ventanas y echó llave a las puertas. "Quizá fue sólo un bromista idiota", pensó. Volvió a prender la TV. Ya no pudo acomodarse en el sillón. "¿Cómo sabía que estoy sola?"... Apagó la TV y se encerró en el cuarto. Escuchó ruidos en la calle. Pasos en el techo de su casa. Había una llave en la puerta del patio en una maceta con una flor seca, por eso no le sorprendió escuchar cuando se abría la puerta. Las luces se encendieron. La misma voz que escuchó en el teléfono anuncia su llegada.
-¡Ya llegué...!
El teléfono sonó, y ella pegó un salto del sillón. La TV prendida. Las once de la noche. Ningún intruso en casa. El teléfono siguió sonando. Carolina dudó, pero luego se rió de ella misma. "Estoy paranoica... fue sólo un sueño".
-¿Bueno?
-Hola, ¿con Carolina Fierro?
-...Soy yo. ¿Quién habla?
-Tal vez no te acuerdes de mí... Soy un amigo de la infancia...

(FIN)

28/3/05

reconciliación

andábamos enojados por aquellos días. apenas llegó él, me levanté del escritorio de mi computadora, dejando la ventana donde escribía uno de mis cuentos abierta. cuando mi padre se sentó y se enfrascó en la lectura, no le di importancia. terminaría diciéndome "escribes muy bien", o algo por el estilo. luego lo vi que se levantaba por pañuelos para limpiarse las lágrimas que se le salían. mis cuentos no eran nunca dramáticos. él no estaba leyendo ningún cuento. había encontrado, al fin, la carta, fechada el sábado 28 de frebrero de 2004.
"durante tu ausencia, desarrollé por tu persona una antipatía extrema, que raya en el odio, por tu mutismo, tu desinterés y tu indiferencia. Incluso estar cerca de ti me acelera el corazón de rabia, no aguanto tu presencia, y el hecho de que no me dirijas ni una sola palabra que denote curiosidad por mí..."
"me gustaría pedirte que te decidieras de una vez, porque tus vaivenes me están hartando y dentro de poco terminaré por aborrecerte como a nadie. si te quieres ir de nuestras vidas, lárgate y no vuelvas jamás, porque jamás te volvería a recibir en la mía. para de ser una sombra ausente, un ser mitológico, una fuente de ilusiones falsas para mis hermanos, un hombre encadenado a un error. si crees que te quitamos tu libertad, tu tiempo o tu esfuerzo, largo, que no te hemos necesitado mucho y sé que podríamos salir adelante sin ti..."
en resumen, lo anterior fue lo más hiriente que alcanzó a leer en la pantalla del ordenador. me llamó, temeroso, y me preguntó si no tenía nada qué decirle. un seco y cortante no fue toda mi respuesta. él se sentó frente a mí, alcanzó mi guitarra y comenzó a tocar una sola nota, como para distraer el remolino de sus pensamientos, mi, mi, siempre mi, tensando y soltando la primera cuerda, a ver si así lograba borrar de su memoria lo que acababa de leer. yo mantuve todo el tiempo mi expresión dura, qué quieres que te diga, qué, no ves que está muy claro. no nos veíamos a los ojos. yo, por temor que, al ver de frente sus lágrimas me las fuera a contagiar, arruinando mi máscara imperturbable de hijo herido. él, quizá porque sentía miedo de ver en mi rostro el odio que leyó en mis palabras, y ganarse una imagen que jamás conseguiría borrarse de la memoria. mi tío nos interrumpió el denso silencio en el que habíamos quedado atrapados, mi papá se limpió las lágrimas, yo me levanté y me fui.
cuando volví, su respuesta estaba lista. un resumen de la vida que había tenido que soportar fue el primer paso en nuestra reconciliación. fuimos paso a paso, sin acelerarnos. parece que hemos vuelto a tropezar, hace cuatro días que no lo veo... sólo espero que se la esté pasando bien.

27/3/05

diálogo interno

-cómo te fue.
-bien, supongo.
-me alegro. te noto raro. ¿qué pasó?
-no comprendo.
-no comprendes qué.
-cómo ella puede ser tan feliz, y yo no.
-quizá la felicidad se les da mejor a algunas personas que a otras.
-pero no hay nada que nos haga diferentes... lizbeth y yo somos casi hermanos.
-te equivocas. acuérdate que ella venció al amor. y el amor te venció a ti.
-siento algo de envidia.
-claro. al verla tan feliz, sin preocupaciones, se acentúan las tuyas, y te da la impresión de que eres más desdichado de lo que creías... pero no te preocupes. sólo es una ilusión. eres tan desdichado como quieras serlo.
-no estás ayudándome. mejor cállate.
-bien. pero no digas que no te lo advertí.

última escena (cont.)

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en medio de la nada... me he quedado solo
[Primera parte]

última escena

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nacida de la nada... con dirección a la nada
[Ver video]

extractos de una bitácora

9 de marzo...
"tiene problemas con las drogas, alcoholismo, cristal, homosexualidad, soledad, violencia, matrimonio o cualquier otro problema? hay una solución... hay una esperanza! ministerio alcance victoria (victory outreach), mazatlán, sinaloa (...) porque para cristo eres importante... te esperamos!!!" este folleto cayó hoy en mis manos. desde la secundaria, cada vez que se subía el ex-drogadicto contando su testimonio y ofreciendo unas deliciosas paletitas de crema, yo sacaba $2 o $2.50 y se los daba. siempre. luego, el sujeto este, de facciones duras y bigote grueso, empezó a cantar solo en el camión himnos alabando a su dios idealizado. se alargaba cada vez más en sus sermones, atacaba a los greñudos, a los tatuados y a los perforados. ya no ofrecía más paletitas, sino un par de dulces de leche quemada. y hoy me encuentro con que su ministerio cristiano cura la homosexualidad y la soledad. qué estupidez"
9 de febrero...
"mi vida se ha convertido en una basura. me siento inútil y tan fracasado que estoy a punto de entrar en una crisis de depresión terrible. paso los días encerrado en la casa, viendo tv y jugando videojuegos, pensando, nada más pensando, en que necesito escribir algo decente y enviarlo al periódico, en conseguir un trabajo y sobre todo, en qe estoy desperdiciando mi tiempo de manera abrumadora. no debí venirme de tijuana, allá al menos estaba haciendo algo con mi vida, y aquí... nada".
2 de febrero...
"todos los días el brillo del sol impertinente irrumpe por la ventana, me da de lleno en la cara y me despierta sin remedio. entonces me sacudo las lagañas, me revuelco un rato más y salgo del colchón, sin nada qué hacer, o sin nada importante qué hacer: llevo a mi hermano a la escuela, me fumo un cigarro, desayuno y el resto de la mañana se me pierde por completo. después de la comida, el nintendo es mi único refugio, resident evil para ser más específico, ahora que se me quitó el miedo a los zombies, a partir de las seis y hasta las ocho o nueve, la televisión, y ya por último, antes de dormir, unos cuantos párrafos de la biografía de akenatón, por patricia caniff. por cierto, muy mal libro (...) de verdad, no sé qué hacer, estoy desesperado, desubicado, me siento mal por ser como soy, por hacer lo que hago, por ser un cobarde y un irresponsable, por tenerle miedo a la vida y a sus altibajos: al amor, al reto, a la costumbre, a la felicidad... soy un pinche miedoso de mierda, y ya no aguanto ser así, ni estar aquí..."

26/3/05

piojos

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"mary está triste porque tiene piojos", hecho por una amiga de mi hermana

"The good times are killing me"

esperanzas

-la acabo de ver, hace dos o tres días, en el centro.

quién iba a decirlo, que todo estaba encadenado para que yo llegara al día de hoy a escuchar salir semejantes palabras de la boca del señor arteche del valle. la playa se había llenado de gente dejándonos sólo un miserable espacio de arena donde tuvimos que echarnos a saciar nuestra sobriedad>> al llegar me había topado con hugo y eric, quienes me dijeron dónde estaban los demás>> al final, decidimos no irnos tan lejos y buscar lugar en el oyster>> el camión caminó con la lentitud necesaria por la avenida del mar para que yo pudiera toparme con mis amigos de secundaria>> edgar moreno decidió arreglarse para salir y por eso llegó tarde a la casa de arballo>> la tocada sería a las seis, y nuestro amigo músico tendría que retirarse temprano, por lo que adelantamos el encuentro una hora>> por primera vez en muchos días, todos estábamos disponibles para reunirnos otra vez>> logramos ponernos de acuerdo la noche anterior, vía msn>> mi papá decidió que debía buscar formas más productivas de desperdiciar mi tiempo y contrató un servicio de internet... y podría seguir así hasta llegar a "el doctor anuncio 'es niño' y mi madre ya tenía el nombre que me pondría en la punta de la lengua".

seguí conversando de vanalidades con arteche, poniendo poca atención a su interesante vida porque una nueva frase había arribado a mi cabeza y lo abarcaba todo. "la acabo de ver, hace dos o tres días, en el centro"... está aquí. tengo que verla, tengo que llamarla, para olerla otra vez, tocarla otra vez y preguntarle si las esperanzas que sembró en mí durante la última conversación siguen en pie. regresé a nuestro pedazo de playa, y me empiné las cervezas. cómo, cómo curarme el mareo, que me impedía pensar en ella, recordar su cara, hablarle en el viento, cómo si no era con las frías aguas del mar. me quité el pantalón, la camisa, y seguí a mis inseparables compañeros de la c.c.p.a. a su encuentro con las intolerantes olas, y juntos los cuatro nos revolcamos un buen rato, sintiendo que nos ahogábamos y nos moríamos cada vez que nuestros pies no tocaban el suelo y nuestro pecho se oprimía por la presión de la marea, y al miesmo tiempo nos desbaratábamos de la risa sin razón alguna. salir del mar, vivos y menos borrachos de lo que entramos, representó una victoria para todos.

ella volvió a mi pensamiento, y yo la eché con más cerveza. pero cuando ya no estaba, por más que la buscaba, volví a entrar al mar, volví a enfríarme el cerebro y volví a hacerle su espacio permanente. allí se plantó hasta que llegué a mi casa, oliendo a alcohol y a arena, con la piel rojiza y dura, los calcetines en la mano y una playera menos, olvidada en el camión. el teléfono me llamaba desde su rincón en la sala, pero el valor no me alcanzaba para marcar esos siete números que me la regresarían o me la arrebatarían para siempre. esperé a que mejor una amiga me hiciera el favor de indagar por mí.

-espérame... ahorita le hablo.

esperé. esperé quince eternos minutos, que se alargaron más allá de mis miedos, de mis frustraciones, del tiempo y del espacio que habíamos compartido juntos. pero esperé en vano. mi amiga me dijo que fuera ahorrándome desilusiones, porque mi exnovia sigue en mexicali. no vino a vacacionar, ni vendrá.

-si te sirve de algo... me dijo su mamá que no tenía novio.

gracias, erika. pero no me sirve de nada.

24/3/05

los herrera

creo que comenzaron a despreciarme desde que les dije que prefería quedarme en casa el domingo que ir con ellos a la iglesia. no es que yo haya sido muy grosero, nada más me preguntaron "¿vienes?", y yo contesté "no". fue todo. luego la fiesta en casa de alejandra ávila, cómo iba a llegar diciéndoles que iba a ir a una fiesta que duraría toda la noche y que llegaría hasta el siguiente día porque mis amigos se iban a quedar a dormir, cómo, ellos tan santitos, mejor les inventé un cumpleaños de una amiga en un rancho -de hecho, esos eran los planes originales incumplidos-, y mis tíos tampoco son unos idiotas. cuando fue al che'z y me quedé a dormir en la casa de mi amigo, les dije que iría a un campamento en la playa, y la tarde siguiente llegué sin un grano de arena, además, cuando telefonearon a liliana, ella no supo qué hacer y lo arruinó todo. pero no fue su culpa. fue culpa de ellos.
la playa era el mejor pretexto. les dije que fui a la playa unas tres veces, y la verdad era que mi playa era la plaza. les dije que haríamos una escena del corto en la playa, y cuando les mostré el video final y vieron que ni siquiera salía este paisaje un sólo segundo, se enfurecieron y me bombardearon con preguntas metafísicas e insinuaciones infundadas. yo no buscaba odiarlos. yo quería que todo terminara bien. por eso me arrepentí, por eso platiqué, traté de ser sincero, pero pronto vi que ellos asumieron que mis disculpas me hacían el único responsable de lo que había psado, y no me iba a quedar así. aproveché la fiesta en casa de nelly para terminar para siempre con nuestra relación.
volví a su casa en enero, a pesar de que todo entre los herrera y yo estaba terminado. tuve una gripa mortal, así que me la pasaba en la cama, durmiendo, tapándome la cabeza con una colcha, y mi tío se encabronaba porque no cenaba con ellos, y cuando fue el padre de la iglesia cercana y me vio en la cama, mientras yo fingía dormir, me convencí de que es muy conveniente hacerte el dormido para escuchar lo que las personas piensan de ti.
-¿es tu sobrino, paty?
-sí, padre.
-¿y qué tal?
-...pues nada. sigue igual.
igual. lo hubieran dicho completo, al cabo no estaba escuchando. hubieran dicho lo que pensaban, sigue igual de vago, igual de desentendido, de irresponsable, de drogadicto, de soberbio, lo hubieran dicho, carajo, y nos habríamos ahorrado tantas conversaciones infructuosas y sin sentido, así me habría levantado, habría telefoneado a casa tres días antes y me habría largado para siempre de su casa de mierda. es verdad que no me importa lo que la gente piense de mí, pero cuando esos pensamientos intervienen con mi libertad, no son tolerables. nunca nadie me había castigado, y ellos tuvieron la osadía de decirme "no sales de aquí hasta que se termine el cuatrimestre", cómo si yo tuviera que pagar el favor que me hacían al alojarme en su casa con mi libertad... no, nunca he dejado que nadie me amarre las alas. menos ellos, mugres fanáticos religiosos. yo no pretendía odiarlos. seré muy ingrato con ellos, como dice mi abuela, pero la verdad es que ellos se lo buscaron.

23/3/05

a mi hermana

desde que llamó por teléfono, confundiendo mi voz, para ella desconocida, con la de mi tío, sentí unas ganas tremendas de verla, de saber cómo era, qué pensaba, tanto de mi como de nuestro papá. viajamos durante horas para llegar a la colonia donde vivía, casi llegando a tecate. su casa estaba en una esquina, desde donde podían verse el circo y las vías del tren. no había nadie, más que un par de perros feroces ladrándonos a todos. mi abuela subió con dificultad a la camioneta. mi tía hizo un comentario inapropiado.
-parece que dios no quiere que la conozcas.
volvimos al atardecer, luego de visitar a una amiga de los herrera. su madre salió para apaciguar a los perros, mientras ella, adentro, se encogía en su recámara de vergüenza, pensando que la sorpresa que le había prometido mi tío no era un hermano nuevo, sino su padre que le debía trece años de su vida. tal vez por eso cuando me vio tuvo que parpadear, tomar aire y sonreír para disimular los nervios. tal vez por eso cuando mi abuela le dijo saluda a tu hermano, ella vaciló y me extendió una mano temblorosa que se escabulló entre el sudor de ambos. pero por algo más, aceptó la invitación de mis tíos de pasar unos días en la casa, durmiendo bajo el mismo techo del que ahora le decían era su hermano. ¿qué sentiría ella, al ver de pronto un hermano salido de la nada, mirándola con ternura y con curiosidad?
nuestra relación avanzó con relativa rapidez. para nuestro segundo encuentro, cuando nos llevaron a ensenada, ella murmuró una pregunta a mi oído creando una atmósfera de intimidad fraternal que no habíamos conseguido. sí, ella dio el primer paso exitoso, porque todos los míos habían sido torpes. me decepcioné cuando se fue la primera vez, regalándome apenas unas cuantas palabras, aunque se compensó en el último encuentro que tuvimos. me regaló una cruz de madera, sólo se aseguró de que me gustaba y me hizo prometerle que me la pondría. a pesar de mis pocos ánimos en asuntos religiosos, accedí, y me la puse, combinándola en mi cuello con el tetragramatón pagano. cuando visitamos a la prima de mi abuela, y nos sentamos en un rincón de la sala a hablar de nuestros superficiales secretos, sentí que necesitaba abrazarla, y le puse mi brazo en su hombro, y ella se acurrucó en mi pecho. quizá ese acercamiento, demasiado íntimo, hizo que mi tía y mi abuela se enfadaran, con ella más que conmigo, y comenzaron a reprocharle que no se ofrecía para lavar los trastes, que no barría, que no hacía nada...
-es medio huevoncita, tu hermana...
me colmó la paciencia. no iba a permitir que hablaran así de uno de mis hermanos, aunque hacía dos meses que la conociera. pero no dije nada. salí y la encontré sentada en la banqueta, con los ojos llorosos, y le dije que si no quería volver a quedarse con mis tíos estaba bien, sólo que me llamara de vez en cuando para irnos de vagos a conocernos mejor. ella respondió que sí con una sonrisa tímida. hace siete meses que no la veo. quizá piense que yo, como mi papá, la abandoné.

22/3/05

sangre azul, piel dorada

Siempre que salgo de viaje tengo problemas con el estómago. Esta vez no fue la excepción. Desde que salimos de la ciudad, con cuatro horas de retraso, procuré comer lo menos posible para no tener que enfrentarme al terror de combinar una colitis con los apestosos baños de las gasolineras. A media noche, el chofer en turno detectó un ruido extraño en la camioneta, y una grúa tuvo que arrastrarnos de regreso a Guadalajara, donde pasamos esa noche. Salimos al mediodía siguiente, pero sólo once de los diecisiete que éramos, por falta de espacio. Entre la pesadez de los párpados y la monotonía de mis sueños, pude ver cómo el paisaje de la carretera iba cambiando a medida que nos internábamos en el país, de los pastizales secos y palmeras altas de Sinaloa, a los pinos frescos y los extensos valles del Estado de México. Llegamos media hora antes de que comenzara el partido. Por primera vez me había vestido con la playera de los pumas, y la emoción al ver el estadio repleto, los edificios enormes de la capital, las escenas en vivo de lo que hasta ese día había visto sólo por TV se aglomeraban en un desorden terrible. Jamás había sentido tanta pasión al ver un gol de Diego Alonso, ni tanto odio cuando se la pasaban a Cuauhtémoc... En verdad que mi papá me heredó más que la voz y los gestos al hablar: me heredó su fanatismo casi religioso por el equipo de la UNAM. Por causa de nuevas fallas mecánicas en los coches rentados, dormimos una vez más en la agencia arrendadora, perdiendo otra noche.
La basílica de Guadalupe me impregnó de una sensación que no sabría definir. El agua bendita que rocío el padre me quemó la piel, la misa que pronunciaba taladraba mis oídos, el dinero que gastaban mis parientes en cuadros y rosarios se me hacía una obscenidad, mientras yo gastaba mi dinero en revistas de "edición sexy" y paletas de hielo para el calor. Al mismo tiempo, me asombraba la devoción de las personas, andando de rodillas hasta la capilla, embarrándose de la mugre de las vitrinas donde imágenes de la virgen los observaban indiferentes, vigilando las veladoras, haciendo fila para bendecir sus adquisiciones, rezando a todo pulmón plegarias esperando que fueran escuchadas en el cielo... Me pregunté si yo tendrá la misma fe a la hora de defender mis creencias, y no sabía qué responderme.
Viajamos la noche entera. La regadera me ayudó a despejarme. Ya no me duele tanto el estómago. Y ahora, la travesía sólo sobrevive en una parte fragmentada de nuestras memorias, y en el cassette de ocho milímetros, en las dos fotografías en el zócalo, en los cuadros de la virgen, y en la sensación en mi cara del agua bendita. Mientras, no hago nada. Me limito a existir, nada más.

19/3/05

esperando

Los boletos esperan sobre el escritorio. Mi mochila espera en la silla blanca. La palmera, imperturbable, espera erguida mientras el viento agita con furia sus hojas. El sol se ha detenido. El teléfono enmudeció. El mundo no avanza... No será un fin de semana cualquiera. Mi amiga, desde Guadalajara, ha llegado a sus merecidas vacaciones para echarme en cara que me la paso pensando en la inmortalidad del cangrejo. Yo no estaré en casa. Dentro de un rato, cuando mi papá pase por nosotros, mis hermanos y yo nos iremos, dejaremos a nuestra madre sola, viajaremos una noche entera hasta llegar al D.F., buscaremos el estadio olímpico universitario y nos uniremos al canto de miles de aficionados entonando el poderoso himno de guerra... "¡Gooooya!¡Gooooya!¡Cachún cachún ra ra!¡Cachún cachún ra ra!¡Gooooya!¡Universidad!". Después, regresaremos y será como si nunca hubiera pasado, y serán unas vacaciones tranquilas, sin sobresaltos, con mis amigos, con mi familia, con mi eterna soledad, no más niños de secundaria gritando al mediodía cuando salen de clases, no más levantarse temprano para llevar a mi hermano a la escuela... Seguiré perdiendo el tiempo, hablando con objetos, creando amigos imaginarios que ni yo mismo tomo en cuenta. Tal vez vaya al cine. Quizá me arrastren al Bora, por no haber adónde más ir, porque acá no hay Che'z, ni Zacas, ni nada. Quizá vaya a la playa... Quizá...

18/3/05

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no somos más que fichas de ajedrez...

mala poesía

Aunque yo soy para soñar esquivo,
sé que para soñar nací despierto.
Me he sentido morir y aún estoy vivo;
tengo ansias de vivir y ya estoy muerto.

Juan de Dios Peza.

lo que nunca fue

Al fin decidió regresar mis llamadas y concretamos un encuentro, como siempre, en su casa, una esquina de la calle Libra, donde había un árbol y una piedra que presenció mi primera perforación. Sólo recuerdo que salió acompañada de sus perros. Lucky me ladraba, incapaz de reconocerme, mientras la melosa Frida brincaba y ladraba por el gusto de tener a alguien más que le dijera qué bonita perrita. El barandal nos separaba, frenando mis impulsos de tomar sus manos otra vez, de besarla con la misma pasión de hace apenas unos meses, de decirle vuelve conmigo, por favor, te lo ruego, y de escuchar claro, volvamos y amémonos como nunca nos amamos.
Hablabamos de trivialidades, por temor a tocar los temas que sólo a nosotros dos nos incumbían, y ella me miraba con curiosidad, y yo la miraba con tristeza. El teléfono sonaba. Ella entró y un instante después venía con el aparato en la mano, hablando con un desconocido. Me dijo "Ten", aunque la llamada no era para mí. No soy muy adepto a hacer locuras de ese tipo, pero con ella mis impulsos no tenían para dónde hacerse, y sus palabras eran órdenes a mis oídos.
-¿Bueno?
-¿Con Virginio Urbina?
-...Sí, diga...
-Oiga, le hablo para saber cuando va a venir, porque ayer lo estuve esperando como quedamos...
-...Ah, sí, disculpe usted, es que no tuve chance, pero voy mañana...
-¿Mañana? ¿A la misma hora?
-...Sí, sí, no se apure... Mañana me echo una vuelta.
Ella sólo sonreía. Para mí, era un deber complacerle sus caprichos de Niña. Estuvimos hablando un rato más. Mis intentos por tocarla siquiera eran desesperados. Ella apartaba sus manos, apartaba el rostro, y me decía con la mirada "No, ya no hay nada", sin tocarse el corazón. Un carro llegó y se estacionó frente a nosotros. Él bajó y me miró como quien mira a un intruso en sus territorios. Tras un breve hola, un largo beso que se alargó para siempre en mi memoria. Ella me presentó con él como "un amigo", nos estrechamos las manos como dos eternos y mortales rivales. Él algo le dijo sobre ir a la casa de no sé quién.
-Sí, bueno... Yo ya me iba.
No conseguí disimular la perturbación que me provocaba aquel desafortunado encuentro. Quien crea en el destino, habría tomado la escena como una señal inequívoca. Di media vuelta y me fui, pero seguí sintiendo la mirada de él sobre mi nuca, y cuando llegué a la otra esquina miré hacia atrás, temiendo convertirme en estatua de sal, pero ellos ya se iban, y ninguno me miraba.

16/3/05

caos

"El caos es un orden por descifrar", dice José Saramago en El hombre duplicado, el libro que estoy leyendo en mis ratos de ocio, los cuales ya superan mis capacidades mentales. Al leer la frase citada, una voz que hace tiempo no escuchaba en mi cabeza dijo, con toda la naturalidad del mundo, que quizá el orden también era un caos por descifrar. Es tal vez esa la razón de mis sinsabores actuales. Y es que dormir cada noche un sueño repleto de imágenes sueltas y sonidos lejanos, y despertar cada mañana con el sol intruso golpeándome la cara, percibir el olor a oscuridad que intento diluir abriendo puertas y recorriendo cortinas para que entre algo de luz, que tanta falta me hace, y pasar cada tarde viendo TV con mi hermano menor mientras pienso, podría estar ahora en Tijuana, haciendo mis tareas universitarias en vez de estar aquí perdiendo el tiempo, copiando recortes de periódicos, robándole inspiración a la biblia católica, leyendo libros que me torturan y sacan al masoquista que hay en mí, bañándome cada vez que la cabeza comienza a picarme por el pelo revuelto y la barba crecida.
Y para colmo, su sombra, su terrible y monstruosa sombra, que no acaba de perseguirme. He ido y venido por el tiempo y por el espacio, buscando perderme de su persecución criminal sin conseguirlo. Mi papá me concedió la pesada tarea de editar todos los videos familiares que ha estado almacenando en cassettes desde hace diez años, y en uno de los más recientes, durante la revisión, encontré la reunión para celebrar mi cumpleaños número 16. Estaba en mi etapa de pseudo-rockero, entusiasmado por la posibilidad de formar una banda con mis compañeros de prepa, y me regalaron una guitarra eléctrica que justo en este momento está arrumbada en un rincón de mi cuarto llenándose de polvo. La cinta mostraba a mis tías desparramadas en la banqueta, a mi tío Carlos asando la carne que conformaría nuestra cena, a mí sentado en el suelo, y frente a mí, compartiendo una plática alegre sobre las canciones románticas de esos tiempos, estaba ella. Vestía una blusa color melón y un pantalón de mezclilla, llevaba una trenza improvisada de último minuto y los hombros destapados. Sonreía cada vez que me miraba, y el amor que nos profesábamos se cohibía en presencia de mis parientes. Esa noche le canté con mi voz inexperta para las baladas, y ella no pudo ocultar su fastidio de estar allí, feliz de tenerme pero no de estar rodeada de mis primos acosándola, a ver tus frenos, te gusta la carne asada, tienes hermanos, dónde vives, y en la grabación puede verse mi poco talento interpretativo.
No es culpa suya. El imbécil soy yo, por después de... ¿cuánto tiempo ha pasado? los años que hayan sido, no he podido apartarla de mi mente por un día entero. Hay que imaginar lo patético que me veía la otra noche, mirándola en la pantalla de la cámara, sonriendo como idiota mientras murmuraba "Cómo te quiero, mi Niña, cómo te quiero..."

noé (segunda parte)

La lluvia parecía una cascada uniforme cayendo sobre el mundo. La gente miraba pasar a Noé, corriendo a toda velocidad para llegar a su casa, y pensaban "tal vez el viejo borracho tenía razón". Mientras duró en prisión tuvo que soportar las burlas de los guardias los primeros días, y luego las parrandas atroces de los calabozos. Hubo un par de ocasiones en las que se levantó de buen humor, hasta que, pasados dos o tres minutos, su espalda resentía el suelo frío y su olfato la peste a excremento, y al abrir los ojos veía la sombra inclemente del ángel, reprendiéndolo por su inactividad.

-¿Cómo quieres que haga algo si estoy aquí encerrado, carajo?

No quedaba más tiempo. El plazo se había cumplido, y el arca no estaba terminaba, ni sus animales a salvo. Su mujer había recibido la noticia de que Noé sería liberado, y lo aguardaba en la puerta con una enorme sonrisa, creyendo que la prisión le había curado la locura. Pero se equivocó. El aspecto de Noé era el de un demente profesional, con los huesos marcados en la cara y la mugre pegada a la piel, las ropas hechas jirones y la barba enmarañada y larga, los ojos hundidos, la mirada perdida. Ni siquiera se detuvo a saludarla. Noé se fue directo al patio, y se llevó una tremenda sorpresa. Jafet trabajaba a marchas forzadas, soportando el aguacero terrible, en el proyecto de su padre. Más tarde se enteró que Sem y Cam habían intentado vender la madera del barco, y que Jafet había gastado todos sus ahorros en comprárselas, pero ocultó sus motivos. Un sueño recurrente no lo dejaba en paz: un ángel, montado en una nube, miraba cómo el mundo se inundaba, riéndose de sus desgracias. A Jafet le costó trabajo dejar a un lado la soberbia y defender a su padre, pero no tuvo alternativa. La conciencia era una aliada terrible.

Llovió durante catorce días seguidos antes de que las partes bajas del pueblo comenzaran a llenarse de agua. El comercio se había paralizado y las personas se ocupaban de rezar, implorando a Dios el perdón a cambio de su arrepentimiento. Dios, sentado en su magnífico trono, podía escuchar los lamentos de los humanos desdichados, y el castigo le producía una gran satisfacción. Lucifer, sentado a su lado izquierdo, observaba en calma, cuestionando en secreto los métodos de su jefe, aunque en el fondo también se sentía complacido.

Ya les llegaba el agua a los tobillos cuando Sem y Cam se unieron a Noé y a Jafet, sin hacer comentario alguno. Con el agua sobre las rodillas, comenzaron a subir a las mujeres y a los animales. No sólo las especies exóticas habían encontrado refugio en el barco, pues otros tantos ejemplares, guiados por su instinto, acudieron a su úncia salvación. Cam tuvo que matar a cuatro hombres a machetazos para convencer al resto delos vecinos que en el arca no había espacio para los incrédulos que se habían burlado de Noé. Éste, observándolo todo desde la cubierta del arca, miraba las caras de desesperación de tanta gente que se sabía muerta con anticipación. Luego de cerrar la enorme puerta y dejar al resto del pueblo sin posibilidad de sobrevivir, los rezagados enloquecieron y trataron de destruirla desde afuera con hachas, antorchas y ladrillos, pero apenas se acercaban a la embarcación, las gotas de lluvia se transformaban en piedras que descalabraban a los atacantes. El arca, a pesar de su fragilidad, logró quedar intacta. Cuando la lluvia alcanzó los cuellos de la gente, Noé se precipitó hacia la puerta de acceso y trató de abrirla para ayudar a las personas, y los hijos lo dejaron, sabiendo que nada podrían hacer, y que el arca no soportaría el peso de tanta gente. Cuando llegó, el ángel lo esperaba con una espada de fuego, impidiéndole el paso.

-Déjalos que se pudran. Se lo merecen.

El nivel del agua ascendió, hasta cubrir todos los techos de las casas y todas las copas de los árboles. En poco tiempo, los cuerpos que todavía trataban de salvarse nadando, se cansaron y se convirtieron en cadáveres flotantes. Las aguas estaban atestadas de muertos, y Sem y Cam se dedicaron a recuperar a los animales ahogados para guardar su carne. No sabían cuánto tiempo estarían a la deriva, y si la comida se terminaba, los animales se comerían unos a otros e incluso podrían atacar a los hombres y mujeres a bordo, olvidándose de su domesticación. Noé se quedó en su cabina por muchos días, escuchando todavía en su cabeza las voces de sus vecinos muertos, implorando un lugar en el arca para conservar su vida, y se distraía con los barriles de vino que no compartía con nadie.

Por suerte, la comida no se les terminó. Cuando la carne de los cadáveres rescatados se acabó, los hijos de Noé pescaban el día entero, lo cual era fácil, no sabían si por que no tenían competencia y el mar era ahora muchos más grande, o por un simple mandato divino. El pescado le hizo daño a Noé, aunque apenas comía. El día 87 de navegación, se quedó tendido en la cama y jamás volvió a levantarse, hasta dos días antes de morir, con los oídos sangrándole de tanto oír a los fantasmas que había matado. Su mujer se había convertido en nada desde que a Noé lo encarcelaron, era un estorbo estéril que nadie tomaba en cuenta. Tardaron dos días en percatarse que se había echado por la borda, cuando Sem pescó a su propia madre, mordida por las ánguilas. La mujer de Cam había enfermado y estaba en cuarentena, mas el hombre no consiguió apaciguar sus ímpetus carnales y desahogó la abstinencia obligada con su cabra favorita, y al volver a pisar tierra, sustituyó a su mujer en las tareas de cama.

Dios no podía creerlo. Lucifer se desbarataba de risa antes las ocurrencias de los sobrevivientes, y no dejaba de echarle a Dios su error en cara.

-Está bien. No más diluvios como este.

[FIN]

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[Primera parte]

7/3/05

Guerreros de la Luz

Los guerreros de la luz sufren por cosas inútiles, tienen actitudes mezquinas, a veces se juzgan incapaces de crecer. Frecuentemente se consideran indignos de cualquier bendición o milagro. No siempre están seguros de lo que están haciendo aquí. Muchas veces pasan noches en vela, creyendo que sus vidas no tienen sentido. Por eso son guerreros de la luz. Porque se equivocan. Porque buscan una razón... y con seguridad la encontrarán.

Paulo Coelho (Brasil)

ainulindalë (fragmento)

En el principio estaba Eru, el Único, que en Arda es llamado Ilúvitar; y primero hizo a los Ainur, los Sagrados, que eran vástagos de su pensamiento, y estuvieron con él antes que se hiciera alguna otra cosa. Y les habló y les propuso temas de música; y cantaron ante él y él se sintió complacido. Pero por mucho tiempo cada uno de ellos cantó solo, o junto con unos pocos, mientras el resto escuchaba; porque
cada uno sólo entendía aquella parte de la mente de Ilúvitar de la que provenía él mismo, y eran muy lentos en comprender el canto de sus hermanos. Pero cada vez que escuchaban, alcanzaban una comprensión más profunda, y crecían en unisonancia y armonía.

Y sucedió que Ilúvitar convocó a todos los Ainur, y les comunicó un tema poderoso, descubriendo para ellos cosas todavía más grandes y más maravillosas que las reveladas hasta entonces; y la gloria del principio y el esplendor del final asombraron a los Ainur, de modo que se inclinaron ante Ilúvitar y guardaron silencio.

Entonces les dijo Ilúvitar: -Del tema que os he comunicado, quiero ahora que hagáis, juntos y en armonía, una Gran Música. Y como os he inflamado con la Llama Imperecedera, mostraréis vuestros poderes en el adoro de este tema mismo, cada cual con sus propios pensamientos y recursos, si así le place. Pero yo me sentaré y escucharé, y será de mi agrado que por medio de vosotros una gran belleza despierte en canción.

(...)


J.R.R. Tolkien

noé (primera parte)

Almacenaba el vino de mayor calidad en barriles ocultos en las bodegas, y se encerraba junto a ellos todas las noches, a beber hasta quedar inconsciente. Jafet, su hijo menor, se dirigía al almacén antes del amanecer y arrastraba a su padre hasta la habitación, le echaba una sábana encima y lo dejaba roncando su ebriedad. Desde que tenía memoria, las cosas eran así. Cuando la madre servía el desayuno, los tres hermanos procuraban no hablar sobre su padre, organizando los negocios familiares y cada uno dándole órdenes expresas a su mujer. Jafet y Nmera en verdad se habían casado enamorados, mas la cruel postura de los dos hermanos mayores hacia sus esposas lo hicieron desistir de sus tratos amables y sus palabras tiernas.

Las costumbres los obligaban a respetar a su progenitos, a pesar de que los años le habían causado algún mal. Agradecían los buenos años juveniles de Noé, cuando tuvo fuerzas e inteligencia para recorrer el mundo buscando animales exóticos para criarlos. Había comenzado con un criadero de gallinas y cedos, y fue aumentándolo hasta tener tigres, zebras, gorilas, leones, caballos, jirafas y hasta elefantes. Los hacían reproducirse y luego vendrían a las crías por verdaderas fortunas a sus clientes, en su mayoría reyes excéntricos o nobles sin compañía. Los tres hijos manejaban el negocio como unos profesionales y dejaban a su padre perderse en las delicias de su excelente vino, mientras nadie se enterara. Pero no podrían ocultarlo por siempre.

La noche estaba oscura, con la luna invisible por culpa de las numerosas nubes. Noé andaba a tientas por el patio, tratando de orientarse para llegar al almacén, cuando le pareció que una estrella atravesaba la pared de nubes y zurcaba el cielo como una bola de fuego. Su miedo se multiplicó cuando una llama incandescente se estrelló en el patio y de entre las flamas salió un ángel. Noé apenas si sospechaba la existencia de tan fantásticos seres. Su rostro era fino y hermoso como el de una mujer, con los rizos dorados cayendo más allá de los hombros. Su piel era tersa y blanca, y sus rasgos femeninos se truncaban en la falta de senos, pues ni siquiera su desnudez delataba su sexo: no llevaba nada entre las piernas, como los eunucos.

-¿A dónde ibas, Noé?

La voz del ángel pareció salir de todos lados, menos de su boca, pues Noé estaba seguro que no había movido los labios. No logró contestarle, tirado en el lodo y expuesto a los ojos de un Dios que pensaba muerto, o distante, pero sabía que para el ángel no era un impedimento el silencio de Noé. Bastaba pensar en su respuesta, y el ángel la sabría. Sin embargo, tampoco pudo enfocar su pensamiento. "Me voy a ir al infierno". Nada más se le ocurría.

-Sin duda, pero hasta que te mueras. Hoy, Dios ha salvado tu vida.

Le explicó una complicada relación de genealogías y alianzas con sus antepasados que lo liberaban de cualquier represalia que Dios pudiera tomar contra la humanidad. Le reveló que Dios planeaba dejar caer todo el agua de los cielos a la tierra y acabar con los humanos infames y criminales, y sólo unos pocos se salvarían, incluídos en esa prestigiada lista iban Noé y su familia. El hombre se horrorizó ante el irremediable futuro.

-¿Qué... qué debo hacer?
-Usa tu imaginación.

Y así como llegó, el ángel se fue y tomó su lugar en el firmamento, dejando la noche tan oscura como antes de su llegada.

(...)

Los hijos lo veían empecinado en la extenuante labor de construir un arca inmensa en la que pudieran salvar hasta a sus preciados animales. Los vecinos, intrigados, dirigían sus primeras palabras a Noé, interrogándolo.

-Voy a construir un barco para salvarme del diluvio.
Tenía que soportar las explosivas carcajadas de quien escuchara sus respuestas inverosímiles. La mujer de Noé no podía explicarse aquel milagro. En realidad, su marido jamás había sido hábil con la carpintería, y si no era capaz de construir una mesa con sus sillas, le resultaba excesiva su obsesión por el arca. No había duda. Eran delirios de un viejo borracho. No había de qué preocuparse.

Era poco su avance, y sentía que el tiempo se le acababa. Noé no tuvo más remedio que pedir ayuda a los carpinteros del pueblo, pero las consecuencias de haber visto a un ángel eran peores de lo que creía. No conseguía ocultarles sus verdaderos motivos, y todas las recomendaciones que les hacía se diluían en el aire. Las advertencias desesperadas fueron tornándose en agresivas amenazas poco a poco, cuando el implacable constructor perdió la paciencia ante la estupidez e incredulidad de las personas, y se lanzó a gritar en la plaza pública con toda la fuerza de su garganta que el mundo se iba a acabar. Los días estaban soleados, calurosos y secos. Los vecinos hartos del escándalo de Noé por tal disparate, y el resto del pueblo ofendido por sus insultos. El jefe de la aldea lo mandó encerrar a un calabozo, ante la deshonra que provocaba a sus hijos. En los seis meses que pasó en prisión, no cayó ni una sola gota de agua. Apenas puso un pie en la calle, un aguacero torrencial se desbordó del cielo.

[CONTINÚA]

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[Segunda parte]

3/3/05

olvidándome de mí

Me llamo Patricio Ortiz. La mayoría de mis conocidos me dicen Pato, y yo los dejo, a pesar de que me cagan los diminutivos. Estoy condenado a mirar la vida a través de unos cristales empañados por culpa de la miopía. Dejé la escuela después de cambiarme cuatro veces de carrera. Soy de Tijuana, pero vivo desde hace doce años en Mazatlán. Hace dos meses cumplí veintidós. No tengo novia, ni planes de tenerla. Trabajo en la caja de un supermercado escondido en el culo de la ciudad. Vivo en una casa prestada, porque mi madre no soportaba encontrar en mi cuarto los cuerpos desnudos de mis múltiples amantes todos los domingos en la mañana, y me corrió. Mi papá se compadeció de mí cuando me encontró dispuesto a dormir en un parque, y me consiguió la casa. Soy adicto, a la coca y al metal. Me gustan las mujeres más bien robustas y morenas. Nunca uso calcetines, me salen ronchas en los pies. Jamás digo mentiras. Odio al pendejo de mi hermano. Tuve un pequeño romance con una maestra de preparatoria que me llevó a la cárcel una semana, aunque de eso ya ni me acordaba. No tengo talento alguno, y me dedico a pasar los días, con poco dinero y con muchos excesos. Una amiga que estudia psicología me aconsejó escribir esta chingadera, y pues aquí me tienen, iluminado por una lámpara y con ciertas dificultades para trazar las letras en el papel.

Sucedió que llevaba casi un mes sin lavar mis escasas ropas, y fui a la casa de mi papá a que me prestara su lavadora. Su mujer me recibió entre sorprendida y reservada, invitándome a irme de su casa con una sutileza desastrosa. Primero, eché en la lavadora la ropa interior, lo más importante, y la máquina hizo el resto. Por esos días, yo me había percatado ya de lo patética que era mi rutina habitual: trabajo, casa, dormir, fiesta, droga, coger, dormir, y así todos los días. Nunca me pasaba nada nuevo, y veía que mis amigos conseguían trabajos mejores o se iban de viaje, y yo, desde hacía una eternidad, en el mismo lugar y con el mismo dinero. No sé si percatarme de que era un fracasado me puso triste o feliz, no me di cuenta, pero no me importó, y seguí como estaba. Lo que sí me daba miedo era que un día amaneciera muerto en la casa, por cualquier razón, y que me dejaran allí hasta que las ratas comenzaran a comerme, víctima de un olvido crónico y pestilente... Me sentía débil, la vista se me nublaba, no escuchaba ni mis pensamientos y las cosas que tomaba se me resbalaban de las manos.

Una luz en la lavadora se encendió para indicarme que era el momento de añadir el jabón, y pasó por primera vez. Intenté tomar la bolsa de plástico con mi mano derecha, y sentí que cuatro de mis dedos la atravesaban como a una cortina de humo, sin poder agarrarla. Me quedé paralizado, y al instante me convencí de que sólo había sido mi imaginación. Terminé de lavar, me despedí de la familia de mi papá y salí de la casa en el momento justo en el que él iba llegando. Bajó del coche y caminó hacia la casa, pasándome por un lado sin mirarme siquiera. Antes de que entrara, lo llamé y él, medio distraído, volteó hacia mí, y sonrió como el que saluda a un desconocido.

-¡Hijo! No te había visto.

Y así, sin más, entró a su casa y cerró la puerta detrás. En otras circunstancias yo me habría puesto furioso y le hubiera roto las ventanas a pedradas, pero no, ni siquiera me importó, nada más se me hizo raro que no me viera y me fui... caminando, por cierto, ya que ni los camiones ni los taxis me hacían caso.

Desde entonces la gente me mira como si no me mirara, o como si yo no estuviera, y sólo se percatan de mi presencia cuando me hago notar. Lo curioso es que no me interesa, aunque mi amiga psicóloga diga que me nota cabizbajo y melancólico... Será que me resulta extraño comenzar a atravesar las cosas, primero los vasos, luego las ventanas cerradas, luego los postes en la calle. Ayer atravesé una puerta. Esta mañana, al mirarme en el espejo, me sentí raro, y me pareció ver a través de mí... Hace semana y media que mi padre no viene a visitarme... Es como si me desvaneciera poco a poco en el aire y en las memorias de todos los que me conocieron. Casi siento que estoy olvidándome de mí, de cómo era antes.

Lo bueno del caso es que mi peor miedo no se volverá realidad. Un día saldrá el sol y el mundo ya no me tendrá, pero no porque me haya muerto de una sobredosis o algo así, sino porque me desvanecí para siempre. Será mejor... Quizá ni yo mismo me de cuenta.

[FIN]

el relol del conejo blanco (segunda parte)

[basado en el cuento de Lewis Carroll]

Los árboles extendían sus ramas a lo largo del cielo nublado, extinguiendo los colores habituales del bosque. Una oruga que descansaba sobre una seta atrajo la atención de Alicia, sacándola del estupor en el que estaba sumida, se levantó y dejó caer su pie sobre el insecto. Luego volvió a sentarse entre las raíces del árbol, cubriéndose mejor la cabeza con el manto azul, y echando piedras al río, recordando un apacible día de verano, cuando el pedía a Mr. Dodgson una historia. Pero los recuerdos se le confundían en la mente, saltando de un lado a otro, y recordó a su hermana mayor leyéndole un libro aburrido, mientras ella se entretenía con las guirnaldas, cuando apareció el conejo blanco. Alicia tomó el reloj y lo examinó. Nada extraordinario había en él como para considerarlo un objeto maravilloso. Ya ni siquiera caminaba. Su única funcionalidad era usarlo como llave para volver al mundo de donde había sido expulsada.

El estudio del Conde estaba invadido por el humo de la pipa. Si hubiese permanecido una hora más allí, tal vez habría muerto asfixiado. Nicole apareció tosiendo, y anunció la llegada de Mr. Dodgson.

-¿A qué ha venido ese vago?

Alzó tanto la voz, que Dodgson pudo escuchar sus reproches sin sentido mientras esperaba en la estancia, pero no le dio importancia. Sus manos temblaban, sudorosas, con la mirada clavada en las escaleras, deseando ver bajar unas piernas ágiles y unos cabellos dorados... El Conde lo saludó con frialdad, mas su astucia mental no alcanzó a elaborar una salida ante la intromisión de Mr. Dodgson. Tuvo que decir la verdad.

-Alicia desapareció.
-¿Alicia...? ¿Alicia qué?
-¡Desapareció! ¡Alicia despareció! ¡Se esfumó!

Perdió el control. Una avalancha de reclamos, tal vez justos, atropellaron los oídos sordos de Mr. Dodgson, encogido en un diván. sus estúpidas historias habían enloquecido a su hija. Después de los paseos por el río, se dedicaba a charlar con su gato y con las flores del jardín, poniendo las respuestas en sus bocas y contestándose sola. Jugaba con los naipes y con las fichas de ajedrez sin método alguno, y hablaba de meriendas con liebres y de cerdos bebés... Una tarde, regresó de su paseo con su hermana excitada por haberse topado al conejo blanco, y les contó a todos lo que había pasado al caer por la madriguera. El Conde, al principio, lo encontró divertido, pero cuando la niña vino asegurando que había visitado el País del Espejo, creyó que se había sobrepasado, y le prohibió contar más historias ridículas.

Pasaron unos días en que la niña andaba triste y pensativa por la casa, incluso con algunos aires de temor. Nadie ingadó demasiado, y se conformaron con el olvido de los cuentos de Dodgson. Sin embargo, al Conde le preocupó el hecho de que cada día estuviera más callada y más pálida. No salía para nada de la casa, a veces la encontraba escondida en los armarios o en la cocina, como si la complaciera la soledad. Lo más alarmante, fue cuando los gatitos de Alicia amanecieron degollados, colgados con una cuerda del espejo del tocador en la recámara de la niña, y ella en una esquina, cubierta con un velo azul marino, llorando y con una navaja de afeitar llena de sangre a sus pies.

-¿Qué has hecho, Alicia...?
-No fui yo.
-¿Entonces quién lo hizo?
-Fue el conejo blanco.

Esa había sido la mentira más recurrente de aquellos días, y el Conde no tuvo más remedio que llamar al doctor Prouse y prohibir las visitas de Mr. Dodgson a sus demás hijas. Después fracasó en sus negocios, lo
abandonó su familia y lo sedujo la soledad. Pero eso era lo de menos. Dodgson, el culpable de su mayor desgracia, estaba sentado en la estancia, preguntando por Alicia. Logró arrastrar al Conde en busca de la
niña, y la encontraron bajo un árbol tupido, al lado del río. La niña murmuraba reclinada hacia adelante, como hablando con alguien, hasta que un conejo blanco salió disparado de sus manos, y Alicia se apresuró a seguirlo. El Conde reconoció el reloj de bolsillo en la mano de su hija y se echó a correr detrás de ella. Pudo observar cómo conejo y niña se escurrían por una madriguera oscura y diminuta, donde él no pudo tener acceso. Buscó a Dodgson y regresaron a la casa por ayuda. Buscaron durante meses enteros, mas ya la cueva había desaparecido sin dejar rastro.

(...)

El Conde nunca volvió a Ver a su hija. Tan pronto llegó el invierno, se encerró en su estudio a fumar y a mirar por la ventana. Nicole lo encontró sentado en el diván, y su mano muerta todavía sostenía el revolver que le había volado los sesos.

[FIN]

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[Primera parte]

demasiado lejos

Desde el inicio, su relación había sido un juego sadomasoquista, y esa noche lo llevaron todo al límite. Alejandro vio interrumpido su beso eterno al sentir la hoja afilada del cuchillo penetrándole un pulmón,y luego el chorro caliente de sangre brotar, en una imagen poética inigualable que lo conmovió hasta las lágrimas. Lidia lo miró, miró sus ojos sorprendidos y su garganta trabada, y siguió besándolo. Después de retirar el cuchillo de su espalda, la sangre surgió con mayor libertad, y al acostarse Alejandro, las sábanas se tiñeron de un tono escarlata delicioso. Trató de decirle algo a Lidia, pero ella selló sus laios con el índice, enmudeciéndolo, y él sonrió, complacido de morir en manos de su amada. Una ráfaga de viento cerró las ventanas con un golpe espantoso, y los dos, ella y él, se quedaron sumidos en el silencio penetrante de la habitación, roto apenas por los delicados gemidos de dolor o de placer de Alejandro. El olor de la sangre sin duda era algo nuevo, que complació a los amantes, reavivando su pasión. Alejandro sentía un hormigueo recorriéndole el cuerpo, y una voz en su cabeza le contestó la pregunta que todavía no formulaba: "Es la vida que se te escapa". Cerró los ojos, porque no iba a ser un cadaver con los ojos abiertos, en un intento patético por conservar la vida que ya no le pertenecía, y ya casi no sentía los húmedos labios de Lidia acariciándole el cuello y el abdomen, besando cada rincón de su cuerpo desnudo, frotando su piel contra la de él, cada vez más fría, cada vez más blanca. Cuando Alejandro dejó escapar el alma, resignado, Lidia estalló en el éxtasis del placer, y se tendió encima de su víctima, cubierta por una fina capa de sudor.

La casa entera estaba en penumbras. Se habían apagado todas las velas. El reloj indicaba las tres treinta de la mañana. Lidia escupía su aliento cálido en la cara de su amante, muerto ya, y le parecía excitante no ser correspondida con el mismo gesto, no sentir en su mejilla el suave arrullo de su respiración, y en sus pechos juntos sólo se oían los latidos de un corazón acelerado. Poco a poco, se levantó y se sentó en el borde de la cama, observando el cuerpo inerte de Alejandro, y vio sus manos y sus brazos, en donde se había mezclado el sudor de ella con la sangre de él. Tocó, con cierto temor, el cuerpo que se desangraba, y dejó las huellas de sus manos plasmadas en su piel. Después extendió, como si se tratara de pintura sobre el lienzo, el líquido rojo que había humedecido las sábanas y llenó con él ambos cuerpos, tanto el vivo como el muerto, cuando la razón le empezó a advertir que estaba yendo demasiado lejos. Mas la voz de la razón era débil y lejana, sin fuerza suficiente para detener su ardiente y lúgubre pasión. Lidia retozaba, más libre que nunca, con el cuerpo frío e inmóvil de Alejandro, y el ligero sabor de la sangre penetraba en ella por medio de su lengua de vampiresa, y parecía que aquel licor vital era lo único que podría saciar su ser. Su tercer orgasmo fue el mejor de la noche, y cuando la euforia pasional terminó y se descubrió desnuda y cubierta de sangre, se alejó de la cama y permaneció vacilante, desesperada, sin poder experimentar la célebre locura de hablarse sola, por no saber qué decirse.

Descubrió las ropas de Alejandro esparcidas por el suelo, y se tumbó hacia ellas para percibir su perfume, puro y vivo. Reunió las prendas y las dejó sobre el tocador. Después, tomó el rígido cuerpo de su amante inanimado y lo llevó a la regadera. Se bañó junto con él, extasiada por la sensación de sus cuerpos húmedos, y mientras le lavana la sangre, seguía besándolo y acariciándolo sin freno y a su total antojo. Lo secó y lo vistió de nuevo, colocándole cada pieza con ayuda de su boca, mordiéndolo todo con un amor insano y desquiciado. Lo sentó en la misma silla que había ocupado durante la cena, cuando todavía estaba vivo, yluego ella se vistió y encendió las velas del comedor, y se sentó junto a él. Repartió una serie de esos fugaces en su cuello y tuvo el placer de desvestirlo de nuevo, de manejarlo a su gusto, como un muñeco helado, de escuchar lo que quería escuchar y lamer lo que quiso lamer. Se echó con él al asuelo para no volver a llenarse de sangre en la cama, y no cesó en su inaudita pasión hasta que volvió a reventer de goce.

(...)

A las once de la mañana, Daniel regresó a la casa, esperando que Alejandro y su amante se hubieran levantado temprano para no encontrarse en la bochornosa situación de sorprenderlos todavía en la cama,
desnudos y dormidos. Para su mala fortuna, justo así los encontró, o peor. Las paredes estaban manchadas de sangre, y Lidia abrazaba el cuello, ya morado, de Alejandro, mirando con los ojos vacíos el inmenso cielo de la ventana, abierta otra vez.

-Lidia... ¿qué pasó?

Ella no respondió. Daniel sabía lo que había pasado, Alejandro no paraba de contarlo los intentos que ambos habían hecho de matar gente o de matarse entre sí tantas veces... Lidia conservaba una extraña expresión de dolor en el rostro... Sólo cuando se acercó lo suficiente a la cama, Daniel se dio cuenta de la herida en la espalda de su amigo, y encontró el cuchillo homicida, que seguía clavado en el pecho desnudo de Lidia.

(FIN)