7/12/06

Nostalgia de neón vol. 3



Hace un año, me encontraba en Tijuana, con tres materias reprobadas y la conciencia abrumándome todos los días, por haber fallado, por no haber sido fuerte y por haberme dejado arrastrar por un camino que creí podría controlar, pero no, no pude. Y haciendo el balance del año que agoniza -pues nadie ve a diciembre como otro mes más, sino como el final, el último, el magistral verdugo que corta la cabeza de otro año poco a poco, con dolor, y, por supuesto, con nostalgia-, el balance es positivo. He ganado más de lo que he perdido. He aprendido más de lo que he olvidado. He amado más, mucho más, de lo que he odiado en toda mi vida. Eso, creo yo, puede considerarse una ganancia.
Jamás podré escapar a la nostalgia, mucho menos a la que invade el inconsciente colectivo durante la época navideña. Los medios y la publicidad te hacen recordar que en algún lugar, tienes una familia, que en algún tiempo, pasaste una navidad con ella, en medio de cenas y recalentados, de oraciones y ritos absurdos, de regalos esperados con ansias y abiertos con desilusión, porque no era lo que querías, sino la copia barata, pues la economía no andaba bien por esos días. Diecinueve navidades he pasado con mi familia. Esta será la primera que, por voluntad propia, estaré ausente.
Y es que a pesar de que la nostalgia me sigue a todos lados, como una sombra que me supera, he cambiado, he crecido, he madurado, dirían algunos. Tantos ires y venires, tantos golpes, raspones y caídas, tantos tropiezos cuando ya había encontrado, suponía, el ritmo de mis pasos y la dirección de mi camino, me han convertido en un hombre diferente al precario y soberbio adolescente que una vez fui, y que se resiste a morir dentro de mí, pero he aprendido a controlarlo. Y la nostalgia, que es parte de mí desde pequeño -se me ve en los ojos, dicen quienes me conocen y se atreven a decírmelo-, ha cambiado conmigo. Ya no es ese deseo desesperado por revivir a los fantasmas y reparar lo irreparable. Ya no es la sensación de haberse quedado estancado en una época y en un lugar al que estoy obligado a regresar para completarme con esa parte que dejé. Eso sería como si la serpiente, luego de haber mudado de piel, volviera sobre sus huellas a buscarla para vestirse con ella de nuevo, al final de sus días no podría ni arrastrarse por tantas capas que ha ido volviendo a poner en su lugar.
La gente cambia, eso siempre lo supe, pero jamás lo apliqué en mí. Yo me resistía, pretendía haber cambiado pero tarde o temprano regresaba a mi origen, como una espiral que gira sobre su propio eje, y no se expande, y no abarca el espacio disponible que hay para seguir creciendo, para ocuparlo todo, para mostrarse en todo su esplendor. Qué sería del viajero incansable si al menor indicio de melancolía, cansancio o frustración, volviera a su pueblo, a sus casas y a sus gentes, a recuperar energía: jamás llegaría lejos, y pudiendo haber recorrido un camino muy largo y haber llegado muy lejos con todo lo que avanzó, decidió retroceder y recorrer pequeños fragmentos de muchos caminos diferentes. Yo no quiero eso.
Porque siento que ya me he encontrado. Que poco a poco voy descubriendo lo que soy y lo que puedo hacer. Porque estoy confiando en mi suerte y mi suerte me está consintiendo, a veces más y a veces menos, pero nunca me falla. Porque la nostalgia ya no está compuesta de añoranza, sino de satisfacción. Estoy contento con lo que hice y dejé de hacer. Estoy a gusto con lo que fui y lo que quiero ser. Estoy tranquilo con quien abandoné y con quien ahora estoy. Porque lo que no hice ya no lo puedo ser, y lo que fui me ha hecho lo que soy, y a quien abandoné le di todas las bases para que pudiese seguir sin mí, le dejé un pedazo mío, y no pienso ir a quitárselo. Yo, también, voy recogiendo partes de otros, de gente a la que quiero y a la que no, y me voy armando con esas piezas, y tomo las que me sirven y las que no las hago a un lado, y sigo caminando.
Porque ahora, en este punto de mi vida, siento que ahora sí he encontrado mi camino. Ya no ando como loco buscando no sé qué, ahora avanzo y disfruto, camino alegre, tarareando, dando saltitos, por un sendero que elegí y que no quiero abandonar, aunque a veces se ponga feo, aunque a veces se ponga difícil, no dejo de disfrutarlo, quiero seguir hasta la punta, hasta que se me acabe la vida, a ver hasta dónde llego, sé que será lejos. Y es que los caminos, al igual que los amigos, que el mar y que los días, que los números y las estrellas, no tienen final.


["Yo que era un solitario bailando me quedé sin hablar mientras tú me fuiste demostrando que el amor es bailar"]

26/10/06

Amanece



Me dice A ver, voy a usar la compu, y yo me levanto, furioso, y me voy al baño. Me miro en el espejo, noto mi respiración agitada, mis ojos inyectados de ira, mis manos tiemblan mucho más de lo normal, y entonces recuerdo. El ejercicio de la crueldad, una práctica de una llamada Tradición del Sol que aprendí en un libro hace muchos años, consiste en clavar la uña del dedo índice en el nacimiento de la uña del dedo pulgar y dejarla así hasta que el dolor sea insoportable, tratando de concentrarse en el dolor, y viendo a éste como el mismo que te causas en el interior con los sentimientos negativos, como la ira, los celos, las envidias, las depresiones, y toda esa gama de emociones que el hombre se inventó para martirizarse. Se supone que cada vez que te domina uno de estos sentimientos, al practicar el ejercicio de la crueldad, la sensación se aleja, quedas tranquilo, relajado, dispuesto a enfrentar lo que venga, y conforme lo vas realizando más seguido, esos sentimientos van desapareciendo poco a poco.

La situación lo ameritaba. Hacía años que no practicaba el ejercicio, recuerdo que tendría unos 14 ó 15 años, lo realicé durante meses y el dedo pulgar me quedó horrible, en carne viva, pero aprendí a ser mucho más paciente, tolerante y tranquilo. Y ahora me vi obligado a usarlo de nuevo, porque el amor, así como despierta sentimientos nobles y sublimes, también despierta a los viles y malvados, no hay remedio, debe haber un equilibrio, como en el resto del universo. Así que cerré los ojos, para concentrarme mejor, y clavé la uña tan fuerte como pude, y la mantuve ahí más de un minuto, hasta que sentí que el enojo se iba, reflejando el daño emocional que me hacía en el lado físico, no tenía por qué estarme soportando. Ya más tranquilo, regresé a la recámara, me senté en la silla azul, justo detrás suyo, y le hablé. Ni siquiera recuerdo qué le dije, pero sé que me respondió a la defensiva, ahora atacándome, tal vez pensando en adelantarse, mi intención no era esa, sólo quería hablar, no gritar, nos dijimos esto y aquello, se voltea de nuevo, y de nuevo me quedo mirando su nuca. Y lo vuelvo a hacer, porque no quiero que el enojo crezca. Clavo mi uña otra vez, cierro los ojos, espero a que el dolor crezca, y lo suelto. De nuevo le hablo, atraigo su cuerpo hacia el mío y lo envuelvo en un abrazo, me recargo en su cuello, empieza a hablar, a decirme que estoy equivocado, que si es egoísmo salirse de su casa, dejarlo todo para empezar de nuevo en una metrópoli, haber aceptado un trabajo de lavatrastes teniendo una licenciatura, haber soportado burlas, gritos, insultos, si eso es egoísmo, entonces es egoísta.

Yo no me refería a eso, pero igual aplicaba. Yo me refería a los pequeños detalles, que son también importantes. Lo cierto es que hoy es mucho más detallista que al principio, no sé si por mis reclamos o por convicción propia, ha de haber algo de los dos. Pero ya, después de ese terrible pseudo-pleito, no tengo otra idea en la cabeza más que ser feliz a su lado. No quiero más gritos, ni más miradas de rabia, ni más reproches... Aunque lo mismo pienso después de cada grito, de cada mirada de rabia y de cada reproche. No me desanimo, para nada, sé que sólo con voluntad podremos aprender del otro y crecer, como pareja y como personas. Tenemos metas, sueños, proyectos para el futuro, pero dejemos que el futuro llegue a nosotros, no hay que correr hacia él, ahora es tiempo de aprendizaje y consensos, es tiempo de curarnos con besos las heridas y con abrazos los raspones, es tiempo de ser hombros para llorar y aplausos para animar. Es tiempo de alzar la vista, y sonreír, porque amanece allá, en el horizonte, entre las montañas.

[Y por fin he encontrado el camino que ha de guiar mis pasos, y esta noche me espera el amor en tus labios]

10/10/06

Un mes



Vivimos aquí hace un mes y, creo, ya me he acostumbrado. A las llaves largas y floreadas que T. nos regaló cuando llegamos, a la puerta que se atora, al espejo de cuerpo entero. Al timbre del teléfono que conseguimos en la glorieta de Insurgentes, a la mesita con mantel blanco robada del restaurante de arriba, a los tres platos, tres vasos y tres juegos de cubiertos que no hemos tenido oportunidad de estrenar, al tic tac incansable del reloj despertador verde que se trajo, a dormir envolviendo su frágil cuerpo en un colchón inflable, a bañarme con agua calentada con una especie de bobina en un balde, al pañuelo del Che pegado a la cortina de nuestra única ventana, a la ropa doblada con riguroso cuidado en las repisas que hay a manera de clóset, al par de luces blancas que encendemos casi todo el día debido a la oscuridad de la esquina donde está nuestro cuarto...
Vamos viviendo cada día, sin planes, sin expectativas, tratando de no encerrarnos en una rutina cíclica que terminará por enfadarnos a ambos... Procuramos sorprendernos, regalarnos detalles, decirnos las cosas que ya sabemos, sólo para estar seguros. Dice que va a ser difícil irnos a Francia, que estudiar el idioma es carísimo, que ya no ofrecen becas como antes, que jamás va a poder pagar un curso de francés... Pero yo le digo que hay que tener prisa. Tenemos toda una vida por delante, tal vez el año que entra yo soy locutor de algún programa de radio, o editor de alguno de TV, y puedo pagarle eso y más... No sé. Todo lo que tuve, jamás esperé tenerlo, todo fue dándose, solito, bastaba que yo confiara, que me entregara al tiempo, que dejara que los acontecimientos siguieran su curso natural.
Quizá de haber entrado al canal 7 allá en Mazatlán, no habría tenido tiempo para hacer todo lo que pude hacer con mi trabajo de editor. Otra vez creo en el destino, y si éste me ha traído hasta aquí, con la persona con quien estoy, es por algo, lo sé, estoy seguro. Sólo hay que tener paciencia y confianza, y todo se irá dando. Conseguiremos mejores trabajos, entraremos a la escuela, conoceremos gente, compraremos cosas, tendremos dinero...
No es que yo sea un avaro ni nada por el estilo, pero en una sociedad como la nuestra, el dinero se vuelve vital. Todos vivimos en función de él, por más que lo detestemos: sin dinero no se puede comprar comida, ni boletos del metro, ni suéteres para el invierno, ni la parrilla eléctrica que nos hace falta, ni sacar del montepío la guitarra eléctrica. Tampoco se pueden pagar los exámenes de admisión a las universidades. Por eso, odio el dinero, pero sé que lo necesito, sé que debo ir a trabajar, todos los días, a una sucursal de una trasnacional de comida rápida que no hace más que golpear la economía y la salud de los mexicanos, donde me pagan una miseria, pero que necesito para sobrevivir.
No me hace feliz tener la cartera llena de billetes, nunca lo he visto así. Pero me siento más tranquilo si me voy a dormir pensando en que, si mañana tengo hambre, puedo comprarme un pan o una quesadilla. Pero nuestra economía sigue tambaléandose. Aún no hemos pagado nuestras deudas, pero eso se debe a la irregularidad de nuestros salarios, y a nuestra falta de capacidad administrativa. Con el tiempo podremos controlar mejor nuestros egresos, porque el dinero que ganamos es suficiente para vivir sin dificultades, y sin lujos. La semana pasado hasta fuimos al cine, esta semana, tal vez no nos alcance para comer todos los días... Pero no importa. Yo confío en mi buena suerte. Y ahora ya no soy nada más yo... Somos dos. Y ambos confíamos...

[Que en el centro de mi ser había un lugar... para ti]

30/9/06

Mutación



Estaba tratando de no cruzarme con sus ojos, por temor a lo que pudiera encontrar en ellos. Por temor a encontrar el reproche, el "mira-lo-que-me-hiciste-hacer", el "ve-cómo-me-tienes-maldito", que son de las miradas que más duelen, sobre todo cuando uno sabe que hay fundamentos. Yo pretendía que todo saliera bien. Que tomáramos el metrobús, nos fuéramos sentaditos, llegáramos en cinco minutos a Revolución, viéramos a quien teníamos que ver y regresáramos a casa, a abrazarnos, a disfrutarnos, a querernos. Eso me pasa por confiar en el "bendito" transporte público: metrobús atascado, tuvimos que dejar pasar dos; esperamos, por cierto, casi media hora; cuando al fin llegamos, quien teníamos que ver ya se había ido, con seguridad se habría cansado de esperar, quién no; de regreso al andén, esperamos casi una hora, y nada de metrobús, mierda.
Miré su rostro con sueño, recargado al otro lado de la reja, bostezando, sus ojos rojos cerrándose, y me sentí miserable. Bien me había dicho que viniera yo solo, que yo aquí me quedo, pero yo le rogué, le imploré, y cedió, aunque de mala gana, algo así como "para que no estés chingando, cabrón". Y ya, fui hacia donde estaba, y le dije, Vámonos, y me respondió, En qué, su voz llena de enojo, Pues en taxi. Cruzamos la calle y tomamos un taxi, y yo me sentía miserable.
Pero he comprobado que los sentimientos no permanecen estáticos, sino que mutan, se transforman, evolucionan en otras sensaciones. El odio puede convertirse en un profundo amor, y la alegría en una inconsolable tristeza, así de radical puede ser el cambio. Así, mi miseria se transformó en coraje cuando me dije que yo no tenía la culpa de nada, que es verdad, le había rogado, implorado que viniera conmigo, pero luego, antes de subir al metrobús (en dirección contraria, por cierto), le dije que se quedara, le ofrecí las llaves, que se devolviera a la casa, que si no quería ir, que no fuera. Pero no, me dijo, Ya qué, ya vine, a fin de cuentas, la decisión fue suya, no mía. Cuando dejamos que otros decidan por nosotros, hemos tomado una decisión, y debemos afrontar las consecuencias.
Y ese egoísmo que a veces percibo. Esa intolerancia, ese despotismo... Su actitud, siempre a la defensiva, con los que cree inferiores, ignorantes, incultos... Pero la gente, toda, es ignorante. Uno mismo, que se dice inteligente, informado, interesado en el haber social, es ignorante a su vez de la realidad de esos a los que llama "ignorantes". La percepción del ser humano, tal y como las normas sociales han sido establecidas, es limitadísima. Inmersos como estamos en la cultura del consumismo, de la individualidad, nos apartamos de la gente, nos ponemos a la defensiva, y creemos que el hecho de que nos pregunten si te gustan los chicos o las chicas (como es costumbre por acá) es una ofensa y una intromisión pecaminosa a la intimidad de cada quien, no te importa saber con quién me acuesto o qué me gusta, no lo vemos como un simple intento de acercamiento, de lograr un nexo un poco más profundo con esa persona, de la oportunidad de oírle, de decirle, de aprenderle.
No sé. Es sólo que de pronto son tantas cosas. De pronto siento que su amor me ha cambiado tanto, me ha hecho ver el mundo, verme a mí, de una forma por completo distinta, me ha quitado mis escudos, mis barreras, mis complejos, me ha inundado de una felicidad incontenible, que necesito compartir con cualquiera que veo, y siento el deber imperioso de regalar una sonrisa a quien se cruza en mi camino, no importa que le guste el antro, que le aburra leer, que cante canciones de Gloria Trevi, que crea que con Calderón vamos a vivir mejor, que se la pase hablando de fútbol... en fin, que sea todo lo que en otros tiempos odié, pero que ya no puedo odiar, por una muy sencilla razón: ya no me cabe el odio en el pecho, ya no tengo espacio para él, ya se me ha olvidado cómo se odia, porque el amor corre por mis venas, porque he decidido ser feliz a su lado, y nada, nadie, podrán opacar eso.
Y a veces siento que del otro lado no se siente igual. Y me duele. Me duele no arrancarle una sonrisa con sólo verme, me duele no curarle el cansancio con un beso, me duele que siga deseando ver a medio mundo muerto, me duele su intolerancia, me duele su vanidad, me duele su orgullo, sus aires de superioridad; porque veo que su tranquilidad no es total, que su felicidad es coyuntural, me da la impresión de que sólo es feliz cuando apagamos las luces y nos quitamos el frío con amor... Y me da miedo. Que se canse, que se frustre, que se harte. Me gustaría no ver más que haga un coraje, no ver su preocupación obsesiva por el orden (dicen que uno refleja afuera lo que trae dentro, y si se desvive ordenando lo de afuera, es porque no ha de poder ordenar lo de adentro), me gustaría no escuchar más una crítica hacia algo o hacia alguien, porque eso sólo demuestra las propias inseguridades... No sé. Sólo quiero sentir su tranquilidad, su paz, su seguridad, así como dice sentir las mías.
No hay de qué preocuparse. Ya aprenderemos, a convivir, como estamos aprendiendo a sobrevivir. Será cuestión de tiempo. De ir midiendo reacciones. De ir viendo ejemplos, de alimentar la paciencia, la voluntad, el deseo de superación. El amor no se salva de esa mutación, también cambia, también se transforma. Al principio es todo ilusiones y romanticismo. Después es tolerancia y mutua enseñanza. ¿Qué será después? No me preocupa. Siempre será amor... Siempre.


[Por un amor... me desvelo y vivo apasionada, tengo un amor... que en mi alma dejó para siempre amargo dolor...]

23/9/06

Hacíamos el amor

Ella y yo hacíamos el amor diariamente
En otras palabras, los lunes, los martes y los miércoles
Hacíamos el amor invariablemente...
los jueves, los viernes y los sábados,
hacíamos el amor igualmente...
Por último los domingos hacíamos el amor religiosamente.

Hacíamos el amor compulsivamente
Lo hacíamos deliberadamente
Lo hacíamos espontáneamente
Hacíamos el amor por compatibilidad de caracteres,

por favor, por supuesto, por teléfono,
de primera intención y en última instancia,
por no dejar y por si acaso,
como primera medida y como último recurso

Hicimos el amor por ósmosis y por simbiosis:
y a eso le llamábamos hacer el amor científicamente
Pero también hicimos el amor yo a ella y ella a mí,
es decir, recíprocamente
Y cuando ella se quedaba a la mitad de un orgasmo y yo,
con el miembro convertido en un músculo fláccido,
no podía llenarla,
entonces hacíamos el amor lastimosamente
Lo cual no tiene nada que ver con las veces en que yo me imaginaba que no iba a poder,
y no podía,
y ella pensaba que no iba a sentir,
y no sentía,
o bien estábamos tan cansados y tan preocupados
que ninguno de los dos alcanzaba el orgasmo
Decíamos entonces que habíamos hecho el amor aproximadamente


Muchas veces hicimos el amor contra natura,
a favor de natura,
ignorando a natura.
O de noche con la luz encendida,

o de día con los ojos cerradoso
con el cuerpo limpio y la conciencia sucia
o viceversa
Contentos, felices, dolientes, amargados
Con remordimiento y sin sentido
Con sueño y con frío
Y cuando estábamos conscientes de lo absurdo de la vida,
y de que un día nos olvidaríamos el uno del otro,
entonces hacíamos el amor inútilmente

Para envidia de nuestros amigos y enemigos,
hacíamos el amor ilimitadamente, magistralmente, legendariamente
Para honra de nuestros padres, hacíamos el amor moralmente
Para escándalo de la sociedad, hacíamos el amor ilegalmente
Para alegría de los psiquíatras, hacíamos el amor sintomáticamente
Hacíamos el amor físicamente,

de pie y cantando,
de rodillas y rezando,
acostados y soñando
Y sobre todo, y por la simple razónde que yo la quería así
Y ella también
hacíamos el amor...
voluntariamente.


Fernando del Paso

15/9/06

Independencia



Siete de la mañana. Tomo el metro Insurgentes con dirección Pantitlán (no es tan difícil como parecía), y trasbordo en Balderas, dirección Universidad, hasta Miguel Ángel de Quevedo. Por fortuna, aún era temprano y pude irme sentado. Salgo de la estación, camino hacia la esquina y procuro orientarme, hacia dónde está Insurgentes. Y camino. Voy comiéndome un durazno enorme y desabrido. Cruzo un par de calles y veo el metrobús. "Llegué", me digo, cuando veo un letrero de Pizza Hut y una fila de jovenzuelos esperando la llamada del guardia de seguridad. Me hace firmar una hoja de registro de entrada, y me dice que espere a que nos llamen. Me siento en un escalón, junto a una muchacha de lentes redondos, y espero. Se me antoja un cigarro, pero odio apagarlos a la mitad. Después de un rato, el guardia nos manda llamar. Somos como once o doce gentes. Subimos por las escaleras, entramos a un salón con pupitres y una televisión transmitiendo "Daniel el travieso", y espero.
Trabajar para una trasnacional gringa no es (ni será jamás) mi meta en la vida, pero bajo las circunstancias en las que me encuentro (poco dinero y 1800 de renta para el día 9 de octubre), lo que sea es bueno. Así tenga que disfrazarme con un ridículo pantalón caquí, playera azul con la cara de un viejito estampada de un lado, un mandil igualmente ridículo, y una gorra, más ridícula aún. Observo a los sujetos del video del curso de inducción, y se me hacen unos completos retrasados, siempre sonriendo y echándose porras, siendo que, días antes, cuando me mostraron las instalaciones de lo que sería (a partir del lunes próximo) mi nuevo lugar de trabajo, veía las caras largas y frustradas de los muchachos que trabajaban atrás, sacando basura, preparando ensalada, lavando los baños. Comeré pollo todos los días, que emoción (nótese el sarcasmo).
Tengo sueño, y hambre. Un repartidor entra al salón mientras nos tienen esperando, y deja tres pizzas olorosas y cuatro litros de refresco en la mesa... Carajo, hasta las pizzas de plástico huelen delicioso cuando uno tiene hambre. Un rato después, cuando el video al fin termina, una licenciada viene y nos trae platos y vasos desechables, y nos dice que comamos. Se va, y todos se voltean a ver, esperan que uno sea el que se levante, para no verse tan hambrientos, o qué sé yo. Los miro, sonrío, y voy por mi pizza. Luego nos hicieron firmar y más firmar, nos entregaron los uniformes. "Preséntate el lunes en tu sucursal, pregúntale a tu gerente en qué horario". Qué bien, ya me voy.
Ahora camino hacia Insurgentes y busco una parada próxima de metrobús. Hay una cruzando un parque. Reviso el mapa, me doy cuenta que estoy en la penúltima estación... Mierda, viajaré un buen rato. Por fortuna (otra vez), me voy sentado. Satisfecho de al fin tener empleo. Con seguro y sindicato y todo el rollo. Claro, es temporal, mientras consigo otro de editor... Mientras... preparar hamburguesas y atender chilangos hambrientos, estará bien. Cerca de casa, de seis a ocho horas, comida incluída... Insisto: MIENTRAS, está bien.
Y en casa, el amor me espera. Está poniéndose los tennis cuando entro... El amor.

8/9/06

La despedida #"?"



La cuestión es que ya no soy ningún niño. Me he ido de mi casa infinidad de veces, cada vez por más y más tiempo. La última duré casi dos años. Esta vez, si todo sale como planeo, será mucho más. He aprendido a cuidarme solo, aprendí a depender de mí y de nadie más, y a ganar (y gastar) mi propio dinero. Se me quitó el miedo a no conseguir trabajo, porque, pues, conseguí, y sé que puedo conseguir otro, y sé que puedo valerme por mí mismo. Antes tuve miedo, porque jamás lo había intentado... Pero sospecho que es verdad, que todo pasa por algo. Tal vez sea que, viendo hacia el pasado, hacemos analogías y llegamos a conclusiones que podrían parecer lógicas, pero no lo son tanto. En fin, el caso es que, gracias a que regresé de Tijuana, conocí gente, conseguí empleo, redescubrí el amor y aprendí que mi prioridad debe ser buscarme un lugar para mí en este mundo. Establecerme, comenzar a crear un proyecto de vida, no andar por ahí viendo qué puedo hacer y al final no hacer nada.
Irme al D.F. será probar mi suerte. Pero aquí, en Mazatlán, nomás no me acomodo. Me siento atrapado, fastidiado, harto. Ya intenté Guadalajara, intenté Tijuana, y ahora voy por un reto mayor. La diferencia es que ahora sé que busco algo, y antes nada más iba a ver qué encontraba. Ahora tengo una motivación propia, estoy plenamente convencido de que esto quiero hacer y no hay vuelta de hoja. Si esta vez no puedo, regreso, junto más dinero y lo intentaré de nuevo... Pero ya sé hacia dónde está lo que busco. Además, ya sé con quién quiero buscar, y eso es un gran avance. Cómo es eso que busco, no lo sabré hasta que lo encuentro, pero intuyo que me acerco. Es difícil de explicar.
Se sienten bien ricos los nervios, la emoción, el desconcierto, la incertidumbre. Esta vez no me agobian, por la sencilla razón de que estoy convencido a plenitud de lo que haré. Confío en mí, aunque nadie más lo haga, aunque mis padres se enojen, aunque mis hermanos se entristezcan, aunque mi familia me dé la espalda... Es fascinante, ya no me importa. No me importa, de verdad. Esta vez no me voy para demostrar nada a nadie, y si triunfo no presumiré, y si fracaso no sentiré pena, porque no me importa lo que piensen. Me siento feliz, es todo. Me siento libre, seguro, completo. Confío en mi buena suerte. Y alguna vez leí que cuando alguien desea sinceramente una cosa, todo el universo conspira para que la consiga. Y no sé por qué, creo en eso.

Hoy me voy, a las 10 de la noche. Y estoy muy entusiasmado. No puedo esperar...

[Tú... Mi ilusión eres tú... Una estrella que alumbra el corazón...]

5/9/06

Temor



¿A qué le temes?
¿A la lluvia? ¿Al tráfico? ¿A la incertidumbre?
¿A dejar una vida segura,
y cambiarla por el no saber qué pasará?
¿Le temes a tu madre? ¿A tus hermanos?
¿Al qué dirán?
¿Temes no poder?
¿Temes perderte (otra vez) a mitad del camino?
¿Temes regresar de nueva cuenta con la cabeza
baja, implorando compasión?
¿Temes equivocarte?
¿No quieres vivir y ser vivido?
¿No quieres amar y ser amado?
¿Acaso me equivoco al recordarte que tu sueño
es ir de un lugar a otro, con tu ropa siempre
en la maleta?
¿Y entonces?
¿Temes no acabar la escuela?
¿Temes no ser tan valiente?
¿Temes temerle a la vida...?

V. U.

[. . .]

(-4 días para irnos al D.F.... Y los nervios)

["Si nos perdemos nada pasará...
Ahora lo entiendo: amar es liberar"]

29/8/06

Flashback (vol. 2)



1. Llego ahí, donde me dijo que me esperaría, pero no hay nadie. Espero unos minutos, y al fin viene llegando. Me alegro de que venga. Nos sentamos en una banca de la plazuela. Charlamos, hacemos planes, me cuenta de sus experiencias pasadas. Me habla de esto y de aquello. Yo escucho, atento, un poco nervioso. Le entrego mis fotos para la credencial de estudiante falsa que intentará sacarme, y nos vamos. Cuando nos despedimos, sonrío. Y me voy, contento.


2. Otra vez espero. Fumo un cigarro, veo a la gente, refugiada del intenso sol, ahí, al lado de la cabeza gigante de Miguel Hidalgo. Empiezo a darme cuenta que no suele ser muy puntual, pero no me importa. Yo soy paciente. Ahí viene, me saluda, se sienta conmigo. "¿Tienes mucho esperando?", pregunta. Yo le miento: "No, voy llegando". Nos vamos a esperar el camión a la esquina. Dice que tiene que contarme algo. "Es que fui con la muchacha que me va a hacer la credencial, y pues no quería y no quería, hasta que me preguntó que quién eras... Y, no te vayas a enojar, yo le dije que eras mi novio... Para convencerla". Yo sonrío. No, no me enoja. Para nada.

3. Llegamos a su casa, me quité la gorra y dejé por ahí mi mochila. Nos sentamos a comer, espagueti, hablamos, como siempre, de esto y de aquello, tan fácil, como si nada. No tenía nada en mente... Deseaba que uno de los dos empezara, pero no quería ser yo. ¿Qué tal si estaba malinterpretando? Dejé mi mente quieta... Y mis manos. Vimos una película, escuchamos música, me enseñó sus libros. Vi las fotos y los pósters pegados en sus paredes, y me fascinó. Llegó su papá, "Buenas tardes", saluda, medio sorprendido. Yo me despido. "Gracias por invitarme", le digo. "Gracias por venir", me dice.


4. Recibo su abrazo un poco desconcertado, más por la espontaneidad del gesto que por otra cosa. Es que yo siempre he sido así, como muy reservado, con todos. Hace calor, hay ruido, chamacos bailando, bebiendo, drogándose. Pero no me fijo en nada. Que nuestros compañeros se hayan ido, cada uno, y nosotros hayamos decidido quedarnos, los dos, por alguna razón, me hace sentir feliz. Me comparte su hielo para el calor. Me empuja, me sonríe. Cuando nos cansamos de aguantar el calor, nos vamos, sin saber muy bien a dónde. Me propone irnos por ahí, a distraernos. Yo le digo que no llevo dinero. Bueno, me acompaña a mi casa, caminando. Caminamos mucho, hablamos, nos contamos cosas. Nos sentamos en la jardinera cerca de la farmacia, y hablamos todavía más. Sabemos que la hora de despedirse se acerca, pero ninguno quiere que llegue, la ignoramos. "Quiero pedirte algo", me dice. "¿Qué?". "Un abrazo". Me levanto, gustoso, y enredo mis brazos en su cuello, aprieto, no muy fuerte, siento su calor. Y me gustó, aunque en ese momento no quise reconocerlo. "Vente conmigo, a mi casa", me pidió. Pero me faltaba el valor. Le dije que no. Y nos despedimos, y se fue en un taxi, a las 3 de la mañana, y me dejó ahí, deseando haberle dicho que Sí...

"Y así llegaste tú devolviéndome la fe...
Sin poemas y sin flores, con defectos, con errores...
Pero en pie..."

22/8/06

Amanecimos absueltos



Amanecimos absueltos de todo pecado. De todo recuerdo, de toda esperanza. Es probable que en toda la noche no hayamos deshecho el abrazo que nos mantenía juntos, fundidos en una sola sombra proyectada en la pared, llena de curvas, de líneas, de trazos hermosos. Todavía dormido, repartía ya besos en su espalda, en su cuello, y así me desperté, repartiéndole besos, sin saber dónde poner mis manos, ansiosas de recorrer el cuerpo que aman. No tardó en responder a mi llamado, y así, los dos, como en un sueño, con la vista borrosa, la sensación de irrealidad que te inunda, sintiéndolo todo en una dimensión distinta, comenzamos con el amor. Oímos a su padre irse, y seguimos, ya sin cuidarnos de los ruidos impropios que hacen las pieles cuando chocan, o la cama cuando se mueve, desesperada, también excitada, o los alientos que no pueden contenerse, y explotan en un grito ahogado, que no pudo ser frenado, que raspa la garganta.
Amanecimos absueltos de ideas de absurdas, y del tiempo que apremiaba, y del día, de la fecha, del mundo entero. Eramos, nada más, dos personas, dos seres humanos, reunidos en un mismo espacio, con dos cuerpos que se mueren por ser uno solo, que se meten uno dentro del otro y quieren quedarse así, hechos uno, enlazados por siempre y para siempre, para ya no sentir el dolor de la ausencia. Qué importaba lo que pasó, lo que pasará, qué importaba: Eramos los dos, estábamos ahí, nos amábamos. No pensamos en nada, estábamos absueltos, de toda culpa, de toda obligación, de toda expectativa. No existíamos para el mundo, y el mundo no existía para nosotros. Nosotros éramos el mundo, nuestro suelo azul, nuestra ventana abierta, nuestra luz cenicienta, nuestros ojos entrecerrados, nuestras pieles sudorosas, nuestras espaldas que se cansaban. Sus cabellos y los míos, sus brazos y los míos, sus piernas y las mías, ese era nuestro mundo. Nada más.
Amanecimos absueltos, pero ya entraba el día. El sol se elevaba, la casa se iluminaba, el calor arreciaba, y el reloj... Ah, el reloj, inclemente, no hacía un mínimo esfuerzo por detenerse. Su padre volverá en un rato, debemos lavarnos las huellas de nuestra pasión. Es lindo quedarse así, acostados, juntos, cuando el amor culmina, pegajosos, agitados, sonrientes, pero no siempre se puede. Esta vez no se puede. Llegarán visitas, habrá una reunión. Miro sus ojos con nostalgia, le pido un rato más, sé que es imposible. Aunque amanecimos absueltos, nuestra condena se acerca, nos ha recordado, viene arrastrando las cadenas que nos volverá a poner, del recato, de la discreción, del portarse bien, guardar apariencias, caer bien. Qué mierda. Ya viene, la siento.
-Andale, amorcito. Levántate.
-Ya voy, ya voy.
Y nos levantamos, y nos bañamos, y nos vestimos, apurados, para que no nos sorprendan corriendo desnudos por la casa, jugueteando. Habrá que esperar, a que caiga la noche, que los cuerpos descansen con el mismo amor con el que amanecieron, a ver si a la mañana siguiente, una vez más, el mundo se olvida de nosotros, y nosotros de él, y en el intervalo de la tregua, viene el amor, y lo inunda todo, todo.

(FIN)

12/8/06

Buenas noches


No voy a negarlo, ¿para qué? Los odio. A los dos. Y a todos los que son igual que ellos: chuecos, torcidos, pervertidos. Odio cuando llegan juntos, riéndose de alguna estupidez. Odio que se callan de repente cuando me ven sentado en la entrada de mi casa, han de creer que los estoy esperando, pendejos. Como si no pudiera sentarme aquí a pasar el calor, es mi puta casa, puedo hacer lo que me venga en gana. Pero mi hijo cree que no… ¡Que se chingue! Son ellos los que vienen acá, los que invaden mi lugar, los que ensucian con sus porquerías lo que yo construí con mis propias manos. Y ahora resulta que por más que me encabrone, no puedo decir nada. Vienen acá y se encierran en el cuarto hasta que me voy a acostar. El pendejito que trae me ve, y enseguida desvía la mirada el muy maricón, y apenas me saluda con un solemne “Buenas noches”. Cabrón, puto. Yo sólo murmuro algo, cualquier cosa. Antes le contestaba, pero me cansé. La primera vez que él me dirigió la palabra a mí, me sorprendió. Pero bueno, yo no tengo por qué estar hablando con maricones.

A veces los oigo desde la esquina, cuando llegan temprano. Vienen saludando a quienes se les atraviesan, orgullosos de andar por ahí exhibiéndose, como reinas del carnaval. No les preocupa que los vean llegar y entrar a mi casa. Los vecinos se han de hartar hablando de mí, de cómo permito que pase esto en mi casa, estoy seguro, pero eso a mi hijo le importa un carajo. Otras veces llegan más tarde, cuando las calles ya están vacías y yo ya estoy acostado, intentando dormir, soportando esta puta rodilla que no me deja en paz la culera, y soy yo el único que los tiene que aguantar. Aunque, lleguen temprano o tarde, a mí es al que peor le va. Aguanto sus murmullos, sus risitas bobas, los chasquidos de sus puercos besos, las luces que van encendiendo por toda la casa. Pero eso no les basta. No les basta venir acá y hacer un escándalo. ¡Ojalá! Yo no los veo, pero hacen tanto ruido que es imposible no escucharlos… Cuando se meten juntos a la regadera, cuando salen al baño a mitad de la noche… Y escucho también los asquerosos ruidos que salen del cuarto. La cama moviéndose, los gritos ahogados, los gemidos… Que Dios los perdone, a los pobres.

Y, a pesar de todo eso que me hacen soportar, son ellos los que se ofenden. Antes podía tolerarlo, cuando era nada más mi hijo. Lo vi venir siempre, pues. Que no estaba bien el chamaco. Pero ya es otra cosa muy distinta que traiga a otro joto a vivir a la casa. A casa. Y él no entiende. “Hazle como quieras”, me dice el hijo de su reputísima madre. Y me amenaza con irse… Dice que se quedan acá nada más para no dejarme solo, pero que si sigo “haciendo mis caras” –así me dice–, se van a ir. ¡Pues qué mejor, que se larguen…! Aunque bueno… pensándolo bien… Claro, me gustaría que se largaran y me dejaran de poner en vergüenza, pero por otro lado…

Es que yo estoy solo, pues. No tengo a nadie más. Mi mujer me dejó hace años, mis hijas mayores ya están casadas, y ni nietos tengo para traerme uno, pues las muchachas son “modernas e independientes” –mamonas, ¿entonces pa’qué chingados se casaron?–, y el otro es puñal, así que tal vez no viva para ver mis nietos. Fíjate, ni en eso pudo complacerme el cabrón de mi hijo. El apellido se perderá, se acabó, mi único hijo jamás me dará nietos. Qué mierda. Y además, odio a los animales tanto como a los maricas, así que no habría mucha diferencia entre los putos y un chucho o un perico. Bueno, sí: el animal no podría lavarme la ropa, ni hacer el aseo, ni prepararme la comida. Y yo ya estoy muy viejo, chingado. Aparte, mi hijo fue el único que se quedó, a pesar de todo… Yo hice lo que pude para que todos se largaran a la verga, y él se quedó, no sé por qué. Siempre se quedaba. Y pues… no está tan mal. Ya me acostumbré.

Tal vez tenga razón, hombre. No debería ponerme así. Su noviecito no es tan malo, después de todo. A veces me trae bolis de la tienda. En mi cumpleaños me regaló una cachucha. Me tiene tanto miedo que nunca me ha dado nada personalmente, todo lo manda con mi hijo… ¡Ja ja ja! Está bien, que me respete el cabrón. En todo el tiempo que lleva aquí –y ya es bastante…–, lo único que me ha dicho es “Buenas noches”. Tal vez tenga razón mi hijo y sea mejor callarme. ¿Qué me puede pasar? Es que no entiendes, pues, lo feo que es ponerse uno viejo y quedarse solo, solo… Viéndolo así, hasta un simple “Buenas noches” te alegra, un poco, el corazón… Aunque venga de un maricón… Bueno, algo es algo.

(FIN)

3/8/06

Trapped by love



"When you come I feelin' better

Sky is blue you say forever
Oh, oh... I’ve been trapped by love...
Then you go so change the weather
Sky is grey bit more than ever...
Oh Oh...
I’ve been trapped by love..."

Un poco más y se me olvida cómo es vivir enamorado.
Si hubiese pasado un poco más de tiempo, un par de días, o quizá unos meses, yo habría olvidado lo que es tener en la cabeza siempre un solo rostro, una sola voz, un par de ojos, y extrañarlos todo el tiempo, incluso cuando los tienes enfrente. Habría olvidado este cosquilleo que siento en las manos, en la boca, en la piel, que le da a uno cuando la persona amada no está cerca para recibir las caricias, los besos, los abrazos que te gustaría darle sin descanso.
Por eso le digo que no llegamos tarde ni temprano, sino en el momento preciso. Quizá si me hubiese conocido el año pasado le habría parecido un muchachito desubicado e inmaduro. No estoy diciendo que ahora esté ubicado y sea maduro, pues sigo siendo lo contrario, pero ya no lo demuestro tanto... No: ya no me da miedo serlo. Me esforzaba tanto por parecer ubicado y maduro, que en realidad no lo era.
Llegó a mi vida justo antes de que yo olvidara cómo se pone uno con canciones cursis ("...que cuando grito tu nombre siento envidia de mi voz"), y cómo se inventan claves que sólo los enamorados entienden. Casi se me olvida ese silencio dulce, suave, glorioso, de dos amantes abrazados, sintiéndose sin abrir la boca. Y lo que es quedarse con la mirada perdida, creyendo que, a lo lejos, puedes escuchar su voz llamándote, añorándote, deseándote, y dejas de ponerle atención al mundo, y te vale madre la injusticia, y el fraude, y el hambre, y la guerra... Y sabes, tienes la certeza, de que el mundo puede caerse en mil pedazos, y que no te importara, porque amas a alguien, y ese alguien te ama. Nada más.

· · ·

"Los terroristas se parecen entre sí: los terroristas de Estado, respetables hombres de gobierno, y los terroristas privados, que son locos sueltos o locos organizados desde los tiempos de la guerra fría contra el totalitarismo comunista. Y todos actúan en nombre de Dios, así se llame Dios o Alá o Jehová. ¿Hasta cuándo seguiremos ignorando que todos los terrorismos desprecian la vida humana y que todos se alimentan mutuamente? ¿No es evidente que en esta guerra entre Israel y Hezbollah son civiles, libaneses, palestinos, israelíes, quienes ponen los muertos? ¿No es evidente que las guerras de Afganistán y de Irak y las invasiones de Gaza y del Líbano son incubadoras del odio, que fabrican fanáticos en serie?

Somos la única especie animal especializada en exterminio mutuo. Destinamos 2 mil 500 millones de dólares, cada día, a los gastos militares. La miseria y la guerra son hijas del mismo papá: como algunos dioses crueles, come a los vivos y a los muertos. ¿Hasta cuándo seguiremos aceptando que este mundo enamorado de la muerte es nuestro único mundo posible?"

Eduardo Galeano (Uruguay)
(Para ver la nota completa haz clic aquí)

24/7/06

Flashback (vol. 1)



1.
El autobús estaba casi vacío. Hablábamos, reíamos. Ibamos entusiasmados, ambos. Yo, nervioso. Pero de pronto ya nada me importó, cuando nos quedamos clavados en la mirada del otro. Me recosté en su regazo. Me dejé guiar por sus manos, por sus brazos. No podía no darse cuenta. Intercambio de sonrisas. De miradas. De besos.

2. Nuestro anfitrión dormía. Llegamos horas antes de lo que planeado. Nos acomodó en el cuarto de servicio, a un lado de la lavadora, en un colchón que se convirtió en una guarida que nos negábamos a abandonar, cada mañana que duramos ahí (hasta que llegó la francesa). No recuerdo muy bien cómo pasó, qué hicimos, quién empezó. De repente ya estábamos, los dos, acostados, abrazados, desnudos. Felices de tenernos.

3. Ambos estábamos lejos, de todo y de todos. La gente que nos veía juntos asumía, por alguna razón, que había algo entre nosotros. Algo de lo que no hablábamos, o al menos que no mencionábamos de forma explícita, pero que se veía en nuestros rostros, en las señas que nos hacíamos, en nuestros gestos, en nuestras voces, en lo que decíamos del otro. Tan así que, la segunda mañana, cuando conocí al doctor, lo primero que me preguntó al vernos salir juntos del cuarto (antes incluso que mi nombre), fue "¿Cuánto tiempo llevan juntos?". Yo sonreí, nada más, y contesté "Unos meses". Es que decir "Un día o dos", era mucho descaro.

4. Yo estaba un poco nervioso. Conocer a T. iba a ser uno de los acontecimientos más importantes en mi incursión a su pasado. Me sentía como si fuera a presentarme a su ex. Por eso me sentía sofocado en esa esquina, trepado en una periquera incómoda. Recuerdo, sí -lo confieso-, que aun entonces ponía unas cuantas reservas hacia lo que estaba sintiendo. "No debe importarme tanto", pensaba. Pero el hecho era que me importaba. Discutíamos esto cuando T. bajó de su oficina, atravesó las mesas y llegó hasta la nuestra (a la que nos habíamos cambiado). Se sentó, nos presentaron. Me pareció un buen sujeto. Hasta me cayó bien.

5. Nos quedamos dormidos en el autobús de regreso. Quizá porque era mucho más cómodo (y menos caluroso) que el que habíamos tomado de ida. Quizá porque volvíamos exhaustos luego de subir tantos escalones y caminar tanto rato por Teotihuacán. Cuando vi por la ventana que entrábamos a la central del norte, me sentí desdichado. Porque dentro de pocos días tendríamos que regresar ahí, pero ya no para irnos de paseo a algún lugar cercano y maravilloso, sino para emprender el largo camino hacia nuestro -no tan- querido rancho con agua. Mierda.

6. Hacía mucho que no lloraba. De verdad que no recuerdo la vez anterior a esa. Pero en mi interior había una mezcla terrible y desgarradora de sentimientos angustiantes. Rabia, temor, nostalgia, frustración. Y eso que nos quedamos un día más. Interrumpí nuestro abrazo para decirle "Hay que quedarnos". Me miró, con la cara llena de sorpresa. Sabía que era una locura. Hablamos. Al final decidimos volver a nuestra tierra natal, un par de días, para arreglarlo todo y marcharnos de una vez por todas y para siempre a la metrópoli mexicana por excelencia: Chilangolandia.

7. (Tic-tac, tic-tac...)

18/7/06

Terquedad



No descansaré
Hasta haber borrado con las manos
Con los labios, con los ojos
Todas las huellas que otros
Dejaron sobre tu piel
Así tenga que recorrer tu cuerpo
Una, diez, cien, mil veces...

No descansaré
Hasta haber borrado con palabras
Con alegrías, con sonrisas
Cada cicatriz que han dejado en tu pecho
Los dolorosos caminos recorridos
Y te olvides de todo y de todos,
Y creas que tu vida comenzó
Cuando nuestros destinos se cruzaron...

No descansaré
Hasta que tu felicidad sea perpetua
Hasta que olvides tu imagen del espejo
Y no concibas la vida antes de nosotros
Y sientas no sobrevivir si un día te falto
Y me cuentes cada segundo de tu vida
Y me digas cada oración en tu mente...

No descansaré
Hasta que se nos gaste la piel de tanto amarnos
Y los ojos de tanto vernos,
Las manos de tanto tocarnos,
Hasta que se nos gaste la vida de tanto vivirnos...
No descansaré...

V. Urbina

(Para F.B. Qué calor hace...)

12/7/06

Espero curarme de ti...



Espero curarme de ti en unos días.

Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte.
Es posible.
Siguiendo las prescripciones de la moral en turno.
Me recetó tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?
No es mucho, ni es poco, es bastante.
En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego.
Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado.
Y también el silencio.
Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama.
(Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo "qué calor hace", "dame agua", "¿sabes manejar?", "se hizo de noche"...
Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho "Ya es tarde", y tú sabías que decía "te quiero".)

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo.
Para dártelo.
Para que hagas con él lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura.
No sirve, es cierto.
Sólo quiero una semana para entender las cosas.
Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.

Jaime Sabines

(Para F.B. Gracias por todo. Regresemos pronto, por favor. Lo más pronto posible. Vayámonos lejos. De todo y de todos. Al menos, una semana... que se vuelva un mes, que se vuelva un año, que se vuelva una vida.)

12/6/06

En memoria de Alexis Benhumea



Yo no lo conocí. Pero su muerte me ha impactado de una manera brutal. Tenía la misma edad que yo. Los mismos ideales. Luchaba por un sueño similar al mío: un mundo más justo, más libre, más tolerante. Y murió, asesinado por el gobierno. No puedo contener mi rabia, ni mi indignación. No puedo dejar de pensar en su inconclusa vida, en su prematura muerte, en que jamás verá cómo seguiremos luchando por ese mundo que soñó, y que muchos soñamos, por el que tantos luchamos. Pero su muerte no será en vano. La lucha continúa... No descansaremos... Hasta morir si es preciso.

[. . .]
¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mi sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores.
Dejemos al menos cantos.
Nezahualcóyotl
(1402-1472)

[. . .]

7 de Junio del 2006.

A la familia de Ollin Alexis Benhumea Hernández:

Compañera, compañero:

A media mañana nos avisaron. Supimos entonces que, después de enfrentarse a la empecinada trinchera que la fortaleza de Alexis le opuso por más de un mes, el asesinato iniciado la madrugada del 4 de mayo se había consumado.

El gobierno mexicano asesinó a un joven. Ollin Alexis, su nombre; de apellidos Benhumea Hernández. Más de 30 días tardó en matarle la vida. Por obra de la muerte con la que el gobierno mata, moría de madrugada este joven compañero.

Cuando el sistema cobra su cuenta cruel en la vida de un joven como Ollin Alexis, la muerte aparece como una absurda interrupción, como un sinsentido encajado en mitad del camino, cortándolo irremediablemente.

Dos décadas de vida inconclusa, arrancadas por una granada… de un arma… de un policía… de un gobierno… de un sistema.

Apenas unas horas antes, entre quienes allá arriba se atropellan para hacerse del botín de nuestra Patria, uno había prometido el mortal destino de Alexis a todos los jóvenes de México,… y mejores sueldos y coartadas para los asesinos.

Otro olvidó refrendar el aplauso entusiasta que otorgó cuando todavía en las calles de Atenco corría la sangre fresca, y Alexis agonizaba sin poder recibir la atención médica que le hubiera salvado la vida.

Uno más ratificó el silencio cómplice.

Y allá arriba apenas balbucean algunas torpezas y dicen que debaten ideas.

- “Después de todo - piensan allá en lo alto - “¿a quien le importa un joven de abajo y a la izquierda?” -.

Y respondemos:

A nosotras, a nosotros.

A nosotros, a nosotras nos importa.

Nos importa su muerte y nos importa su vida.

Y, con cuidado, doliendo, de su muerte tomamos nota en la larga cuenta de los pendientes que habremos de cobrar algún día. De su vida y de su posición política sumamos a la decisión que hemos asumido.

El gobierno mexicano mató a Ollin Alexis. Empezó a matarlo la madrugada del 4 de mayo del 2006 y terminó de asesinarlo el 7 de junio del mismo año.

Lo asesinó porque le tenía miedo. Porque su presencia solidaria en San Salvador Atenco, el 4 de mayo del 2006, ponía en riesgo la legalidad, las instituciones, las inversiones extranjeras, el “Estado de Derecho”, las buenas costumbres, la tranquilidad, la paz y la estabilidad. Ollin Alexis Benhumea Hernández, estudiante de la UNAM, era una amenaza y por eso lo eliminaron. Su juventud era un peligro. Ahora los mercados de valores y el flujo de inversiones y las campañas electorales y el gobierno de Fox y el del Estado de México y el de Texcoco y el PAN y el PRI y el PRD pueden estar tranquilos porque Ollin Alexis está muerto. Quienes lo asesinaron reciben condecoraciones, premios, felicitaciones.

“¡Orden! ¡Mano dura!”, ladraron los dueños de todo, y los perros de caza obedecieron.

A esto le temían y esto matan: 20 años de fresca existencia, un universitario estudiando dos carreras profesionales simultáneas (economía y matemáticas), un artista con 10 años de estudio de danza, una pasión por la historia y por el compromiso con los de abajo, un otro joven de la Otra.

Ahí está la imagen de Ollin Alexis en tierras zapatistas: de pie, erguido, joven, detrás del Comandante Gustavo (¿en una de las reuniones preparatorias de la Otra?), cuidando, mirando, aprendiendo, con nosotros.

Desconocido para muchos, Ollin Alexis adquiere ahora nombre y rostro por la brutalidad de quien no sabe gobernar como no sea intimidando, reprimiendo, violando, encarcelando, asesinando.

Esto, la muerte matada para los jóvenes, es lo que ofrece este gobierno.

Y ahora aprendemos a conjugar su nombre en la muerte, cuando queríamos y queremos en la vida nombrarlo.

Una otra joven, condiscípula de Alexis y de tod@s quienes estamos en la gran escuela de la Otra, le escribió hace unos días con la esperanza de que se recuperara y volviera a la lucha en un mundo donde la vida es injusta. “De nosotros va que deje de ser así”, escribió ella en la carta.

Es cierto que Alexis ya no podrá leer esas líneas, pero también es cierto que es de muchas y muchos el compromiso que reflejan esas líneas:

Que Alexis no repose solo en la noche, que no solo lo encuentre la oscuridad de la tierra.

Que la voz colectiva que, con él, estamos construyendo para atravesar el silencio, plante el relámpago que, como árbol de luz, hiera de muerte a las tinieblas.

Sí, de nosotr@s va… que el viento de abajo se levante, crezca, avance.

Compañera, compañero:

¿Qué podemos decirles a ustedes, quienes lo conocieron de toda su vida, a quienes duele su muerte como a nadie más?

¿Que nos hará falta? Lo hará, pero nunca como a ustedes.

Alexis ya no estará con ustedes pero estaremos nosotros, nosotras, la Otra que somos.

Según nuestro modo, que Alexis no esté solo es también, y sobre todo, que ustedes no estén solos.

Por eso les pido que acepten el abrazo que, en colectivo, los zapatistas les damos, que reciban el saludo de nuestro silencio como lo que es, es decir, dolor y rabia compartidos.

Con esa indignación levantemos juntos la mirada hacia los que arriba nos matan con la matada muerte, con el desprecio y con el olvido. De pie desafiémoslos y digamos:

“¿Qué puedes tú, maldito, contra el aire?
¿Qué puedes tú, maldito, contra todo
lo que florece y surge y calla y mira,
y me espera y te juzga?

(Pablo Neruda. Canto General).

Con la vida, con la dignidad, con la memoria, levantémonos, desafiémoslos. No tendrán ni paz ni tranquilidad.

Vale. Salud y rabia que pare mañanas.

Desde la otra Ciudad de México.

Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Junio del 2006.

10/6/06

Demasiadas ilusiones



Lo sabía. Sabía que me estaba precipitando. Yo creí que podría mantener mis sentimientos en un tanque, para que no se desbordaran y sacaran todo de control. Yo creí que aún no me había lanzado al abismo. Pensé que lo tenía todo en mis manos. Pero al parecer, el amor me ha declarado la guerra, por las acusaciones tan fuertes que hice sobre él, y está dispuesto a no darme paz ni tregua.

No debí reconocer lo que sentía. Ese fue mi gran error. Debí continuar ocultándome en las sombras, debí permanecer como espectador. Pero no. Un impulso, de esos que no puedo reprimir nunca, me hizo hablar con la verdad y decirle. Decirle que yo podía hacerla feliz. Decirle que yo estaba dispuesto a eliminar mis miedos, mis barreras, mis angustias, si ella decidía correr el riesgo.
Sé que no era el momento indicado. "Quizá estoy cometiendo un grave error", le dije.
Y ahora cómo, cómo podré seguir entablando esas conversaciones, si desde hace días las veía como un siguiente paso. Cómo podré seguir hablándole del amor, de la fragilidad de la vida, de mis sueños y de mis planes, si ella me ha arrebatado con crueldad involuntaria la breve esperanza que le robé.
Cómo se regresa la lluvia para las nubes, una vez que ha empezado a llover. Cómo se regresa el suicida al borde del abismo, si está ya en plena caída libre. Cómo se devuelve el agua al tanque, cuando ya causó tantos estragos el desbordamiento...
Pero, no sé si esto sea más crueldad o qué cosa, no me ha arrebatado toda la esperanza. Me ha vuelto a decir "que mañana pase lo que tenga que pasar". Mi enorme inseguridad me hace creer que me engaña, que ella sabe bien qué pasará mañana: nada. Por otro lado, algo me dice que no hay que desalentarse. Que hay que confiar. ¿Puedo quedarme esperando toda la vida? Cuando se tiene conciencia de la muerte, la vida parece demasiado corta como para esperar, porque se vive del presente.
¿Me permitiré amarla, en silencio y sin que ella deba corresponder? ¿O me desharé, si puedo, del sentimiento que se expande dentro de mí como un virus arrasador? Son dos caminos muy claros: o tumbo todas mis barreras y dejo que el amor entre, o añado una nueva a las ya existentes (hablo de las barreras), y le vuelvo a cerrar el paso a ese cruel, despiadado, y espeluznante sentimiento.

No cabe duda. Necesito salir de aquí un tiempo... ya falta poco. 6 días...

"I'm a happy dreamer... I believe in love..."

7/6/06

Esa piel tuya (+nota preliminar)



(Nota preliminar):
Los poemas, yo lo sé mejor que nadie, no son lo mío. Pero hoy me siento romántico. No debería, sé que me precipito... pero no puedo evitarlo. Así es esto.

Que le inventen otro nombre a nuestra blanca luna,
que renazca el sol de entre todas las nubes nuevas,
y vayan contando las estrellas de una en una
el breve rumor de nuestro encuentro cuando llueva.

Olvidado y ciego en esta profunda penumbra
protejo con recelo el eco suave de tu voz,
que se va abriendo paso y sólo tu rostro alumbra,
y va sacándome el alma con lentitud atroz.

Tengo ganas de pintar tu sombra con mis dedos,
y elaborar un verso que me sirva de puente,
pero al despertarme yo, se despiertan mis miedos.

Tengo miedo de entrar en el mundo en el que vives,
pues el corazón se imagina que lo que siente,
cuando lo esté sintiendo esa piel tuya, lo esquives.

29/5/06

Confesión de un coprófago


Dice mi madre que toda la vida he sido un maldito grosero, y que así nunca voy a llegar lejos, que pasaré el resto de mis días con el sueldo miserable que tengo, que nunca podré mantener una familia y que, a pesar de ser “tan guapo”, moriré solo y amargado en un departamento pestilente. Sin embargo, mi intención nunca ha sido ser grosero. Yo sólo digo lo que creo. Además, ¿qué esperaba este cliente hijo de puta? ¿Que me pusiera a aprobar todo lo que decía como si me creyera sus mentiras? ¿Que podía llegar al local como si nada, a preguntarme por quién voy a votar, y a tratar de convencerme de que su candidato puede salvar al país de la ruina a la que ya está condenado? Mire, le dije, no me venga con chingaderas, la política es el arte de no decir la verdad entera, y le empecé a dar un sermón tan florido sobre los candidatos, que me sorprendí de los tantos adjetivos descalificativos que sabía. El sujeto dejó el periódico en el mostrador, muy enfadado, iracundo, diría yo, y me dijo, así nada más, “Come mierda”.

Eso me puso a pensar. Nadie nunca me lo había dicho de esa forma, tan seria, tan repleta del auténtico deseo de que yo fuese a un excusado tapado y hundiera la cara en él, aspirando como desquiciado las heces acumuladas. Lo vi alejarse, pensé en preguntarle, ¿le gustaría verme? Pero me contuve. Seré muy grosero, como dice mi madre, pero aún converso un poco, sólo un poco, de pudor. Y no es que sea gay, o bueno, no sé, pero me da igual que quien me observe sea hombre o mujer. Nunca he sido selectivo en ese aspecto.

Sé que suena raro, pero jamás fui el hombre más normal del mundo. Insisto: son más raros los que aceptan mis propuestas. ¡Se ven tan cómicos! Desnudos, en cuclillas en un rincón, pujando hasta que expulsan un par de cerotes. Una o dos veces me dejaron que los limpiara con mi lengua, me parecía un desperdicio, la verdad; los demás decían que les daba asco, pero yo sé que no, sólo tenían miedo de descubrir que, como yo, eran unos pervertidos. Yo nunca los obligué a mirar, sólo les pedía que cagaran frente a mí. Hasta ahora, ninguno ha querido hacerlo en mi boca, esa es mi única fantasía incumplida, pero algo es algo, debo conformarme. La única condición era: yo te cumplo tu fantasía, y tú la mía. Sólo no he aceptado hacerlo con un anciano, me parece repugnante. Pero me desvío…

Decía que mis parejas cagaban y se apartaban lo más que podían de mí. Repito, nunca los obligué a mirar, y muchos decían “no quiero ver”, pero mientras yo me moría del placer atragantándome de mierda, volteaba de reojo y los descubría mirándome horrorizados. Eso, por alguna razón, me excitaba aún más. Y si vomitaban era la gloria. Alguna vez pensé en beberme el vómito, pero el olor es asqueroso, no conseguí que atravesara mi garganta. Algunos, mujeres en su mayoría, comenzaban a llorar, se vestían y se iban. ¿Qué pasaría por sus cabezas? ¿Remordimiento por prestarse a prácticas tan poco ortodoxas? ¿Deseos reprimidos que afloraban al mirarme? Qué sé yo, y no me importa. Yo me quedaba a gatas, en un orgasmo que se extendía hasta quitar con mi lengua el último pegoste de mierda embarrado en el suelo… Lo saboreaba, y me dejaba caer, satisfecho.

No, jamás me he comido mi propia caca. No sé, no me llama la atención. Sólo me gusta la de otros. Y es por eso, y no por otra cosa, que conseguí este empleo en la central de autobuses. Porque ya no soy el jovencito guapo que mi madre conserva en su deteriorada memoria. Me voy poniendo viejo, arrugado, panzón, y no puedo conseguir tantas parejas como antes, mucho menos que se presten a hacer lo que en verdad me atrae del sexo. Todo lo demás me parece tan típico y aburrido. Y eso que he probado de todo… Bien, me desvió de nuevo.

Decía que aquí en la central, el servicio de baños es pésimo, y los enfermos del estómago son bastantes. Todos los días hay, al menos, dos excusados tapados, rebosando una mierda espesa y pastosa, de una consistencia incomparable. De noche, al cerrar el local, me voy como si nada al baño, y me doy mi banquete de placer.

(FIN)

[De la serie "Perversiones"]

25/5/06

Déjame solo (republicado + nota aclaratoria)



Llévate una hoja en blanco

y dibuja tu contorno en ella.
Llévate un beso, un abrazo,
llévate mi sonrisa y mi estrella.

Abre el baúl de mi pecho,
y llévate lo que haya dentro,
llévate nuestras fotografías,
llévate todos nuestros recuerdos.

Llévate una sábana vieja,
llévate mi pluma y mis libretas,
llévate una ventana sin vidrios,
llévate la puerta que rechina,
y la lámpara de mesa, y la silla,
y el plato en el que ceno cada noche,
y el colchón en el que sueño con tu rostro.

Llévatelo todo, no dejes nada,
déjame sólo una mirada,
y todo lo demás, llévatelo.

(nota aclaratoria):
Me dijo, "jamás imaginé que algún dirías eso". Pero lo dije, y lo sostengo. No creo más en el amor. Al menos, no de momento. Después de la persona a quien le dediqué este poema, y a la amargura que me provocó su desamor, mis intentos por querer y ser querido han venido fracasando uno por uno. Por distintos motivos. En ocasiones, las imágenes que me formaba de mis objetos de amor se encontraban tan alejadas de la realidad que el desencanto era trágico. Otras veces, el miedo al fracaso me envolvía en escudos tan gruesos que ni yo mismo era capaz de atravesarlos. También sucedía que confundía unos ojos bonitos con una mirada tierna, y una voz simpática resultaba ser un alma despiadada. Digo que no creo más en el amor, pero tal vez será que, después de tanto tiempo, he olvidado cómo amar. Cómo entregarme sin poner obstáculos, cómo enfrentar mis temores y mis traumas, cómo deshacerme de los fantasmas del pasado.
Pero, eso sí, he dejado atrás aquel romanticismo exagerado de la adolescencia, cuando profesaba que el amor era la fuerza que movía al mundo. Para nuestra desgracia, la fuerza que mueve al mundo no es el amor, sino el poder, como dice un amigo, y la ambición a éste.
Tal vez sea muy temprano para afirmar que jamás de los jamases volveré a enamorarme. Mi naturaleza es romántica, lo acepte o no. Lo que sí sé es que, si paso así diez años más, cuando cumpla treinta, me empezará a dar miedo quedarme solo. Porque (maldita sea), nací humano, y como tal, le temo a la soledad. Más de lo que me gustaría.

19/5/06

Seiscientos treinta millones, setecientos veinte mil segundos



Nací en Mazatlán, hoy hace 20 años. Soy tauro. Estudié como tres semestres de la licenciatura en Comunicación y publicidad, pero no saqué el certificado parcial a tiempo así que es como si no valieran, y tendré que comenzar de cero en la peor escuela de Sinaloa, la Autónoma. Vivo con mis padres. Mi papá es "asesor financiero", o en otras palabras, vende casas caras a tipos ricos. Mi madre es enfermera del turno nocturno en una clínica particular del centro, o sea que atiende a enfermos ricos. Yo me dedico a editar videos de fiestas, como bodas, quince años, bautizos y toda clase de eventos, también para gente rica. Tengo dos hermanos, y tres medios hermanos, de los cuales sólo conozco a una, la mayor, sin embargo, no sé dónde está ahora, y la extraño.

Me temo que soy un idealista, aunque no estoy seguro de lo que eso significa. Sólo sé que creo que un mundo mejor es posible. "Un mundo donde quepan muchos mundos". Me considero impulsivo. Hago y digo cosas sin pensar, y eso hace que me sienta libre. Me considero sincero. Nunca digo lo que los demás quieren escuchar, a menos que sea lo que yo quiero decir. El dinero no me importa. Dirán lo que quieran, que no tengo mayores responsabilidades y que cuando tenga una familia sabré lo que es trabajar por dinero y no por tener algo qué hacer... Pero, por lo pronto, no tengo una familia y odio el dinero, sólo lo uso porque en esta sociedad consumista es necesario para todo. Me fascinan mi ropa vieja, mis tennis rotos y sucios, mis lentes rayados, mi pelo desaliñado, mis pulseras con una capa de mugre, mis recuerdos, que no valen nada para nadie, excepto para mí.
Me gusta mi familia, por alguna razón. Pocas veces me siento identificado con ellos, pues sus gustos y sus intereses son muy, pero muy distintos a los míos. Aún así, desde que era niño me enseñaron que soy un hombre de familia y como tal debo comportarme. Por suerte ya me estoy deshaciendo de los malos hábitos, como ver cine comercial y televisión, y escuchar música "de moda". En realidad disfruto todo lo que es alternativo, lo que a nadie le gusta, lo que todos desprecian. De hecho, eso que está de moda, que es aceptado y visto con buenos ojos, yo lo rebajo, miro la otra cara de la moneda y lo desprestigio, y es que creo que todo lo que le gusta a las masas no puede ser bueno, pues las masas no piensan y son felices sumidas en la ignorancia.
Tengo algunos talentos. Sé de ritmos, y de entonaciones. Por supuesto, sé tocar la guitarra, aunque siento que lo hago igual que cuando recién aprendí, pues todavía no sé ritmos complicados ni acordes compuestos. Y canto para mí. En la voz sí he hecho avance, pues gracias a ciertos trucos de respiración que yo mismo me enseñé puedo alcanzar notas que antes ni soñaba. También soy hábil con las computadoras. Aprendo cosas con suma facilidad, pero eso no quiere decir que las haga bien. Puedo dibujar. Y soy obsesivo con la ortografía, odio no saber cómo se escribe una palabra o que se me escape un acento.
Nunca estoy en estado de alerta, por eso me sorprendo con facilidad y da la impresión de que "todo me asusta", pero no. Me gustan los pingüinos y las jirafas, porque son raros. Me gustan los cuadros, incluso tengo sólo camisas a cuadros y pantalones de mezclilla. Me gusta el cine, pero en la ciudad no hay muchos lugares para disfrutar de buenas películas, como el Café Revólver de Tijuana. Leo, siempre traigo un libro en mi mochila, aunque con esto de los libros virtuales puede que ya no sea así. Me gusta que los relojes se detengan. Da la impresión de que el tiempo se ha quedado estancado, y esa sensación me fascina, como cuando llegas a un pueblo colonial.
Soy pasivo a un grado desesperante. No le doy importancia a asuntos banales, me importa poco el sabor de la nieve o el nuevo color de pelo de mis (poquísimas) amigas fashion, y eso frustra a otros. Pero he aprendido a no vivir para darle gusto a los demás.
He comenzado a dejar de creer en todo lo que no puedo comprobar. Sé que en algún lugar de la galaxia debe haber otros seres pensantes, pero no creo que se den sus escapadas a la Tierra como destino vacacional: nadie con sus facultades mentales plenas desearía acercarse a nuestro planeta, a menos que allá estén más jodidos (lo cual creo que es imposible, con tremendas naves espaciales). ¿Dios? Pues... No, el fanatismo religioso me ha desencantado, la hipocresía y los excesos de los católicos me han hecho dudar de todas las religiones. Además, si yo fuera un dios todopoderoso, ¿para qué carajos querría que un puñado de inútiles e insensatos humanos me alabaran? Como si no tuviera cosas más importantes qué hacer. El amor me ha decepcionado tantas ocasiones, que veo difícil volver a enamorarme. Ahora más que nunca, pues desprecio la ignorancia y sólo me atraen las mujeres con opiniones e ideas propias, algo muy raro de encontrar. Por supuesto, no digo que no existen, las hay, lo sé, y he encontrado a algunas, pero soy un imbécil, lo acepto, y no puedo ser un conquistador.
Mis "sueños" (no me gusta esa palabra) son tres: publicar un libro, tener un hijo y grabar un corto. Cuando cumpla esas tres cosas, podré morir. Si muero antes, no hay bronca, sabré que todos mis días han estado encaminados a esos tres objetivos, y eso cuenta mucho.
No niego que soy un tipo complicado, voluble, cambiante. Pero siempre seré genuino, auténtico, honesto, incapaz de traicionar mis principios. Y eso se lo debo a toda la gente que me ha enseñado todo lo que sé durante los 20 años, 240 meses, 7300 días, 175 200 horas, 10 512 000 minutos, 630 720 000 segundos. Y los que faltan, sean los que sean. De todo corazón, gracias a todos.

PD: Ah, y soy malísimo para las matemáticas. Tardé media hora en sacar la cuenta de los segundos...

14/5/06

No ha pasado nada (Republicado)


-No te vayas a mover... Esto es más difícil de lo que parece...
-¿É dihiste?
-¿Eh? Nada... Tú tranquilo, no vayas a meter la lengua...

"Cómo se le ocurre al pendejo del Joselo dejarme solo... Bueno, ya, tranquilo, Román, que no se te salga otro comentario que demuestre tus nervios... Cálmate y ponte unos guantes". Román se lavó las manos y tomó una profunda bocanada de aire contanimado por el humo de tantos inciensos quemados. El muchachito no tendría más de dieciséis años, miraba con expresión asustada el cuartucho al que lo habían conducido, fijándose mucho en las persianas de la ventana y en la enorme televisión, de última generación, que no hacía juego con el suelo manchado y los colchones en el suelo, las cobijas viejas, el olor a podredumbre que se estancaba entre la mercancía del puesto, y apretaba los puños y se secaba con una servilleta la lengua, asqueado por el sabor de la xilocaína, escupiendo en el balde de basura. Mientras se ponía los guantes, Román notó el temblor de sus manos. "¡Mierda!", pero no podía hacer nada. Algún día tenía que aprender.

Abrió la jeringa que usaría para atravesar la lengua de su cliente, le repitió una vez más que no fuera a moverse, y vio como el muchacho cerraba los ojos. Él también temblaba, y las ligeras sacudidas de ambos, provocadas por sus mutuos miedos, hacían más difícil la labor. "Cuidado con las venas... cuidado con los nervios..." La mente de Román era una licuadora a punto del cortocircuito. La aguja vaciló entre sus dedos, y atravesó su objetivo en un segundo. Le siguió, de inmediato, un agudo chillido de dolor por parte del muchacho, y un abundante chorro de sangre que resbaló por su cuello y manchó las manos de Román en su camino hacia el suelo. "¡Mierda! ¡Mierda y más mierda!", pensó el joven, pero no pudo articular palabra, pensando en lo estúpido que sonaría un "Perdón", o un "¿Estás bien?", no había más vida para la lengua del adolescente intrépido, y en su lugar, una demanda, tal vez la cárcel, por no indagar en la edad del muchacho... Así que lo único que se le ocurrió fue: "Bien, si voy a ir a la cárcel, que sea por algo que siempre quise hacer y que valga la pena".

Junto al baño estaba la pequeña cocina del cuarto. Sobre la estufa, un enorme cuchillo de carnicero descansaba, y fue ésta el arma que alcanzó Román y, al ver cómo el muchacho se echaba al suelo, desangrándose y retorciéndose de dolor, miró el filo del arma y lo clavó, de un solo golpe, en la cabeza del pobre cliente que había acudido aquella tarde nada más para hacerse un arete nuevo qué presumir a sus amigos. Justo en el momento en que el cuerpo se estampaba en el piso, llegó Joselo, y se quedó mudo, mirando a Román, y el charco de sangre que se empezaba a formar.

-¿Qué hiciste, cabrón?
-Se estaba moviendo mucho, Joselo... Y empezó a gritar y a desangrarse...
-¿Y por qué chingados le enterraste el cuchillo en la cabeza, güey?
-No se me ocurrió en otro lugar... ¿Qué? ¿Se ve muy gacho?
-¡Cállate, imbécil!

Unos minutos de silencio. El Brujo, su jefe, llegaría en un par de horas, y los correría a los dos si se enteraba del incidente. Román seguía temblando, pero no había perdido la compostura.

-¿Qué hacemos?
-Pues... limpiar el desmadre, y deshacernos del cuerpo. Y que nadie se entere. Aquí no ha pasado nada...

(FIN)

8/5/06

La verdad sobre la represión en Atenco


Pueblo de México, esas que escuchaste son las mentiras de Televisa, TV Azteca, y todos los demás medios de (des)información, te pedimos que ahora conozcas la voz del pueblo de Atenco:

Tenemos que ponerle un alto a este gobierno traidor, mentiroso, corrupto y asesino. Si no lo hacemos nosotros, los de abajo, no lo hará nadie.

En la mina de Pasta de Conchos, del estado de Coahuila, hoy están olvidados los cuerpos de 65 mineros, cuyas muertes fueron causadas por la negligencia del gobierno y los charros sindicales, por las inhumanas condiciones de trabajo en las que laboran y que hoy sufren también millones de obreros en todo el país.

Después de este crimen, el gobierno panista de Vicente Fox, junto con el

perredista de Michoacán encabezado por Lázaro Cárdenas Batel, asesinaron con sus policías armados a al menos otros 2 mineros de Sicartsa, e hirieron de bala a muchos más, en el Puerto de Lázaro Cárdenas, donde desde hace años cientos trabajadores mantienen una férrea lucha por la democratización de su sindicato y por la defensa de los derechos de todo el pueblo, al margen de los intereses de los falsos “líderes mineros”, los charros Napoleón Gómez Urrutia y Elías Morales, quienes pelean entre sí para el beneficio de sus propias mafias, no de los trabajadores mineros.

Estas agresiones anunciaron una guerra desde el poder contra todos los que, a lo largo y ancho del país, se niegan a bajar la cabeza, y defienden con firmeza lo poco que nos queda, frente al despojo de los capitalistas.

La brutalidad policiaca, las agresiones, los golpes, el linchamiento mediático de los medios de comunicación lamebotas de los poderosos, el encarcelamiento y el asesinato de que fuimos objeto los habitantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, los pasados 3 y 4 de mayo, es parte de esta guerra que el gobierno ha reforzado despiadadamente contra el pueblo y organizaciones sociales que resisten, para que ellos puedan avanzar en más arrebatos de nuestros derechos, de los recursos naturales de la nación, dejando para los de abajo más trabajadores en la calle, más estudiantes sin escuela, más gente obligada a emigrar a Estados

Unidos, todo para el beneficio de unos cuantos magnates, corruptos y ladrones.

Tras la violenta irrupción y ocupación policiaco-militar de nuestro pueblo, los de arriba tratan, como era de esperarse, de cubrir su responsabilidad con el velo de los medios de comunicación a su servicio. Pretenden ocultar la saña con que fueron tratados los niños, las mujeres y los ancianos de Atenco. Quieren que nadie sepa cómo asesinaron de un tiro a un joven de tan sólo 14 años de edad y ahora pretenden hacer creer que fue gente del FPDT, cuando es bien sabido que para defendernos nosotros jamás hemos utilizado un arma de fuego. Intentan impedir que el pueblo sepa que varios policías, imbéciles y bestias, violaron a las mujeres detenidas, que con un bazucazo fracturaron el cráneo de un estudiante universitario. Los medios de (des)información apenas muestran las imágenes de los violentos cateos a las casas de los pobladores, los brutales golpizas que le dieron a cuanta persona transitaba por las calles en el momento de la intromisión de los militares de la PFP y de las policías del estado a Atenco. Ellos callan que aparte de los presos políticos, que ya suman más de 200, tenemos decenas de desaparecidos, que sabemos la policía se llevó, pero que no presentan en ningún lado, ni en reclusorios, ni en hospitales ni nada.

El Estado y su aparato, con todo y los medios de comunicación que le besan los pies, tienen las manos manchadas de sangre del pueblo, y esas manchas con nada las podrán lavar, por más que pasen, repitan, y vuelvan a repetir en la televisión las mimas dos escenas (porque no tienen más), de campesinos golpeando policías, la verdad saldrá a la luz y se hará justicia contra los verdaderos responsables, los criminales y asesinos del pueblo.

¿Qué culpa puede tener un pueblo que sólo quería vender sus flores, y fue objeto de una represión absolutamente desmedida? ¿Qué harías tú si, por querer trabajar para darle de comer a tu familia, te golpean, te disparan, violan a tu hermana y a tu madre, y encarcelan a tus hijos? ¿Te quedarías cruzado de brazos, aceptando sumisamente tal abuso contra los tuyos? El pueblo de Atenco NO, por el contrario, decidimos hacer uso del legítimo derecho a la defensa, que tiene cualquiera cuando es agredido despótica e injustamente como nosotros. Pero el despojo y la represión de los de arriba no es sólo contra Atenco, es contra todo nuestro pueblo mexicano, que es constantemente saqueado, empobrecido y marginado. Por eso cada quien debe decidir qué lugar va a ocupar en esta pelea. Si sólo tienes acceso a los medios oficiales de comunicación, es comprensible que tengas indecisión y dudas, pero siempre podemos usar el sentido común: en este conflicto, como en muchos otros, vemos, de un lado, a los policías, los militares de la PFP, a los “intelectuales” del sistema, a Vicente Fox, a Madrazo, a Calderón, a López Obrador, con todos sus partidos políticos, y del otro lado vemos a los campesinos, a los estudiantes, a las madres y hermanos de los presos, a las organizaciones populares… ¿a qué lado perteneces? La línea la marcaron ellos con su corrupción, con sus robos y su represión, nos toca a nosotros, a cada quién, decidir de qué lado nos vamos a parar.

No dejes que las “noticias” te nublen la vista, en ellas dicen que detrás de Atenco hay “intereses oscuros”. Nada más falso. Detrás de nuestra resistencia no hay ningún interés oscuro, sino la más cristalina convicción de defender nuestros derechos, nuestra tierra, nuestro trabajo, para Atenco y para todo México, junto a las organizaciones hermanas que luchan por estas demandas elementales.

Intereses oscuros los de las mafias partidistas, los del gobierno de Vicente Fox, de Peña Nieto y de las administraciones perredistas municipales de Atenco y Texcoco, que provocaron este conflicto y no tienen la menor intención de solucionar.

Es muy posible que sea su rencor, su malestar, ese enojo que se han tenido que tragar desde el 2001 y hasta ahora, por no poder derrotar a nuestro pequeño y humilde Atenco, y sus campesinos rebeldes que los han parado en muchos de sus robos, sus fraudes y sus despojos, empezando por su megaproyecto del aeropuerto, que fue derrotado por la capacidad y fuerza del pueblo organizado.

Queremos que comprendan y compartan nuestra indignación, no tenemos a quién recurrir más que a ustedes, nuestro pueblo. Necesitamos sus manos, su voz, en este momento que se encuentran más de 200 presos, hospitalizados-presos y desaparecidos, de diferentes comunidades y organizaciones sociales. Sólo con su apoyo podremos arrancarles la libertad de nuestros compañeros, a este gobierno carcelero y violador. Tierra, libertad, trabajo, salud, educación y vivienda para todos, eso y nada más es lo que defendemos, esos son nuestros intereses y ningún otro. Es por ello que el pueblo entero debe unirse y luchar, estar codo con codo con los que son los suyos: los de abajo.

¡Libertad a todos nuestros presos políticos!

¡Presentación inmediata y en buen estado de los desaparecidos!

¡Fuera todas las fuerzas represivas de San Salvador Atenco!

¡Cese del hostigamiento, los cateos y las aprehensiones!

Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco, organizaciones, colectivos y pueblo solidario con esta lucha.