
Lo sabía. Sabía que me estaba precipitando. Yo creí que podría mantener mis sentimientos en un tanque, para que no se desbordaran y sacaran todo de control. Yo creí que aún no me había lanzado al abismo. Pensé que lo tenía todo en mis manos. Pero al parecer, el amor me ha declarado la guerra, por las acusaciones tan fuertes que hice sobre él, y está dispuesto a no darme paz ni tregua.
No debí reconocer lo que sentía. Ese fue mi gran error. Debí continuar ocultándome en las sombras, debí permanecer como espectador. Pero no. Un impulso, de esos que no puedo reprimir nunca, me hizo hablar con la verdad y decirle. Decirle que yo podía hacerla feliz. Decirle que yo estaba dispuesto a eliminar mis miedos, mis barreras, mis angustias, si ella decidía correr el riesgo.
Sé que no era el momento indicado. "Quizá estoy cometiendo un grave error", le dije. Y ahora cómo, cómo podré seguir entablando esas conversaciones, si desde hace días las veía como un siguiente paso. Cómo podré seguir hablándole del amor, de la fragilidad de la vida, de mis sueños y de mis planes, si ella me ha arrebatado con crueldad involuntaria la breve esperanza que le robé.
Cómo se regresa la lluvia para las nubes, una vez que ha empezado a llover. Cómo se regresa el suicida al borde del abismo, si está ya en plena caída libre. Cómo se devuelve el agua al tanque, cuando ya causó tantos estragos el desbordamiento...
Pero, no sé si esto sea más crueldad o qué cosa, no me ha arrebatado toda la esperanza. Me ha vuelto a decir "que mañana pase lo que tenga que pasar". Mi enorme inseguridad me hace creer que me engaña, que ella sabe bien qué pasará mañana: nada. Por otro lado, algo me dice que no hay que desalentarse. Que hay que confiar. ¿Puedo quedarme esperando toda la vida? Cuando se tiene conciencia de la muerte, la vida parece demasiado corta como para esperar, porque se vive del presente.
¿Me permitiré amarla, en silencio y sin que ella deba corresponder? ¿O me desharé, si puedo, del sentimiento que se expande dentro de mí como un virus arrasador? Son dos caminos muy claros: o tumbo todas mis barreras y dejo que el amor entre, o añado una nueva a las ya existentes (hablo de las barreras), y le vuelvo a cerrar el paso a ese cruel, despiadado, y espeluznante sentimiento.
No cabe duda. Necesito salir de aquí un tiempo... ya falta poco. 6 días...
"I'm a happy dreamer... I believe in love..."
La realidad es una broma que ya me está poniendo nervioso.
ResponderBorrarUn armario con un payaso encerrado.
No hay tiempo para hacernos guiños con los ojos, el asunto es grave, pesado:
Todo hombre como un plato diario de confusión, las manos se desesperan en los cabellos, el alma se vuelve espalda.
Huele a nocaut, a cuerpo amarrado al quirófano y el dolor, cara de serio, es un charlatán.
La realidad es un teléfono timbrando, un telegrama de certezas muy cortas. ¡Ojo picudo! la risa nos puede traicionar...