
Siete de la mañana. Tomo el metro Insurgentes con dirección Pantitlán (no es tan difícil como parecía), y trasbordo en Balderas, dirección Universidad, hasta Miguel Ángel de Quevedo. Por fortuna, aún era temprano y pude irme sentado. Salgo de la estación, camino hacia la esquina y procuro orientarme, hacia dónde está Insurgentes. Y camino. Voy comiéndome un durazno enorme y desabrido. Cruzo un par de calles y veo el metrobús. "Llegué", me digo, cuando veo un letrero de Pizza Hut y una fila de jovenzuelos esperando la llamada del guardia de seguridad. Me hace firmar una hoja de registro de entrada, y me dice que espere a que nos llamen. Me siento en un escalón, junto a una muchacha de lentes redondos, y espero. Se me antoja un cigarro, pero odio apagarlos a la mitad. Después de un rato, el guardia nos manda llamar. Somos como once o doce gentes. Subimos por las escaleras, entramos a un salón con pupitres y una televisión transmitiendo "Daniel el travieso", y espero.
Trabajar para una trasnacional gringa no es (ni será jamás) mi meta en la vida, pero bajo las circunstancias en las que me encuentro (poco dinero y 1800 de renta para el día 9 de octubre), lo que sea es bueno. Así tenga que disfrazarme con un ridículo pantalón caquí, playera azul con la cara de un viejito estampada de un lado, un mandil igualmente ridículo, y una gorra, más ridícula aún. Observo a los sujetos del video del curso de inducción, y se me hacen unos completos retrasados, siempre sonriendo y echándose porras, siendo que, días antes, cuando me mostraron las instalaciones de lo que sería (a partir del lunes próximo) mi nuevo lugar de trabajo, veía las caras largas y frustradas de los muchachos que trabajaban atrás, sacando basura, preparando ensalada, lavando los baños. Comeré pollo todos los días, que emoción (nótese el sarcasmo).
Tengo sueño, y hambre. Un repartidor entra al salón mientras nos tienen esperando, y deja tres pizzas olorosas y cuatro litros de refresco en la mesa... Carajo, hasta las pizzas de plástico huelen delicioso cuando uno tiene hambre. Un rato después, cuando el video al fin termina, una licenciada viene y nos trae platos y vasos desechables, y nos dice que comamos. Se va, y todos se voltean a ver, esperan que uno sea el que se levante, para no verse tan hambrientos, o qué sé yo. Los miro, sonrío, y voy por mi pizza. Luego nos hicieron firmar y más firmar, nos entregaron los uniformes. "Preséntate el lunes en tu sucursal, pregúntale a tu gerente en qué horario". Qué bien, ya me voy.
Ahora camino hacia Insurgentes y busco una parada próxima de metrobús. Hay una cruzando un parque. Reviso el mapa, me doy cuenta que estoy en la penúltima estación... Mierda, viajaré un buen rato. Por fortuna (otra vez), me voy sentado. Satisfecho de al fin tener empleo. Con seguro y sindicato y todo el rollo. Claro, es temporal, mientras consigo otro de editor... Mientras... preparar hamburguesas y atender chilangos hambrientos, estará bien. Cerca de casa, de seis a ocho horas, comida incluída... Insisto: MIENTRAS, está bien.
Y en casa, el amor me espera. Está poniéndose los tennis cuando entro... El amor.
¡Suerte en tu aventura, que encuentres lo que buscas!
ResponderBorraraah
ResponderBorrarwolaaaaaaaaaa
oye, qué crees, se me perdio tu telefono.
el numero.
ahi en cuanto puedas mee lo escribes aqui y yo lo checo para llamarte sale!
cuidate.