16/2/05

manchas de sangre (cont.)

Lidia se levantó, apagó las velas y se sentó frente a Alejandro, sobre sus piernas, y parecía que medía con envidiable prudencia cada beso, cada caricia y cada mirada buscando la total locura desu amante. Le arrancó los botones a su camisa, se quitó su blusa, se deshizo de los zapatos, Alejandro la cargó hasta la cama, donde las prendas restantes -medias, pantalón, falda, calzones- fueron perdiéndose ante la intensa luz artificial de las luces citadinas. El calor de sus cuerpos empapó de sudor las sábanas, el olor de su pelo sofocó los sentidos de Alejandro, sus músculos tensos dilataron las preocupaciones de Lidia, y llegaron al punto sin retorno, al límite del éxtasis, donde el corazón se detiene una fracción de segundo y se vuelve a nacer.

(...)

Alejandro, desnudo, de pie frente a la ventana, fumaba y miraba de reojo a Lidia, quien dormía boca abajo sobre la almohada. "No tengo que matarla hoy", pensó. Pero pronto descartó la idea.Tiró las últimas cenizas del cigarro en la maceta, y caminó con pasos cortos hasta la cama. Quitó las sábanas y contempló el hermoso cuerpo de Lidia, su piel suave, su cabello revuelto, su espalda larga yperfecta. Besó su cuello, acarició su vientre, y tomó la almohada en la que reposaba su cabeza, y al hacerlo descubrió los ojos abiertos de Lidia, y su mano escondida sosteniendo un afilado cuchillo. Ambos se miraron, vulnerables sus cuerpos y sus almas ante la presencia del otro.

-¿Qué ibas a hacer, Alejandro?
-Lo mismo que tú.

No apartaban la mirada. No sentían vergüenza. Sonrieron, como auténticos cómplices, y Alejandro regresó a la cama, soltando la almohada, y llenó de besos el cuerpo de Lidia. Ella recibía cada beso con placer, pero su mano se negaba a soltar el cuchillo. No tenía idea de que las manchas de sangre serían difíciles de quitar de las sábanas.

(FIN)

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[Primera parte]

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