16/2/05

fotografías

-¿Qué se siente?
-¿Qué se siente qué?
-Ver.

Era más sabia que yo. Era más alta, y más vieja. Los albañiles no estaban, y la construcción, ya con aires de abandono, era para nosotros solos. La luz era perfecta para fotografiar su figura, y sus ojos, ojos con brillo falso por el cielo tosco y cenizo.

-Déjate llevar.

Quité del suelo todo para que no tropezara, y lo arrinconé contra la pared. Pero treinta y dos años de vivir prescindiendo de la vista habían logrado que sus oídos captaran, tan solo con el eco de su risa, la distancia entre ella y las paredes. A veces me parecía que miraba el lente de la cámara siguiéndola, buscando sus perfiles. A veces pensaba que miraba mis ojos, y yo tenía que voltear a otro lado. Me acerqué demasiado a su cuerpo mientras bailaba la dulce tonada de la libertad, y sus piernas chocaron contra mis rodillas, y tuve que detenerla para que no cayera. Nuestras caras quedaron a un palmo de distancia, y sentí su aliento en mi boca, y ví sus ojos vacíos de toda luz muy cerca, y ella buscó no sé con qué mis labios y los atrapó en un beso suave, temeroso, a pesar de que trece años nos separaban... Pero eso era lo menos importante.

-Ana.
-¿Qué?

Separé mi rostro, y la ayudé a levantarse. Ana había confiado en mí. Yo confiaba en ella... No podía hacerle eso. Laura me encontró entre sus tinieblas, y me pidió disculpas, no sabá qué le había pasado, y algo dije yo que volvimos a reir. Le presté la cámara, y le pedí que tomara fotos, que usara su instinto, o lo que fuera que usase para percibir el mundo, y tomara fotos. Parecía encontrar en la cámara la vista que le había sido negada, y reía mientras se asomaba a los huecos de las ventanas y fotografiaba la calle, mientras yo la miraba a ella, y pensaba en qué se sentirá no ver.

(...)

-Me dijiste que lo de Héctor y tú había terminado.

Ana me miró como si la estúpida no supiera de lo que estaba hablando, y su enfado de tenerme en su casa sin avisar era notable, pero no había podido controlarme. Ahora era tarde.

-¿Qué insinúas?
-¿Insinuar? ¡No insinúo nada! ¡Mira! ¡Mira con tus pinches ojos!

Sacaba las fotos recién reveladas en escala de grises, algunas eran de Laura, otras de puntos aleatorios de la construcción abandonada, y otras de Ana con Héctor en diferentes poses, caminando por la calle como dos románticos enamorados sin culpas, viviendo un amor puro, libre de calumnias.

-Estuviste con esa puta ciega otra vez, ¿no?
-Laura no tiene nada qué ver en esta discusión...
-¿Ah, no? ¡Por Dios, Diego, es una señora!
-¡Pero no hay nada!

Los gritos hacen que su perro ladre desde la ventana.

-¿Y esperas que te crea...? Si la traes loca, Diego, por favor...
-¡Ella no me importa, Ana...! Confié en ti...

Al parecer, mi comentario la ha desarmado. Claro que la perdonaré, me prometerá que ahora sí se acabó con Héctor, y preparo el modo en que se lo diré, no debe parecer que ya lo esperaba, no, lo pensaré un poco, dejaré correr algunas lágrimas suyas, y por fin, un "claro, mi amor, te perdono"...

-Pensaba decírtelo, Diego... lo de Héctor.

Ese fue un golpe bajo. No sé qué decir... Es obvio que "te perdono" no encaja en el contexto.

-Es una lástima que haya tenido que ser así... perdón.

No llora. Ahora sí encaja, al menos en su contexto, la frase preparada.

-Te perdono...

Pues ya qué.

(FIN)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¡Gracias por tus comentarios!