18/2/05

abel y caín [primera parte]

Habían andado durante días enteros por el valle desolado que fue el Edén, buscando qué comer, sedientos y desnudos, creyéndose solos en una inmensidad de mundo. El vientre de Eva comenzó a hincharse, y la mujer, alarmada, pensó que como castigo Dios la haría estallar por dentro, pero Adán la tranquilizó, diciéndole que en ese caso, él también recibiría el mismo castigo.

-Tal vez a ti te perdonó. Tú eras su consentido.

Encontraron al fin el cauce de un río mugroso y raquítico, y se alimentaron de peces crudos y bebieron el agua contaminada. Adán enfermó, y su cuerpo ardía en una fiebre atroz cuando llegó Set, un viejo pescador, y se los llevó a ambos a su cabaña, en un pueblo cercano. Set y su familia escucharon el relato de los jóvenes, y los creyeron trastornados, pero nada dijeron. Eran dos pobres desamparados, sucios y sin nada, la mujer encinta y el hombre enfermo, y la compasiva naturaleza de la mujer de Set la orilló a vestirlos y a alimentarlos como era debido.

Entre Adán y Set construyeron una rústica cabaña donde la joven pareja se instalaría. Cuando Adán recuperó su salud y empezó a entender el sistema del mundo social, se sintió muy agradecido con su mentor, y al dar a luz Eva, Adán no dio crédito a sus ojos.

-¿Cómo lo llamarás?
-Le pondré tu nombre. Set.

Pero al pescador no le agradó la idea y lo disuadió.
-Mejor llámalo Caín.
-Caín será.

(...)

La tierra junto a la cabaña de sus padres era áspera y seca, y Caín obró verdaderos milagros para hacerla dar frutos. Desde chico había sido un joven testarudo y orgulloso, pero al menos honesto y dedicado, no como Abel, sin ningún oficio, viviendo de lo que sus padres le daban bajo el pretexto de ser enfermizo y fotofóbico. Caín le consiguió dos ovejas para que comenzara su rebaño, y aunque Abel al principio no concibió la idea de ser pastor, la ternura que le inspiraban los animales lo animaron.

Fue unos años más tarde que Dios se aburrió de estar sentado en su magnífico trono, y se vistió con unos harapos apestosos y bajó al encuentro de los hijos de Adán y Eva. Abel lo encontró mendigando a las afueras del pueblo, y se disponía a llevarlo a la casa para alimentarlo, pero Dios se rehusó, pensando en que Eva y Adán podrían reconocerlo.

-Mejor tráeme la comida aquí.

Abel fue a su casa y pidió comida para llevársela al mendigo, y Adán lo reprendió.
-No tienes por qué andarle llevando nada a un pordiosero. Que venga hasta aquí, si quiere.

Furioso ante la negativa de su padre, Abel robó algunos frutos de la huerta de Caín, arrancando las plantas de raíz y arruinándole la tierra a su hermano. Dios comenzó a hablar de un ser poderoso, creador del mundo y de la vida, al que debía adorar y temer, y Abel se fascinó ante la idea del paraíso, pues la muerte le aterrorizaba.

(...)

Caín no encontraba su cuchillo, y creyó que algún animal salvaje había arrancado las hortalizas. Fue en busca de Abel, para preguntarle, y lo encontró frente a un altar de piedra construido por él mismo, con sus mejores ovejas alrededor. Había encendido una hoguera en un lado del altar, y sobre la plancha de piedra, una de las mejores crías yacía degollada, y la sangre se expandía derramándose y manchando el suelo, avivando las llamas.

-¿Qué estás haciendo?
-Una ofrenda para Dios.
-Esto más bien parece una carnicería...

No conseguía apartar los ojos de aquel líquido viscoso y oscuro, ni de su propio cuchillo ensangrentado, y se sentía confundido... Abel se había dejado seducir por las ideas del viejo mendigo que nadie más que él había visto, y ahora sacrificaba su única propiedad esperando una salvación inexistente. Sus padres les habían dicho que Dios los había abandonado... No tenía caso matar a los inocentes animales para después dejar que su carne se convirtiera en humo que se perdía en el firmamento.

Abel tomó una segunda oveja, luego de rezar y golpearse el pecho, arrepintiéndose de pecados que él no había cometido, pero Caín intentó detenerlo.

-¿Estás loco o qué? ¿Piensas matarlas a todas...?
-¿Y qué si lo hago? No quiero morir yo... Quiero agradar a Dios, y ser eterno...

Caín detuvo la mano de su hermano en el aire, le quitó el cuchillo y lo clavó en el pecho de Abel. Lasangre brotó desmedida, y Abel quedó tendido en el altar, confundiendo su propia sangre con la del animal muerto.

[CONTINÚA]

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[Segunda parte]

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