28/2/05

cortina rosa

Los labios que la besaban sabían a gloria, y las manos que acariciaban su piel eran varoniles y expertas, y se metieron sigilosas debajo de su bata de dormir, y comenzaron a quitarle los calzones mientras ellasonreía y murmuraba "sigue, no te detengas". El escándalo de la puerta la despertó. Ernesto llegaba, ebrio e inoportuno como siempre, cantando canciones mezcladas de acuerdo a lo que se le iba ocurriendo, y Aurora abrió los ojos, espantada y sudando la excitación de su sueño. Su marido ni siquiera alcanzó a llegar a la cama, y se desplomó a mitad de las escaleras. La habitación tenía un aire de perturbación, la ventana del balcón estaba abierta de par en par, y el viento que se colaba daba la impresiónde que alguien había huído precipitado de allí. Lo que la dejó pensando no fue todo eso, sino su ropa interior hasta las rodillas, y la sensación en la piel de unas manos duras.

Ya iba a ser mediodía cuando Ernesto apenas salía para la oficina. Aurora ya estaba cansada de reclamos, de sermones, de pedir explicaciones o disculpas, todo sin resultado, y había preparado el desayuno y planchado la ropa de su esposo sin decir una palabra. Hasta aceptó el beso obligado de despedida,fastidiada por haberse casado con un hombre como aquel. Ya lo sospechaba, y en los tres meses que llevaban juntos lo había comprobado: Ernesto era homosexual. Se había casado con una mujer para conservar una buena imagen social, y tal vez porque a él mismo le aterraba su preferencia, pero todo apuntaba a una sola explicación. No se preocupaba por tocarla, pasando por alto sus provocaciones. Su celular estaba lleno de teléfonos de otros hombres, su maletín de recados comprometedores y de membresías de clubes gay. Y Aurora no era fea, para nada, si hasta sentía cómo el jardinero la miraba deseando su cuerpo joven hecho de gimnasio paseándose en shorts diminutos por el patio, o tomando el sol en la piscina vestina apenas con un pequeño y triste bikini. Se quitaba la ropa y se miraba en el espejo por todos lados, y no podía aceptar otra explicación.

-Él es el maricón.

A la noche siguiente, recordó el sueño tan realista que había tenido, y se quedó despierta hasta muy tarde. Justo cuando la somnolencia la dominaba, escuchó que la ventana se abría poco a poco, y cerró losojos para fingirse dormida. El hombre que había entrado destapó su cuerpo y comenzó a tocarlo, desde las pantorrillas, recorriendo los muslos, las caderas, el vientre, los senos, el cuello, y coronó su labor con un beso en los labios que Aurora correspondió. El hombre se asustó al verla despierta, y se disponía a irse, pero ella lo detuvo por el brazo, sin poder verle la cara por la oscuridad.

-Por favor... quédate.

El hombre vaciló un instante, pero al final regresó y desnudó a Aurora, y ella lo desnudó a él, y se dio vuelo con un cuerpo cuya existencia se limitaba a complacerla. Retozaron ciegos y alegres durante un buen rato, y Aurora explotó en placer dos segundos antes de que Ernesto llegara con su tradicional escándalo. Cuando recuperó las sensaciones de su cuerpo, su amante se había ido, dejándole el vacío de no ser lo que quisiera ser, en el abismo de la realidad. Ernesto la encontró desnuda sobre la cama, ruborizada y dispuesta a proseguir con su pasión. Sólo atinó a decir:

-Dormiré en la sala

(...)

Todas las noches, Aurora se preguntaba quién podría ser su amante nocturno. Tenía que ser un hombre joven para tener la vitalidad de cuatro o cinco sesiones por encuentro, dependiendo de la hora en que Ernesto llegara, y a juzgar por las propiedades físicas de su cuerpo, algún fisicoculturista muy bien dotado, o una estrella porno a domicilio. Se dio cuenta de que lo más atrayente de su relación no era el sexo en sí, sino el misterio de hacerle el amor a un desconocido. Ni siquiera tocaba su cara, para no formarse en la mente una idea de su rostro.

Estaban jugueteando en la cama sin pronunciar palabra cuando al amante se le ocurrió prender la luz del cuarto.

-Quiero ver tu cuerpo desnudo...

Aurora vio a su vez, con la claridad del foco, la cara de Esteban Parra, su joven vecino, el soltero más codiciado de la colonia.

-¿Tú?
-¿A quién esperabas? ¿A tu jardinero...?

Llegaron hasta el final aquella vez, pero Esteban no se dio cuenta del desencanto que Aurora había sufrido, y cuando volvió la noche siguiente, encontró la ventana cerrada, y una cortina rosa obstruyendo la vista. Aurora lo escuchó llegar, pero ya no le veía el caso, ahora que el rostro de su amante se había revelado. Hizo un gesto cualquiera, para no darle importancia al hombre de la ventana, y el jardinero continuó besando el cuello de Aurora.

(FIN)

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