pero adán se olvidó por un tiempo del árbol, y empezó a seguir sus instintos primarios, irresistibles ante las pronunciadas curvas de eva, una mujer recién hecha, de semblante casi infantil, rubia y larga cabellera, manos delicadas, labios rojos, y un olor extraño a flores, extraño y atrayente. pronto ambos comenzaron a experimentar, descubriendo el placer de tocar sus cuerpos, de besar sus cuerpos, de ensamblar sus cuerpos con una perfección que sólo podía ser obra del mismísimo dios, quien los observaba desde su magnífico trono como un simple vouyerista mientras hacían el amor con todo el vigos de dos adolescentes. "ahora sí esto es el paraíso", pronunció adán, después de que eva, exhausta de pasión, se dejara caer sobre su cuerpo sudado. no había más, nada de rituales sociales y plásticos, nada de juegos previos ni de desvestirse, nada de apariencias ante nadie. Dos cuerpos solos y desnudos, no necesitan nada de eso. dios se dio cuenta, y cuando se aburrió, cuando el edén ya era un lugar monótono y horrible, los echó.
despertó en la pareja la curiosidad, y ambos rondaban el árbol, deseosos de conocer qué pasaría si comieran de él. los frutos habían crecido, eran jugosos y emitían perfumes irresistibles. sin poder evitarlo, adán arrancó uno de los frutos, y se disponía a comerlo, pero eva se lo arrancó de las manos. "espera. antes, pregúntale otra vez por qué no". adán la miró y se tranquilizó, pero sabía que comerlo ahora era inevitable.
-por qué lo único que nos prohibiste fue comer el fruto.
-porque soy dios, y hago lo que se me antoja.
-entonces lo descubriré yo mismo.
-sabes lo que pasará. te echaré al mundo vulgar, y jamás volverás.
-sí. lo sé. no me importa.
adán regresó con eva. "comámoslo". pero eva, temerosa aún, se lo ofreció al hombre. "comeré si tú comes". adán se lo quitó, lo miró por última vez, y lo mordió. luego se lo pasó a eva, y ella también mordió. pero nada pasó. hasta que unas nubes de tormenta comenzaron a formarse en el horizonte, y ellos, eva y adán, fueron privados por primera vez de la luz del sol. sólo se oía la voz de dios, rugiendo de furia entre las nubes, y los rayos que lanzaba, destruyendo el edén.
(FIN)
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[Primera parte]
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