
-¿Nada más lo hacemos por el niño, verdad?
-Sí, nada más. En eso habíamos quedado.
-Pues ojalá que sean gemelos. Así uno para ti, y otro para mí.
Ambos ríen, pero pronto el silencio regresa. Miran la cortina cerrada, no deja entrar la luz del crepúsculo, miran las velas, los inciensos, los cuadros en la pared, los zapatos tirados, y no saben qué más mirar, se les acaban los lugares para poner los ojos y no les queda más remedio que mirar en los del otro. Ella mira el reflejo de sus anteojos, se ha puesto bonita. Él no sabe cómo está, imagina su barba desordenada y su pelo desaliñado, pero no desvía los ojos. Vuelven a sonreír, y así culmina con éxito la simulación de una antesala al sexo, sabían que era pura burocracia, puros modales, no somos animales, cómo llegar, abrir las piernas y ya, así no funciona esto, si queremos que salga bonito tenemos que hacerlo con amor. Sin decir una palabra, ella apaga las velas, y en la penuria de la habitación, se saca la blusa. Él se quita el cinturón y se desabotona la camisa. Comienzan a besarse.
(...)
La calma vuelve, y ellos, abrazados, desnudos, sonrientes, vuelven a escuchar los perros ladrando y los grillos cantando en el monte.
-¿Alguna vez te imaginaste haciendo el amor conmigo?
-Jamás. ¿Tú?
-Yo sí.
Ella lo mira, asombrada, pero él mira el techo, y se le antoja un cigarro. Vuelve a abrazarlo, pone su oído en el pecho de él, escucha los latidos de su corazón.
-Para serte sincero, siempre te quise, en secreto. Pero tú decías que apreciabas mucho mi amistad, por eso no hice nada.
No sabe por qué ha dicho esto. Son confesiones inútiles, no vale la pena hacerlas. Por un momento cree que en realidad no lo dijo, que sólo lo pensó, hasta que ella levanta la cabeza de su pecho, y lo mira a los ojos. Su mirada brilla.
-Yo también. Es que te tenía miedo. Pero ya no. Ya te quiero.
(FIN)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¡Gracias por tus comentarios!