26/8/05

Las muchas muertes de Vicente Urbina (#12)

#12: "Asfixia por los senos de una mujer"

asfixia por los senos de una mujer

No es bueno para esto del friltreo, es un tanto tímido, esta noche tuvo suerte, la mujer que posó sus ojos en él no padece de inhibiciones de ningún tipo y se acerca, le invita un trago, lo atraen su mirada enigmática, su pelo revuelto, su apariencia misteriosa, qué esconde este hombre, una gran pena, un secreto inconfesable, una pesada sombra del pasado, la mujer quiere saber, ahora que está despierta, su narcolepsia es inclemente, quizá se quede dormida de pronto aquí y, al despertar, el hombre este ya no esté. Vicente la recibe gustoso, le contesta, bebe con ella, baila con ella, accede sin pena a los besos, a las caricias, vamos a mi casa, dice ella, vivo cerca. La noche es joven, a Vicente le gustaría quedarse un rato más, pero a situaciones como esta no les dices que no, o lo tomas o lo dejas, y salen tomados de las manos, suben a un taxi y ahí comienzan a encender la pasión, el conductor se hace el que no los ve, ya conoce los ánimos y la falta de prudencia de los jóvenes de hoy. Llegan a la casa de ella, entran, no hace falta encender las luces, sus manos iluminan los cuerpos que tocan, no necesitan usar los ojos, mientras van desnudándose el uno al otro van tropezando con mesas, sillas, muebles, hasta que encuentran la cama, ya han llegado sin ropa hasta aquí, y la urgencia de ambos por terminar se acrecenta. Ya hemos visto, Vicente es de los que se dejan guiar, la mujer lo tumba en la cama y se le echa encima, para su sorpresa, saca unas esposas y aprisiona con una sonrisa malévola las muñecas de su amante a la cabecera de la cama, él no hace nada para evitarlo, su excitación es demasiada, ella dirige el vaivén de los cuerpos, ella es quien entra y sale, y Vicente apenas puede aguantarse, no es hasta que nota en la expresión de ella la llegada del orgasmo, por los ojos, por el rubor de sus mejillas, por los sonidos de su garganta y el temblor de su cuerpo, que decide no esperar más, regresa a su cuerpo, siente un calor que surge de lo más profundo de su ser, ya viene, está a punto. La mujer grita, cierra los ojos y cae dormida, fulminada por la narcolepsia, con los pechos desnudos en el rostro de Vicente. Él no reacciona, el golpe, el orgasmo, el cuerpo no responde, las manos esposadas se agitan sin éxito, que se levante, que se levante, piensa, pero ella no se levanta, ni se mueve, su cuerpo rígido se resiste a los débiles e infructuosos esfuerzos de su amante que, desesperado por no sentir aire en los pulmones, empieza a patalear. Siente el roce suave de la piel de la mujer en la cara, sus senos, enormes y redondos, le aplastan la nariz. No pasa un minuto cuando Vicente ha dejado de insistir, qué mejor lugar para morir de asfixia que este.

(FIN)

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