31/8/05

buscando

Buscanso...

la otra noche tenía ganas de ver "alicia en el país de las maravillas", pero no, el video ha desaparecido de la casa en forma misteriosa, y yo no recuerdo haberla hurtado ni prestado ni nada. así que nos pusimos a ver "buscando a nemo", y aunque pueda sonar cursi, o tonto, para qué negar que hay cosas cursis o tontas que te pueden hacer reflexionar. en realidad, uno de mis principales deseos surgió cuando vi esa película. bueno, no surgió, sino que se afianzó: tener un hijo. no sé para qué, no sé si yo tenga el potencial o las aptitudes necesarias para ser un buen padre, o el valor, la capacidad, la inteligencia para educarlo. la verdad quiero hacer de mi hijo un ser que pueda pensar y que sea autosuficiente, y que pueda confiar en mí. bueno, creo que ese es el objetivo de todos los padres, y yo no sé si esté calificado para una tarea de esa magnitud. porque ya no estaría hablando de mi vida, sino de una vida ajena. me dicen que por eso soy egoísta... porque sólo quiero tener un hijo, y varón. en fin.

sin embargo, la llegada de un niño que dependa de mí me traería un sinfín de consecuencias de las que ahora sólo puedo vislumbrar una pequeña fracción. mi principal preocupación es que ese ser frágil e inocente me quitará mi libertad, lo quiera yo o no. sé que al cargarlo en mis brazos, al escuchar su llanto a mitad de la noche, al ver cómo me reconoce y sonríe con mi voz, me quitaría la voluntad para cumplir todos mis otros sueños. así de débil soy. no quiero pasar de los 25 sin tener a mi hijo, porque no quiero ser un papá viejo. ese es el problema, descubrir a qué lado se inclinará la balanza... pero bueno, no se puede tener todo en la vida. un hijo me ataría a un trabajo, a un plan, a una preocupación constante. anularía todo mi valemadrismo y mis irresponsabilidades, ya no podría decir que no tengo que responder a nadie sobre mis actos, porque ese pequeño ser no lograría sobrevivir sin mí. el reto en sí no me da miedo, lo que me da miedo es dejar todo lo demás para cumplir este "sueño" mío...

lo que sí sé es que, tarde o temprano, un hijo vendrá a mi vida. y entonces descubriré si puedo ser tan buen papá como el que me tocó a mí. mientras, seguiré preparando el terreno para su llegada. viene en camino... a ver cuánto se tarda.

30/8/05

29/8/05

de las vacaciones y la oportunidad para pensar

La Sirena de la Sánchez Taboada

ha pasado una semana, y desde entonces no he pensado una sola vez en la escuela, hasta hoy. no para preocuparme, ni para torturme, sino porque recordé que sólo me queda una semana, y que no tengo planes, excepto un miércoles de cine con los amigos y tal vez, un viernes de antro. maldita sea.

y como las noches son largas y el internet es gratis, me he estado dando vueltas por el vasto universo de la blogósfera, por aquí y por allá, por los archivos de los links y por blogs desconocidos a los que jamás había entrado. uno de ellos fue el de mi profesora de fotografía, verónica. no sé mucho de ella, nuestras relaciones han sido sólo escolares, nada extra-curricular, sólo sé que es de chiapas y que vivió un tiempo en el d.f. leí un texto suyo acerca de la soledad, que escribió cuando recién llegó a tijuana... y otros más que me pusieron a pensar.

apenas tengo 19. esto de la edad ha sido complicado desde el principio, cuando yo tenía 10 me imaginaba que a los 15 ya sería todo un adolescente y sabría mucho de la vida, y cuando llegué a los 15 me di cuenta de que todavía me faltaba mucho por vivir, tal vez cuando tuviera 18 o 19, entonces ya podría decir que sí había vivido... pero no. es verdad que estoy satisfecho con lo que hasta ahora he vivido y que no me arrepiento de nada (si alguna vez me arrepentí, ya recapacité y sé que no vale la pena). sin embargo, una angustia terrible me invade cuando me doy cuenta que todavía quiero hacer muchas cosas, y sólo el tiempo dirá si las hice o no. ahora creo que, quizá cuando tenga 26 o 27, ya habré vivido lo suficiente, pero sé que al llegar a esa edad me daré cuenta de que aún hay mucho qué hacer. y así será siempre.

así que descubrí otra de las razones por las que no es conveniente preocuparse por el futuro. tal vez mi total indiferencia, perturbada apenas por unas cuantas ilusiones y fantasías (tener un hijo, viajar a europa, publicar un libro), sea buena o sea mala, no lo sé, he aprendido que no todo es cien por ciento bueno o cien por ciento malo, pero si me preocupara por esa dimensión terrible llamada "tiempo", la añoranza del pasado y la inquietud hacia el futuro me impedirían disfrutar de lo único que en verdad es mío. el presente. el eterno presente.

26/8/05

Las muchas muertes de Vicente Urbina (#12)

#12: "Asfixia por los senos de una mujer"

asfixia por los senos de una mujer

No es bueno para esto del friltreo, es un tanto tímido, esta noche tuvo suerte, la mujer que posó sus ojos en él no padece de inhibiciones de ningún tipo y se acerca, le invita un trago, lo atraen su mirada enigmática, su pelo revuelto, su apariencia misteriosa, qué esconde este hombre, una gran pena, un secreto inconfesable, una pesada sombra del pasado, la mujer quiere saber, ahora que está despierta, su narcolepsia es inclemente, quizá se quede dormida de pronto aquí y, al despertar, el hombre este ya no esté. Vicente la recibe gustoso, le contesta, bebe con ella, baila con ella, accede sin pena a los besos, a las caricias, vamos a mi casa, dice ella, vivo cerca. La noche es joven, a Vicente le gustaría quedarse un rato más, pero a situaciones como esta no les dices que no, o lo tomas o lo dejas, y salen tomados de las manos, suben a un taxi y ahí comienzan a encender la pasión, el conductor se hace el que no los ve, ya conoce los ánimos y la falta de prudencia de los jóvenes de hoy. Llegan a la casa de ella, entran, no hace falta encender las luces, sus manos iluminan los cuerpos que tocan, no necesitan usar los ojos, mientras van desnudándose el uno al otro van tropezando con mesas, sillas, muebles, hasta que encuentran la cama, ya han llegado sin ropa hasta aquí, y la urgencia de ambos por terminar se acrecenta. Ya hemos visto, Vicente es de los que se dejan guiar, la mujer lo tumba en la cama y se le echa encima, para su sorpresa, saca unas esposas y aprisiona con una sonrisa malévola las muñecas de su amante a la cabecera de la cama, él no hace nada para evitarlo, su excitación es demasiada, ella dirige el vaivén de los cuerpos, ella es quien entra y sale, y Vicente apenas puede aguantarse, no es hasta que nota en la expresión de ella la llegada del orgasmo, por los ojos, por el rubor de sus mejillas, por los sonidos de su garganta y el temblor de su cuerpo, que decide no esperar más, regresa a su cuerpo, siente un calor que surge de lo más profundo de su ser, ya viene, está a punto. La mujer grita, cierra los ojos y cae dormida, fulminada por la narcolepsia, con los pechos desnudos en el rostro de Vicente. Él no reacciona, el golpe, el orgasmo, el cuerpo no responde, las manos esposadas se agitan sin éxito, que se levante, que se levante, piensa, pero ella no se levanta, ni se mueve, su cuerpo rígido se resiste a los débiles e infructuosos esfuerzos de su amante que, desesperado por no sentir aire en los pulmones, empieza a patalear. Siente el roce suave de la piel de la mujer en la cara, sus senos, enormes y redondos, le aplastan la nariz. No pasa un minuto cuando Vicente ha dejado de insistir, qué mejor lugar para morir de asfixia que este.

(FIN)

25/8/05

historias de taxi (serie de cuentos cortos)

#1: "La honradez"

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No dio un solo paso para abrir la puerta, el coche se detuvo justo delante de él, y él, como si esto fuera cosa de todos los días, como si el chofer del taxi fuera en realidad su chofer particular (al que despidió ayer por insolente), se sube al asiento de en medio, hablando por teléfono, o mejor dicho, gritándole a alguien, cómo eres pendejo, cómo se te ocurre, qué tienes en la cabeza, vuelve a hacer todo el trámite, fíjate bien en el pinche expediente que para eso está y luego le mandas el fax al licenciado Arreola, sí, al licenciado Arreola, estás sordo o qué. Cuanco cuelga, parece cansado, harto de la mediocridad de sus empleados. Miguel lo mira de reojo, se ha tenido que encoger en el asiento para hacerle espacio a su mochila repleta de libros, el tipo este ni lo toma en cuenta, se ha desparramado sobre sí mismo, dejando libre su barriga inflamada, abriendo las piernas, tosiendo, rascándose, parece que no cabe, Miguel no protesta, su menudo cuerpo no moverá la mole inmensa del sujeto este. En una de esas, el tipo gordo empieza a revolverse en el asiento, Miguel es aplastado casi, el otro saca la cartera, repleta de billetes de doscientos pesos, y le extiende uno al chofer. Seguro el pobre se preguntará, "no tendrá cambio", pero por algo se calla, la autoridad que este tipo despide es tanta que hasta a él lo intimida, saca sus propios y escasos billetes y le da el cambio. Sí, va a bajar, baja ya, labor casi imposible encontrar la manija de la puerta, abrirla y despegar el trasero sudoroso del asiento. Hace caso omiso al letrero "NO AZOTE LA PUERTA", Miguel siente que le ha dado el portazo en la cara, suspira, triste la mirada, triste la imagen de la cartera rebosante de este sujeto y el recuerdo de lo que le espera al llegar a casa, los hermanos llorando de hambre, la pobre madre echándole más agua a los frijoles, tristes sus zapatos con la suela despegada y su mochila descosida y vuelta a coser un millar de veces, triste esta cartera olvidada, yace en el asiento, justo al lado de Miguel, quien hasta ahora no la había visto, a la expectativa de que alguien, por favor, la salve de la soledad. Miguel la toma, le tiemblan las manos, sabe que nunca volverá a tener esa cantidad de dinero en su poder, y pronto se da cuenta: el semáforo rojo detuvo el taxi, el tipo que se acaba de bajar se detiene ahí, en esa esquina, ya está gritando por teléfono otra vez, no mira a Miguel, a pesar de que el niño le clava los ojos, acaricia el forro de piel, abre un poco la cartera, admira los billetes nuevos, verdes, es mucho, mucho dinero... Miguel grita, ¡señor!, pero el señor no hace caso. El semáforo cambia a verde. El taxi avanza. Vuelve a gritar ¡señor!, pero ya no lo escucha. Miguel se sonroja, y el corazón se le acelera mientras la figura del hombre gordo se desvanece entre la gente.

(FIN)

22/8/05

el insomnio

no hay mayor placer que poder echarte en la cama a disfrutar de tu película favorita bajo el cobijo del aire acondicionado después de 27 horas de viaje por carretera. y dormir. dormir con las piernas estiradas, sin tener que soportar malos olores, ansias inútiles y brincos inesperados. dormir sabiendo, nada más, que no te estás moviendo. pero yo, que soy un masoquista, no puedo permitirme tal placer. en vez de eso me levanto, con mucho cuidado, no quiero despertar a nadie, salto de la cama y enciendo la pc con nostalgia. nostalgia de los tiempos de aquí. pongo a manu chao también con nostalgia, pero de los tiempos de allá. todo ha pasado tan rápido, que todavía no lo asimilo. estoy de nuevo... aquí. aquí. en casa.

no voy a negar que me sentí un tanto incómodo cuando la vi ahí, de pie, esperándome. claro, primero saludé a mi papá, como pude, luego a ella, luego a la señora. pero la que en verdad me incomodaba era mi tía. también me sentí así cuando partimos hacia su casa, cuando llegamos, cuando volví a respirar ese olor como a encierro, cuando me dijo "vamos a cenar quesadillas, para no perder la costumbre"... y pues ya. durante el camino parecía que no íbamos a ninguna parte. como si la loca carrera que el espacio emprendía cruzando la ventana anulara todo intento del tiempo por darse su lugar en esas que se llaman dimensiones conocidas.

me siento como muy egoísta. es muy complicado explicarlo, más ahora que son las 4 y media y que el sueño (no, el sueño no, el hastío) comienza a llegar, porque esta mugre pc está hasta el tope de virus, y porque el estrés no se ha ido del todo. sigue latente, potente, acechante. tengo unas ganas locas de escribir, escribir, escribir, escribir hasta enloquecer, hasta que ya no haya más palabras por usar en el mundo y tenga que comenzar a inventarlas, hasta que todo lo que ya se ha dicho se vuelva a decir y todo lo que falta por decir se diga de una vez. estoy aquí, tengo dos semanas disponibles, pero no las quisiera... por eso soy egoísta. pero es más complicado que eso... mucho más.

p.d.: oye, perdón que no te hablé, es que tenía problemas con la máquina (justo como ahora: te iba a mandar un correo pero esta mugre no abre la página). espero que no estés enojada... ni triste. sólo son dos semanas... sólo dos...

"ay papito, ay mamita, que bien se está en la camita"

19/8/05

Te tenía miedo

Te tenía miedo

-¿Nada más lo hacemos por el niño, verdad?
-Sí, nada más. En eso habíamos quedado.
-Pues ojalá que sean gemelos. Así uno para ti, y otro para mí.

Ambos ríen, pero pronto el silencio regresa. Miran la cortina cerrada, no deja entrar la luz del crepúsculo, miran las velas, los inciensos, los cuadros en la pared, los zapatos tirados, y no saben qué más mirar, se les acaban los lugares para poner los ojos y no les queda más remedio que mirar en los del otro. Ella mira el reflejo de sus anteojos, se ha puesto bonita. Él no sabe cómo está, imagina su barba desordenada y su pelo desaliñado, pero no desvía los ojos. Vuelven a sonreír, y así culmina con éxito la simulación de una antesala al sexo, sabían que era pura burocracia, puros modales, no somos animales, cómo llegar, abrir las piernas y ya, así no funciona esto, si queremos que salga bonito tenemos que hacerlo con amor. Sin decir una palabra, ella apaga las velas, y en la penuria de la habitación, se saca la blusa. Él se quita el cinturón y se desabotona la camisa. Comienzan a besarse.

(...)

La calma vuelve, y ellos, abrazados, desnudos, sonrientes, vuelven a escuchar los perros ladrando y los grillos cantando en el monte.

-¿Alguna vez te imaginaste haciendo el amor conmigo?
-Jamás. ¿Tú?
-Yo sí.

Ella lo mira, asombrada, pero él mira el techo, y se le antoja un cigarro. Vuelve a abrazarlo, pone su oído en el pecho de él, escucha los latidos de su corazón.

-Para serte sincero, siempre te quise, en secreto. Pero tú decías que apreciabas mucho mi amistad, por eso no hice nada.

No sabe por qué ha dicho esto. Son confesiones inútiles, no vale la pena hacerlas. Por un momento cree que en realidad no lo dijo, que sólo lo pensó, hasta que ella levanta la cabeza de su pecho, y lo mira a los ojos. Su mirada brilla.

-Yo también. Es que te tenía miedo. Pero ya no. Ya te quiero.

(FIN)

18/8/05

En un árbol

En un árbol

La parte fácil fue brincar el cerco y esconderse del velador. La parte difícil fue encontrar una soga. Que imbécil, cómo salí de mi casa sin soga, se reprocha, pero no puede volver, ahora que está tan decidido, si vuelve se queda en su casa, esperándola otra vez. Le parecían estúpidas sus amigas de la preparatoria que tenían cicatrices en las muñecas, problemas familiares, vaya niñería, y aquellos amargados que se quejaban de su vida aburrida. Él siempre creyó que para eso se vivía, para disfrutar a veces, a veces para sufrir, no hay de otra, y se conformaba, hasta que se dio cuenta de que se había engañado, era siempre sufrir, las alegrías distraían en ocasiones, pero la tristeza era permanente, incorruptible, eterna.
Buscó en los botes de basura, en los quioscos, en los cuartos donde guardaban las escobas, pero sólo encontraba cuerdas y listones, no tenían la resistencia necesaria para cargar su cuerpo, no pesaba mucho, pero si podía romperlo con las manos, no servía. Al fin, en un edificio que parecía un almacén, encontró una soga gruesa y larga, perfecta, la tomó en sus manos, la palpó, incluso la olió, y empezó a llorar. Pero no se echó al suelo, no, ya casi era de mañana, podía sentir cómo huía la oscuridad ante la proximidad del sol matutino, las lágrimas brotaban por propia voluntad y él se tallaba los ojos, alzaba la cara, buscando una rama fuerte que le sirviera para colgarse.
Los pájaros comenzaban a cantar. El cielo fue tornándose gris, las sombras nocturnas desparecían, los coches empezaban a invadir la ciudad, y él, sentado, los ojos rojos, haciendo un nudo bajo el árbol elegido. Fue sencillo trepar, y amarrar la soga con firmeza en la rama, fue tan fácil que se sorprendió, cómo no se me ocurrió antes, y cuando ya tuvo todo listo, esperó, con ambos extremos de la soga en su posición, uno en la rama, otro en su cuello. El sol se asomó entre las copas de los demás árboles, queriéndose hacer el tímido, pero no era eso, no, quería sorprender al mundo desprevenido. Eso estaba esperando, sin saber para qué, al sol. Se deja caer, la soga detiene con determinación lo que parecía un trayecto sin escalas hasta el suelo, su cuerpo, suspendido a mitad del camino, gira y se balancea. El velador cree ver la silueta de algo en un árbol al fondo del parque, piensa "carajo, quién dejó ahí esa piñata".

(FIN)

14/8/05

un poeta loco quiere su fin

nada tiene sentido. o parece no tenerlo. el tiempo se ha estancado entre los días idénticos y las noches silenciosas. nada que pasa me sorprende, ni me llama la atención, ya no consigo ver el mundo, y apenas van un par de días así, pero parece que ha sido igual toda la vida. el viaje a mexicali parece un recuerdo distante, casi un sueño, y un sueño desagradable, difuso, poco definido. todos los pensamientos que agobiaban mi mente se fueron huyendo, espantados, ante sus ruegos débiles al otro lado de la bocina. ¿qué pasó? y este vacío en la cabeza no parece solucionar nada, al contrario, todo está peor, tener la cabeza vacía, no saber qué pensar, qué sentir, qué hacer, qué suponer, dónde poner las manos, los pies, la cabeza, ese deseo de echarse al suelo aquí mismo, de abandonarse en medio de la calle a ver si alguien se apiada de mi alma hecha pedazos por esta súbita depresión, depresión repentina y terrible. siento que jamás volveré a escribir algo digno de leerse. siento que jamás haré nada con mi vida, que todos mis pasos son pasos inútiles, que no llevarán a ningún lado y sólo me harán hundirme cada vez más en el fango maloliente de la incertidumbre. ¿qué ha pasado? ¿quién me ha hecho esto? ¿quién me ha arrebatado de pronto toda esperanza, toda ilusión, todos los restos de humanidad que todavía dormían en el fondo de mi ser? me he sentido como un fantasma, un ente tratando de aferrarse a lo que aún le queda en el mundo material; hoy ni eso soy, ya no tengo nada, y lo que tengo, no lo quiero, y lo que quiero, no puedo tenerlo. el sol no brilla, el viento no sopla, mi oído izquierdo no escucha nada, mi mano derecha se niega a sostener la pluma, mis pies apenas pueden con el peso del cuerpo, la espalda se niega a enderezarse, la nariz ya no respira por sí misma, yo tengo que ordenarle, cada vez que recuerdo, que debo respirar, necesito respirar, necesito comer algo, necesito echarme a la cama y llorar, necesito echarme a los brazos de alguien y llorar desconsolado, necesito que llegue el fin, que algo pare este vertiginoso descenso que no acabará nunca y me lleve volando a otros lugares, a otros paisajes, a otras emociones que me falta experimentar, porque lo que conozco ya no me llena... el final de todo, de toda esta insoportable vida que se volvió la vida de un desconocido, me veo desde lejos y no me reconozco, veo a las personas y me parecen extraños, ajenas a mi realidad, todo esto, este teclado que se mueve, esta pantalla diminuta, esta silla que me soporta, mi ropa, mi pelo, mis lentes, mi piel... todo es irreconocible. ¿dónde te fuiste? ¿dónde estás? ¿por qué no regresas? me llamo a gritos, tratando de romper el sólido silencio que me tiene atrapado en un agujero, pero nadie responde. mis oídos son sordos, mis ojos son ciegos, apenas veo mi silueta allá, en el horizonte distante, y me llamo a gritos, intento alcanzarla, pero todo es inútil. yo ya no soy yo. después de esto... jamás volveré a serlo. el fin de aproxima... pero con una lentitud que incomoda. así que yo iré a su encuentro. no puedo aguantarlo más. sería tan fácil... tan fácil... enmudecer los dilemas, basta un golpe certero, un salto en el lugar correcto, un semáforo rojo, una soga, una caja de pastillas, un vidrio en la garganta, el filo de una navaja en la muñeca... es tan fácil, porque la vida es tan frágil, tan efímera, tan irreal. sería sencillo... me extrañarían, tal vez, un par de personas, algunas que jamás me han visto, sólo han oído de mí, supiste, supiste del tipo que se mató, no, quién, uno que estaba deprimido, se mató, cómo ves, pues muy mal, que estúpido, si la vida es hermosa, eso no lo niego, la vida es una maravilla, pero tiene sus altibajos, sus rampas, sus caídas. y cuando uno siente que de esta no puede salir, cuando lo han abandonado las fuerzas y de ahora en adelante todo será hacia abajo, hacia abajo, no hay fondo, jamás dejaré de caer, jamás lograré salir, una lucha perdida de antemano, ya luché lo suficiente, lo que tenía que haber luchado, lo que tenía que hacer lo hice, no queda más que esperar el fin, entonces vamos a buscarlo, para qué esperar si de todos modos llegará, tarde o temprano, mejor que llegue temprano, así no nos torturará la incertidumbre.
ya no quiero esto. ya... siento que ya no quiero nada. ¿qué pasó? es sencillo... muy sencillo. ella implorando, no con mucha convicción, que le pasaran el teléfono. él, no sé quién sea, algún pendejo de mierda, diciéndome "no está, quién habla", pero yo la escuchaba, "sí estoy", decía, "pásame el teléfono, por favor, no seas así". otra voz desconocida, quién habla, dije mi nombre, no te la puedo pasar ahorita porque está ocupada, ella diciendo no seas así, pasámelo por favor, yo sin saber qué decir, esperando que todo fuera una broma, luego la línea se corta, el silencio regresa, más fuerte y más devastador que nunca. ¿pero es que acaso puede este acontecimiento tan sencillo provocarme un impacto tan fatal? ¿puede ella seguir siendo una fuente inagotable de dolor, de furia, de desconsuelo, de tristeza, de desesperación? ¿por qué no puedo librarme de su sombra, por qué me sigue todavía, oscureciéndome los ojos, endureciéndome el alma, arrancándome las fuerzas de un solo golpe mortífero? ¿por qué, si ya me di cuenta que siempre fue una ilusión, una promesa falsa, un deseo imposible, una esperanza vana? ¿por qué, si mi intención era decirle 'adiós', adiós para siempre, hasta nunca, tú no estás, no estarás, jamás volverás, para qué alimentar una posibilidad imposible...?
maldigo la hora en que entraste por esa puerta, con el sudor en tu frente, corriendo, con una sonrisa infantil dibujada en la cara, el sol detrás de ti, iluminando tu silueta, parecías un sueño, una diosa, y te sentaste en la silla que yo había guardado, sin saberlo, para ti, y después todo fue pasando como si estuviera obligado a pasar, y después todo fue derrumbándose sobre nuestras cabezas como un castillo de naipes, destinado a no sostenerse para siempre... maldigo ese momento, y los que lo siguieron, porque me has arruinado la vida. has sido lo mejor y lo peor, el cielo y el infierno, el placer y la agonía, el amor y el odio, la felicidad y la tristeza, la realidad y la fantasía, la luz y la oscuridad... pero hasta aquí llegaste. este será tu fin, aunque para acabar con tu recuerdo tenga que acabar primero conmigo, no permitiré que me sigas lastimando, que me sigas clavando estaca tras estaca, dolor tras dolor, vas a parar ahora, esta misma noche, será tu fin, aunque eso signifique también el mío... hasta aquí llegaste. no darás un paso más, no dirás una palabra más, ni me echarás otra mirada, ni acercarás a mi tus dedos, ni me provocarás otra herida... es tu fin. y el mío también.

9/8/05

el exterminio

No había notado que su cuerpo temblaba hasta que pudo ocultarse debajo de unas tablas de madera que formaban una especie de cueva sobre un estanque rebosante de aguas putrefactas y malolientes. Sabía que no podría permanecer demasiado tiempo allí, pues los soldados usarían los detectores de calor corporal para localizar y cazar a los pocos sobrevivientes, tenían órdenes expresas de no dejar a nadie con vida, y autorización para lograrlo con cualquier método disponible. Carlos, sudoroso y con frío, se cubre con las manos el rostro mientras escucha las explosiones cercanas, tratando de reunir el valor necesario para salir corriendo de su escondite. Lo mejor que podía hacer era regresar a la ciudad cuanto antes, una vez a salvo, vería la forma de actuar, aunque sabía que el gobierno no se daría el lujo de dejar testigos. Incluso los soldados que se habían ofrecido para la sucia labor serían exterminados, eran auténticos kamikazes contemporáneos, vestidos con equipo negro, lanzando rayos de fuego transparente que arrasaban todo a su paso y lo llenaban de invisibles flamas que iban consumiendo, como voraces termitas, las casas de los vecinos, los árboles raquíticos, los perros callejeros, la chatarra de los patios, los coches obsoletos y en desuso, las cunas de los niños echas a la antigua, con clavos y serruchos, y con algunos de esos niños todavía dentro, sin comprender las razones de aquella descomunal tragedia, y por último, los cuerpos que trataban de huir sin saber de qué, y sus expresiones de pánico, de desesperación, de indignación, se incineraban en un parpadeo y se convertían en cenizas flotantes, ya sin nada qué decir. De repente surgían inmensos destellos seguidos de un estruendo ensordecedor y gritos agudos, y Carlos alcanzaba a distinguir en la interrumpida tiniebla algunos cuerpos, enteros o en partes, volando en el aire.Los escuadrones especiales habían rodeado el barrio entero y tenían bloqueados los accesos. Carlos sabía que si permanecía ahí por más tiempo terminarían atrapándolo, pero cada vez que intentaba ponerse de pie, una nueva explosión hacía temblar sus rodillas y volvía a caer al suelo para cubrirse los ojos, pensando que si no miraba el caos en el que ahora estaba envuelto, éste no lo amenazaría. Podía sentir el suelo temblando debajo de él y la atmósfera inundándose de los vapores de la sangre expulsada de los cuerpos de una manera atroz. A cada instante los gritos eran menos, si hablamos de cantidad, pero su resonancia y el impacto que provocaban al romper la tranquilidad relativa de la noche iban en aumento, y Carlos comenzó a llorar. Era cierto que ignoraba muchas cosas más que el resto de la gente, pero lo que sí tenía por seguro era que, entre aquellos fulminantes y desordenados gritos, se hallaban los de su familia, los gritos de Marcela, su mujer, de Carlitos, de Aurora y el llanto todavía de bebé de Armando. Tal vez no habían sentido nada, tal vez una bomba había estallado justo debajo de ellos sin darles tiempo de pensar "qué estará pasando", ni de preocuparse por nada: el fuego invisible los habría consumido en una fracción de segundo, y ellos ni lo habrían notado. Sus sollozos empezaron a borrar el escándalo del exterminio masivo y violento que había organizado el gobierno mismo con el fin de acabar de una vez por todas con la pobreza. Nadie imaginó que la medida tendría tanto de literal, y ahora Carlos podía atar los cabos sueltos, todo indicaba que terminaría así esto, desde la reubicación de las familias hasta la instalación de un chip de identificación, eso permitiría que nadie escapara de la masacre, cómo pudo ser tan ciego, ahora veía todo claro y sabía que no tenía salvación, de nada servía ocultarse allí, como un bicho temeroso, los soldados usarían los rastreadores para ubicarlo y acabarían con él, quizá lo torturaran un poco por tener la astucia, en su caso suerte, de haber escapado al primer ataque, y de continuar vivo después de treinta terribles minutos. Él no sabía, ni se imaginaba, que los mismos soldados tendrían igual fin, el gobierno no permitiría la divulgación de una medida tan drástica con el único objetivo de consolidar la economía, poco había por perder, pero cualquier riesgo era inconcebible, la imagen social quedaría dañada, cómo, en plena mitad del siglo XXI podía permitirse una atrocidad tal, así opinarían los humanistas y los defensores de los derechos humanos, que, aunque pocos, eran bastante polémicos y molestos. A fin de cuentas, no podían considerar a los pobres como personas: sólo eran parásitos inmundos endeudados de por vida con el gobierno, les venía mejor la muerte. La depresión de Carlos había sido sustituida por una ira irrefrenable después de tan sabias meditaciones. El silencio regresaba poco a poco. Salió del agujero que lo protegía y vio a lo lejos a un soldado apuntándole. No vio nada más, sólo sintió un calor tremendo en el pecho, y una extraña sensación de paz.

(FIN)

8/8/05

de lo innombrable y las lecturas de media noche

es eso que las ciencias humanas llaman instinto lo que me hace recorrer una vez más la avenida de los ingenieros para ir en busca de algo que llene el hueco de mi estómago, es lo que hace al sol buscar un agujero entre las nubes que, indiferentes, se pasean con entera libertad por el cielo azul. hasta el sol tiene instintos, tiene un fin, iluminar la tierra, hacer nacer la vida, vean si no las ramitas que se asoman entre el asfalto de la calle, quieren encontrar al sol, el sol las guía hacia él, es cuestión de reciprocidad. mi mente se ha estado torturando con una frase que leí la otra noche, en realidad son dos, diferentes, pero con el mismo sentido, como bien sabe el mundo, todo es una sola cosa, todo habla sobre todo: "es una vieja costumbre de la humanidad ésa de pasar al lado de los muertos y no verlos", así dice saramago, también dice "dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre, esa cosa es lo que somos". será que yo no tengo nada adentro, que quien mira dentro de mis ojos sólo ve neblina, cansancio, melancolía, por eso la gente tiene la impresión de que ando como muerto, un fantasma hambriento, dije, y no se fijan en mí. excepto, claro, el doctor simi, que apenas me ha visto en la calle, hace un par de horas, y me ha hecho señas con las manos, levantando sus dedos índice y meñique, el habitual saludo de los rockeros, según la creencia popular, me ven a mí huyéndole al peluquero, la chamarra descolorida de mezclilla, la mochila llena de 'pins', los tennis sucios, los pantalones rotos, dan por hecho que me gusta el rock, que toco la guitarra, que me inyecto alguna droga, con esa greña, me dijo el tipo la otra noche, no creo que no te metas nada.
recuerdo, recuerdo el buen augurio del doctor simi, no soy tan invisible después de todo, mientras camino con una torta en la mano para llevar, de la taquería de aquí al lado, no son como las de don ernesto pero qué se le va a hacer, ya es tarde y no tengo humor de caminar, apenas levanto los pies, y pienso que todo lo que he venido pensando antes no tiene sentido. qué caso tiene esta lucha a largo plazo, este esfuerzo desmedido por acomodar en mi cama la soledad inminente, por acostumbrar a los oídos al silencio de las paredes blancas, por vivir de recuerdos alimentados por esperanzas vanas, etéreas, que no tardan en desvanecerse en el aire. qué poco duró el encanto de un programa de tv al aire, de proyectos no realizados, de personas no conocidas, de libertades mal tratadas, todo comienza a diluirse en el tiempo, a perderse entre la bruma. no tiene caso llegar al final de este camino andando con estos pasos, pensar en que mi única motivación es terminar la carrera, conseguirme un buen empleo, quizá termine dando clases de literatura o de expresión escrita en alguna universidad, en alguna preparatoria, de mis peores miedos, terminar de maestro, y no es que tenga nada contra ellos, pero mi vida siempre ha sido la escuela, no quiero que sea así hasta la hora de mi muerte, quiero algo más, algo que no sé qué es, pero jamás dar clases en una secundaria, en una secundaria no, no lo toleraría, prefiero una preparatoria o una universidad. prefiero no ser maestro. mi única motivación es un futuro incierto, una familia imaginaria, un hijo que me abrace al llegar a casa, una esposa que me reciba con un beso, cómo te fue, mal, los chiquillos son insoportables, y reiremos, me servirá la cena, conoce mi platillo favorito, me contará su día, yo escucharé atento, haré preguntas inútiles, pero ese es el caso, compartir una vida, aunque sea una vida inútil.
no tiene sentido pensar así. no tienen sentido mis motivaciones. el pasado es inquebrantable, permanente, no se puede cambiar, y vivir de recuerdos es una tortura. el futuro es insondable, frágil, una sola acción, por más insignificante que sea, cambia el rumbo de todas las cosas, no se puede confiar en él. de hoy en adelante, mi única motivación será el presente, dejarme llevar por el instinto, levantarme de la cama cuando el despertador suene, vestirme, desayunar algo, el cuerpo es débil, buscar qué comer, dormir bien, mirar a la gente sabiendo que ellos no me miran, pero de qué vale que me miren, a fin de cuentas. el reto será levantarme, y cuando vuelva a la cama, dispuesto a dormir una noche más, y soñar con cosas que no recordaré, sabré que cumplí mi objetivo: un día más, otra lucha ganada.
al menos en la guerra de hoy llevo una ventaja. poco falta para que el día termine, y yo ya he comido. sé que alguien en esta ciudad, en este país, en este mundo, en este universo, piensa en mí, me recuerda con una sonrisa, anhela mi presencia como yo no tengo idea, se preocupa por mi bienestar y por mi felicidad... lo sé, confío en ellos, si mañana me olvidan, si mañana los olvido, si antes no estuvieron para consolarme, qué más da: yo sólo tengo el presente, los tengo aquí, lejos o cerca, me acompañan hoy, mañana será otra cosa, dios dirá, como dicen, por lo pronto, hoy miró el atardecer, las nubes tornándose rosas, la luz menguante del sol escurriéndose por las ventanas del local, los coches fluyendo sin descanso por la calzada... y yo respiro, satisfecho, sabiendo que tú (sí, tú), en algún lugar allá afuera, cerca o lejos, piensas en mí. y te doy las gracias por eso. yo también pienso en ti.

"La alegría y la tristeza pueden andar unidas, no son como el agua y el aceite"

6/8/05

del hambre y el desconsuelo

leo. leo sin descanso, hasta que me harto, entonces escribo, hasta que se me acaba la inspiración, y luego me quedo acostado, mirando el techo, pensando que debo comer algo, sin saber qué. no tengo ganas de salir de casa, algo ha pasado que me ha tumbado en la cama como un pobre ciego convaleciente, escucho a los vecinos que entran y salen, discuten deudas, comentan planes, yo no participo, si llego a salir de mi cuarto para buscar algún bocadillo en el refrigerador, no los miro, ni les hablo, apenas los saludo, les digo qué hubo, qué cuentas, pero en realidad no me interesa lo que esos tipos cuentan. vuelvo a mi jaula, leo un poco más, escribo un poco más, escucho las canciones mil veces repetidas en la radio, no tengo humor de ninguno de mis discos, me los sé ya de memoria, igual los libros, sólo espero, que suene el teléfono, que pase algo, que pase cualquier cosa y me saque de debajo de la tierra. pero no pasa nada.
salgo y miro la calle. el sol no calienta, lo que calienta son las calles, los edificios, el aire. ando como un perro callejero, oliendo aquí y allá las vapores que salen de las casas donde viven familias, se reúnen ya al comedor para ingerir los sagrados alimentos, la madre sirve los platos, la hija pone la mesa, el hijo y el papá se sientan sin remordimientos, y comen, como familia. yo los imagino con envidia, desde hace meses que como solo, que sólo escucho mi quijada masticando y nadie me pregunta Me quedó rico, te gustó, no está muy caliente, nada de eso, si está malo no puedo reclamar, si me gustó o no, es cosa que no interesa, basta con que calme el hambre, si está caliente no hay remedio más que esperar a que se enfríe, es ahí cuando sale el problema, cuando ya está frío y es imposible calentarlo.
nadie me reconoce. camino por la calle y soy como un fantasma, con un ente errante que vaga desconsolado, que no sabe de dónde viene ni a dónde irá a parar. la gente me ve, algunos piensan Qué le pasa a este jovenzuelo, lleno de aretes y todo greñudo, Queremos rock, dicen los albañiles cuando les paso por enfrente, burlándose de mí. que se burlen, que piensen lo que quieran, me importa poco, en parte porque tienen razón, a mí qué. no sé qué comer, no hay nadie que me oriente, que me diga Qué se te antoja, yo te lo preparo, Unas enchiladas, diría yo, unas suculentas enchiladas de pollo, no habrá gloria más grande este día que llenar mi estómago vacío con un platillo casero, ya basta de hamburguesas y de tortas, basta de tacos y de pizzas, estoy harto de comida chatarra, quiero algo que sepa a hogar, a familia, a recuerdo.
no es culpa de nadie. yo decidí esto, ahora no sé si lo quiero, pero no hay otra forma de saberlo más que llegar al final, entonces sabré si tanto sacrificio valió la pena. cualquiera podría pensar, Eso no es ningún sacrificio, tendrás oportunidades, tienes una libertad que muchos desearían, tienes un futuro prominente, una vida ideal, no sé de qué tanto te quejas, pero yo no me quejo, no estoy diciendo que ya no quiero esto, si no que no lo aguanto, y es bien sabido que el ser humano tiene esa capacidad masoquista de acostumbrarse a lo que no aguanta, si no cómo se explican todas esas parejas que evaden el divorcio por el miedo, no hay otra respuesta, es el miedo. si no estoy aquí, si no hago esto, dónde estaré, qué haré, no tengo otro camino, este es el único que me atrae, a pesar de que no lo soporte. entro en el local, saludó a don enrique, creo que ese es su nombre, buenas tardes, está disponible la nueve, me dice, ya ni me saluda, se ha acostumbrado a mi presencia, a que venga por aquí, a veces más tarde, a veces más temprano, ya soy su cliente habitual. avanzó hasta el fondo del local, me siento en la silla negra y, tras esperar los inevitables retrasos del explorador, comienzo a escribir. el hambre disminuyó, la compañía de todos estos desconocidos a mi alrededor la ahuyenta. nadie me habla, nadie me conoce. soy como un fantasma. un fantasma hambriento.

Gira y da vueltas y rueda girando... Gira y da vueltas, y rueda, y rueda...

4/8/05

Las muchas muertes de Vicente Urbina (#3, #4 y #5)

#3: "Aplastado por un tráiler"

Es admirable la cantidad de fenómenos que pueden verse en el centro de la ciudad. Vicente mira y mira, fascinado, mientras espera a que el conductor del taxi se abra paso en el cuello de botella del tráfico de la calle Segunda. A su lado viene una señora con una adorable bebé que le va pellizcando el hombro mientras balbucea sabe Dios cuántas incoherencias. La madre le dice "Deja al muchacho, m'ija". La luz verde se muestra al fin en todo su esplendor, los automovilistas dejan caer el pie en el acelerador, la mayoría da vuelta a la derecha. El taxista encuentra un hueco entre un autobús y un tráiler. No se puede frenar en una curva, eso es bien sabido por todos, excepto, claro, por los desconsiderados peatones que decidieron no esperar su semáforo, el hombre verde tarda demasiado en aparecer y es mucho más práctico y divertido esquivar los coches. No para el trailero, sus frenos no sirven bien, las llantas se barren y se va de costado, aplastando al taxi y a unos cuantos transeúntes empedernidos. El cráneo deshecho de Vicente aparecerá en primera plana en los periódicos amarillistas de mañana, qué buena foto consiguió el reportero, lugar y momento oportunos, no hay más.

(FIN)

#4: "Múltiples fracturas por rodar de una escalera empinada"

Al fin pudieron despedirse de las computadoras, todo un día, ha sido un lunes lento, y la situación está bajo control, ya van rumbo a casa. Él lleva un sandwich en el estómago, es todo lo que ha comido, a la hora del desayuno, mucho tiempo atrás, y decide encender otro cigarro, "uno más no me matará", piensa. Su compañero va diciéndole un discurso tendido sobre un tema y sobre otro, la conversación comenzó con los futuros hijos y desembocó en el síndrome obsesivo-compulsivo de este amigo suyo, de qué manera terminó así, nadie lo sabe, pero así fue. Ya está oscureciendo, no hay nubes en el cielo, eso no quiere decir que habrá estrellas. La escuela, ubicada en lo alto de un cerro, tiene unas escaleras al costado para llegar más rápido a la calle, y por aquí se disponen a bajar. Vicente le ha dado dos chupadas al cigarro y se ha sentido mareado, se estuvo quejando todo el día, se tomó una coca cola, pero el dolor, que nacía en el estómago y se magnificaba al reír, no disminuyó. Fueron dos segundos, todo le dio vueltas, habían bajado cinco escalones, restaban cuarenta y dos, cuando Vicente no supo más de sí y se desplomó. Sólo la banqueta frenó su largo trayecto en picada, y se amigo, desde allá arriba, se quedó quieto, sin saber qué hacer.

(FIN)

#5: "Pisoteado en el slam"

"Quiénes son estos tipos", se pregunta, mientras escucha los chiflidos de los demás asistentes. La banda invitada ha tocado durante treinta largos y tormentosos minutos, un género que no es ni reggae, ni ska, ni punk ni rock, sino todo esto molido, triturado, licuado, echado en un colador, bebido por algún idiota, vomitado y luego embarrado en una pared de colores. Mira su reloj, y grita groserías, Vicente no sabe chiflar. Al fin, los músicos frustrados deciden no hacer más el ridículo y bajarse del escenario, unos minutos de silencio, y una voz diciendo "Atento... Permanece a la escucha", saca a todos del estupor en el que estaban inmersos y se abalanzan como fieras hambrientas al escenario. Las luces se encienden, las guitarras y los demás instrumentos raros suenan... El concierto comienza, la euforia despierta a la primera canción, nadie sabe dónde tiene la cabeza o dónde pone los pies, la música retumba en el recinto, el ritmo mueve a la masa, la masa no piensa, sólo baila. Vicente pierde primero sus lentes, y luego se pierde él mismo, devorado por la energía de los feroces bailarines, que sólo sienten que pisan algo, sin saber qué.

(FIN)

porque sólo morir una vez no es suficiente...

2/8/05

Las muchas muertes de Vicente Urbina (prólogo, #1 y #2)

la vida es una frágil copa de cristal. dice saramago que "si antes de cada acción pudiésemos prever todas las consecuencias, no llegaríamos siquiera a movernos del lugar donde el primer pensamiento nos hubiera hecho detenernos", y eso es una verdad universal. cada mañana, al despertar, me doy cuenta de que este podría ser mi último día con vida, cualquier cosa podría pasar, cualquiera... por eso decidí comenzar a escribir esta serie de cuentos "cortos" (ni tan cortos), y, como consideré injusto ponerme a matar a distintas personas, me inventé un hermano gemelo ficticio al que asesinaré una y otra vez y sin descanso. la vida es un cuento, eso sí, y el final puede llegar en cualquier punto y aparte, al final de este párrafo, en la siguiente coma... uno nunca sabe. espero que los disfruten.

#1: "En el umbral de su casa"

Al cigarrillo todavía le falta la mitad, y ya sólo resta por caminar una cuadra, así que apresura el tabaco y disminuye la velocidad. Enfrente, unos niños juegan, Vicente oye sus risas y sus gritos. "Son odiosos, los niños", piensa, mientras ve cómo un peatón más se le adelanta por la derecha. No puede creer que sean las nueve y treinta, las calles parecen desoladas, de no ser por los contados caminantes luciría como si fueran las cuatro de la mañana. Su visión es defectuosa, más de lo normal, en la penumbra nocturna, suavizada apenas por los faroles públicos que a veces prenden, pero alcanza a distinguir cómo desde la otra esquina viene un tipo corriendo. Ya ha visto a muchos tipos corriendo por esta avenida, no le da importancia y se saca las llaves del bolsillo, las tantea, ya no necesita verlas para saber que esta es la de la reja verde, esta la de la puerta negra y la última la de su cuarto, el número cuatro. Se detiene, busca la cerradura, el tipo que viene corriendo le roza el hombro, Vicente oye sus jadeos, parece que huye de algo, o de alguien. De alguien, más bien: una camioneta negra aparece de la nada escupiendo sendas ráfagas de plomo. Los niños de enfrente se asustan, algunos alcanzan a ver los cuerpos que caen, uno se da con la frente en la banqueta, el otro no suelta las llaves, ni siquiera alcanzó a abrir la puerta.

(FIN)

#2: "Víctima de la conspiración de las cucarachas"

La atmósfera del cuarto es densa, huele a tabaco y a otros olores que Vicente ya no distingue. Las luces hacen huir a las cucarachas, que se paseaban por todos lados y andaban por el tocador, en el radio, entre los platos sucios, entre los libros tirados, o nada más por ahí, arrastrándose en el suelo. Alcanza a pisar unas cuantas, ya es hora de comprar un insecticida, pero los olores encerrados se intensificarían. Vicente tira la mochila, se quita los zapatos y echa al suelo todo lo que había encima de la cama para tenderse a descansar en ella. Ni ha encendido el radio, en menos de cinco minutos se queda dormido, con la boca abierta y la ropa puesta. Las cucarachas, al sentir de nuevo la calma, salen de la oscuridad y reanudan sus paseos. Una de ellas se aventura, por aquí huele a comida, sube por el cuello de Vicente, llega al oído, a la nariz, más abajo, la lengua se mueve, es un reflejo, y esta cucaracha tiene la desdicha de resbalar y atorarse en la garganta del durmiente, de donde no volverá a salir.

(FIN)