me he dado un banquetazo: no hay nada mejor para comer un viernes después de unas clases aburridas que una maruchan de camarón con un sprite bien helado. cero esfuerzo, cero neuronas quemadas, satisfacción cien por ciento garantizada. y mejor aún si, mientras la comes, despacio, sin prisa, saboreando cada fideo, cada chícharo y cada trozo de zanahoria deshidratada, escuchas de fondo el disco nuevo de tu artista favorito y amor platónico a la vez, mientras me dice, con una melodía empalagosa y un montón de arreglos extraños, que yo, más que nadie, merezco ser feliz.
se le ha olvidado colocar en su canción las instrucciones necesarias para lograr este objetivo, porque, pues, uno puede andar por ahí pregonando que todo mundo merece ser feliz, pero del dicho al hecho hay mucho trecho, como dice el dicho, camarón que se duerme, se lo lleva la corriente, como a los de mi maruchan, y no basta que le digas a alguien "hey, tú, deja de estarte quejando de la vida y sé feliz, ¡te lo ordeno!". pensar así sería una soberana estupidez. porque la felicidad, como todas las demás emociones humanas, es un estado transitorio del alma, que va y que viene, a veces sin orden ni método específico, un día puedes amanecer feliz, dirías que por los sueños que tuviste mientras dormías, pero y si no te acuerdas de lo que soñaste, te buscas una razón, dices que será porque presientes que te irá bien ese día, o cualquier otra burrada que se te ocurre, el caso es fingir que no amaneciste feliz nada más porque sí, porque ya te tocaba dejar atrás la tristeza y unirte al grupo de gente que cree que la vida es una enorme aventura.
yo, por mi parte, no considero que la vida sea una enorme aventura, sino una serie de aventurillas diminutas que se suceden unas a otras. no me considero optimista, pero tampoco del todo pesimista (soy realistas, según), y si un día amanezco feliz (no, hoy no me pasó, pero estuve cerca) sin razón alguna, no buscaré explicármelo, y dejaré que todo salga como tenga que salir, porque en ocasiones pasan cosas que no esperabas, y si uno vive una vida ordenada, metódica, sistemática, el menor desvarío de un engrane te saca de funcionamiento. por eso mi vida no se alteró en lo absoluto cuando valery, la muchachita de prepa que el otro día me sacó la lengua sin siquiera conocerme (gesto muy desconsiderado porque yo no supe si era a mí o a alguien que tenía atrás), y la cual me echa unas miradas que llegan a intimidarme, se cruzó en mi camino el otro día, respiró hondo, como para tragarse los nervios y no pensar en qué iba a decir, y luchando contra la tentación de desviarse hacia otro lado y dejarme pasar, me abordó, se presentó, me preguntó qué estudio, en que semestre voy, y se admiró de mis perforaciones. me pareció un gesto aplaudible, no me molestó, en lo absoluto, y no es por querer parecer un galán cotizado en la escuela, sino que, para qué nos hacemos tontos, ella está de alguna manera interesada en mí, y yo ya me había dado cuenta desde que entré a la escuela.
sin embargo, y aclarando el título de este post, que se alarga sin control y sin consideración de los lectores que acaso llegaran a posar sus ojos en él, desde mi primer fracaso amoroso, hace ya bastantes años, una sombra amenazante me nubla la cabeza y me hace desconfiar, por muchas razones, del amor. después de aquella amarga experiencia, he tenido alrededor de cinco oportunidades concretas de dejarme envolver por las imponentes garras del amor una vez más, pero, a la hora de la hora, cuando las cosas están en el punto en el que, si damos un paso más, será imposible dar marcha atrás, yo doy marcha atrás, y me retiro como si nada hubiera pasado.
es por eso que, después de llevar meses pregonando frases como "el amor es una mierda", "love is a dog from hell" y "el amor es un sentimiento contra-natura", hoy traslado eso a un objeto material con más o menos el mismo mensaje ("love sucks big time"): una pulsera negra y rosa, con un conejo sonriente, patrocinada por la conductora de la caja tv. a ver si así el amor me declara la guerra y me manda a alguien de una buena vez, para callarme la boca y hacerme quitar mi nuevo accesorio estilístico. mientras tanto... ah, ya se me fueron las ideas.
sí, sé que es un post pobre, pero no hay remedio. mi inspiración la ocupan mis nuevos cuentos, los cuales espero publicar en cuanto los termine, para que este blog vuelva a tener sentido y uso práctico...
(p.d.: estuve a punto de borrar todo el post, porque me parece largo, aburrido y sin sentido, pero en fin... por algo a uno se le ocurren las cosas)
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