
Ante la insistencia de su hijo por esperar despierto a Santa, decidió que al día seguiente le pediría a su compadre un frasquito de esas píldoras milagrosas que hacían a los niños dormir como angelitos toda la noche. Son una maravilla, compadre, le decía, el chamaco se las toma y casi casi se nos cae dormido en ese mismo rato. Saúl pensaba que no tenía que darse por vencido así como así; después de todo, era su primer hijo, alguna forma había de haber para que Quique se quedara dormido sin tener que drogarlo. Para empezar, descartaba las amenazas, al niño lo que menos le importaba era obedecer, se había portado bien todo el año, y si Santa decidía mejor no llevarle los regalos porque no se había querido dormir para esperarlo... bueno, no iba él a dar una vuelta hasta acá desde el polo norte para nada, ¿o sí?
Le subió el volumen a la tele, después de haberlo arropado y de hacerlo prometer que se iba a dormir, para dejar de pensar en eso. Qué pasó, le preguntó Diana, y Saúl contestó, Nada, que no pienso tener otro hijo; no si sale como este. Ay, no digas barbaridades. Estaba viendo el resumen de noticias del día, el incendio de la fábrica por la mañana, la emocionante persecución policiaca por la tarde, el reportaje de los niños que no recibirían regalo esta navidad, Al menos ellos no se ponen tercos en esperar a Santa toda la noche. La mano de Diana en sus genitales evitó que el coraje de Saúl creciera más. El suave masaje, sobra decirlo, lo relajó tanto que ya no le puso atención a los resultados de la encuesta, ni a la entrevista con el procurador: al diablo el mundo. Apagó la tele, tomó con fuerza la mano de Diana, y estaba dispuesto a echársele encima cuando su Quique apareció en el marco de la puerta, arrastrando la cobija, con los ojos entrecerrados. Papá, ¿a qué hora llega Santa?
Lo tranquilizó su mujer, Yo voy, yo voy, no te preocupes, pero Saúl no se iba a dejar vencer por un escuincle, No, no, tú acuéstate y ponte cómoda, le dijo, mientras le guiñaba un ojo con una sonrisa pícara. Tomó al niño en sus brazos y se lo llevó a la cama. Quique no quería verlo, porque sabía que Santa era invisible para los niños, sólo quería saber si había llegado o no, y a qué hora, Ya se está tardando, papá, le dijo con una voz tan tierna que Saúl no pudo evitar olvidar el enfado. Sí mijo, pero mira, tiene que ir por todas las casas, son muchas, no jodas. El niño, al parecer satisfecho, se envolvió en las cobijas y le dijo a su papá, de la forma más impersonal que la hubiera escuchado jamás, Te quiero.
En la habitación, Diana se había cambiado y se había puesto el camisón de encaje negro que Saúl le había regalado en su aniversario y un gorrito navideño. Antes de que se echara un clavado en la cama, Diana le recordó que cerrara la puerta. Saúl la empujó con el pie y se metió en las cobijas, Ponle seguro, le dijo ella, Para qué, ya se durmió Quique, le contestó él. No sabía dónde poner las manos. Le gustaban las fechas especiales (navidad, halloween, el diez de mayo) porque su mujer se entusiasmaba y se volvía muy ingeniosa en la cama, Lo que hace la tele, se decía, agradeciendo la inspiración a las amas de casa para mantener contentos a los maridos, como debe de ser. ¿Te portaste bien este año, Saúl?, le preguntaba Diana, y Saúl, con la voz temblorosa, le decía, No, me porte mal, muy mal.
De pronto Diana se detuvo, cuando le estaba sacando la camisa a Saúl, con cara de espantada, y se quitó el gorro. Te dije que le echaras el seguro. Quique los observaba, más dormido que despierto, desde el marco de la puerta. ¿Ya casi llega, papá? Saúl se volvió a poner la camisa y se levantó de la cama mentando madres. Agarró al niño, se podría decir que con violencia, y lo llevó de vuelta a la cama. Orita llega, vas a ver si no, le dijo Saúl, pero en cuando escuches que llegue te duermes, ¿eh? Su hijo le prometió que sí, y se abrazó de su oso de peluche, sin percatarse del extremo coraje de su padre.
Qué vas a hacer, le preguntaba su esposa, mientras Saúl revolvía las cajas del armario maldiciendo la navidad. Ya verás, tú ve poniendo los regalos, pero que no te vea Quique. En el fondo de un baúl viejo, Saúl encontró una campana oxidada y mugrosa, que había usado hace años en una pastorela de su trabajo. Con una sonrisa triunfante en el rostro, salió al patio y colocó la escalera. Recordó que había que arreglar el tejado. Ba'h, el año que entra lo arreglo, se dijo, mientras subía con cuidado los peldaños mojados por la fría brisa de la noche. A ver si así se duerme el condenado chamaco, murmuraba, haciendo un mapa de la casa en la mente para ir a caminar al techo de su recámara. Lo cual era absurdo, siendo esa una casa sin chimenea, para qué carajos iba a querer Santa irse a trepar al techo, pero no pensó en eso, sino en la malvada santa con baby doll que lo esperaba en la cama.
Azotó con sus pasos el techo de Quique, mientras hacía sonar la campana con fuerza y gritaba, Jo jo jo, feliz navidad Quique, pórtate bien, jo jo jo, ya duérmete que ya llegue, jo jo jo. Y andaba de un lado al otro, divertidísimo, mientras Diana lo observaba desde abajo, sonriendo como boba. Está de la chingada el techo, pensaba, mientras caminaba a tropezones entre las tejas rotas, húmedas e inclinadas. Demasiado inclinadas, porque bastó que el tacón de la bota se atorara con una de las tejas, para que Saúl se fuera de rodillas hacia el borde del techo, y, ya sin poder detenerse de ningún lado, de cabeza hasta el suelo, estrellándose muy cerca de los pies de su mujer, quien vio cómo el cuello de Saúl se doblaba hasta quebrarse, y luego el resto del cuerpo le caía encima, y quedaba todo lo que había sido Saúl tendido en el pasto mojado, con los ojos, sin brillo, abiertos del susto; de la boca le corría un delgado hilo de sangre.
Ante los gritos de su mamá, Quique salió corriendo de la casa por la puerta del patio, se detuvo detrás de Diana y cuando ella vino corriendo a abrazarlo, llorando, tratando de taparle los ojos, el niño, sorprendido, murmuró, Entonces, ¿mi papá era Santa? Diana, llorando, le dijo, Sí mi amor, tu papi era Santa. Quique pensó un rato, mientras observaba el cuerpo inerte de su padre tendido en el suelo, y sentenció, Menos mal que alcanzó a dejarme los regalos.
(FIN)
Yeah, bastante predecible según yo pero muy bueno. Es original y tiene buen ritmo, hasta llegar al final
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