
No sé qué me empujó a ver tus fotos, todas. Curiosidad, supongo. Después de tantos años, de tanta gente, de tantas experiencias... Imaginar, o pensar, que queda algo de aquella jovencita tierna y encantadora que me cautivó, es absurdo. De verdad me cautivaste. Yo no sabía qué cosas iban a pasar después, no me estaba engañando ni te estaba engañando a ti, sólo estaba viviendo lo que en aquel momento quería vivir, es todo.
No sé si seas feliz. No puedo juzgar algo así por el tamaño de tu sonrisa. La verdad es que espero que sí. Y otra verdad es que me da una tristeza enorme que te hayas convertido en lo que eres. No te juzgo, no estoy diciendo que seas una mala persona, es nada más mi punto de vista. Quizá tu marido es feliz. A mí me da tristeza. ¿Por qué? Bueno, pues porque me preocupaba tu bienestar. Porque de entre todas las personas que han influido en lo que ahora soy, tú jugaste un papel fundamental. Enamorar a un chavito idealista, romántico, estúpido, obsesivo...
No te conocí. Nunca. Creí conocerte, pero me engañaba. Tu ternura me cubría los ojos con un velo que filtraba todo lo malo que había en ti y me otorgaba la imagen de una persona sublime, a la cual yo no merecía. Y me esforcé por ser mejor. Pero por ser mejor según mi concepción de la realidad. Ahora entiendo que no habría podido aguantar tu ritmo. Las fiestas, la banda, la socialización, todas esas cosas que me dan hueva y que tú no habrías cambiado por mí. Que bueno que me mandaste al carajo. Que bueno que por no enojar a tu novio ignorabas mis llamadas, y mis correos, y mi ser. Que bueno que hiciste como si yo hubiese desaparecido del mundo. Digo que bueno, y lo raro es que al mismo tiempo me da tristeza, porque yo siempre quise lo mejor para ti.
Ojalá seas muy feliz. Y ojalá que permanezcas en un bonito recuerdo, nada más.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¡Gracias por tus comentarios!