18/6/07

Ha sido un año



No me puedo quejar. Ha sido un año duro y generoso al mismo tiempo. Ha sido un año de aventuras, de enfrentar temores mucho tiempo evadidos, algunos superados y otros vueltos a evadir. Han habido angustias, limitaciones, emergencias, en las que, de no ser por nuestros incondicionales salvadores (T., R., y nuestras familias), nos hubiésemos quebrado al inicio de la jornada. Gracias a ellos pudimos continuar luchando, haciendo un esfuerzo más cada día para mantenernos a flote.
Nuestro primer hogar fue la casa de la colonia Del Valle, dos días en cuarto propio, el resto, ocultos detrás de un sofá en la sala, debajo de la ventana, protegidos por la oscuridad. Fue divertido, mientras conocía otra ciudad, iba conociendo un nuevo tipo de amor, que al principio, incluso a estas alturas, me fue difícil aceptar, y veía como algo pasajero, algo difuso, volátil. Casi no nos conocíamos, además, el miedo a enfrentarme a la realidad suspendida en nuestro puerto natal me hacía frenarme. Lo primero que conocí fue Coyoacán, donde, mientras caminábamos por la placita, un vago se nos acercó y nos intentó vender un churro por cualquier moneda que trajéramos. Por obvias razones, me negué.
Conocí Teotihuacán, Xochimilco, el paseo de la Reforma, la Zona Rosa, y el Sistema de Transporte Colectivo Metropolitano, que en aquellos días me pareció maravilloso. La Ciudad nos recibió con lluvias frecuentes y climas variados. Por las mañanas, cuando salíamos, el sol brillaba en todo su esplendor y por las tardes al regresar, nubarrones grises dejaban caer lluvias torrenciales sobre nosotros. Comprobé que los conductores de micros, la mayoría, sí manejaban como el diablo. Y así, mientras yo iba descubriendo un lugar fascinante por sus contrastes y sus exotismos, se iba fraguando dentro mío un deseo de que aquellas vacaciones, de que la pequeña aventura de antes del inicio de clases, no se terminara jamás, no tanto por la aventura en sí, más bien, por la compañía.
Lloré la noche anterior. Y esa es otra: ha sido un año de lágrimas, donde por fin la tubería por algún motivo se destapó y ahora soy libre para sentirme triste y llorar, si quiero, y si no quiero también, porque las abundantes lágrimas se han vuelto irreprimibles y yo me he vuelto un chillón. Le dije, de repente, y juro que no había planeado nada antes, Hay que quedarnos. Me miró con incredulidad, mientras sostenía mi cara húmeda con sus manos, y como no hubo respuesta de su parte, repetí, Hay que quedarnos. Imposible. No teníamos papeles, ni más dinero, ni dónde quedarnos, ni nada. Y volvimos, con el firme propósito de regresar a la capital en el menor tiempo posible.
Ya de vuelta en nuestro puerto, el amor explotó. De hecho aquella última noche en la casa de la Del Valle, me sostuve a su cuerpo con tal firmeza, que parecía que si me soltaba, me moriría. Fue difícil acostumbrarse otra vez a dormir en una cama para uno, tanto que mejor no nos esforzamos, y me iba a su casa, de clandestino, a recostarnos debajo del guayabo, o en su camita ruidosa y caliente, protegidos del calor con un raquítico ventilador. Fueron días buenos, los recuerdo con mucha nostalgia. Nos pasábamos el tiempo planeando, juntando dinero, reuniendo fondos que hubiera de otros lados, no nada más para los pasajes, sino para todo lo que necesitaríamos acá. En ocasiones me daba la impresión de que sería una labor imposible, pero la seguridad que me brindaba su amor me hacían permanecer firme, no retroceder ni un paso.
Las ideas revolucionarias, otro de los motivos por los que viajamos al Distrito Federal -para participar en la marcha multitudinaria de la Otra Campaña-, se han ido evaporando en el aire, no por la falta de convicción, pues estamos en sabotaje permanente al capitalismo -sin cocacola, sin macdonalds o burguer king, y sobre todo, sin televisa, ni televisión-, y siempre que nuestros recursos lo permiten, compramos el Machete, y nos informamos del desarrollo de la revolución. Pero, ay, si nos quedara algo de tiempo libre, si el dinero no fuera tan obligatorio, y si el trabajo diera más... Aunque confío que, llegado el momento, regresaremos al activismo social, eso ni dudarlo.
Ha sido un año de éxitos y fracasos, de gente nueva y de nuevos lugares, de pasar hambres y darnos pequeños lujos una que otra vez. Pero sobre todo, de forjar muchos planes, los cuales, después de este año, ya no los veo tan irrealizables. Y el siguiente año, ese pinta mejor: con escuela, más actividad, madrugar todos los días, más cansancio, más estrés, más aprendizaje, y con un poco de suerte, una o dos deudas menos, si nos aplicamos. Lo bueno es que no perdemos el rumbo. Y que el amor no se detiene, sigue, se mantiene, y no sólo eso, sino que crece, se expande, se afirma junto con nosotros.
A todos los que hicieron posible este año maravilloso, con sus ayudas directas o apoyos simbólicos, morales o monetarios, de todo corazón: Gracias. Y vamos por el siguiente.

(Dedicado a F.B.C., por el tiempo y el amor compartidos)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¡Gracias por tus comentarios!