
Su enorme tamaño, sus ojos penetrantes, sus entradas pronunciadas y sus pantalones ajustados de inmediato llaman la atención de Carlos. No consigue evitar no mirarlo, y no lo mira como lo miraría cualquiera, con un aire de curiosidad, de timidez, no, hace evidente su mirada de deseo, de lujuria, de pasión. La librería está vacía. Qué hace aquel ser descomunal, perfumado, vestido con un suéter negro abierto en el pecho velludo y un pantalón vaquero azul marino apretándole los testículos, los cuales, a juzgar por el bulto, han de ser gigantescos. No, no lo va a dejar pasar, pocos como este vienen a la librería, y ahora que hay oportunidad, hay que aprovecharla. Su jefe ha salido a comer, que vuelve en media hora, y los clientes, esos han estado ausentes todo el día. La mejor parte, la señal de arranque, es la mirada coqueta que le echa el tipo, arqueándole las cejas, dibujando una sonrisita dulce que desentona con su rudo físico.
Carlos sale de detrás del mostrador, con unos libros en la mano, y se dirije a un estante cercano al sujeto grande para acomodarlos, sin importarle que no vayan ahí, luego los pondrá en su lugar. Se tarda un poco, siguen con el jueguito de las miradas, se agacha y se pone de pie, el sujeto se acerca, como si nada, le pasa por detrás y Carlos siente en sus nalgas el roce de su mano. Se detiene ahí, a unos cuantos pasos, ambos confirman lo que quieren, lo que buscan, así que Carlos camina, volteándolo a ver, hacia el fondo del local, el tipo este, grandísimo, peludo, mucho mayor que él sin ser viejo, lo sigue disimulando, aunque no entran en la tienda, pasa gente por la calle, y la verdad no quiere que nadie lo vea ahí. Llega hasta Carlos, quien abre la puerta del armario de empleados, mirándolo a los ojos, mordiéndose un labio, y el fulano se acerca más, Carlos le abre paso, huele su perfume, y cierra la puerta detrás.
La oscuridad los envuelve. No logran ver nada, pero sustituyen los ojos con las manos. El tipo se desabrocha el suéter, Carlos le ayuda a desabotonarse el pantalón, ya puede sentir la erección, saca su miembro, retorcido hacia la derecha, y lo acaricia, mientras el otro sujeto lo abraza, le baja el pantalón, acaricia sus nalgas. Carlos desciende, se pone de rodillas y comienza a mamar, el otro gime, a Carlos le gusta aquello, está muy bien proporcionado, trata de metérsela toda en la garganta, el tipo le empuja la cabeza, sin decir una palabra, luego lo detiene, no quiere eyacular tan rápido, lo hace ponerse en pie y lo guía hacia sus pezones, los cuales son besados, lamidos y mordidos por la lengua experta de Carlos. La respiración del fulano se acelera en medio de aquella oscuridad. Saca algo de la bolsa de su suéter, tira la envoltura y se lo pone él mismo. Pone a Carlos de espaldas a él, escupe en su mano y embarra el ano del muchacho con la saliva. Lo penetra sin previo aviso, introduciéndose de prisa y con fuerza. A Carlos le duele un poco, pero está tan excitado que ni dice nada. El fulano lo empuja con la cadera, mientras que con las manos lo toma de los hombros y lo jala hacia él, haciendo la penetración violenta y deliciosa. Intenta estimular el pene de Carlos, quien ni siquiera tiene una erección bien hecha, y al darse cuenta de esto, lo suelta. En menos de tres minutos el sujeto termina conteniendo sus gemidos, apenas se escuchan, Carlos está ya erecto, pero eso al sujeto no le importa.
Retira su pene, quita el condón y lo deja por ahí tirado, saca un pedazo de papel higiénico de su bolsa y se limpia las manos. Se abrocha el suéter y los pantalones, suspira, y abre la puerta, saliendo y volviéndola a cerrar detrás de sí, dejando a Carlos todavía medio desnudo, solo en la oscuridad, con la respiración agitada y el culo húmedo. Ni siquiera le ha dicho su nombre. De hecho, no cruzaron una sola palabra. Se da cuenta que ha sido utilizado, que aquel sujeto jamás volverá a la librería, que no le importaba él, sino encontrar sexo rápido, con un chamaco y gratis. Sonríe, y piensa en lo excitante que es el sexo así, casual e impersonal. Toma unas servilletas, se limpia, envuelve el condón juntándolo del suelo y lo echa al bote de basura. Luego sale del cuarto y ve que la librería está vacía. En efecto, el sujeto se ha ido. Vuelve a sonreír, Qué bien, piensa, fui usado.
(FIN)
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