2/4/06

Porque te quiero



Tú no eres como los maridos tradicionales, yo te conozco. Aunque digas que no. Sé qué ropa interior te gusta usar –esos boxers entallados se te ven divinos–, sé que Cuauhtémoc Blanco es tu ídolo, y sé también que odias a tu padre con una rabia descomunal. Sé que, algunas veces, sueñas conmigo, porque entre tus potentes ronquidos se te escapa mi nombre como un murmullo, Ofelia, Ofelia… Jamás nadie ha pronunciado mi nombre tan bonito como tú cuando duermes, y las veces que te he escuchado, no he podido pegar los ojos en toda la noche. Mi comadre dice que han de ser tus ronquidos, pero ella no sabe, no, qué va a saber, como tú dices, es una pendeja chismolera, y yo sé muy bien que me tiene envidia, no ves que el otro día me preguntó que cuándo iba a dejarte, así, Cuándo vas a dejar a tu marido… Sí, me tiene envidia… Por ti. Sí, por ti, y por lo mucho que me quieres.
Comprendo que te enfades tanto. He leído, ¿sabes? Aunque ya sé que a ti no te gusta, pero no lo hago por contradecirte, mi rey, ¿cómo se te ocurre? No, leo para ayudarte. Aunque no creo mucho de lo que dicen los libros, no sé, como que leer me hace pensar, y sé que dices que nada más los pendejos piensan, ¿será que soy una pendeja? Pues no sé, pero he pensado que no es que te creas superior a mí, sino que no sabes cómo acercarte. Y es que tuviste una infancia tan dura…con ese papá que te tocó, pobrecito, vieras cómo trata a sus demás nietos, bien retebonito, nomás a nuestros hijos los desprecia, pinche viejo, tienes razón, te odia porque… pues, ¿por qué te odiará? En fin, así que no te apures, chiquito, yo sé que me adoras… aunque nunca me lo digas, por culpa de tu papá.
Tienes toda la razón al decirme que parezco pendeja. Ay, y es que me vieras… Hay veces que me quedo durante horas esperando frente a la ventana, muerta de la preocupación. Incluso cuando sé que todavía no llegarás, como ahorita, volteo de vez en cuando a ver si me topo con tus pasos tambaleantes y tu rostro invadido por la abundante barba que me vuelve loca, y nomás de imaginarme tus besos rudos, tus brazos fuertes, tu aliento amargo… Nunca me ha gustado la cerveza, lo sabes, a menos que esté impregnando tus labios y tu lengua. También sé que te fascina que te espere acostada en la cama, semidesnuda y perfumada (sé que fue broma cuando me dijiste que parecía una puta), aunque nunca digas nada y me cojas así, con violencia, con cachetadas, golpes, jalándome el pelo, te comprendo. Así me demuestras que me amas.
Y hay algo más que tú no sabes. No te digo porque sé que no lo entenderías. Pero es que yo sólo quiero darte lo que tú quieres recibir, nada más. Quiero hacerte feliz, cueste lo que cueste. Al principio no se me hubiera ocurrido. De hecho, me daba un poco de miedo pensarlo. Creí que estaría enferma o algo así. Pero hoy comprendo que no, que es sólo amor. Es que… en ocasiones yo te provoco. Para que me pegues. Sí, cuando no llegas borracho y te vas directo al sillón, sin voltearme a ver, ni dirigirme la palabra, pues te empiezo a hacer preguntas. Sé que no te gusta, pero sólo así puedo hacerte reaccionar. Sólo así logra atraer tus ojos hacia mí, y tu voz, aunque grite palabrotas, y tus manos, aunque sean agudos golpes… Pero lo hago porque te quiero.

(FIN)

4 comentarios:

  1. Estremecedoramente triste y real...

    ResponderBorrar
  2. hay...
    me llego, nene...

    como me llega tu distancia
    tu ausencia

    pero tu vivir
    tu felicidad
    y tu ser..
    también

    Abrazo y buena vibra!

    ResponderBorrar
  3. Conozco muchas casos así.

    qivgqu

    ResponderBorrar

¡Gracias por tus comentarios!