(de la serie "Carnaval")
No es la primera vez que le tiemblan de ese modo las manos, como si el patético frío del puerto fuera insoportable, las articulaciones parecen fuera de control, agitándose con espasmos terribles, presagios de otros temblores que no van a tardar en manifestarse, en la nuca, en el párpado izquierdo, en las rodillas, así que Valentín se levanta de la incómoda banca del malecón, aparta la vista del deprimente atardecer y se une a la larga y amorfa hilera de personas que se dirigen al paseo Olas Altas, donde se conglomeran para festejar los excesos de la carne con absurdas excusas espirituales, tanto marítimas como eólicas, al menos la de Valentín, cree él, es mucho más válida.
Ha decidido caminar, por lo que cuando al fin llega a las rejas que delimitan el área carnavalesca, las estrellas ya han hecho acto de presencia en el despejado cielo, y el viento helado se ha intensificado. La caminata disminuyó las contracciones de su mano, pero no lo suficiente como para mostrar firmeza al entregar el billete a la taquillera y recibir de vuelta el insípido boleto, la muchacha, joven y entusiasta, no puede evitar una sonrisa y un consejo ya inútil a estas alturas, Debió traer un suéter o algo, Valentín también sonríe, Sí, verdad, y se aleja de ella, pensando que no tiene ni idea de lo que dice, el frío este no espanta a nadie, la ansiedad es la que me está matando, pero pronto acabará, cada paso que doy me acerca más al alivio, a la recompensa bien merecida. Delante de él, hay una fila de hombres perfumados, las ropas reflejan el lujo y la limpieza inmaculada, las marcas exhibidas de zapatos, relojes, cadenas y anillos demuestran el alcance de su economía, la mirada de los policías, sumisa y esperanzada, deja en claro la influencia que ejercen aquellos personajes, que pasan sin que nadie les ponga una mano encima, al contrario de Valentín, que fue sometido a una acalorada inspección por parte de un oficial que tocó más de lo necesario, para el gusto de nuestro protagonista.
La firmeza de sus pasos y se mirada hacían notar que Valentín ya sabía a dónde dirigirse. En una acera dispuesta para comerciantes ambulantes, dos modestos jóvenes de apariencia hippie vendían sus artículos exóticos a los maravillados turistas. Uno de ellos, de larga cabellera ondulada, con una bolsa de tela estampada con una hoja de cannabis, reconoció a Valentín, y lo saludó presentándolo a su compañero, Mira, este es Valentín, del que te conté ayer, le dijo, aprovechando que sólo había mirones curiosos y no potenciales compradores, Ah, mucho gusto, Gilberto, contestó, Vienes por esa madre, Sí, Vente. Valentín se despidió del otro sujeto y siguió de cerca a Gilberto, quien lo condujo fuera del límite de festividad hacia las retorcidas calles del Centro Histórico. Llegaron por fin a un local cerrado y entraron gracias a la llave de su guía, Así que tienes un año sin quemar hierba, hermano, Sí, Y querías festejar, Me lo merezco, A huevo que lo mereces, cáele. Se adentraron en los pasillos oscuros del local hasta llegar a un patio interior repleto de gente, con música de reggae y una fogata en el centro. Gilberto se acercó a la grabadora y bajó el volumen, pidiendo el silencio y la atención de los presentes.
-Hermanos, les presento a Valentín, un compa mío que hoy cumple un año sin meterse mota y, para festejar, quiere ponerse bien grifote. ¡Échenle una manita!
Todos aplaudieron, silbaron y extendieron hacia Valentín los churros que algunos llevaban en la mano al tiempo que coreaban "¡Salud!". Gilberto se despidió anunciando que los esperaran a eso de las 4 de la mañana, y presentó a Valentín, quien ya no podía reprimir las ganas con la nariz expuesta a aquel humo que tanto le gustaba, a un grupo de jovencitos tan hippies como él mismo, que de inmediato le hicieron llegar la mariguana.
Antes de que se llevara el cigarro a la boca, alguien lo sorprendió con una palmada en la espalda. Al girarse, un rostro sonriente de ojos rojos lo miraba como si no estuviera mirándolo, Qué hubo Tintín, dónde te metiste tanto tiempo. Valentín reconoció al Poni, lo saludó, Pues ya ves, y fumó. Sus pulmones infestados de humo brincotearon de alegría una vez más. Sácame de la duda, dijo el Poni, mientras Valentín retenía el aire, ¿Dijo el Beto que llevabas un año sin fumar? Valentín suelta una sonora carcajada, escupiendo el humo de forma brusca y empezando a toser. Cuando se calma, responde que Sí, eso dijo, y entonces el Poni recibe el churro y también se carcajea, Pero si fuimos la semana pasada a la fiesta de la Tania y andábamos tan locos como siempre, desde entonces no te veía. Los dos estallan en risas, Valentín toma aire, de vuelta el cigarro a la mano, y, con aire cínico, dice, Pues sí, pero con estas historias embaucas a los pinches hippies y te dan mota gratis, además, sí estoy celebrando que la dejé, pero por una semana. Chale, pinche Tintín, cómo comparas un año con una semana. Valentín llo mira a los ojos mientras fuma. El silencio dura hasta que suelta el humo y le vuelve a pasar el cigarro. Entonces eleva la mirada hacia las estrellas para dar más intensidad a lo que va a decir:
-Mi estimado: un año, un mes, una semana. El tiempo no existe cuando no fumas mota.
Con la mano curada al fin de los temblores, toma el churro que alguien más le pasa, y fuma sonriente y sin culpas.
(FIN)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¡Gracias por tus comentarios!