11/3/06

#4: "Ahí viene la reina" (Domingo)



(De la serie "Carnaval")

Por poco y vomita cuando apareció el rostro de Rosendo en medio de la multitud, sonriente, relajado, se veía tan guapo así. Sus ojos se llenaron de lágrimas, se tambaleó y estuvo a punto de perder el equilibrio, o la voluntad de estar de pie, pero por suerte un paletero que pasaba detrás de ella la detuvo, suerte para Toñito, porque si Margarita cae, el bebé cae desde más alto y con más dolor al impactarse. Jimena y Mariano se quedaron muy quietos cuando su madre empezó a llorar, ya no iba a vomitar ni se iba a caer, pero es que se negaba a creer los chismes de su comadre, tenía que verlo con sus propios ojos, no podía ser que Rosendo la estuviera engañando, a estas alturas, con tres hijos ya, era para que hubiese madurado, por Dios, cómo podía seguir igual que cuando eran novios, igual de mujeriego, de facilote, de golfo, ya es papá, mierda, Margarita no era una mala esposa, un poco alcohólica, sí, pero ese era un hábito recién adquirido, alguna forma debía encontrar para soportar los rumores de infidelidades que la bombardeaban hasta la locura, por eso mismo, en la mañana, cuando Rosendo se bañó muy temprano, se peinó con cuidado, desayunó una barra de granola y un vaso de jugo de naranja, planchó su camisa, su pantalón, se rasuró, se cortó las uñas, se perfumó, Parece que vas al baile, Voy a la oficina, Es domingo, Rosendo, hoy descansas, Hoy no, es carnaval y hay mucho trabajo, no vendré a comer, es más, mejor no me esperes en la noche, ¿estamos? Pero Rosendo, ¿y el desfile? ¿No vas a llevar a los niños? No, no, n’ombre, Magui, voy a andar bien ocupado, y ni se te ocurra ir sola con ellas, con tanta gente hasta se te puede perder un chamaco, mejor los llevo el martes, ¿estamos?

Por eso bebió.

Y ahora, frente a ella, frente a sus hijos, podía contemplar cómo, en efecto, Rosendo la creía una estúpida, y eso era lo que más le dolía, verlo todos los días así, arreglándose con descaro, llegando tarde, diciendo que trabajaba como burro aunque siempre traía la cartera vacía, y Margarita se preguntaba si en serio creía que ella no sospechaba nada, o si nada más no le importaba. El llanto incontrolable se desbordó cuando Rosendo, luego de propinarle un apasionado beso a su joven y bella acompañante, miró hacia donde estaba Margarita, a mitad de la calle, con Toñito en los brazos, Jimena tomada de su mano y Mariano agarrado a su pantalón, y no supo dónde meter la cara, cómo quitar el brazo de la espalda de la mujer con la que estaba, si levantarse e ir hacia su esposa o aparentar que no la había visto. En eso el flujo de gente que avanzaba calle arriba aumentó, vendedores retrasados y turistas desubicados apretaban el paso porque detrás venían las patrullas abriéndole el paso a la caravana de carros alegóricos, y Margarita fue arrastrada por la corriente humana, empujada, pisoteada, en aquel momento se dio cuenta que Mariano ya no la estaba sujetando, cuando por poco se le resbala la mano de Jimena, la acerca a ella y la abraza, pero Mariano no está, Margarita no lo ve, y le grita, Mariano, primero temerosa, el nombre tiembla con la esperanza de que la voz del niño surja de entre aquel tsunami viviente, Aquí estoy, mamá, pero no, sólo escucha gritos entusiastas, aplausos, silbidos, Ahí viene la reina, los fuegos artificiales estallan sobre su cabeza y entonces su temor se convierte en una súbita desesperación, Mariano, Mariano, ¡MARIANO! Pero es como si Mariano se hubiese esfumado, como si la multitud incontenible lo hubiera consumido, y nadie se detenía, cómo, si ahí viene la reina, ya empezó el desfile, abran paso a su majestad, y Mariano no está, Margarita gira la cabeza en todas las direcciones posibles, se pone de puntas, se agacha, grita más fuerte, ¡MARIANO! Toñito ha empezado a llorar, lo han asustado los gritos, tal vez los de la gente, tal vez los de la pobre Margarita que no encuentra a su hijito y nadie se preocupa por ayudarla, ¿no ven que estoy ebria y no puedo buscarlo yo sola? Y de repente comprende que no va a encontrarlo, se arrodilla en el suelo y llora, llora por todo, por su marido infiel, por su alcoholismo incurable, por la juventud perdida, por que Toñito llora, porque Jimena también ha comenzado a llorar sin saber bien la razón, porque la gente no la ve, tal vez se volvió invisible, y llora por Mariano, porque no volverá, porque su padre tenía razón, porque está ebria, porque…

–Señora.

Un policía de tránsito le toca el hombro con brusquedad. Margarita alza la vista, lo mira con los ojos rebosantes de lágrimas creyendo ver en él a su salvador, después de todo no es invisible, tal vez el policía, un hombre heroico, con espíritu de servicio, logre encontrar al pobrecito Mariano, aunque sea como descubrir la aguja en el pajar, pero no tiene dudas, él podrá, la ayudará…

–Hágase a un lado, por favor. Ahí viene la reina.

(FIN)

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