
Apagó el motor del coche y se quedó mirando, no porque fuera fanático de meter su nariz en asuntos ajenos, ni por morbo, en realidad, tenía un presentimiento, algo le decía que aquella mujer cambiaría su vida, estaba seguro, desde el primer momento en que la vio, hace apenas unos segundos, sus lágrimas, su cabello desordenado, su rostro desecho, y el patán que le gritaba en plena cara, era una situación de película, Damián se acercaría ignorando al tipo ese, y le preguntaría a la pobre muchacha si se encontraba bien, tal vez tendría que darle algunos golpes al imbécil machista que la acompañaba, o tal vez tendría que soportar unos duros puñetazos en la cara, uno nunca sabe si el oponente resultará experto en Kung-Fu o no, de cualquier manera, aunque recibiera la paliza, la muchacha apreciaría el gesto, le gritaría al novio y luego consolaría a su héroe fracasado con palabras tiernas y promesas de futuros encuentros. Era el plan perfecto, no podía fallar.
La mano de Damián está lista para abrir la puerta, pero ha decidido esperar un poco más, tal vez la discusión esté por finalizar… Tal parece que no, y Damián, predispuesto a soportar la paliza –el sujeto, viéndolo mejor, parece ser muy agresivo–, baja despacio del coche, guarda sus manos en los bolsillos y empieza a caminar con prudente lentitud, Vete, por favor, vete, y antes de cruzar la calle escucha al sujeto gritándole, Chinga a tu madre, pues, y se aleja apretando el paso y desapareciendo entre el cúmulo de gente que se dirige a la plazuela Machado. Damián va casi en dirección opuesta a todos ellos, por lo que le cuesta un poco de trabajo llegar hasta la mujer que lo dejó cautivado. Oye, estás bien, pero ella no contesta, alza la cara, lo mira escudriñándolo, Qué quieres, Nada, sólo saber si estás bien, Y por qué no habría de estarlo. Damián se recarga contra la pared al lado de ella, mira las caras que desfilan frente a él, todas sonrientes, entusiastas, listas para una noche más de inimaginables excesos, ese sería el momento idóneo para deslindarse de “eso” que le cambiará la vida, decirle, Perdón, no quería molestarte, y largarse, dejando a la grosera pero hermosa mujer para que se seque por sí misma las numerosas lágrimas, y en cambio, otras son las palabras que pronuncia, Te vi pelear con tu novio, Ese pendejo no es mi novio, es un cabrón, como todos los hombres, y sus ojos adquieren ese tinte nostálgico de cuando no sólo dices algo porque sí, sino porque para ti es una verdad absoluta y, además, dolorosa. Damián sonríe, No estoy de acuerdo, no todos somos así. La muchacha lo mira con incredulidad y un poco de enfado, y luego, casi en un murmullo, pero bien audible, Todos dicen lo mismo. Damián vuelve a sonreír, y al desviar un poco la mirada descubre al sujeto que hacía apenas unos minutos le había dicho a la mujer que chingara a su madre, regresando sobre sus pasos, abriéndose camino entre la gente con empujones y groserías, con la vista clavada en él. Mierda, ahí viene mi novio, vete, si te ve conmigo te va a matar, le dice ella, pero Damián, con la sangre hirviendo, aprieta los puños y tensa los músculos, mientras piensa, No que no era tu novio, un valor extraño surge de su interior y lo dispone para cualquier cosa. La mujer se da vuelta y lo empuja cuando el novio ya está a unos pocos metros de ellos, Vete, chingado, ¿no entiendes? ¡Te matará! Damián hace caso omiso, de hecho no la escucha, el novio, más alto, rostro cuadrado, ojos furibundos, labios delgados, pelo brillante y ondulado, traje fino, zapatos lustrosos, perfume caro, se planta frente a él, la mujer se aparta, más bien corre, huye de ahí, dejándolos solos en medio de todas aquellas personas que no terminan de pasar y no se fijan en ellos, y Damián, con el miedo paralizándole los músculos ahora que no hay mujer hermosa para impresionar, comprende al fin las advertencias de ella, cuando el novio le muestra el cañón alargado de un arma con silenciador asomándose por su saco, y en un rudo abrazo lo acerca a él, Damián siente el arma, Órale, cabrón, a ver si así te vueles a meter con mi vieja.
Uno. Dos. Tres. Cuatro.
Cuatro balas, rápidas y silenciosas, penetran en el abdomen y en el pecho de Damián, mientras el novio, muy tranquilo, se incorpora a la multitud alisándose el saco, y se pierde en busca de la que escapó.
Pasará un buen rato antes de que alguna de aquellas personas, nubladas sus mentes por la fiesta frente a ellos, se percate del cuerpo de Damián, tirado junto a la pared, ahí, a la luz de los faroles amarillentos, tal vez alguien tenga que resbalarse con su sangre en la banqueta para que lo descubran, desangrándose hasta la muerte mientras piensa, Ni siquiera me dijo su nombre, ni siquiera vio cómo me mataban… Carajo, así no pasa en las películas.
(FIN)
oye men! (saludos! Je'h!)no será: "así no -pasa- en las películas"¡?
ResponderBorrarbueno, como sea...
Molotov estará por estas tierras en unas dos semanas, en el hipódromo, y gratis. Lo disfrutaré por vos. ;)
déjeme decirle que pronto será mi exposición de fotos, como ya sabes lo que quiero es que la gente lo vea... pero todavía no sé la fecha... sólo sé que pronto (sigh!)
De nuevo saludos! y que te vaya bien.