
no es como era antes. mi memoria nunca ha sido de fiar, pero mi padre es un gran aficionado a dejar registros de cuanta reunión familiar se atraviesa en vhs, así que, a lo largo de los años, he tenido la oportunidad de refrescar mis recuerdos por medio de los muchas veces embarazosos videos. y he visto en ellos que en años anteriores, las fiestas del día 31 de diciembre en casa de mi abuela eran mucho más fiestas.
he visto en esos videos, donde yo tengo 10, 11 ó 12 años, que mis tíos se pasan la noche bailando en la sala de la casa, que por única ocasión al año es acondicionada como pista de baile, en un estado de intoxicación etílica que no podría ser calificada como alarmante, sino más bien como divertida. por desgracia en aquellos tiempos yo no tenía edad para beber, así que me la pasaba echado en un sillón, al principio riéndome por las ocurrencias de aquella bola de borrachos, pero ya pasadas las tres de la mañana bostezando cada cinco segundos. mis primos y mis hermanos eran unos mocosos, después del abrazo tradicional a las 12 de la noche no pasaban más de 30 minutos antes de que todos estuvieran distribuidos en las camas de la casa, durmiendo como angelitos a pesar del escándalo de los mayores que muchas veces se prolongaba hasta el amanecer, y no había necesidad de dormir entre la cena del 31 y el desayuno del 1ro., que siempre es menudo. mis cinco tías bastaban para amenizar la fiesta, mi abuela se les sumaba, todavía joven y capaz de bailar la noche entera con una botella en la mano y otra en la cabeza. además, a lo largo de la velada, vecinos, parientes no tan cercanos, amigos y enemigos de la familia, acudían a pasar un rato en la casa, inyectando así nueva frescura a la celebración. todos se sentían jóvenes, con un enorme futuro por delante, pues el presente lucía como si jamás fuera a perder su brillo.
pero basta rememorar la velada de este año para darse cuenta de que el presente se ha venido opacando. se notó desde navidad: los niños, ya no tan niños, no recibieron tantos regalos como estaban acostumbrados. de los videojuegos, los tennis de marca, las sudaderas oficiales de las pumas, los muñecos y muñecas más solicitados, pasaron a recibir chanclas de un dólar (un par por cabeza) y playeras casi idénticas, una para cada uno, que se diferenciaban por el color. ¿los adultos? tuvimos suerte si logramos abrir un sólo regalo, que por lo general era de los papás o los respectivos(as) esposos (as).
volviendo a la fiesta de año nuevo, esta vez tuvimos que contar los tamales, y cooperar, tú traes las sodas, tú los frijoles, tú el ceviche, tú el pastel de atún, tú los desechables. las dos botellas de tequila ni siquiera se terminaron (a pesar de que contribuí lo mejor que pude a extinguirlas), porque después de tantas vidas destruidas en la familia por culpa del alcohol ya nadie bebe como solíamos hacerlo antes. cada quien cenó cuando le llegó el hambre, los relojes no fueron sincronizados e hicimos la cuenta regresiva dos veces porque no nos poníamos de acuerdo, y ni siquiera el reggaetón llamó a todos a la pista de baile, que esta vez terminó luciendo casi tan limpia que como al principio de la noche. los niños, que antes brincoteaban por toda la casa de las 9 a las 12, se encerraron en el cuarto de la tv para jugar mario kart y fifa street hasta las 4am, hora en la que los tres adultos que todavía quedaban en la casa se encontraban acostados en un sillón de la sala, dormitando y viendo bailar a mi prima de 7 años como toda una rockstar canciones de la cuca, caifanes y moderatto con belinda. mi abuela bailó cinco minutos con mi primo de 4 años, y le empezó a doler la rodilla.
en definitiva, ya nada es como antes. los años nos están llegando, la situación económica es cada vez más difícil ahora que los niños crecen y empiezan a ir a la secundaria, y eso no quiere decir que los primitos dejen de llegar: este año nacieron dos nuevas. además, los juguetes para grandes son más caros que los juguetes para chicos, los tennis, los balones originales, los discos de gamecube, y los niños grandes son cada vez más que los niños chicos. es difícil mantener a la familia reunida toda la noche, porque los que no están en otra ciudad tratando de vivir mejor, ya se han olvidado de nosotros o descubrieron que en otras casas se come mejor y se bebe más. y mi abuela pegó como cinco pirámides de monedas en la puerta para que el dinero nunca le falte a ninguno de sus hijos este año que comienza. con los años, los rencores se acumulan, el dinero rinde menos y el entusiasmo decae. las esperanzas son como castillos de naipes. la familia, antes joven, unida, llena de vida, se va desmoronando año tras año... de verdad que me da bastante tristeza.
"ojalá que llueva café en el campo..."
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