he tenido que recurrir al auxilio del mundo exterior para sacarme del abrumador agujero en el que resbalé. pero hasta el momento, nadie ha acudido a mi rescate, será por mis gritos mudos, inaudibles, que se diluyen cada noche en la frecuencia del radio perpetuo que se mantiene encendido para arrullarme e inspirarme las pesadillas de cada noche, que se pierde en el taxi cuando voy cada mañana al centro, que se queda en el salón de clases, entre las butacas, oxidándose y luchando desesperado porque alguien, quien sea, lo escuche. pero, ¿y si alguien lo escuchara? nada pasaría, yo diría: "ese grito no es mío", y me mordería los labios para aguantar la tristeza del aislamiento.
es que este maldito cuerpo, repleto de apariencias que no logro concretar, cubierto por una barrera de piel que me separa de las demás personas como una gruesa armadura de hierro, una coraza impenetrable que no permite el paso a nadie, y detrás de la máscara exterior, hay otra, y luego otra y otra más, y a veces no sé ni cuál es mi verdadero rostro. sólo unos pocos (algunos que están en la otra punta del país) han conseguido penetrar la columna de hierro por un pequeño orificio, y sólo una persona de entre todas las que he conocido pudo por fin desarmarme y dejarme desnudo. cuando se fue, la humillación, el frío, la exhibición fueron insoportables, y decidí equiparme de nuevo mi armadura, y cubrirme aún más. pero ya es demasiado pesada, y yo solo no consigo quitármela, y me da miedo que se me haya quedado pegada a la piel, y que la tenga que cargar conmigo para siempre.
hoy estaba hambriento, y fui al restaurante de comida china del otro día. la mesera se había agarrado el pelo en una cola de caballo, y llevaba un chaleco tinto y pantalón negro. no supe a dónde se fue todo el encanto que vi en ella el otro día. quizá se escapó ante su frialdad, ante su "buenas tardes" seco y de compromiso, ante su escasez de sonrisas, ante sus numerosos amigos, clientes ya habituales, y sobre todo, ante su falta de memoria, o su indiferencia preconcebida. uno no puede andar enamorándose y desenamorándose así como así, pero es que ya hace tanto tiempo que no busco el amor, que ahora él no se preocupa por buscarme a mí, ni por dejarse encontrar. a veces (sólo a veces), yo mismo me doy pena, porque si no, ¿quién más se compadecería de mí? pero ya basta... parezco un adolescente en crisis depresiva escribiendo en busca de algo de comprensión innecesaria... ¿no me habré convertido en uno ya? ¿no será mi camino un retroceso, un ciclo interminable ondulatorio que sube y baja sin descanso...? auch...
será sólo que faltan siete días para mi decimonoveno cumpleaños. será el sereno.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¡Gracias por tus comentarios!