27/10/05

tulipanes

tulipanes

Se sentía perdido en medio de un inmenso desierto de luz. El resplandor blanco lo cubría todo, parecía atravesar su cuerpo y envolverlo en un manto de calma y tranquilidad infinitas. No sabía cuánto tiempo había estado así, pero tenía la impresión de haber pasado toda una eternidad. Su mente, también limpia e inundada por la luz, se había olvidado de todo, incluso de su nombre. No había más preguntas, ni más miedos, ni más problemas. La gloriosa blancura lo era todo, y Armando viajaba flotando a través de ella, maravillado, sorprendido ante aquel paraíso de inconsciencia.

Sintió un agresivo tirón y al instante fue expulsado de su inmaculado refugio, y al abrir los ojos, descubrió que estaba ciego. Sus párpados dejaron entrar una oscuridad sólida y macabra, y con ella entraron también la angustia y la desesperación. Qué pasó. Dónde estoy. Tampoco podía hablar, ni mover un sólo músculo, ni escuchar nada. Sus ojos buscaron algún residuo de la magnífica blancura en la que había estado atrapado unos segundos antes, sin éxito. Cada bocanada de aire, cada latido de su corazón eran ahora una tortura indescriptible. Poco a poco, comenzó a sentir que su cuerpo se balanceaba con suavidad. Una delgada línea blanca fue dibujándose sobre él, recortando su figura en un rectángulo negro. Murmullos distantes, que fue identificando como llantos, en las voces de conocidos. Escuchó a Elisa, su mujer, y a su madre, y a sus hermanas. Pero parecían inmersos en un dolor tan profundo que lo alejaba de ellas. Trató de hablar, de llamar a su esposa, pero de su garganta sólo brotó un gemido casi inaudible. Logró mover un poco sus manos, las cuales estaban colocadas sobre su pecho, y tocó los suaves colchones que lo rodeaban. Sus movimientos eran lentos y necesitaba hacer un enorme esfuerzo para dejar de temblar. Luego de un rato pudo oler las flores. Sin duda, eran tulipanes. Su memoria le trajo de inmediato a la cabeza una conversación, de muchos años atrás, con Elisa. No me gustan las flores, Por qué, Porque son para los muertos, Y cuando te mueras, quieres flores, Claro... pero que sean tulipanes. Algo golpeaba el techo de, ahora lo sabía, su ataúd. Tierra, puñados de tierra. Los llantos se pronunciaron. Armando temblaba aún más, trataba de gritarles que no estaba muerto, por favor, sáquenme de aquí. Pero no podía hacer nada. De entre las voces, ya bastante lejanas, pudo escuchar la de Claudia. Mamá, qué le pasó a mi papi, y Elisa contestando, Tu papi se fue al cielo, hija. Y Armando empezó a llorar.

(FIN)

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[Versión 2]

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