No es el año nuevo que comienza, de ningún modo. Quién podría creer que una convención social para sincronizar nuestros días y noches puede tener algún significado espiritual o metafísico, o de la índole que sea. Dicen algunas personas que es un día más, como cualquier otro, uno de enero, la falsa sensación de que se puede comenzar todo de nuevo. Pero de energías está hecho este mundo y tal vez, sólo tal vez, si es lo que toda la gente busca y espera, una nueva oportunidad, una pizarra en blanco, un empezar de cero, sólo tal vez, el ambiente esté lleno de esa esperanza, de ese deseo, contagiando voluntades, empañando razones, haciendo brotar deseos.
Quiero un año de experiencias. Quiero un año de gozos, de alegrías, de recuerdos, de disfrute. Quiero extender los brazos y recibir lo que el universo me lance, sin preocupaciones, quiero ir con la corriente, dejarme llevar, aprender, enseñar, compartir, amar.
No, definitivamente no es el año nuevo. Es el viaje. Encontrar amigos entrañables, ir a lugares donde siempre te la pasaste bien, añadir un par de recuerdos más a la colección, un par de planes, un par de esperanzas... No todo salió como lo habíamos planeado, pero para mí fue un buen viaje. Ya se acabó. No sé cuándo se repetirá. No sé si se repetirá. Puede que sí, puede que no. El caso es que hay lugares donde siempre acabamos regresando, y hay personas con quienes se disfruta el tiempo, sin importar el lugar.
Crisis de inicio de año, pero no es tan grave. Me siento bien, a gusto, motivado, deseando empezar cosas nuevas, nuevos caminos, nuevas rutas.
O será la gripa. En estos tiempos ya no se sabe.
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