26/1/14

Me gustaría


1.
Hacerte total y absolutamente feliz. Que en tu corazón no hubiera espacio para otro amor que el mío. Que el amor que sientes por mí ocupara toda tu mente y todo tu ser, poder no dejar huecos en tu pecho que tengan que ser llenados por otras personas o sentimientos que yo no soy capaz de generar en ti. Así nunca derramarías una sola lágrima, ningún deseo se te quedaría sin cumplir, y tu vida sería de puras satisfacciones y felicidad plena. No conocerías el dolor, ni la angustia, ni el rechazo, ni la tristeza. El espejo sólo reflejaría tus sonrisas y tu tranquilidad. Y seríamos felices por siempre y para siempre, como en los cuentos de hadas. Pero de eso no se trata, ni la vida, ni el amor. ¿Para qué carajos estamos en este mundo, si no es para disfrutar, experimentar, aprender, desaprender, descubrir y cuestionar? Lo bueno y lo malo, lo placentero y lo doloroso, lo que nos llena y lo que nos mata. Sentir, lo que sea, es lo que nos demuestra que seguimos vivos. Además, las personas no nos pertenecen, a pesar de que les amemos con todo nuestro ser. Habrá sensaciones que no vamos a ser capaces de generar en el ser amado, y que en cambio otras experiencias, otras mentes y otros cuerpos, sí puedan. Y qué más queda, que aceptarlo con humildad y honestidad. Lo único que a mí realmente me importa es que disfrutes el camino que estamos compartiendo tanto como yo, y así poder disfrutarlo mucho tiempo juntes, hasta que se nos vaya la vida.

2.
Que en este mundo cupieran muchos mundos. Que eso que desearías que existiera (justicia, libertad, igualdad, equidad) de verdad tuviera cabida en una sociedad decadente y decrépita como la nuestra. Que pudieras crecer, y aprender, y vivir a gusto y en paz en un contexto que te entiende y te acepta como eres. Que nadie sintiera la terrible necesidad de juzgar lo que está bien y lo que está mal, lo que se hace y lo que no, y todes fuéramos libres, verdaderamente libres, de hacer lo que nos plazca. Así tendría la confianza y la seguridad de que nadie más te hará sufrir. De que podrás decir lo que piensas, hacer lo que quieres, compartir lo que sabes, sin barreras, ni peligros, ni decepciones. Pero no te puedo garantizar esa seguridad, ni conmigo ni sin mí. Y sólo me lleno de angustia, de pensar que eso nuevo que dices, eso nuevo que sientes, eso nuevo que haces, esas personas que conoces, sólo te vayan a hacer más daño, no por tu culpa ni por la mía, sino por la de esta enferma realidad en que nos fuimos a encontrar.

3.
Haber sido sincero. No haber actuado a tus espaldas, no haberte ocultado mis inquietudes, deseos y sensaciones, hacer lo que ahora haces tú. No quiero tomar la arrogante actitud de "yo ya pasé por eso", porque para mí, esa experiencia representa uno de los peores errores que cometí en mi vida. No por lo que sentí, sino porque no fui capaz de ser honesto. Quién sabe qué cosas serían distintas si yo no hubiese mentido. Y ahora me avergüenzo. Del antecedente, y de sentir ahora celos, de estar del otro lado y no saber cómo comportarme, qué hacer, cómo reaccionar, qué sentir. Duele un poco, pero es culpa de haber crecido pensando que el amor es de cierta forma, y que somos capaces de entenderlo, cuando no.

4.
Olvidar lo que he aprendido sobre el amor y empezar de cero, con tu experiencia, la mía, y las demás que vayamos descubriendo en el largo camino que todavía nos falta por recorrer, juntes y felices.

18/1/14

Mis soledades


1. Me cuesta trabajo reconciliarme con mi soledad. Siempre la vi como una sensación intrusa, que se interponía entre las personas que me preocupaban y yo. Salir a caminar por el malecón al atardecer, todos los días, era un gran antídoto hace algunos años. Pero en esta ciudad, ni malecones, ni atardeceres. Todo es prisas, cambios, trabajo, el tiempo vuela, cuando menos te lo esperas ya son las once de la noche y ni siquiera has cenado, tenías esta idea loca de dormirte temprano que ya no será realidad, y al día siguiente igual, y el que sigue también. Y no hay tiempo, ni para disfrutar la soledad, ni para procesarla. Mucho menos para deshacerte de ella.

2. Solos llegamos al mundo, y solos habremos de irnos. No hay remedio. Es la máxima tragedia de la humanidad. A pesar de las personas que encontramos en nuestros caminos, a pesar de la gente a la que amamos y que nos ama, al final estamos solos, encerrada la conciencia en nuestros cuerpos, incapaces de entender un sentimiento ajeno o de atestiguar una reflexión que no sea nuestra. Todo lo interpretamos, lo asimilamos y lo expresamos como pensamos que son las cosas, con los recursos que tenemos disponibles. Pero en última instancia, tú eres tu única compañía. Aunque a veces es bueno tener a alguien que piense y razone de forma similar a ti, que hable un lenguaje parecido, que experimente casi las mismas emociones que tú. Entonces el único error que puedes cometer es el de pensar que hay algún tipo de exclusividad entre los dos, y que las confidencias, secretos y revelaciones sólo se darán en dos vías, cuando la otra parte puede perfectamente tener esa misma conexión que tiene contigo, con alguien más. Y no hay nada que puedas hacer al respecto.

3. Lo que realmente te molesta es que haya preferido recurrir a cientos de extraños virtuales para compartir algo que te pudo haber contado a ti sin ningún problema. Y te molesta porque tú eres perfectamente incapaz de hacer lo mismo, de abrirte así con desconocidos, de enfrentar el riesgo de acercarte a alguien nuevo, de profundizar en una relación, de llamar la atención sobre ti... Qué culpa tiene la gente de tus inseguridades. Si estás solo porque quieres, asume esa postura con seguridad y firmeza. Y si no quieres estar solo, tendrás que cambiar tu estrategia de socialización. Quién sabe si lo logres... Pero decídete ya, con un carajo.

7/1/14

Volver, volver (vol. 2)


Jueves
Sentado, cerca de la puerta 6, muriendo de frío a pesar de mi gorro, suéter y chamarra, pensaba en los ruidos que hacía mi estómago, y en lo que haría más tarde, esa misma noche, pero a dos mil 800 kilómetros de distancia. Pasaríamos por E, mucho gusto verte de nuevo, bajaríamos al centro desde las 6 de la tarde, dejaríamos el coche en el estacionamiento de al lado, y entraríamos por fin, al Za***, como había estado esperando gran parte del año. La novedad era un enorme tubo de ventilación que ponía el ambiente más helado que antes, en los tiempos de gloria, pero son nimiedades. Lo que en verdad me molestó fue el grupo de jovencitos pseudo-hardcore que ponían música horrible en la rockola, pero bueno, qué se le va a hacer, acá existe la democracia y quien pueda pagar, elige la música. Un empleado de la aerolínea se acercó y nos preguntó, a mí y al resto de personas que esperábamos sentadas, que si viajaríamos con ellos, porque ya podíamos pasar a documentar. Eran las 2 de la mañana. Llegó la hora, pensé.

Viernes
Bueno, vámonos o qué, dijo el primo de M, minutos después de que el compa de nuestro nuevo amigo, Carlos Alberto, dejó su lugar para él. Aún no tenía muchas ganas de irme, pero nuestro guía insistía, nos llevaría de tour por la Sexta, y el entusiasmo, por alguna razón, se apoderó de mí. Salimos del Za*** al frío del exterior, y caminamos hacia la Revo. El primo de M hacía señales curiosas, del tipo bochornosas, con las manos, para indicarnos el camino a seguir y animarnos a que, a pesar de la mano roja encendida, podíamos cruzar la calle. Carlos Alberto iba tirando los billetes por la banqueta, como si nos sobraran, pero no se daba cuenta el pobre. Después de caminar varias cuadras llegamos a la primera parada, el Mo*******. No cabía un alma. Con dificultad llegamos hasta la parte de atrás, donde dos o tres djs hacían sus mezclas entre luces verdes, humo y la película de Sin City proyectándose en la pared. Todo indicaba, a estas alturas, que podría ser una buena noche.

Sábado
Miraba fijamente el cuadro brillante de la tv, esperando algo, y pensando en que el pinche Güero me había estafado. A lo largo de la noche había tenido sensaciones extrañas, sí, pero nada de lo que esperaba. En ocasiones el marco del mueble sobre el que estaba la tele parecía brillar demasiado, más que la misma pantalla, pero nada más. Sientes algo, le pregunté a A, No, y tú, No. Estúpido Güero, pensaba. Ya sólo quedábamos nosotros dos despiertos, más de cuatro horas después, manteniendo todavía la esperanza de que en cualquier momento empezaría lo bueno... Pero no. Nos hubiéramos quedado en el Za***, pensé. Tal vez la dosis no fue suficiente, volví a pensar. Y después caí dormido.

Domingo
Cuando al fin Roberto se cansó de hablar de fantasmas, sueños y soldados del señor, pude observar a mi alrededor con calma, pensando que yo no veía malas vibras ni energías negativas en estas personas. Todas, o la mayoría, estábamos ahí para pasar una buena noche, con, esta vez sí, buena música, alcohol y demás estupefacientes, a elección de cada quién. La manzana estaba vacía, pero todavía teníamos la bala llena. El sujeto que nos la había pedido hace rato, de nariz respingada y ojos claros, más de cincuenta años, se dejaba seducir por un cholo, en la mesa de al lado, quien después de susurrarle algo al oído, fue a conseguirle un toque. Cuántas historias se cruzan acá abajo, pensé. Por eso me gusta este lugar.

Lunes
Miraba fijamente el techo del cuarto del hotel, las sombras que proyectaban su acabado irregular, rasposo, con pintura blanca, parecían bailar por momentos, pero nada significativo. Lo más raro fue el momento en que los personajes de la telenovela empezaron a moverse en algo parecido al fast-motion, aunque tal vez hubiera sido mi imaginación. No quería fumar, no quería perderme de nada, prefería esperar, a esa hora todavía tenía esperanzas. Esta vez sí pasará algo, me repetía mientras veía el reloj acercándose a la hora límite. Pero nada pasó, otra vez. Entonces no fue cosa del Güero, pensé, retirándole toda culpa y sintiéndome aliviado por no tener que reclamarle nada a mi regreso, sólo lo mencionaré como anécdota curiosa, Te acuerdas eso que me conseguiste, pues no sirvió. Tal vez es algo de mí. Como sea. Me cobijé bien, me di la vuelta y me quedé dormido.

Martes
Ahora sí me empezaba a sentir agripado. Faltaban quince minutos para las doce, y no podía evitar sentir un poco de nostalgia. Será igual que el año pasado, pensé, pero esta vez, con menos gente en casa de M, no hubo tantos abrazos ni tantas demostraciones de cariño de las cuales yo, por ser un extraño aquí, era obviamente excluido. Pensé en F, lo extrañé y quise abrazarlo. Pero me había propuesto disfrutar, nada más disfrutar, no pensar, no extrañar, no estar triste, no todavía. Me paré del sillón y me serví otro tequila, el último de la botella. Lo siento, papá de M.

Miércoles
La música no estaba mal, la cerveza barata y la compañía no podía ser mejor. Me dio gusto ver a C, y por un momento olvidé que hubiéramos podido estar en el Za*** si no hubieran cerrado hoy. Me fallaste por vez primera, le dije al bar en mi mente. Me dirigí al baño, con la bala y el encendedor en la mano. La verdad ya estaba cansado de salir a la calle a fumar, y decidí arriesgarme. ¿Qué podría pasar? Antes de entrar, miré que no viniera nadie detrás de mí. Las otras cuatro o cinco personas no se veían con intenciones de venir al baño así que fumé, cerca de la ventana, rápido y con algo de miedo. Volví a la mesa pensando que, a grandes rasgos, había sido una buena semana. Pudo haber sido mejor, pero eso no le quitaba los momentos chidos. Quedaba la incógnita de si habrá una tercera vez, pero esas son preocupaciones de las que me encargaré a su debido momento.

2/1/14

No es el año nuevo



No es el año nuevo que comienza, de ningún modo. Quién podría creer que una convención social para sincronizar nuestros días y noches puede tener algún significado espiritual o metafísico, o de la índole que sea. Dicen algunas personas que es un día más, como cualquier otro, uno de enero, la falsa sensación de que se puede comenzar todo de nuevo. Pero de energías está hecho este mundo y tal vez, sólo tal vez, si es lo que toda la gente busca y espera, una nueva oportunidad, una pizarra en blanco, un empezar de cero, sólo tal vez, el ambiente esté lleno de esa esperanza, de ese deseo, contagiando voluntades, empañando razones, haciendo brotar deseos.

Quiero un año de experiencias. Quiero un año de gozos, de alegrías, de recuerdos, de disfrute. Quiero extender los brazos y recibir lo que el universo me lance, sin preocupaciones, quiero ir con la corriente, dejarme llevar, aprender, enseñar, compartir, amar.

No, definitivamente no es el año nuevo. Es el viaje. Encontrar amigos entrañables, ir a lugares donde siempre te la pasaste bien, añadir un par de recuerdos más a la colección, un par de planes, un par de esperanzas... No todo salió como lo habíamos planeado, pero para mí fue un buen viaje. Ya se acabó. No sé cuándo se repetirá. No sé si se repetirá. Puede que sí, puede que no. El caso es que hay lugares donde siempre acabamos regresando, y hay personas con quienes se disfruta el tiempo, sin importar el lugar.

Crisis de inicio de año, pero no es tan grave. Me siento bien, a gusto, motivado, deseando empezar cosas nuevas, nuevos caminos, nuevas rutas.

O será la gripa. En estos tiempos ya no se sabe.