[Foto: Arturo Trejo | Yo a los 19]
Recuerdo levemente cuando tenía la edad que mi hermano tiene ahora. No estoy seguro de cuáles eran mis expectativas de la vida o si tenía claridad en los objetivos que quería alcanzar. Lo que sí recuerdo es que me sentía valiente, capaz, imparable, desafiante y motivado. Quería ver, vivir, conocer, sentir, experimentar... Pero al mismo tiempo deseaba tener todo lo que tenía hasta ahora. No podía (nunca he podido) desprenderme del pasado. Y por supuesto, una masa amorfa de ideas flotando sin control en mi cabeza, sobre el mundo y sobre las cosas que habitan en él.
No fue tanto el vivir solo lo que me ayudó a madurar como ser humano y a ver con mayor claridad la forma en que funciona la sociedad en que vivimos, y a plantarme firmemente en el lugar que, siento, me corresponde (el margen). Porque en ese entonces era uno de mis más grandes deseos: vivir solo. No tener a nadie que me controlara, que me vigilara o que me dijera lo que tenía qué hacer. Pero esa clase de libertad trae consigo, sí, algunas satisfacciones, pero también incomodidades y peligros.
Recuerdo la sensación de llegar a casa después de estar todo el día por toda la ciudad, y que nadie me saludara, Hola cómo estás, Ya comiste, Quieres cenar. Recuerdo lo fastidioso que era tener que lavar la ropa y lo desagradable que se sentía descubrir el cuarto sucio y desordenado después de semanas de valemadrismo. Recuerdo la ardua labor (todavía es igual) de buscar qué desayunar, qué comer y qué cenar.
Pero todo eso sólo te hace apreciar más el tiempo en que vivías con alguien que hacía todo eso (y más) por ti, no te vuelve realmente una persona más conciente, más decidida ni más segura. Lo que sí te vuelve todo eso, o al menos ayuda, es de verdad vivir solo. Hacerte responsable de tus cosas, de ti mismo. Conseguir tus propios recursos y perderle el miedo a estar solo en el mundo, aunque en realidad nunca lo estás, y con algo de suerte, el primer desconocido que se cruce en tu camino se puede convertir en tu mejor amigo. Pero realmente es eso, perder el miedo, según yo lo veo.
No hay mejor sensación que descubrirte capaz de poder obtener tus propios medios para sobrevivir en este mundo de locos, hacerlo bien, hacer lo que te gusta, que te paguen por eso y dejar de depender de alguien más. Creo que es una buena oportunidad para mi hermano de lograrlo antes. Sé que es capaz, pero a veces su hermetismo absoluto e impenetrable (como el de mi papá) me desespera sobremanera.
Bueno, no hay que presionarlo. Ya aprenderá. Seguro.
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