Casi a las diez treinta me decidí. Corría el riesgo de que la respuesta fuera, No, no va a venir, no avisó nada, sería un golpe duro, pero entonces podría disimular la decepción y salir corriendo para mi clase antes que fuera demasiado tarde, hacer como si nada. Los planes, las esperanzas, el discurso trazado en mi cabeza, todo sería olvidado y yo seguiría adelante. Lo intentaría de nuevo, sí, pero ya no sería igual. Como no será igual cuando la dr. De Teresa me invite a comer a su casa, dentro de cinco meses, para que su marido vea mi trabajo. Pregunté, y me dijeron que el doctor estaba en un examen. Que terminaría a las once. Respiré aliviado, emocionado, salí de la oficina y me fui a recargar al pasamanos de la escalera, en el centro del patio. Esperé.
Por alguna razón, no fue como yo esperaba, pero logré lo que tenía en mente: que el doctor me conociera, que supiera que a mí también me interesa la investigación visual. Hablamos un rato considerable, me entusiasmé, le hablé de cómo lo había hecho, de qué había pensado, de cómo sería el siguiente video, y él me dijo, Me gusta, me gusta mucho. No lo había dicho si no fuese cierto, no tiene necesidad de mentir. Tal vez el proyecto que le presenté no es de los que él prefiere, lo cual importa poco, no voy a hacer lo mismo que todos. Últimamente he tenido pensamientos muy ambiciosos. Y este episodio era nada más y nada menos mi cita con el futuro. Sé que dentro de varios años recordaré este primer encuentro y reconoceré que fue importante. Definitivamente, este es el primer paso. Todo lo anterior, hasta ahora, en realidad no había contado.
Ahora sólo queda ponerme a trabajar. Leer, preguntar, comenzar a hacer verdadera antropología. Me he liberado de un enorme peso al decidir el tema de mi tesis desde ahora, y he dado un primer paso en la elección de mi asesor. Me encuentro bien, tranquilo, excitado por el rumbo que están tomando las cosas. Cada vez me convenzo más de que puedo lograr grandes cosas. De que valdrá la pena haber faltado a los viajes y a las fiestas y a las reuniones, porque después, cuando ya me encuentre trabajando y haciendo lo que me gusta, podré hacer todos los viajes, todas las fiestas y todas las reuniones que me plazcan. En eso tengo puesta la mira. En el futuro, a largo plazo. Sólo espero que no me caiga un avión encima, cuando vaya caminando por la calle, y todo se vaya al carajo. Pero eso sería tener muy mala suerte...
Y yo no creo en la suerte.
El futuro, ¿sabes? No me gusta hablar de ello, porque el sólo nombre me parece idiota. Pero sí creo en lo que podemos hacer en años venideros, en lo que quieres hacer.
ResponderBorrarNadie excepto tú puede ponerse límites, miedos, y conflictos.
Y sé bien, harás eso y más.
Te amo siempre bebecito.