21/3/08

Flashback [vol. 3]



-Pues, vamos a fumar, ¿no?
-Arre.

No perdimos el tiempo. En cuanto llegamos del museo nómada del zócalo, A. y yo nos salimos a la terraza [o como se llame] y fumamos la mitad de un porro empezado. Le di muy duro, cuando andaba arriba estaba muy preocupado, y repetía, No debí dejar que se me subiera tanto, mientras A. me decía que me relajara o me iba a malviajar. Al final logré cambiarme, nos bañamos y, ya más despejados, nos fuimos al Vicio en metro.

[...]

Después de caminar por lo que yo creí que era el barrio chino, nos sentamos en una banca al lado de un señor con lentes oscuros. Habíamos caminado mucho ese día. Me preocupaba llegar a la casa, y encontrarlo enojado. Me dijo que podíamos caminar por la calle donde estábamos y fumar. Pero yo creí que estábamos muy cerca del centro, así que le propuse ir a Chapultepec. Nos dejaron en el paradero y tuvimos que rodear para llegar al museo Rufino Tamayo. En el camino fumamos, y nos sentamos a trippear frente al museo. Hablamos de los niveles, de la verdad absoluta y de las relativas. Y no podía creer que ahora pensara así.

La verdad, lo vi como un retroceso. Pero él piensa que no. Tendrá sus razones, pero un día se dará cuenta que antes estuvo en lo correcto y ahora es cuando está equivocado.

[...]

Pasamos la noche en vela. Las bancas de la Terminal Poniente son sumamente incómodas y lastiman al sentarse. Además estábamos muy cerca de la puerta, y conforme avanzaba la madrugada, el frío arreciaba. Los tipos de las pulidoras no ayudaban en lo más mínimo a dormir, aunque fuese un rato. No recuerdo haberme quedado dormido en ningún momento. Compramos un café pero cuando salimos, como iba temblando, tiré buena parte. Ya de regreso se me quitó el sueño, sólo faltaban unos minutos para que dieran las 4:30 a.m.

Llegada la hora, nos detuvimos en los taxis de afuera. El fulano que vendía los boletos de los taxis de la central anunció que no habría metro hasta las 7. Así fue. Creo que, mientras estábamos sentados, tratando de dormir, pensé en decirle cuando se fuera que no podía creer que se iba creyendo en el relativismo, poniendo en duda la veracidad de la razón humana. Hubiera funcionado si nos hubiéramos fumado otro gallo. Pero hacía mucho frío afuera y me daba una hueva tremenda salir a fumar. Y antes de que subiera al taxi, sólo alcancé a decirle que me había dado un gusto tremendo que viniera, y que esperaba que no fuera la última vez. Luego el taxi se fue, y yo me quedé con su chamarra, cubriéndome el frío, dos horas y media más.

1 comentario:

  1. Anónimo3/4/08 16:01

    Uuy, como me refrescan tus narraciones, parece q puedo ver al angel,reforma y tooodo ese paseo, que me daba, sola... ahora todo cambia, estoy donde ahora tu no, y en ocasiones pienso, como hubiera sido... ser amigos.. ja, siempre deseando lo q no tienes... me repito y respiro... No sabe, ud,mi vida ha cambiado, extrano el defe de mis amores, donde naci y creci,pero ahora formo parte de una nueva y maravillosa historia... me agradaria charlar de nuevo contigo, buenas vibras Dany.Paloma

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