2/5/06

Reconstrucción



El estadio y el palco


En los años ochenta, el pueblo de Nicaragua sufrió castigo de guerra por creer que la dignidad nacional y la justicia social eran lujos posibles para un país pobre y chiquito.
En 1996, Félix Zurita entrevistó al general Humberto Ortega, que había sido revolucionario. Mucho habían cambiado los tiempos, en tan poco tiempo. ¿Humillación? ¿Injusticia? La naturaleza humana es así, dijo el general: nunca nadie está conforme con lo que le toca.
-Hay una jerarquía, pues -dijo. Y dijo que la sociedad es como un estadio de fútbol:
-Al estadio entran cien mil, pero en el palco caben quinientos. Por mucho que usted quiera al pueblo, no puede meterlos a todos en el palco.

La cancha.

El pueblo, ¿asiste al partido o lo juega?
En una democracia, cuando es verdadera, ¿el lugar del pueblo no está en la cancha? ¿Se ejerce la democracia solamente el día en que el voto se deposita en la urna, cada cuatro, cinco o seis años, o se ejerce todos los días de cada año?
Una de las experiencias latinoamericanas de democracia cotidiana se está desarrollando en la ciudad brasileña de Porto Alegre. Allí, los vecinos discuten y deciden el destino de los fondos municipales disponibles para cada barrio, y aprueban, corrigen y desaprueban los proyectos que genera el gobierno local. Los técnicos y los políticos proponen, pero son los vecinos quienes disponen. (1)

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El actual proceso de integración no nos reencuentra con nuestro origen ni nos aproxima a nuestras metas. Ya Bolívar había afirmado, certera profecía, que los Estados Unidos parecían destinados por la Providencia para plagar América de miserias en nombre de la libertad. No han de ser la General Motors y la IBM las que tendrán la gentileza de levantar, en lugar de nosotros, las viejas banderas de unidad y emancipación caídas en la pelea, ni han de ser los traidores contemporáneos quienes realicen, hoy, la redención de los héroes ayer traicionados. Es mucha la podredumbre para arrojar al fondo del mar en el camino de la reconstrucción de América Latina. Los despojados, los humillados, los malditos tienen, ellos sí, en sus manos, la tarea. La causa nacional latinoamericana es, ante todo, una causa social: para que América Latina pueda nacer de nuevo, habrá que empezar por derribar a sus dueños, país por país. Se abren tiempos de rebelión y de cambio. Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres. (2)

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Notas:
(1) Eduardo Galeano, Patas arriba, la escuela del mundo al revés. Siglo XXI, sexta edición, 2003. México
(2) Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina. Siglo XXI, septuagésimosexta edición, 2004. México.

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PD: Y mientras yo sigo leyendo mis libros revolucionarios, mi padre insiste en la religión, con la "Gran Biografía de Jesús de Nazaret, hombre y leyenda", por Almudena García Páramo. Y sigo sin poder moldear la inspiración. Ya veremos qué hago...

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