29/5/06

Confesión de un coprófago


Dice mi madre que toda la vida he sido un maldito grosero, y que así nunca voy a llegar lejos, que pasaré el resto de mis días con el sueldo miserable que tengo, que nunca podré mantener una familia y que, a pesar de ser “tan guapo”, moriré solo y amargado en un departamento pestilente. Sin embargo, mi intención nunca ha sido ser grosero. Yo sólo digo lo que creo. Además, ¿qué esperaba este cliente hijo de puta? ¿Que me pusiera a aprobar todo lo que decía como si me creyera sus mentiras? ¿Que podía llegar al local como si nada, a preguntarme por quién voy a votar, y a tratar de convencerme de que su candidato puede salvar al país de la ruina a la que ya está condenado? Mire, le dije, no me venga con chingaderas, la política es el arte de no decir la verdad entera, y le empecé a dar un sermón tan florido sobre los candidatos, que me sorprendí de los tantos adjetivos descalificativos que sabía. El sujeto dejó el periódico en el mostrador, muy enfadado, iracundo, diría yo, y me dijo, así nada más, “Come mierda”.

Eso me puso a pensar. Nadie nunca me lo había dicho de esa forma, tan seria, tan repleta del auténtico deseo de que yo fuese a un excusado tapado y hundiera la cara en él, aspirando como desquiciado las heces acumuladas. Lo vi alejarse, pensé en preguntarle, ¿le gustaría verme? Pero me contuve. Seré muy grosero, como dice mi madre, pero aún converso un poco, sólo un poco, de pudor. Y no es que sea gay, o bueno, no sé, pero me da igual que quien me observe sea hombre o mujer. Nunca he sido selectivo en ese aspecto.

Sé que suena raro, pero jamás fui el hombre más normal del mundo. Insisto: son más raros los que aceptan mis propuestas. ¡Se ven tan cómicos! Desnudos, en cuclillas en un rincón, pujando hasta que expulsan un par de cerotes. Una o dos veces me dejaron que los limpiara con mi lengua, me parecía un desperdicio, la verdad; los demás decían que les daba asco, pero yo sé que no, sólo tenían miedo de descubrir que, como yo, eran unos pervertidos. Yo nunca los obligué a mirar, sólo les pedía que cagaran frente a mí. Hasta ahora, ninguno ha querido hacerlo en mi boca, esa es mi única fantasía incumplida, pero algo es algo, debo conformarme. La única condición era: yo te cumplo tu fantasía, y tú la mía. Sólo no he aceptado hacerlo con un anciano, me parece repugnante. Pero me desvío…

Decía que mis parejas cagaban y se apartaban lo más que podían de mí. Repito, nunca los obligué a mirar, y muchos decían “no quiero ver”, pero mientras yo me moría del placer atragantándome de mierda, volteaba de reojo y los descubría mirándome horrorizados. Eso, por alguna razón, me excitaba aún más. Y si vomitaban era la gloria. Alguna vez pensé en beberme el vómito, pero el olor es asqueroso, no conseguí que atravesara mi garganta. Algunos, mujeres en su mayoría, comenzaban a llorar, se vestían y se iban. ¿Qué pasaría por sus cabezas? ¿Remordimiento por prestarse a prácticas tan poco ortodoxas? ¿Deseos reprimidos que afloraban al mirarme? Qué sé yo, y no me importa. Yo me quedaba a gatas, en un orgasmo que se extendía hasta quitar con mi lengua el último pegoste de mierda embarrado en el suelo… Lo saboreaba, y me dejaba caer, satisfecho.

No, jamás me he comido mi propia caca. No sé, no me llama la atención. Sólo me gusta la de otros. Y es por eso, y no por otra cosa, que conseguí este empleo en la central de autobuses. Porque ya no soy el jovencito guapo que mi madre conserva en su deteriorada memoria. Me voy poniendo viejo, arrugado, panzón, y no puedo conseguir tantas parejas como antes, mucho menos que se presten a hacer lo que en verdad me atrae del sexo. Todo lo demás me parece tan típico y aburrido. Y eso que he probado de todo… Bien, me desvió de nuevo.

Decía que aquí en la central, el servicio de baños es pésimo, y los enfermos del estómago son bastantes. Todos los días hay, al menos, dos excusados tapados, rebosando una mierda espesa y pastosa, de una consistencia incomparable. De noche, al cerrar el local, me voy como si nada al baño, y me doy mi banquete de placer.

(FIN)

[De la serie "Perversiones"]

25/5/06

Déjame solo (republicado + nota aclaratoria)



Llévate una hoja en blanco

y dibuja tu contorno en ella.
Llévate un beso, un abrazo,
llévate mi sonrisa y mi estrella.

Abre el baúl de mi pecho,
y llévate lo que haya dentro,
llévate nuestras fotografías,
llévate todos nuestros recuerdos.

Llévate una sábana vieja,
llévate mi pluma y mis libretas,
llévate una ventana sin vidrios,
llévate la puerta que rechina,
y la lámpara de mesa, y la silla,
y el plato en el que ceno cada noche,
y el colchón en el que sueño con tu rostro.

Llévatelo todo, no dejes nada,
déjame sólo una mirada,
y todo lo demás, llévatelo.

(nota aclaratoria):
Me dijo, "jamás imaginé que algún dirías eso". Pero lo dije, y lo sostengo. No creo más en el amor. Al menos, no de momento. Después de la persona a quien le dediqué este poema, y a la amargura que me provocó su desamor, mis intentos por querer y ser querido han venido fracasando uno por uno. Por distintos motivos. En ocasiones, las imágenes que me formaba de mis objetos de amor se encontraban tan alejadas de la realidad que el desencanto era trágico. Otras veces, el miedo al fracaso me envolvía en escudos tan gruesos que ni yo mismo era capaz de atravesarlos. También sucedía que confundía unos ojos bonitos con una mirada tierna, y una voz simpática resultaba ser un alma despiadada. Digo que no creo más en el amor, pero tal vez será que, después de tanto tiempo, he olvidado cómo amar. Cómo entregarme sin poner obstáculos, cómo enfrentar mis temores y mis traumas, cómo deshacerme de los fantasmas del pasado.
Pero, eso sí, he dejado atrás aquel romanticismo exagerado de la adolescencia, cuando profesaba que el amor era la fuerza que movía al mundo. Para nuestra desgracia, la fuerza que mueve al mundo no es el amor, sino el poder, como dice un amigo, y la ambición a éste.
Tal vez sea muy temprano para afirmar que jamás de los jamases volveré a enamorarme. Mi naturaleza es romántica, lo acepte o no. Lo que sí sé es que, si paso así diez años más, cuando cumpla treinta, me empezará a dar miedo quedarme solo. Porque (maldita sea), nací humano, y como tal, le temo a la soledad. Más de lo que me gustaría.

19/5/06

Seiscientos treinta millones, setecientos veinte mil segundos



Nací en Mazatlán, hoy hace 20 años. Soy tauro. Estudié como tres semestres de la licenciatura en Comunicación y publicidad, pero no saqué el certificado parcial a tiempo así que es como si no valieran, y tendré que comenzar de cero en la peor escuela de Sinaloa, la Autónoma. Vivo con mis padres. Mi papá es "asesor financiero", o en otras palabras, vende casas caras a tipos ricos. Mi madre es enfermera del turno nocturno en una clínica particular del centro, o sea que atiende a enfermos ricos. Yo me dedico a editar videos de fiestas, como bodas, quince años, bautizos y toda clase de eventos, también para gente rica. Tengo dos hermanos, y tres medios hermanos, de los cuales sólo conozco a una, la mayor, sin embargo, no sé dónde está ahora, y la extraño.

Me temo que soy un idealista, aunque no estoy seguro de lo que eso significa. Sólo sé que creo que un mundo mejor es posible. "Un mundo donde quepan muchos mundos". Me considero impulsivo. Hago y digo cosas sin pensar, y eso hace que me sienta libre. Me considero sincero. Nunca digo lo que los demás quieren escuchar, a menos que sea lo que yo quiero decir. El dinero no me importa. Dirán lo que quieran, que no tengo mayores responsabilidades y que cuando tenga una familia sabré lo que es trabajar por dinero y no por tener algo qué hacer... Pero, por lo pronto, no tengo una familia y odio el dinero, sólo lo uso porque en esta sociedad consumista es necesario para todo. Me fascinan mi ropa vieja, mis tennis rotos y sucios, mis lentes rayados, mi pelo desaliñado, mis pulseras con una capa de mugre, mis recuerdos, que no valen nada para nadie, excepto para mí.
Me gusta mi familia, por alguna razón. Pocas veces me siento identificado con ellos, pues sus gustos y sus intereses son muy, pero muy distintos a los míos. Aún así, desde que era niño me enseñaron que soy un hombre de familia y como tal debo comportarme. Por suerte ya me estoy deshaciendo de los malos hábitos, como ver cine comercial y televisión, y escuchar música "de moda". En realidad disfruto todo lo que es alternativo, lo que a nadie le gusta, lo que todos desprecian. De hecho, eso que está de moda, que es aceptado y visto con buenos ojos, yo lo rebajo, miro la otra cara de la moneda y lo desprestigio, y es que creo que todo lo que le gusta a las masas no puede ser bueno, pues las masas no piensan y son felices sumidas en la ignorancia.
Tengo algunos talentos. Sé de ritmos, y de entonaciones. Por supuesto, sé tocar la guitarra, aunque siento que lo hago igual que cuando recién aprendí, pues todavía no sé ritmos complicados ni acordes compuestos. Y canto para mí. En la voz sí he hecho avance, pues gracias a ciertos trucos de respiración que yo mismo me enseñé puedo alcanzar notas que antes ni soñaba. También soy hábil con las computadoras. Aprendo cosas con suma facilidad, pero eso no quiere decir que las haga bien. Puedo dibujar. Y soy obsesivo con la ortografía, odio no saber cómo se escribe una palabra o que se me escape un acento.
Nunca estoy en estado de alerta, por eso me sorprendo con facilidad y da la impresión de que "todo me asusta", pero no. Me gustan los pingüinos y las jirafas, porque son raros. Me gustan los cuadros, incluso tengo sólo camisas a cuadros y pantalones de mezclilla. Me gusta el cine, pero en la ciudad no hay muchos lugares para disfrutar de buenas películas, como el Café Revólver de Tijuana. Leo, siempre traigo un libro en mi mochila, aunque con esto de los libros virtuales puede que ya no sea así. Me gusta que los relojes se detengan. Da la impresión de que el tiempo se ha quedado estancado, y esa sensación me fascina, como cuando llegas a un pueblo colonial.
Soy pasivo a un grado desesperante. No le doy importancia a asuntos banales, me importa poco el sabor de la nieve o el nuevo color de pelo de mis (poquísimas) amigas fashion, y eso frustra a otros. Pero he aprendido a no vivir para darle gusto a los demás.
He comenzado a dejar de creer en todo lo que no puedo comprobar. Sé que en algún lugar de la galaxia debe haber otros seres pensantes, pero no creo que se den sus escapadas a la Tierra como destino vacacional: nadie con sus facultades mentales plenas desearía acercarse a nuestro planeta, a menos que allá estén más jodidos (lo cual creo que es imposible, con tremendas naves espaciales). ¿Dios? Pues... No, el fanatismo religioso me ha desencantado, la hipocresía y los excesos de los católicos me han hecho dudar de todas las religiones. Además, si yo fuera un dios todopoderoso, ¿para qué carajos querría que un puñado de inútiles e insensatos humanos me alabaran? Como si no tuviera cosas más importantes qué hacer. El amor me ha decepcionado tantas ocasiones, que veo difícil volver a enamorarme. Ahora más que nunca, pues desprecio la ignorancia y sólo me atraen las mujeres con opiniones e ideas propias, algo muy raro de encontrar. Por supuesto, no digo que no existen, las hay, lo sé, y he encontrado a algunas, pero soy un imbécil, lo acepto, y no puedo ser un conquistador.
Mis "sueños" (no me gusta esa palabra) son tres: publicar un libro, tener un hijo y grabar un corto. Cuando cumpla esas tres cosas, podré morir. Si muero antes, no hay bronca, sabré que todos mis días han estado encaminados a esos tres objetivos, y eso cuenta mucho.
No niego que soy un tipo complicado, voluble, cambiante. Pero siempre seré genuino, auténtico, honesto, incapaz de traicionar mis principios. Y eso se lo debo a toda la gente que me ha enseñado todo lo que sé durante los 20 años, 240 meses, 7300 días, 175 200 horas, 10 512 000 minutos, 630 720 000 segundos. Y los que faltan, sean los que sean. De todo corazón, gracias a todos.

PD: Ah, y soy malísimo para las matemáticas. Tardé media hora en sacar la cuenta de los segundos...

14/5/06

No ha pasado nada (Republicado)


-No te vayas a mover... Esto es más difícil de lo que parece...
-¿É dihiste?
-¿Eh? Nada... Tú tranquilo, no vayas a meter la lengua...

"Cómo se le ocurre al pendejo del Joselo dejarme solo... Bueno, ya, tranquilo, Román, que no se te salga otro comentario que demuestre tus nervios... Cálmate y ponte unos guantes". Román se lavó las manos y tomó una profunda bocanada de aire contanimado por el humo de tantos inciensos quemados. El muchachito no tendría más de dieciséis años, miraba con expresión asustada el cuartucho al que lo habían conducido, fijándose mucho en las persianas de la ventana y en la enorme televisión, de última generación, que no hacía juego con el suelo manchado y los colchones en el suelo, las cobijas viejas, el olor a podredumbre que se estancaba entre la mercancía del puesto, y apretaba los puños y se secaba con una servilleta la lengua, asqueado por el sabor de la xilocaína, escupiendo en el balde de basura. Mientras se ponía los guantes, Román notó el temblor de sus manos. "¡Mierda!", pero no podía hacer nada. Algún día tenía que aprender.

Abrió la jeringa que usaría para atravesar la lengua de su cliente, le repitió una vez más que no fuera a moverse, y vio como el muchacho cerraba los ojos. Él también temblaba, y las ligeras sacudidas de ambos, provocadas por sus mutuos miedos, hacían más difícil la labor. "Cuidado con las venas... cuidado con los nervios..." La mente de Román era una licuadora a punto del cortocircuito. La aguja vaciló entre sus dedos, y atravesó su objetivo en un segundo. Le siguió, de inmediato, un agudo chillido de dolor por parte del muchacho, y un abundante chorro de sangre que resbaló por su cuello y manchó las manos de Román en su camino hacia el suelo. "¡Mierda! ¡Mierda y más mierda!", pensó el joven, pero no pudo articular palabra, pensando en lo estúpido que sonaría un "Perdón", o un "¿Estás bien?", no había más vida para la lengua del adolescente intrépido, y en su lugar, una demanda, tal vez la cárcel, por no indagar en la edad del muchacho... Así que lo único que se le ocurrió fue: "Bien, si voy a ir a la cárcel, que sea por algo que siempre quise hacer y que valga la pena".

Junto al baño estaba la pequeña cocina del cuarto. Sobre la estufa, un enorme cuchillo de carnicero descansaba, y fue ésta el arma que alcanzó Román y, al ver cómo el muchacho se echaba al suelo, desangrándose y retorciéndose de dolor, miró el filo del arma y lo clavó, de un solo golpe, en la cabeza del pobre cliente que había acudido aquella tarde nada más para hacerse un arete nuevo qué presumir a sus amigos. Justo en el momento en que el cuerpo se estampaba en el piso, llegó Joselo, y se quedó mudo, mirando a Román, y el charco de sangre que se empezaba a formar.

-¿Qué hiciste, cabrón?
-Se estaba moviendo mucho, Joselo... Y empezó a gritar y a desangrarse...
-¿Y por qué chingados le enterraste el cuchillo en la cabeza, güey?
-No se me ocurrió en otro lugar... ¿Qué? ¿Se ve muy gacho?
-¡Cállate, imbécil!

Unos minutos de silencio. El Brujo, su jefe, llegaría en un par de horas, y los correría a los dos si se enteraba del incidente. Román seguía temblando, pero no había perdido la compostura.

-¿Qué hacemos?
-Pues... limpiar el desmadre, y deshacernos del cuerpo. Y que nadie se entere. Aquí no ha pasado nada...

(FIN)

8/5/06

La verdad sobre la represión en Atenco


Pueblo de México, esas que escuchaste son las mentiras de Televisa, TV Azteca, y todos los demás medios de (des)información, te pedimos que ahora conozcas la voz del pueblo de Atenco:

Tenemos que ponerle un alto a este gobierno traidor, mentiroso, corrupto y asesino. Si no lo hacemos nosotros, los de abajo, no lo hará nadie.

En la mina de Pasta de Conchos, del estado de Coahuila, hoy están olvidados los cuerpos de 65 mineros, cuyas muertes fueron causadas por la negligencia del gobierno y los charros sindicales, por las inhumanas condiciones de trabajo en las que laboran y que hoy sufren también millones de obreros en todo el país.

Después de este crimen, el gobierno panista de Vicente Fox, junto con el

perredista de Michoacán encabezado por Lázaro Cárdenas Batel, asesinaron con sus policías armados a al menos otros 2 mineros de Sicartsa, e hirieron de bala a muchos más, en el Puerto de Lázaro Cárdenas, donde desde hace años cientos trabajadores mantienen una férrea lucha por la democratización de su sindicato y por la defensa de los derechos de todo el pueblo, al margen de los intereses de los falsos “líderes mineros”, los charros Napoleón Gómez Urrutia y Elías Morales, quienes pelean entre sí para el beneficio de sus propias mafias, no de los trabajadores mineros.

Estas agresiones anunciaron una guerra desde el poder contra todos los que, a lo largo y ancho del país, se niegan a bajar la cabeza, y defienden con firmeza lo poco que nos queda, frente al despojo de los capitalistas.

La brutalidad policiaca, las agresiones, los golpes, el linchamiento mediático de los medios de comunicación lamebotas de los poderosos, el encarcelamiento y el asesinato de que fuimos objeto los habitantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, los pasados 3 y 4 de mayo, es parte de esta guerra que el gobierno ha reforzado despiadadamente contra el pueblo y organizaciones sociales que resisten, para que ellos puedan avanzar en más arrebatos de nuestros derechos, de los recursos naturales de la nación, dejando para los de abajo más trabajadores en la calle, más estudiantes sin escuela, más gente obligada a emigrar a Estados

Unidos, todo para el beneficio de unos cuantos magnates, corruptos y ladrones.

Tras la violenta irrupción y ocupación policiaco-militar de nuestro pueblo, los de arriba tratan, como era de esperarse, de cubrir su responsabilidad con el velo de los medios de comunicación a su servicio. Pretenden ocultar la saña con que fueron tratados los niños, las mujeres y los ancianos de Atenco. Quieren que nadie sepa cómo asesinaron de un tiro a un joven de tan sólo 14 años de edad y ahora pretenden hacer creer que fue gente del FPDT, cuando es bien sabido que para defendernos nosotros jamás hemos utilizado un arma de fuego. Intentan impedir que el pueblo sepa que varios policías, imbéciles y bestias, violaron a las mujeres detenidas, que con un bazucazo fracturaron el cráneo de un estudiante universitario. Los medios de (des)información apenas muestran las imágenes de los violentos cateos a las casas de los pobladores, los brutales golpizas que le dieron a cuanta persona transitaba por las calles en el momento de la intromisión de los militares de la PFP y de las policías del estado a Atenco. Ellos callan que aparte de los presos políticos, que ya suman más de 200, tenemos decenas de desaparecidos, que sabemos la policía se llevó, pero que no presentan en ningún lado, ni en reclusorios, ni en hospitales ni nada.

El Estado y su aparato, con todo y los medios de comunicación que le besan los pies, tienen las manos manchadas de sangre del pueblo, y esas manchas con nada las podrán lavar, por más que pasen, repitan, y vuelvan a repetir en la televisión las mimas dos escenas (porque no tienen más), de campesinos golpeando policías, la verdad saldrá a la luz y se hará justicia contra los verdaderos responsables, los criminales y asesinos del pueblo.

¿Qué culpa puede tener un pueblo que sólo quería vender sus flores, y fue objeto de una represión absolutamente desmedida? ¿Qué harías tú si, por querer trabajar para darle de comer a tu familia, te golpean, te disparan, violan a tu hermana y a tu madre, y encarcelan a tus hijos? ¿Te quedarías cruzado de brazos, aceptando sumisamente tal abuso contra los tuyos? El pueblo de Atenco NO, por el contrario, decidimos hacer uso del legítimo derecho a la defensa, que tiene cualquiera cuando es agredido despótica e injustamente como nosotros. Pero el despojo y la represión de los de arriba no es sólo contra Atenco, es contra todo nuestro pueblo mexicano, que es constantemente saqueado, empobrecido y marginado. Por eso cada quien debe decidir qué lugar va a ocupar en esta pelea. Si sólo tienes acceso a los medios oficiales de comunicación, es comprensible que tengas indecisión y dudas, pero siempre podemos usar el sentido común: en este conflicto, como en muchos otros, vemos, de un lado, a los policías, los militares de la PFP, a los “intelectuales” del sistema, a Vicente Fox, a Madrazo, a Calderón, a López Obrador, con todos sus partidos políticos, y del otro lado vemos a los campesinos, a los estudiantes, a las madres y hermanos de los presos, a las organizaciones populares… ¿a qué lado perteneces? La línea la marcaron ellos con su corrupción, con sus robos y su represión, nos toca a nosotros, a cada quién, decidir de qué lado nos vamos a parar.

No dejes que las “noticias” te nublen la vista, en ellas dicen que detrás de Atenco hay “intereses oscuros”. Nada más falso. Detrás de nuestra resistencia no hay ningún interés oscuro, sino la más cristalina convicción de defender nuestros derechos, nuestra tierra, nuestro trabajo, para Atenco y para todo México, junto a las organizaciones hermanas que luchan por estas demandas elementales.

Intereses oscuros los de las mafias partidistas, los del gobierno de Vicente Fox, de Peña Nieto y de las administraciones perredistas municipales de Atenco y Texcoco, que provocaron este conflicto y no tienen la menor intención de solucionar.

Es muy posible que sea su rencor, su malestar, ese enojo que se han tenido que tragar desde el 2001 y hasta ahora, por no poder derrotar a nuestro pequeño y humilde Atenco, y sus campesinos rebeldes que los han parado en muchos de sus robos, sus fraudes y sus despojos, empezando por su megaproyecto del aeropuerto, que fue derrotado por la capacidad y fuerza del pueblo organizado.

Queremos que comprendan y compartan nuestra indignación, no tenemos a quién recurrir más que a ustedes, nuestro pueblo. Necesitamos sus manos, su voz, en este momento que se encuentran más de 200 presos, hospitalizados-presos y desaparecidos, de diferentes comunidades y organizaciones sociales. Sólo con su apoyo podremos arrancarles la libertad de nuestros compañeros, a este gobierno carcelero y violador. Tierra, libertad, trabajo, salud, educación y vivienda para todos, eso y nada más es lo que defendemos, esos son nuestros intereses y ningún otro. Es por ello que el pueblo entero debe unirse y luchar, estar codo con codo con los que son los suyos: los de abajo.

¡Libertad a todos nuestros presos políticos!

¡Presentación inmediata y en buen estado de los desaparecidos!

¡Fuera todas las fuerzas represivas de San Salvador Atenco!

¡Cese del hostigamiento, los cateos y las aprehensiones!

Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco, organizaciones, colectivos y pueblo solidario con esta lucha.

2/5/06

Reconstrucción



El estadio y el palco


En los años ochenta, el pueblo de Nicaragua sufrió castigo de guerra por creer que la dignidad nacional y la justicia social eran lujos posibles para un país pobre y chiquito.
En 1996, Félix Zurita entrevistó al general Humberto Ortega, que había sido revolucionario. Mucho habían cambiado los tiempos, en tan poco tiempo. ¿Humillación? ¿Injusticia? La naturaleza humana es así, dijo el general: nunca nadie está conforme con lo que le toca.
-Hay una jerarquía, pues -dijo. Y dijo que la sociedad es como un estadio de fútbol:
-Al estadio entran cien mil, pero en el palco caben quinientos. Por mucho que usted quiera al pueblo, no puede meterlos a todos en el palco.

La cancha.

El pueblo, ¿asiste al partido o lo juega?
En una democracia, cuando es verdadera, ¿el lugar del pueblo no está en la cancha? ¿Se ejerce la democracia solamente el día en que el voto se deposita en la urna, cada cuatro, cinco o seis años, o se ejerce todos los días de cada año?
Una de las experiencias latinoamericanas de democracia cotidiana se está desarrollando en la ciudad brasileña de Porto Alegre. Allí, los vecinos discuten y deciden el destino de los fondos municipales disponibles para cada barrio, y aprueban, corrigen y desaprueban los proyectos que genera el gobierno local. Los técnicos y los políticos proponen, pero son los vecinos quienes disponen. (1)

. . .

El actual proceso de integración no nos reencuentra con nuestro origen ni nos aproxima a nuestras metas. Ya Bolívar había afirmado, certera profecía, que los Estados Unidos parecían destinados por la Providencia para plagar América de miserias en nombre de la libertad. No han de ser la General Motors y la IBM las que tendrán la gentileza de levantar, en lugar de nosotros, las viejas banderas de unidad y emancipación caídas en la pelea, ni han de ser los traidores contemporáneos quienes realicen, hoy, la redención de los héroes ayer traicionados. Es mucha la podredumbre para arrojar al fondo del mar en el camino de la reconstrucción de América Latina. Los despojados, los humillados, los malditos tienen, ellos sí, en sus manos, la tarea. La causa nacional latinoamericana es, ante todo, una causa social: para que América Latina pueda nacer de nuevo, habrá que empezar por derribar a sus dueños, país por país. Se abren tiempos de rebelión y de cambio. Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres. (2)

. . .

Notas:
(1) Eduardo Galeano, Patas arriba, la escuela del mundo al revés. Siglo XXI, sexta edición, 2003. México
(2) Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina. Siglo XXI, septuagésimosexta edición, 2004. México.

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PD: Y mientras yo sigo leyendo mis libros revolucionarios, mi padre insiste en la religión, con la "Gran Biografía de Jesús de Nazaret, hombre y leyenda", por Almudena García Páramo. Y sigo sin poder moldear la inspiración. Ya veremos qué hago...