
["24 || 25", de Libertinus]
Mi nombre es Daniel. Soy tauro, aunque la astrología me parece una burrada. Vivo en la Ciudad de México, aunque nací en Mazatlán, Sinaloa, un día como hoy, pero hace 24 años, a eso de las diez de la mañana. Pasé toda la infancia en Tijuana, hasta por ahí de los 10 años, cuando migramos a mi ciudad natal donde viví hasta que salí de la preparatoria. Entonces decidí volver a Tijuana, a estudiar la licenciatura en comunicación y publicidad. Las cosas no pasaron como tenía planeado y tuve que regresar al puerto sinaloense, donde entré en un comité de promoción de la Otra Campaña, del EZLN, y mi vida cambió. Conocí a F, e iniciamos una aventura que sigue hasta ahora, y que seguirá por mucho tiempo todavía. Aunque ahora, la primera parte está próxima a concluir, cuando por fin termine de una buena vez la carrera, ya no en comunicación, sino en antropología social (no, no busco dinosaurios, lo siento), y entonces veremos qué pasa.
Soy una persona tranquila, algo perezosa, indolente o pasiva, sobre todo cuando no le veo el caso, que es la mayor parte de las veces. Para mí la vida es como una canción. Hay partes que te gustan y partes que no, a veces estás en la mejor disposición de oírla, incluso de cantarla, a veces no, y siempre es bueno encontrar personas con quién compartirla. Soy de los que procuran ver el vaso medio lleno, aunque también disfruto divertirme, reírme de mí mismo y de los demás, no tomarme las cosas muy en serio, jugar, despreocuparme. Un poco hippie, diría yo. En algún momento quise dedicarme a escribir, en otro a dibujar, luego a la música, o al teatro, por lo que, supongo, siempre fue del tipo de los artistas. Traté de cambiar un poco con la antropología pero es imposible, ya lo dijo Evans-Pritchard, la antropología social, más que una ciencia, es un arte: el de interpretar la cultura. Tiene algo de razón, pero no toda, porque el arte a veces no es práctico, aunque bueno: lo mismo con la antropología, pero en el primer día de clases, con el discurso de Falomir, supe que había encontrado mi vocación. Quizá no sea el mejor, ni el más inteligente o creativo, pero sé que me gusta, y cuando haces algo que te gusta, vas por buen camino.
No soy mucho de cumpleaños, me he dado cuenta. No recuerdo como algo especial las piñatas que me hacían de niño, sólo esperaba los regalos. Ya más grande, prefería pasarla con unos cuantos amigos, haciendo nada, descansando o distrayéndome. En mis primeros años de adultez, la cosa ha ido peor. Sobre todo desde que entré a la universidad. Francamente no me entusiasma la fecha. Me gusta, sí, que me feliciten, que me deseen un buen día, que se alegren por mí, y lo agradezco de todo corazón, pero no creo que cumplir años sea un logro, o que merezca un premio. Ese día más bien debería conmemorarse a la madre de uno, por haber soportado el trabajo de parto. En fin. Últimamente tampoco soy mucho de fiesta. No, no me considero antisocial. Quizá un poco. Pero cuando estás lejos de la familia, sobre todo si es por decisión propia, y has hecho un compromiso, lo mejor es cuidar, lo más que se pueda, el dinero que generas. Eso y las deudas, que en lugar de reducirse se incrementan, por más pagos que uno hace. Si hay algo que no me gusta de la adultez es justamente la dependencia que esta sociedad ha creado hacia el dinero. Yo sería feliz con el sistema de trueque, la verdad.
El caso es que ha pasado un año más, y el día en que naciste es un buen día para tomarlo como referencia del tiempo transcurrido, aunque en los hechos, es sólo otro día, como cualquiera. Hay muchas personas que extraño, muchas situaciones que extraño (ahora me viene a la mente el ceviche que compraba a la salida de la primaria, qué delicia), muchos lugares a los que algún día, de ser posible, me gustaría volver a ver, muchas sensaciones que me gustaría volver a sentir, como la emoción de estar en un lugar nuevo, rodeado de gente que no conoces. Me siento muy tranquilo, muy contento con lo que tengo y con lo que he logrado, aunque sé que todavía falta, falta mucho por hacer. Pero, una vez que has encontrado a alguien con quien compartirlo todo, desde lo bueno hasta lo malo, todo parece sencillo. Se siente uno invencible, de acero. El amor se trata de muchas cosas, pero sin duda, ese es uno de sus efectos, o de sus causas, nunca se sabe, hace años que paré de intentar definirlo. Quizá, cuando empecé a sentirlo nada más.
Estar aquí, ahora, es algo por lo que debo agradecer a muchas personas, desde el momento mismo en que nací. Unos ya eran parte de mi familia cuando yo llegué a ella, otros llegaron después; gente con la que no tengo ninguna relación de sangre, pero que considero mis hermanos, o que simplemente aparecieron, me enseñaron algo y se marcharon, o quienes todavía, a la distancia, me tienen en sus más remotos recuerdos, o quienes desaparecieron para siempre, o quienes están a la espera de volver, o aquellos que siguen aquí, después de tanto tiempo, y los que recién se cruzaron en mi camino, para bien o para mal, y con quienes compartí el amor, o la comida, una cerveza, un cigarro, una película, un pedazo de vida. Todos ellos forman parte de mí, de lo que soy y de lo que me estoy volviendo, y les agradezco, con todas las fuerzas, por eso.
Gracias a todos. Y bienvenidos los que lleguen después.
Gracias a ti Xunco por compartir tiempo, espacio, y todo tu ser, con un neurótico como yo, jejeje.
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