19/11/09

Canto a Toño



1. Los caprichos de la muerte y de la vida son siempre misteriosos. No hace tanto de esta foto. Apenas este año, y pensar que ya, que se acabó, que las vidas se extinguen y que no hay marcha atrás, que no volveré a hablarle, a reírme con él, a recibir una botella de agua, una tajada de pizza, una "zona gay" que me diga Ten, llévatela. No volverá a preguntarme cómo va la escuela y a regañarme para que le eche ganas, ni me hará caminar a toda velocidad siguiéndolo por zona rosa. Esa maraña de crueldades inexplicables, ni más ni menos, es la vida, y el reverso de la moneda, reverso inevitable y omnipresente, la muerte. Que ganas de volver el tiempo atrás, repetir ese último abrazo y grabarlo para siempre en mi memoria para no tener que completarlo con invenciones mías, como lo hago ahora. Es, lo quiera o no, lo trate o no de evitar, una gran tristeza, que se resiste a diluirse, como un aceite negro y espeso, entre las demás preocupaciones de este mundo cruel de los vivos sin muertos, y de los muertos sin vivos.

2. Todo se remonta al inicio de los tiempos. Pero lo cierto es que yo no estaría aquí de no ser por Toño, y por eso le estaré siempre agradecido. Fue él quien nos consiguió dónde quedarnos cuando decidimos iniciar, Freddy y yo, una nueva aventura en una ciudad que no era la nuestra. Fue él quien nos sacó en repetidas ocasiones de muchos apuros económicos que derivaban en apuros emocionales. Fue él quien creyó en nosotros, quien compartió con nosotros un pedacito diminuto de su vida, quien nos confío su cotidianidad y su esperanza, sus pensamientos en voz alta y sus expectativas. Fue él quien, cuando quedé en la uam, me regaló una caja de plumas, un organizador para el refrigerador, y un diccionario de antropología. He sido muy afortunado por encontrarlo en mi camino. Y no, no se ha ido: vive, siempre vivirá en mis acciones, así como todos sus muertos vivieron a través de él. Ahora forma parte integral de mí como un recuerdo y como patrones de conducta deseables. Su energía se reintegrará poco a poco en este mundo, y se convertirá en el aire que respiramos, en el agua que bebemos, en las plantas que crecen, en las aves que vuelan. No, Toño, no te has ido. No te has ido.

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"Al final todos somos sólo un montón de tierra"

11/11/09

La puerta del cielo


[Imagen de: http://www.notitarde.com/]

El puré, de hace tres días, empezaba a ponerse grumoso y seco al mezclarse con los barbitúricos. Gueno estuvo a punto de añadirle apenas un chorro de agua para ver si recuperaba la consistencia original, pero recordó que Sol, cuyo cuerpo vacío empezaba a oler a podrido, les había dado instrucciones precisas de no modificar la fórmula, so pena de condena eterna, y si había algo a lo que Gueno temía más que a cualquier otra cosa de este mundo, era a la condena eterna. O al menos hasta ese instante así lo creía, pero estaba equivocado. Atravesó la cocina y llegó hasta la habitación donde Damar asistía a la última compañera, Pem. Tenía los ojos cerrados y los brazos cruzadas sobre el pecho, como había visto en las películas, aunque nadie les había dicho si debían hacerlo así, todos los treinta y ocho tripulantes, excepto Sol, y tal vez porque de la emoción ni siquiera se acordó, habían decidido irse con los brazos así dispuestos. Cuando Gueno entró en el cuarto, Pem intentó por un instante respirar, trató de hacer llegar sus manos hasta las de Damar, que detenían la bolsa en su cabeza, se rindió a mitad del camino y con un último suspiro, se fue. Damar suspiró también, luego de comprobar que el cuerpo había quedado hueco, se volvió para mirar a Gueno y reconoció el terror en sus ojos, aunque pensó que era el reflejo de los suyos y, avergonzada, los apartó.
A ellos nadie los ayudaría. Sin decir una palabra, Gueno le dio el tazón de puré a Damar y esperó. Ella se quedó inmóvil un instante, luego dio tres pasos hacia la única litera que quedaba vacía, subió la escalera y se sentó con las piernas cruzadas. Gueno la veía, sintiendo desde el fondo de su ser cómo la angustia y el miedo ascendían hasta la garganta, estremeciéndole los nervios y tensándole los músculos. En menos de tres minutos, Gueno estaba invadido por la incertidumbre, convencido de la estupidez que estaba a punto de hacer, y decidido a no continuar con una locura de tan graves consecuencias. No puedo hacerlo, dijo en voz alta sin pensarlo. Damar, que ya estaba comiendo el puré, ni siquiera le dirigió una mirada de compasión, ni de curiosidad, nada, con la vista clavada en el puré siguió comiéndolo, y cuando el tazón estuvo vacío, se recostó y dijo, Te condenarás. Pero Gueno ya tenía un pie fuera de la casa, azotó la puerta y cuando ya bajaba por el jardín, regresó a cerrar con llave, como tenía por hábito.
Caminó durante horas hasta que los nervios empezaron a descender. No se había llevado ni una chamarra y trataba de cubrirse del frío agachando la cabeza y metiendo las manos en los bolsillos del pantalón, sin mucho éxito. Había llegado a las calles lúgubres del centro, dudando entre ir a la estación de policía o telefonear a su madre para pedirle un giro, pues su mente, de alguna manera, había regresado a la normalidad en la huída, volvía a ser práctica y metódica, y no una pizarra en blanco en la que Sol escribía sus más disparatados deseos para ser cumplidos sin chistar, por lo que ahora tenía una enorme cicatriz negra en lugar de genitales. Pensaba, por ejemplo, que si acudía con la policía lo arrestarían por homicidio, y que si pedía ayuda a su madre no podría cobrar ningún giro porque no tenía identificación. Se había convertido apenas en una sombra sin identidad, sin rumbo y sin razón de ser. Mejor hubiera sido comerse el puré y morir como el resto del grupo, ahora que la vida no tenía más sentido.
Se topó con una pequeña multitud que se arremolinaba frente al escaparate de una tienda de televisiones, todas transmitiendo el noticiario de cadena nacional a las siete, cosa rara, pues el horario habitual era a las diez. Gueno se detuvo al ver en el recuadro, junto a la cabeza del presentador, la foto del cometa con una forma extraña y brillante al lado, que, según el boletín que leía, hasta ahora no podía verse por la posición de la Tierra respecto del cuerpo celeste. El experto que habían invitado, un astrónomo de la NASA, declaraba por teléfono que posiblemente se trataba de uno de los que hasta ahora habían llamado objetos voladores no identificados, nombre que ya no tendría sentido usar, y que el cometa quizá no era un cometa, sino una fuerza luminosa hasta ahora desconocida para la ciencia humana, dirigida por la nave espacial. El presentador, al terminar la entrevista, declaraba ante los ojos atónitos del mundo que era un momento determinante para la historia moderna, qué digo moderna, para la historia de todos los tiempos, hemos descubierto, con pruebas fehacientes al fin, y no por rumores incoherentes de lunáticos obsesivos, que no estamos solos en este mundo, no señor, y que debemos prepararnos para recibir, en futuros días, la visita de civilizaciones superiores, que lucharán por conquistarnos y esclavizarnos, tal como nosotros hemos hecho tantos siglos con nosotros mismos.
Fue entonces que Gueno comprendió que nunca debió dejar de temer a la condena eterna, pero ya no había nada qué hacer.

[FIN]

5/11/09

Noviembre y el frío



1. He querido escribir cuentos, salir a tomar fotos, editar unos pequeños videos, leerme un par de buenos libros, o simplemente caminar por ahí, sin rumbo, sin dirección, nada más para ver el mundo y estar seguro que sigue ahí. Mis meses ahora se agrupan de tres en tres, mis días en horas de clase y horas de no-clase, es decir, mi vida está estructurada en torno a la escuela, algo que no había percibido, al menos no con tanta fuerza, hasta ahora. En lo único que puedo pensar es en las tareas que no he hecho, en las lecturas que no he conseguido, en la proximidad del trabajo de campo, en el entusiasmo (y la esperanza) de la recién bautizada JAS, en los ensayos y exposiciones finales, en mis equipos de trabajo, en los pendientes de la revista, en la producción y posproducción de los videos. Estoy empezando a cansarme otra vez, a desesperarme por que el tiempo se diluye frente a mis narices y no puedo hacer nada para atraparlo, y en que dentro de unas cuatro o cinco semanas, antes imposible, necesitaré descansar mucho.

2. Me ha sorprendido recientemente percatarme que la cantidad de información en internet es interminable, verdaderamente infinita. Los últimos tres días me he sentado frente a la computadora dispuesto a examinar esas páginas tan populares de las que todos hablan, redes sociales y sitios de feeds, listas de marcadores y noticias, y me he llevado una sorpresa, no sé si agradable o no, al darme cuenta de todo lo que ocurre en el mundo. Leí un artículo sobre los peligros de twitter, por ejemplo, consistentes en que la desproporcionada masa de información que se recibe por este medio puede tener consecuencias morales para quienes usan el servicio, en especial, la disminución de nuestro sentido moral y el aumento de la indiferencia. Podrían tener razón, pero siento que darse cuenta de todo eso que pasa en el mundo, no sólo de los hechos empíricos que se suceden, sino de las ideas mismas que se generan, puede o bien despertarnos del estado de marasmo en el que solemos estar cuando creemos que nada pasa, o bien atraparnos en una espiral interminable de actualizaciones sobre todos los temas, en todos los lugares, y nunca detenernos a reflexionar sobre ninguno.

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"Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos", José Saramago