11/11/05

un milagro

milagro

todo empezó cuando el profesor luis moreno, de globalización y modernidad, nos dejó una exposición sobre la reforma energética mexicana. mi equipo de trabajo consistía en un grupo de personas a las que no frecuento, y yo jamás me había sentido con la confianza suficiente como para liderar un grupo. lo dejé pasar. bajo mi nueva filosofía de "las calificaciones no relfejan lo que en verdad he aprendido", el mes de octubre había flojeado tanto en la escuela que terminé reprobando tres materias, una con cero, una verdadera humillación para mi historial académico. como excusa para mi autoengaño, decidí que, ya que me cambiaría de escuela el próximo periodo, no tenía por qué esforzarme demasiado por pasar materias que, o no me interesaban, o no me gustaban los profesores. la irresponsabilidad, una vez más, me había envuelto en sus tramposos brazos, seduciéndome.

llegó el día de la exposición, y nuestro equipo fue el más patético de la historia. nadie tenía bien claro sobre qué iba a hablar, ni siquiera dominábamos el tema, y el profesor moreno lo notó de inmediato. me sentí mal, como suelo sentirme cuando defraudo las expectativas de las personas que admiro (como mi papá o algunos de mis tíos). pero, la misericordia del profe nos otorgaba veinte minutos de la clase siguiente (el viernes) para reponer nuestra pésima actuación. al término de la clase, reuní a mi equipo y les exigí reunirnos a la mañana siguiente, faltando a nuestras clases regulares, para enmendar nuestro trabajo.

el jueves me fui directo a la biblioteca, pero no había nadie, así que me dirigí al salón de clases. el profesor de mercadotecnia sólo estaba recibiendo trabajos, y como yo no lo había hecho, me quedé afuera. vi por la puerta a dos de mis compañeras, pero cuando llegaron mis amigos y propusieron irnos a desayunar, no puede evitar aceptar. cuando regresé, ya no había nadie. y no tenía manera de localizar a los miembros de mi equipo, por tanto, mi exposición del día siguiente no se efectuaría, una vez más, gracias a mi irresponsabilidad.

todo el día estuve maquinando planes para excusarme con el profesor moreno. había varias posibilidades: faltar a su clase, inventarme alguna excusa catastrófica e implorarle para que me otorgara una nueva oportunidad, recurrir a mi trágica historia de estudiante solo y sin recursos (que siempre había funcionado con otros profes), o, nada más, decir la verdad. decidí que eso sería lo mejor. esperar al profe a la entrada del salón y decirle que yo no iba a exponer, porque no había hecho nada, y que merecía el castigo que él considerara necesario. el viernes llegué más temprano que lo habitual, mis compañeras preparaban la computadora y la presentación, y yo... yo me quería hundir en un pozo. salí del salón, me planté en las escaleras para terminar de leer el libro que nos había encargado también para esa clase, y esperé, muerto de nervios y de vergüenza.

¿qué cara le mostraría al profe? ¿qué cara pondría él cuando se lo dijera? "mierda", pensé. eran las ocho diez. un retraso de diez minutos no significaba nada. a las ocho quince me empecé a impacientar. a las ocho veinte, subió don robert, el encargado de no sé qué en la escuela, para avisarnos que el profe luis moreno no asistiría a dar clases. recordé que, cuando me levanté esta mañana, y salí de mi casa, enfundado en la máscara de valor que me pongo cuando sé que soy un fiasco, pensé "algo extraordinario tiene que ocurrir, como siempre". porque esa era la ley. siempre que yo no hago algún trabajo importante, algo pasa y me libero de todo eso. esta vez también pasó. pero sé que es la última vez, algo dentro de mí me lo dice.

todo esto coincide con la revolución ideológica que experimento en estos días. desde que me enteré del abrumador cero, decidí que debía dejar de lado mi actitud valemadrista y aplicarme. desde que me empezó a preocupar mi futuro, después de ese profundo lapsus en el que me autoproclamé "prisionero del presente", me pregunté qué voy a ser para ganarme la vida, y me quedé sin respuesta. mi profesora de lectura y redacción me ha dado ánimos para editar mis cuentos y novelas, y aunque lo ideal sería vivir de lo que me gusta, aún no me siento con confianza (ni talento, ni experiencia) suficiente para empezar el arduo camino que deben recorrer los escritores, aunque sé que tarde o temprano lo empezaré. mi imagen dando clases de ortografía en alguna preparatoria es algo que no termino de aceptar. necesito moverme, y este milagro que ocurrió hoy es la señal que me terminó de activar. es todo, no puedo seguir igual. se acabó la irresponsabilidad.

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