15/11/05

Tulipanes (Versión 2)

Tulipanes

Elisa se rehusó a creerle al doctor Arriaga. No era normal, ni lógico, ni coherente. Armando había tenido siempre una salud inquebrantable. En seis años de matrimonio, le había dado una vez un resfriado leve, y nada más. Por eso aquella tarde fue una locura. Lo habían ascendido en el trabajo, y Elisa se había esmerado en prepararle una exquisita cena. Lo recibió con un beso, ambos estaban felices, se sentaron en la mesa, Claudia estaba en casa de su abuela cuando, a mitad de una copa de vino, Armando se desplomó sobre el plato y no se volvió a mover. Elisa creyó que era una broma, hasta que quince minutos después llamó al doctor porque su marido ya no estaba respirando. Señora, su marido está muerto.

Nadie pudo convencerla. Elisa decía que no, que no era posible, cómo así, nada más, y el doctor argumentaba que era un caso raro pero no imposible. "Caprichos biológicos", decía. La madre de Armando tuvo que encargarse del funeral, de la misa, del entierro, de los seguros, porque Elisa había declarado que no iba a hacer nada, que su marido no estaba muerto. No paró de llorar. Sus ojos grandes y hermosos se enrojecieron por tantas lágrimas, y se encerró en su cuarto hasta el momento del funeral. Se acercó despacio al ataúd, miró el rostro de Armando. No parecía muerto. Así permaneció durante un largo rato, esperando en secreto que su marido despertara y le dijera al mundo que estaban en un error, que él no estaba muerto. Despacio, vio cómo en el rostro de Armando se iba dibujando una leve sonrisa. Nadie le creyó. Le dieron pastillas para los nervios, la apartaron del cuerpo de su esposo y le ordenaron descansar.
En el panteón ya parecía más convencida. Su madre, su padre, su hermano, sus suegros, todos habían hablado con ella y le habían repetido hasta el cansancio que Armando estaba muerto. Elisa pensó "una mentira mil veces repetida se convierte en verdad", y sin dejar de llorar, caminó al lado del ataúd. Sin embargo, aún había algo, algo dentro de ella que la hacía dudar. De pronto sintió la presencia del marido, como cuando llegaba temprano y ella, sin oírlo, sabía que había llegado, o como cuando se acordaba de él con más intensidad y a los segundos sonaba el teléfono y era él. Es imposible, Armando está muerto. Creyó haber escuchado su voz, dentro del sepulcro, pronunciar "Elisa", aunque fue casi inaudible... No, no puede ser. Armando está muerto. Lo sé por los tulipanes. Él quería tulipanes en su entierro, y aquí están. Elisa toma un puñado de tierra y lo lanza a la fosa. Claudia, su hija, pregunta, Mamá, qué le pasó a mi papi. Elisa responde, Tu papi se fue al cielo, hija, y entonces deja de llorar.

(FIN)

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[Versión original]

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