29/11/05

el derecho al delirio

nota preliminar: juro que es el último post fusilado de la temporada, pero es que no podía dejar de compartir con ustedes, mis escasos lectores de este humilde blog, esto que encontré en el último capítulo del libro patas arriba, la escuela del mundo al revés, de este autor uruguayo. el derroche de inspiración ha sido bastante generoso, y apenas termine mis nuevas series de cuentos cortos, se los haré saber. vamos, nútranse de conciencia social (especial atención al delito de estupidez):

Pintura de Salvador Dalí

En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:
el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones;
en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros;
la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;
el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas;
la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;
se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega;
en ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo;
los economistas no llamarán "nivel de vida" al nivel de consumo, ni llamarán "calidad de vida" a la cantidad de cosas;
los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas;
los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;
los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas;
la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo;
la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero;
nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene;
el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;
la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos;
nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión;
los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle;
los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos;
la educación no será el privilegio de los que puedan pagarla (sniff!)
la policía no será la maldición de los que no puedan comprarla;
la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda;
una mujer, negra, será presidenta de Brasil, y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú;
en Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria;
la Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo;
la Iglesia también dictará otro madamiento, que se le había olvidado a Dios: "Amarás a la naturaleza, de la que formas parte";
serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma;
los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y se perdieron de tanto buscar;
seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo;
la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.

Eduardo Galeano, Uruguay

26/11/05

El paraíso

nota preliminar: cuando te das cuenta de que existe una realidad muy diferente a la que percibes, que existe aunque no es visible, resulta un choque descomunal entre tus valores y tus costumbres, entre lo que eras y lo que te dispones a ser, entre lo que piensas y lo que haces. pensándolo bien, no es sólo descubrirla, sino comprenderla, desde sus causas hasta sus consecuencias. este choque tiene distintos efectos en todas las personas, supongo. en mí, derivado de esta revoltura de sensaciones, encontré la inspiración suficiente para escribir una novela. pero no la quiero hacer como las anteriores (que ni siquiera he terminado); ésta estará cargada de un enorme sentido social, para que la gente abra los ojos y se de cuenta de la dirección que nos están haciendo tomar... será mi forma de contribuir. esa y las demás.

Visage of war, Salvador Dalí

Si nos portamos bien, está prometido, veremos todos las mismas imágenes y escucharemos los mismos sonidos y vestiremos las mismas ropas y comeremos las mismas hamburguesas y estaremos solos de la misma soledad dentro de casas iguales en barrios iguales de ciudades iguales donde respiraremos la misma basura y serviremos a nuestros automóviles con la misma devoción y responderemos a las órdenes de las mismas máquinas en un mundo que será maravilloso para todo lo que no tenga piernas ni patas ni alas ni raíces.

Eduardo Galeano, Uruguay

22/11/05

Pobrezas

La noche de los pobres, Diego Rivera

Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen tiempo para perder el tiempo.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen silencio, ni pueden comprarlo.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen piernas pero se han olvidado de caminar, como las alas de las gallinas se han olvidado de volar.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que comen basura y pagan por ella como si fuese comida.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen el derecho de respirar mierda, como si fuera aire, sin pagar nada por ella.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen más libertad que la libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que viven dramas pasionales con las máquinas.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que son siempre muchos, y están siempre solos.
Pobres, lo que se dice pobres, son los que no saben que son pobres.

Eduardo Galeano, Uruguay

"Pachamama te veo tan triste... Pachamama me pongo a llorar..."

21/11/05

descubrimientos

descubrimientos

hay quienes dicen que todos los días se aprende algo nuevo. el otro día le enseñé a jessy a recordar cuáles meses tienen 31 días contando con los nudillos. y el fin de semana pasado descubrí que siempre es mejor estar bien hidratado, aunque te den ganas de ir al baño o aunque no sientas sed, si no, puedes quedarte ciego cuando menos lo esperas... pero esa es otra historia.

anoche decidí gastar mis últimos veinte pesos en algo de cenar. hice los dibujos de la tarea de mercadotecnia en el cuaderno (igual que el guión técnico para guionismo), con la esperanza de poder pasarlo al siguiente día temprano a computadora para entregarlo. la nueva remesa me llegó hasta las once pasadas, lo cual me quitaba la posibilidad de entregar mi trabajo a tiempo para evaluación. ¿víctima de las circunstancias? no, no creo. más bien, víctima de la mala administración, víctima de la economía del país, víctima del modelo neoliberal, como la gran mayoría de los habitantes del mundo. en la clase de foto había cola para usar el salón, y a mí me toca hasta el próximo miércoles, así que decidí no ir a la escuela. me bañé con calma, arreglé como pude mi cuarto, y fui a sacar el dinero. compré un libro que necesitaba y que por casualidad encontré en la librería de la uabc, en un recorrido de reconocimiento, pensando en que, en un futuro no muy lejano, estaría recorriendo los andadores de esa escuela pero no para perder el tiempo, sino para acudir a mi siguiente clase. regresé a casa, leí dos capítulos de "patas arriba, la escuela del mundo al revés" de eduardo galeano (muy recomendable), y cuando dieron las dos y media, acudí a la fondita a cuatro cuadras de mi casa a comer algo. luego fui a caminar, y por casualidad, vi a lo lejos una comercial mexicana. con la esperanza de poder adquirir ahí mi revista conozca más (edición especial de sexo) a precio de portada, me encaminé hacia ahí y, para mi enorme sorpresa, descubrí el centro comercial otay, una especia de "gran plaza" mazatleca si estuviera abierta las 24 horas y fueras a las 4 de la mañana: locales abandonados, pasillos vacíos, vendedores (de libros, de belleza estética, de impresiones, de ropa, de sombreros mexicanos) esperando el milagro de que un cliente atravesara la puerta del local.

me pareció fabuloso. como descubrir ruinas contemporáneas, un centro comercial en el olvido, donde el eco se multiplica por las esquinas, los guardias de seguridad te ven con ojos de sospecha, y te siguen por los estantes del interior de la comercial mexicana, porque en aquel lugar rústico no existen las cámaras de seguridad, ni las alarmas antirrobos, vamos, ni siquiera existen las puertas que se abren solas: aún tienen la leyenda "empuje" inscrita con letras blancas. me pareció un descubrimiento insólito, un lugar donde puedes ir y disfrutar del silencio y la tranquilidad, un mundo paralelo donde el consumismo aún no clava sus garras, donde los vendedores, en lugar de competir, se unen para vender aunque sea un poco, y los clientes, en vez de recorrer la plaza con prisa, se toman su tiempo para saborear el placer de la quietud. la mejor plaza de tijuana: el centro comercial otay.

por cierto, antes tenía multicinemas. ya no.

15/11/05

Tulipanes (Versión 2)

Tulipanes

Elisa se rehusó a creerle al doctor Arriaga. No era normal, ni lógico, ni coherente. Armando había tenido siempre una salud inquebrantable. En seis años de matrimonio, le había dado una vez un resfriado leve, y nada más. Por eso aquella tarde fue una locura. Lo habían ascendido en el trabajo, y Elisa se había esmerado en prepararle una exquisita cena. Lo recibió con un beso, ambos estaban felices, se sentaron en la mesa, Claudia estaba en casa de su abuela cuando, a mitad de una copa de vino, Armando se desplomó sobre el plato y no se volvió a mover. Elisa creyó que era una broma, hasta que quince minutos después llamó al doctor porque su marido ya no estaba respirando. Señora, su marido está muerto.

Nadie pudo convencerla. Elisa decía que no, que no era posible, cómo así, nada más, y el doctor argumentaba que era un caso raro pero no imposible. "Caprichos biológicos", decía. La madre de Armando tuvo que encargarse del funeral, de la misa, del entierro, de los seguros, porque Elisa había declarado que no iba a hacer nada, que su marido no estaba muerto. No paró de llorar. Sus ojos grandes y hermosos se enrojecieron por tantas lágrimas, y se encerró en su cuarto hasta el momento del funeral. Se acercó despacio al ataúd, miró el rostro de Armando. No parecía muerto. Así permaneció durante un largo rato, esperando en secreto que su marido despertara y le dijera al mundo que estaban en un error, que él no estaba muerto. Despacio, vio cómo en el rostro de Armando se iba dibujando una leve sonrisa. Nadie le creyó. Le dieron pastillas para los nervios, la apartaron del cuerpo de su esposo y le ordenaron descansar.
En el panteón ya parecía más convencida. Su madre, su padre, su hermano, sus suegros, todos habían hablado con ella y le habían repetido hasta el cansancio que Armando estaba muerto. Elisa pensó "una mentira mil veces repetida se convierte en verdad", y sin dejar de llorar, caminó al lado del ataúd. Sin embargo, aún había algo, algo dentro de ella que la hacía dudar. De pronto sintió la presencia del marido, como cuando llegaba temprano y ella, sin oírlo, sabía que había llegado, o como cuando se acordaba de él con más intensidad y a los segundos sonaba el teléfono y era él. Es imposible, Armando está muerto. Creyó haber escuchado su voz, dentro del sepulcro, pronunciar "Elisa", aunque fue casi inaudible... No, no puede ser. Armando está muerto. Lo sé por los tulipanes. Él quería tulipanes en su entierro, y aquí están. Elisa toma un puñado de tierra y lo lanza a la fosa. Claudia, su hija, pregunta, Mamá, qué le pasó a mi papi. Elisa responde, Tu papi se fue al cielo, hija, y entonces deja de llorar.

(FIN)

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[Versión original]

11/11/05

un milagro

milagro

todo empezó cuando el profesor luis moreno, de globalización y modernidad, nos dejó una exposición sobre la reforma energética mexicana. mi equipo de trabajo consistía en un grupo de personas a las que no frecuento, y yo jamás me había sentido con la confianza suficiente como para liderar un grupo. lo dejé pasar. bajo mi nueva filosofía de "las calificaciones no relfejan lo que en verdad he aprendido", el mes de octubre había flojeado tanto en la escuela que terminé reprobando tres materias, una con cero, una verdadera humillación para mi historial académico. como excusa para mi autoengaño, decidí que, ya que me cambiaría de escuela el próximo periodo, no tenía por qué esforzarme demasiado por pasar materias que, o no me interesaban, o no me gustaban los profesores. la irresponsabilidad, una vez más, me había envuelto en sus tramposos brazos, seduciéndome.

llegó el día de la exposición, y nuestro equipo fue el más patético de la historia. nadie tenía bien claro sobre qué iba a hablar, ni siquiera dominábamos el tema, y el profesor moreno lo notó de inmediato. me sentí mal, como suelo sentirme cuando defraudo las expectativas de las personas que admiro (como mi papá o algunos de mis tíos). pero, la misericordia del profe nos otorgaba veinte minutos de la clase siguiente (el viernes) para reponer nuestra pésima actuación. al término de la clase, reuní a mi equipo y les exigí reunirnos a la mañana siguiente, faltando a nuestras clases regulares, para enmendar nuestro trabajo.

el jueves me fui directo a la biblioteca, pero no había nadie, así que me dirigí al salón de clases. el profesor de mercadotecnia sólo estaba recibiendo trabajos, y como yo no lo había hecho, me quedé afuera. vi por la puerta a dos de mis compañeras, pero cuando llegaron mis amigos y propusieron irnos a desayunar, no puede evitar aceptar. cuando regresé, ya no había nadie. y no tenía manera de localizar a los miembros de mi equipo, por tanto, mi exposición del día siguiente no se efectuaría, una vez más, gracias a mi irresponsabilidad.

todo el día estuve maquinando planes para excusarme con el profesor moreno. había varias posibilidades: faltar a su clase, inventarme alguna excusa catastrófica e implorarle para que me otorgara una nueva oportunidad, recurrir a mi trágica historia de estudiante solo y sin recursos (que siempre había funcionado con otros profes), o, nada más, decir la verdad. decidí que eso sería lo mejor. esperar al profe a la entrada del salón y decirle que yo no iba a exponer, porque no había hecho nada, y que merecía el castigo que él considerara necesario. el viernes llegué más temprano que lo habitual, mis compañeras preparaban la computadora y la presentación, y yo... yo me quería hundir en un pozo. salí del salón, me planté en las escaleras para terminar de leer el libro que nos había encargado también para esa clase, y esperé, muerto de nervios y de vergüenza.

¿qué cara le mostraría al profe? ¿qué cara pondría él cuando se lo dijera? "mierda", pensé. eran las ocho diez. un retraso de diez minutos no significaba nada. a las ocho quince me empecé a impacientar. a las ocho veinte, subió don robert, el encargado de no sé qué en la escuela, para avisarnos que el profe luis moreno no asistiría a dar clases. recordé que, cuando me levanté esta mañana, y salí de mi casa, enfundado en la máscara de valor que me pongo cuando sé que soy un fiasco, pensé "algo extraordinario tiene que ocurrir, como siempre". porque esa era la ley. siempre que yo no hago algún trabajo importante, algo pasa y me libero de todo eso. esta vez también pasó. pero sé que es la última vez, algo dentro de mí me lo dice.

todo esto coincide con la revolución ideológica que experimento en estos días. desde que me enteré del abrumador cero, decidí que debía dejar de lado mi actitud valemadrista y aplicarme. desde que me empezó a preocupar mi futuro, después de ese profundo lapsus en el que me autoproclamé "prisionero del presente", me pregunté qué voy a ser para ganarme la vida, y me quedé sin respuesta. mi profesora de lectura y redacción me ha dado ánimos para editar mis cuentos y novelas, y aunque lo ideal sería vivir de lo que me gusta, aún no me siento con confianza (ni talento, ni experiencia) suficiente para empezar el arduo camino que deben recorrer los escritores, aunque sé que tarde o temprano lo empezaré. mi imagen dando clases de ortografía en alguna preparatoria es algo que no termino de aceptar. necesito moverme, y este milagro que ocurrió hoy es la señal que me terminó de activar. es todo, no puedo seguir igual. se acabó la irresponsabilidad.

7/11/05

El llanto

El llanto del bebé inunda el vagón y mata cualquier otro sonido. Los pasajeros, todos, parecen atentos a los gemidos inocentes que aquella inexperta garganta emite, tratando de identificar la más mínima variación en la frecuencia, tono, volumen o intensidad del que, suponen, es un varón recién nacido. Algunos, los más entrometidos, se preguntan por qué la madre no hace nada, sólo está ahí, sentada, mirando por la ventanilla la interminable pared del túnel subterráneo sin expresión alguna en el rostro, sosteniendo y aguantando al pequeño. Lo que no saben es que la madre también llora, pero nadie puede ver sus lágrimas disimuladas.
El tren se detiene, la puerta se abre, la gente sale presurosa. La madre se levanta de su asiento, el llanto del bebé se pierde, confundido por el ambiente que de pronto se volvió ruidoso. Un joven se detiene para dejar pasar a la madre, Adelante, pase usted, y ella pasa, nada más. Camina con pasos cortos y rápidos. Mira al frente. Sabe qué tiene que hacer. No puede ser débil, no ahora. De su fortaleza depende su futuro, pero no es momento de pensar en esas cosas, no, hay que enfocarse, no tocar a nadie, esquivar a las personas, alguno tal vez quiera detenerla y decirle que qué lindo nene, por qué llora, pobrecito. No es posible que sepa, piensa la madre, Es sólo un bebé, no tiene idea. El andén está repleto. Pero el baño, es el lugar elegido, debe estar vacío. Hoy en día nadie usa los baños del metro, están asquerosos. Hacia allá se dirige.
Entra. Está vacío, húmedo, oscuro, repugnante. No tendrá que esperar mucho, alguien escuchará el llanto y vendrá. No hay tiempo para despedidas. La madre deja al bebé en el lavamanos, lo cobija bien, ya no puede disimular su llanto, las lágrimas gruesas ruedan por su rostro joven y demacrado antes de tiempo. Una bendición, un beso en la frente. Ni siquiera le puso nombre. Sale casi corriendo, Adiós, adiós, hijo, choca con una señora con el cabello teñido de rojo y muy maquillada, Disculpe, No hay cuidado, y ahora sí corre hacia el tren que está a punto de irse. Parece el mismo vagón en el que venía, pero no: falta el llanto de un bebé. Mira la interminable pared. Mira a la gente. Todos parecen estar atentos a ella, todos parecen saber que es la peor madre del mundo. No, no puedo hacer esto. La madre baja en la siguiente estación y corre todo el camino de regreso. No puedo dejar a mi hijo, no puedo.
Un grupo de personas rodean a la señora pelirroja en la puerta del baño. Lo encontré llorando, pobrecito, está asustado, Y la madre, No lo sé, se fue corriendo, Cómo era ella, Por qué, Pues porque vamos a buscarla para detenerla, esto es un delito. La señora pelirroja mira directo a los ojos de la joven y asustada madre que observa la escena algo alejada, pero que escucha todo. Ambas se miran por un instante, la madre da media vuelta y sale a la calle, presa del pánico, no quiere ir a la cárcel. La señora pelirroja mira al niño, se está calmando ya. Lo siento oficial, no le ví la cara.

(FIN)