
no, no lo estoy manejando como debiera. más bien, lo estoy arruinando. más bien, estoy arruinándolo todo. no siento que pueda acomodarme al ritmo de la escuela. no creo tener ganas de ir a nueva york, ni tener el dinero. no siento la inspiración necesaria, o digamos, la debida, para continuar escribiendo. quisiera dar saltos en el tiempo, moverme con libertad a través del calendario, unos días, unos meses, unos años, que pasen sin que yo me de cuenta, perderlos por ahí, ignorarlos, dejarlos escapar.
diré que haré cosas, pero sé que al final no las haré. entonces, ¿para qué digo qué haré algo? ¿para engañarme? ¿para engañar a los demás? no tiene caso. mejor no digo nada y trato de hacerlo, intento una y otra vez, quizá al principio no puedo, no tenga éxito, quizá yo solo no sea capaz de hacer nada, entonces buscaré ayuda. pero no es algo que le pueda pedir a cualquiera. no es algo que cualquiera pueda entender. es algo más, digámoslo así, existencial, o filosófico, o trascendental. no es algo que se pueda cambiar de la noche a la mañana. pero ya lo he identificado, o si no, estoy en camino. será suficiente con agarrar una de las tantas ramas y desde ahí guiarme hacia la raíz, encontrar el fondo último y ya que lo tenga en las manos, lo liquidaré. la rama más gruesa, y por ende, la más sencilla de seguir, la tengo al alcance de la mano.
mientras tenga este dilema existencial-filosófico-trascendental, todo será una mierda. la escuela, por ejemplo. qué cara está. un trabajo, también, no será difícil conseguir, o tal vez sí, dependerá de mí. las relaciones sentimentales. no sé manejarlas, trato y trato, no por compromiso, nada de eso, en realidad quiero hacerlo, en realidad quiero tener éxito, en realidad quiero hacer méritos, robarle una sonrisa, atrapar su mirada, despertarle la felicidad, la tranquilidad, el sosiego, el descanso, la paz. pero no siempre lo consigo. de repente un impulso llega, opaca los pensamientos y lo arruina todo. lo que es y lo que viene. y yo, sé que a veces las palabras lo solucionan todo, aunque esas palabras no sean las que uno necesita decir, no porque sean mentiras, sino porque le despejan a uno la mente y el pecho, limpian los pulmones, las fosas nasales, la garganta, a veces hasta los ojos. pero si las palabras no son dichas, nada se soluciona. es peor cuando sabes que fue culpa tuya. es peor arruinarlo cuando estás consciente de ello, y de que no puedes hacer nada.
si continúo así, me voy a arruinar. no puedo arruinarme. y no siento que esté siendo fatalista. tampoco quiero preocupar a nadie, hablo de mi hermana, de mi familia, de los que lees estas líneas y piensan "válgame, qué le estará pasando a este jovencito para escribir tantas barbaridades". pero no es nada. es, la verdad, algo más allá de lo físico, y hasta más allá de lo espiritual. es algo que en realidad no es. no... no todo puede explicarse con palabras. eso está claro. es una de esas veces en las que estás tranquilo, pero sientes que si no solucionas lo que te está pasando, llegarás a un punto en el que ya no podrás volver atrás, ni adelante, ni a ningún lado y te quedarás estancado. no sé si me explico. cuando sientes que el mundo se oye en una frecuencia distinta, y se ve en un canal diferente, y son otros sus colores, y otros sus aromas... y necesitas volver, a lo que conocías, a lo que te hacía sentir bien... es algo así como cuando el nintendo se traba y debes presionar reset. algo así.
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