26/9/05

Tamara



Un hombre calvo, sin expresión alguna en el rostro, anuncia con un altavoz lo que él llama "la atracción principal" de la feria, la mujer araña, Tamara, pase y véala con sus propios ojos, no es ningún truco, es un reto a sus sentidos, recibió un castigo por desobedecer a sus padres y quedó así, pase y véala usted, sólo por hoy, diez pesos la entrada. La voz animada invita a los que pasan frente a la tienda, algunos, incrédulos, no hacen mucho caso, otros más, curiosos, buscan en los monederos y pagan la entrada, al poco rato salen sonriendo, satisfechos, lo que pagaron valió, sí señor, una verdadera mujer araña, los niños también sonríen al salir, pero se les alcanza a notar el miedo en los ojos, "por desobedecer a sus padres", grita el hombre calvo, es un castigo muy brutal para estos niños modernos, suelen quedarse sin golosinas, sin videojuegos, sin postre, sin salir a jugar, sin juguete nuevo, todo depende del niño y de los padres, habituados ya a este tipo de reprimendas, pero no a ser convertidos en arañas, algunos piensan, ingenuos, que no estaría mal, "Podría ser un súper héroe", y se imaginan trepando por el techo, por los edificios, columpiándose sobre las calles de la ciudad, atrapando criminales.

Marcos va comiendo palomitas, camina despacio, sin prisas de ninguna índole, deteniéndose aquí y allá, mientras come sus palomitas de una en una, no quiere atragantarse. Da vuelta en una esquina y descubre al hombre calvo con el altavoz, su tono no cambia, como una grabación va repitiendo las mismas palabras, venga a ver la atracción principal de la feria, la mujer araña, Tamara, pase y véala con sus propios ojos, no es ningún truco, es un reto a sus sentidos. Marcos se detiene frente a la tienda y mira el letrero encima de la puerta, ahí está el dibujo de una mujer asustada, huyendo de los relámpagos nocturnos que la atacan, parece correr con torpeza con sus ocho patas, peludas, largas y asquerosas. Como para asegurarse de que nadie lo mira, Marcos voltea a un lado y al otro, nadie se fija en él, las familias van juntas, protegiendo a los niños, las parejas van tomados de las manos, próximos los cuerpos que se aman, los amigos van en grupos, unos numerosos, otros no tanto, haciendo bromas y dirigiéndose sin escalar a los juegos mecánicos ubicados en el fondo. Nadie parece ir solo, excepto Marcos, es evidente, el hombre calvo le habla directa a él, alteranso un poco su recitación, pase señor, y véalo con sus propios ojos, no es ningún truco, es un reto a sus sentidos. Busca en su bolsillo y saca una moneda, se la entrega al encargado, entra.

Atraviesa la cortina púrpura y avanza por el estrecho pasillo. Al final de éste, dobla a la derecha y se encuentra en un cuarto pequeño, abarrotado de gente que, maravillada, observa a través de una ventana en medio de la pared blanca a la mujer araña quieta, encima de una mesa de plástico, con la expresión fastidiada y cansada. Algunos murmuran, tratan de explicarse el truco, Será una muñeca, dice uno, y el otro responde No, no ves cómo mueve los ojos, no es una muñeca, Entonces es un robot, pronuncia un tercero, y los otros dos parecen estar de acuerdo, mientras Tamara voltea los ojos, habrá pensado Que imbéciles, ojalá yo fuera un robot para no tener que soportar comentarios estúpidos, entonces alguien le dice A ver, mueve las patas, y Tamara, obediente y fastidiada a la vez, hace bailar con distracción sus patas sobre la mesa. Parecen de verdad, dice un niño. Luego alguien le dice A ver, acércate un poco, pero ella no puede, y así lo dice, No puedo, su voz dulce, infantil casi, sorprende los oídos de Marcos, Por qué, le preguntan, y ella, suspirando enfadada, mira al sujeto que le preguntó y le dice:

-Si me bajo de la mesa ya no podré volver a subirme.

Podría ser verdad. Su enorme cuerpo de araña apenas cabe en el ancho de la mesa, debe tener cuidado para no resbalar. Los tres tipos que discutían cuando llegó Marcos comienzan a dudar sobre su hipótesis, No creo que un robot pueda responder preguntas así, además, fíjate cómo mueve los ojos, y Tamara, al escucharlos, comienza a hacer muecas y a mover los ojos, y le saca la lengua a una niña pequeña. De inmediato, la niña se abraza a su madre, asustada por el grotesco espectáculo, y Tamara sonríe, divertida y maliciosa. Marcos lo nota, le parece adorable, las miradas de ambos de encuentran, los ojos de ella se detienen en los de él, como si lo reconociera de pronto, y pasan por alto a la pequeña multitud allí reunida, el alambre que cubre la ventana a falta de vidrio, el extraño olor a excremento de vaca, las tonterías que dice el público, es un títere, es un disfraz. Permanecen mirándose largo rato, se cuentan sus vidas con los ojos, hasta que Tamara se va, es hora de su descanso, la gente sale de la tienda, Marcos ve cómo una mujer entra en el pequeño cuarto donde esta Tamara, la ayuda a bajarse de la mesa y la pone en el suelo, luego Tamara mira hacia la ventana y Marcos está todavía allí, ambos sonríen, y se despiden, víctimas de un amor súbito que no alcanzará a nacer, hoy es el último día de la feria en la ciudad, Marcos lo ignora, Tamara lo sabe bien, y llora en silencio, mientras trata de dormir entre las vacas, viendo dónde mete sus ocho patas, largas y peludas.

(FIN)

18/9/05

reset

SuperNES

no, no lo estoy manejando como debiera. más bien, lo estoy arruinando. más bien, estoy arruinándolo todo. no siento que pueda acomodarme al ritmo de la escuela. no creo tener ganas de ir a nueva york, ni tener el dinero. no siento la inspiración necesaria, o digamos, la debida, para continuar escribiendo. quisiera dar saltos en el tiempo, moverme con libertad a través del calendario, unos días, unos meses, unos años, que pasen sin que yo me de cuenta, perderlos por ahí, ignorarlos, dejarlos escapar.

diré que haré cosas, pero sé que al final no las haré. entonces, ¿para qué digo qué haré algo? ¿para engañarme? ¿para engañar a los demás? no tiene caso. mejor no digo nada y trato de hacerlo, intento una y otra vez, quizá al principio no puedo, no tenga éxito, quizá yo solo no sea capaz de hacer nada, entonces buscaré ayuda. pero no es algo que le pueda pedir a cualquiera. no es algo que cualquiera pueda entender. es algo más, digámoslo así, existencial, o filosófico, o trascendental. no es algo que se pueda cambiar de la noche a la mañana. pero ya lo he identificado, o si no, estoy en camino. será suficiente con agarrar una de las tantas ramas y desde ahí guiarme hacia la raíz, encontrar el fondo último y ya que lo tenga en las manos, lo liquidaré. la rama más gruesa, y por ende, la más sencilla de seguir, la tengo al alcance de la mano.

mientras tenga este dilema existencial-filosófico-trascendental, todo será una mierda. la escuela, por ejemplo. qué cara está. un trabajo, también, no será difícil conseguir, o tal vez sí, dependerá de mí. las relaciones sentimentales. no sé manejarlas, trato y trato, no por compromiso, nada de eso, en realidad quiero hacerlo, en realidad quiero tener éxito, en realidad quiero hacer méritos, robarle una sonrisa, atrapar su mirada, despertarle la felicidad, la tranquilidad, el sosiego, el descanso, la paz. pero no siempre lo consigo. de repente un impulso llega, opaca los pensamientos y lo arruina todo. lo que es y lo que viene. y yo, sé que a veces las palabras lo solucionan todo, aunque esas palabras no sean las que uno necesita decir, no porque sean mentiras, sino porque le despejan a uno la mente y el pecho, limpian los pulmones, las fosas nasales, la garganta, a veces hasta los ojos. pero si las palabras no son dichas, nada se soluciona. es peor cuando sabes que fue culpa tuya. es peor arruinarlo cuando estás consciente de ello, y de que no puedes hacer nada.

si continúo así, me voy a arruinar. no puedo arruinarme. y no siento que esté siendo fatalista. tampoco quiero preocupar a nadie, hablo de mi hermana, de mi familia, de los que lees estas líneas y piensan "válgame, qué le estará pasando a este jovencito para escribir tantas barbaridades". pero no es nada. es, la verdad, algo más allá de lo físico, y hasta más allá de lo espiritual. es algo que en realidad no es. no... no todo puede explicarse con palabras. eso está claro. es una de esas veces en las que estás tranquilo, pero sientes que si no solucionas lo que te está pasando, llegarás a un punto en el que ya no podrás volver atrás, ni adelante, ni a ningún lado y te quedarás estancado. no sé si me explico. cuando sientes que el mundo se oye en una frecuencia distinta, y se ve en un canal diferente, y son otros sus colores, y otros sus aromas... y necesitas volver, a lo que conocías, a lo que te hacía sentir bien... es algo así como cuando el nintendo se traba y debes presionar reset. algo así.

11/9/05

es un domingo más (doctor jeckill sucks!)

una vez escuché esta canción al grupo donde mi compañero de escuela, el señor pez, toca desde por allá por abril. y me gustó el título. un domingo más.

bien, lo que se dice bien, no he comido. he leído hasta el cansancio, y cuando me di una vuelta por el barrio para ver a quién veía, no vi a nadie. y es que pasar el largo y tormentoso domingo con alguien no es igual que pasarla solo. con alguien aunque sea puedes decir estupideces. si te las dices a ti mismo, ni gracia te dan.

de repente recuerdos. una conversación que no me inmiscuía pero que aún así decidí revivir, un correo que me invita a una reunión de la secundaria a la cual no podré asistir por vivir en una ciudad diferente, un característico brillo del sol en la tarde que me transporta a mi puerto natal con la mente, sólo con la mente. malas amistades, así las llamarían las abuelitas conservadoras, esas que me han llamado el lic, será porque soy el único que estudia, será por alguna otra idiotez, el caso es que me han bautizado, me han unido a su club, algo que no había sido común en mí desde tiempos inmemoriales, que alguien me haga parte de su grupo es insólito, inaudito. pero malas amistades, lo que se dicen malas amistades, no lo son. no me obligan a hacer nada que no quiera hacer, me cuidan, me dicen cuídate de ese, al menos ya sé lo que me espera. no debo darle tanta importancia. de su amistad, por usar una palabra cualquiera, no dependo yo ni ningún aspecto de mi vida. es todo como que me pusieron el lic, y me reconocen en la calle, y me dicen ahí la vemos lic. patético. entusiasmado por un apodo.

no puedo quejarme de la primera semana de clases. estuvo hasta cierto punto bien, y ahora vamos a ver qué nos depara la segunda. na'h... los fantasmas no resucitan del todo. son como zombies asquerosos que se pasean desorientados, tratando de ser lo que una vez fueron pero ya jamás serán... lo que cuenta es lo que existe, lo que está vivo, lo que es tangible y presente. lo demás no hay que tomarlo en cuenta. lo demás está de más.

10/9/05

la reflexión del día

no es que sean amigos amigos, pero ya me han puesto un apodo. pero no me importa, es igual... de todos modos, el que manda soy yo.

otra vez vuelve a hacer frío por las tardes y por las noches. otra vez mi cuarto. otra vez mi cama. otra vez la luna que sonríe. otra vez la nostalgia. la infinita nostalgia. otra vez andar a las carreras, que el tiempo y el dinero se escurran entre las manos, que el hambre indomable se filtra a cada hora. y los abrumadores recuerdos. y la tortuosa conciencia. y todo, todo lo que andaba rondando por ahí, por mi cabeza, sigue su curso, sigue, sigue... sin apiadarse. no fue suficiente el descanso. dos semanas no son nada. dos semanas no cambian nada. o lo cambian todo. los muertos, después de todo, sí resucitan. y algunos agujeros, eso ni dudarlo, no tienen fondo.

3/9/05

La despedida (#5)

La despedida

primera: la preparatoria era una tortura para mí. tenía que llevar zapatos limpios, camisa fajada, pelo corto, cinto negro, no había modo de pinteársela ni de hacer nada divertido. la libertad era un término que la directora no conocía en lo absoluto. así que, bajo el pretexto de que sería mucho más fácil entrar a la u. de g. si terminaba mis estudios en guadalajara, convencí a mi padre de que lo mejor era mudarme, yo solo, a aquella ciudad al entrar al cuarto semestre. hablé con toda la familia y conseguí alojamiento en la casa de la hermana de mi abuelo. todos fueron a despedirme, entre llantos y abrazos y consejos y miradas de añoranza prematura. lo que más me dolió: el llanto de mis hermanos. pero me sentía capaz, grande, fuerte. sentía que lo que estaba haciendo era necesario. me equivoqué. poco tiempo después, decidí que aún no estaba listo para abandonar a mi familia, y regresé a mi casa, derrotado, humillado, sabiendo que aún me faltaba mucho por madurar, que un jovencito de 16 años que siempre había dependido de sus padres no estaba listo para enfrentarse a la soledad.

segunda: 21 de julio de 2004. ya estaba todo listo. lo había decidido casi por una coincidencia, al encontrar entre mis libretas viejas un folleto de la universidad de tijuana con el plan de estudios de la carrera "comunicación y publicidad", un folleto olvidado que me habían dado en las vacaciones pasadas a aquella ciudad fronteriza. bastó echarle una ojeada para descubrir que eso quería estudiar, no ingeniería en sonido en la u. de g., y cambiar todos mis planes. mis tíos herrera habían aceptado recibirme en su casa, mi papá me había prometido que él se iría dentro de unos meses, mi madre lo había aceptado con serias dificultades, mis hermanos se habían resignado. otra vez, su llanto fue lo que más me dolió. su desolación, su desconsuelo. mi mamá me confesó en una carta que intuía que yo haría mi vida en tijuana, y que duraría mucho tiempo allá... y el instinto maternal casi nunca se equivoca. yo lloraba, lloraba sin pena, pegado a la ventana del autobús, y en silencio... sólo dejaba correr las lágrimas, frías y ásperas, mientras veía a ese numeroso grupo de personas reunidas ahí, abrazándose, llorando por despedir al primer sobrino, al primer nieto, al primer hijo.

tercera: en verdad terminé mal con mis tíos, pero si quería volver, sólo podía ser con ellos. sentía pena con mi familia, las noticias de lo que había hecho con mi vida eran despiadadas, tremendas, y mi reputación estaba pisoteada. pero eso me importaba poco. yo necesitaba continuar, tenía que continuar, y mi papá, el hombre al que más admiro, me apoyaba, confiaba en mí. él confiaba en mí, eso era lo más importante. por eso regresaba. tenía que demostrarme a mí mismo que podía seguir, hasta el final, pasara lo que pasara. menos gente fue a despedirme. había perdido credibilidad, respeto, y ahora no lloraban. sólo mis hermanos, un llanto seco, reprimido, que me llenaba de remordimiento. me fui a comienzos de enero. una semana después, regresaba: yo no era capaz de continuar así. no podía.

cuarta: mi papá confiaba en mí. si no, no me habría mandado otra vez a tijuana, esta vez a vivir solo. mi mamá no fue a la central. me partió el alma verla allí, en la sala, llorando con mi foto, y nos enlazamos en un eterno abrazo hasta que yo sentí los ojos húmedos. de los demás, sólo fue mi abuelo, mi papá y mis hermanos. nadie más. el comité de despedida se había reducido exponencialmente, creían que era un capricho mío, cómo, teniendo a mis tíos, me iba a vivir solo, vaya ingratitud, es un berrinche... pero yo sabía que sólo así podría demostrarme de lo que era capaz. manejar mi libertad, demostrar que puedo lidiar con ella, que puedo sobrevivir solo, con el apoyo de mi padre... otra vez los ojos rojos de mi hermano, y el abrazo cálido de mi hermana, me decían que esta lucha valía la pena. por ellos, valía la pena.

quinta: es dentro de unas horas. lo peor es que sé que no será la última.

1/9/05

Las muchas muertes de Vicente Urbina (#15 y #16)

#15: "Asesinado por el doctor Simi"

El doctor Simi es un asesino

Parece que dan vueltas sin sentido, que nadie va a ninguna parte, sólo son cuerpos errantes sin rumbo ni dirección, andan de aquí para allá, buscando Dios sabe qué, mirándose unos a otros, reconociéndose, varios ya se han visto durante estas inservibles caminatas, pero no se saludan, sólo sostienen la mirada del otro por unos segundos más, ambos piensan "Yo a ti te he visto", pero callan, de qué vale verlos, hablarles, saludarles. De nada. Vicente se ha unido al río de gente que fluye por las calles el dentro; él, al menos, sí lleva una dirección, o eso aparenta, camina por aquí, tuerce a la izquierda en una esquina, cruza la calle con seguridad, parece que tiene bien claro a dónde va y de dónde viene, nosotros lo ignoramos, sólo lo vemos caminando con prisa, respirando con dificultad, mirando al suelo mientras se fuma un cigarro. Va distraído, apenas hace algo por esquivar a la gente que se le atraviesa, él no los mira, sabe lo inútil que es reconocerlos, a lo lejos escucha música, una canción cualquiera, de esas que están de moda, ve las bocinas, ve la botarga ridícula del doctor Simi bailando al compás de los sonidos, un baile frenético, desquiciado, de repente se detiene, sus grandes ojos fijos parecen mirar y saludar a algún niño que pasa, el niño lo mira asustado y se aferra a su madre, la sonrisa eterna del doctor Simi no se borra, y sigue bailando, moviendo la cabeza, los brazos, la cintura, sin control, como loco. Vicente tiene que bajarse de la banqueta para esquivar a la botarga maniática, pero el doctor Simi da un sorpresivo giro, extiende los codos al azar, hubieran golpeado el aire nada más si la cabeza de Vicente no se hubiera atravesado, todos tenemos un punto débil, un talón de Aquiles, como dicen, también el cráneo, posee un lugar que no protege bien la masa encefálica, aquí, justo aquí, se impactó el codo del ilustre doctor, no fue culpa de nadie, fue un descuido, por decirlo así, pero Vicente ya no sabe de estas cosas, las convulsiones se detuvieron, el derrame cerebral fue instantáneo, el corazón no recibe ya la orden de latir, y, exhausto, se detiene a descansar.

(FIN)

#16: "Fallas mecánicas en una rampa"

Fallas mecánicas

Eleazar parece amo y señor de la casa, ha puesto su asquerosa música a todo volumen y se ha sentado en la sala común, solo, bebiendo una cerveza. Vicente apenas puede concentrarse en la lectura, ya sabemos por qué odia tanto a este vecino en particular, a los demás ni los ve, pero un eructo fuerte y sonoro de Eleazar es la gota que derrama el vaso, es de hombres eructar, no tiene nada de malo, Vicente lo ha hecho, pero en Eleazar sí le molesta, "Imbécil", piensa, mientras cierra el libro, "ojalá te mueras". Su teléfono suena, le han enviado un mensaje, es Cornelia, Ya estoy aquí, dice, Vicente toma sus llaves, su chamarra, y sale. Saluda a Eliazar, Qué hubo, él no responde, sólo mueve la cabeza, Que se joda, piensa Vicente. La camioneta de Cornelia, con los faros encendidos, parece una bestia feroz al acecho, amenazante en su monstruoso tamaño. Él le sonríe a ella, la saluda con un beso, todavía sigue fresco en su memoria lo que pasó el día anterior, siente el sabor de sus labios, el calor de su aliento, esta vez se contiene, no sabe por qué. Pasarán por unos amigos antes de ir al bar, Cornelia nota rara la camioneta, Esta cosa no quiere acelerar, se pone nerviosa, tiene que bajar por una rampa empinada, con un par de curvas, siempre es igual, los nervios, nunca ha pasado nada, pero esta vez es culpa de la camioneta, la transmisión falla, Cornelia pierde el control y se sale de la carretera, la camioneta se vuelca, da dos giros, y durante éstos Vicente se fa cuenta que no se abrochó el cinturón de seguridad, vaya olvidadizo, le ha costado cara su mala memoria

(FIN)