
Un hombre calvo, sin expresión alguna en el rostro, anuncia con un altavoz lo que él llama "la atracción principal" de la feria, la mujer araña, Tamara, pase y véala con sus propios ojos, no es ningún truco, es un reto a sus sentidos, recibió un castigo por desobedecer a sus padres y quedó así, pase y véala usted, sólo por hoy, diez pesos la entrada. La voz animada invita a los que pasan frente a la tienda, algunos, incrédulos, no hacen mucho caso, otros más, curiosos, buscan en los monederos y pagan la entrada, al poco rato salen sonriendo, satisfechos, lo que pagaron valió, sí señor, una verdadera mujer araña, los niños también sonríen al salir, pero se les alcanza a notar el miedo en los ojos, "por desobedecer a sus padres", grita el hombre calvo, es un castigo muy brutal para estos niños modernos, suelen quedarse sin golosinas, sin videojuegos, sin postre, sin salir a jugar, sin juguete nuevo, todo depende del niño y de los padres, habituados ya a este tipo de reprimendas, pero no a ser convertidos en arañas, algunos piensan, ingenuos, que no estaría mal, "Podría ser un súper héroe", y se imaginan trepando por el techo, por los edificios, columpiándose sobre las calles de la ciudad, atrapando criminales.
Marcos va comiendo palomitas, camina despacio, sin prisas de ninguna índole, deteniéndose aquí y allá, mientras come sus palomitas de una en una, no quiere atragantarse. Da vuelta en una esquina y descubre al hombre calvo con el altavoz, su tono no cambia, como una grabación va repitiendo las mismas palabras, venga a ver la atracción principal de la feria, la mujer araña, Tamara, pase y véala con sus propios ojos, no es ningún truco, es un reto a sus sentidos. Marcos se detiene frente a la tienda y mira el letrero encima de la puerta, ahí está el dibujo de una mujer asustada, huyendo de los relámpagos nocturnos que la atacan, parece correr con torpeza con sus ocho patas, peludas, largas y asquerosas. Como para asegurarse de que nadie lo mira, Marcos voltea a un lado y al otro, nadie se fija en él, las familias van juntas, protegiendo a los niños, las parejas van tomados de las manos, próximos los cuerpos que se aman, los amigos van en grupos, unos numerosos, otros no tanto, haciendo bromas y dirigiéndose sin escalar a los juegos mecánicos ubicados en el fondo. Nadie parece ir solo, excepto Marcos, es evidente, el hombre calvo le habla directa a él, alteranso un poco su recitación, pase señor, y véalo con sus propios ojos, no es ningún truco, es un reto a sus sentidos. Busca en su bolsillo y saca una moneda, se la entrega al encargado, entra.
Atraviesa la cortina púrpura y avanza por el estrecho pasillo. Al final de éste, dobla a la derecha y se encuentra en un cuarto pequeño, abarrotado de gente que, maravillada, observa a través de una ventana en medio de la pared blanca a la mujer araña quieta, encima de una mesa de plástico, con la expresión fastidiada y cansada. Algunos murmuran, tratan de explicarse el truco, Será una muñeca, dice uno, y el otro responde No, no ves cómo mueve los ojos, no es una muñeca, Entonces es un robot, pronuncia un tercero, y los otros dos parecen estar de acuerdo, mientras Tamara voltea los ojos, habrá pensado Que imbéciles, ojalá yo fuera un robot para no tener que soportar comentarios estúpidos, entonces alguien le dice A ver, mueve las patas, y Tamara, obediente y fastidiada a la vez, hace bailar con distracción sus patas sobre la mesa. Parecen de verdad, dice un niño. Luego alguien le dice A ver, acércate un poco, pero ella no puede, y así lo dice, No puedo, su voz dulce, infantil casi, sorprende los oídos de Marcos, Por qué, le preguntan, y ella, suspirando enfadada, mira al sujeto que le preguntó y le dice:
-Si me bajo de la mesa ya no podré volver a subirme.
Podría ser verdad. Su enorme cuerpo de araña apenas cabe en el ancho de la mesa, debe tener cuidado para no resbalar. Los tres tipos que discutían cuando llegó Marcos comienzan a dudar sobre su hipótesis, No creo que un robot pueda responder preguntas así, además, fíjate cómo mueve los ojos, y Tamara, al escucharlos, comienza a hacer muecas y a mover los ojos, y le saca la lengua a una niña pequeña. De inmediato, la niña se abraza a su madre, asustada por el grotesco espectáculo, y Tamara sonríe, divertida y maliciosa. Marcos lo nota, le parece adorable, las miradas de ambos de encuentran, los ojos de ella se detienen en los de él, como si lo reconociera de pronto, y pasan por alto a la pequeña multitud allí reunida, el alambre que cubre la ventana a falta de vidrio, el extraño olor a excremento de vaca, las tonterías que dice el público, es un títere, es un disfraz. Permanecen mirándose largo rato, se cuentan sus vidas con los ojos, hasta que Tamara se va, es hora de su descanso, la gente sale de la tienda, Marcos ve cómo una mujer entra en el pequeño cuarto donde esta Tamara, la ayuda a bajarse de la mesa y la pone en el suelo, luego Tamara mira hacia la ventana y Marcos está todavía allí, ambos sonríen, y se despiden, víctimas de un amor súbito que no alcanzará a nacer, hoy es el último día de la feria en la ciudad, Marcos lo ignora, Tamara lo sabe bien, y llora en silencio, mientras trata de dormir entre las vacas, viendo dónde mete sus ocho patas, largas y peludas.
(FIN)