1. Dicen que en la vida de todas las personas, llega un momento en que la muerte nos comienza a acechar en todo momento, llevándose a nuestros seres queridos, a las personas cercanas a nosotros, a nuestros vecinos, conocidos y familiares, como una epidemia de la que vamos sobreviviendo hasta que nos llegue la hora. Lo cierto es que la muerte está siempre ahí, vigilante, impetuosa, atenta a cada paso, a cada movimiento, y sucediendo todos los días, a todas las horas, en todos los instantes. Lo único constante de la vida, es la muerte, pero la sociedad del consumo (a la que últimamente le echo la culpa de todo) la ha vuelto un asunto cotidiano y tan natural como los fenómenos metereológicos, anunciando en los noticieros que ayer murieron tantas personas en un ataque terrorista, por ejemplo, y que para hoy se espera una lluvia ligera durante la noche. La muerte está, está siempre, sólo que algunas veces, se nos muestra más visible que otras.
2. Una de las funciones primordiales del pensamiento religioso (pero, según muchos antropólogos, no la única ni la que le da origen) es la de darle al hombre la esperanza de la eternidad, sembrar en su mente la idea de que, una vez que el cuerpo haya cumplido con su ciclo vital, y si es que nos hemos comportado conforme a lo dictado por los dogmas preferidos, un alma, espíritu o esencia inmaterial se desprenderá, liberada de su cárcel carnal, para ir al encuentro con lo divino y lo trascendental, que es por definición puro, imperecedero y feliz. Es un consuelo poderoso y sin duda, una buena razón para creer en un ser imaginario superior que nos libre del suplicio sin límites que provoca la pérdida de un ser querido o el pensamiento de la propia muerte. Pero, ¿qué hacemos nosotros, los incrédulos (porque es bien sabido que "ateo" es una palabra fea y un calificativo indeseable, insultante, peor que "homosexual")? ¿A qué podemos aferrarnos? ¿Cómo lidiar con el hecho concreto, impostergable, de la muerte? Confío, como siempre, en una perspectiva optimista (o positivista, como dicen en la televisión, burlándose con su ignorancia del pobre de Comte), en celebrar los recuerdos, las memorias, y los actos sucesivos que constituyeron la vida de aquellos que amamos y que se nos van muriendo, alegrándonos por la afortunada coincidencia de haberlos topado en nuestros caminos provocando un cambio de ruta, un nuevo enfoque, enseñándonos una importante lección o una nueva palabra, guiándonos con su sabiduría acumulada y poniendo en práctica sus invaluables consejos. En fin, convertir la agonía y el dolor que nos provoca la pérdida, en una felicidad basada en la celebración de la casualidad de la vida, pensar en la interminable cadena de sucesos que tuvieron que darse para que los caminos se cruzaran, y en la maravilla que eso representa en un universo del que no somos más que un pestañeo.
3. No lo conocí muy a fondo, ni muy bien. Lo que Freddy me contaba de él era suficiente para formarme en mi cabeza la idea de una persona admirable, digna de confianza, plena de fuerza y de valentía para enfrentarse con un mundo que siempre se mostró hostil y despiadado, como a todas las personas justas y comprometidas que en él habitan. Las pocas veces que lo vi, y que charlamos, capté los destellos de su sabiduría, de su rabia, de su pasión cada vez más gastada, de sus fuerzas cada día más roídas, no por las personas a su alrededor, sino por la sociedad en la que uno vive, por los fantasmas del pasado, por la maldición de la consciencia de saberse parte de esa sociedad injusta y miserable, donde puede más la corrupción y la desfachatez que la honestidad y la responsabilidad. En esta breve relación, conseguí respetarlo, admirarlo, apreciarlo y valorarlo como una persona excepcional. Duele que se haya ido así. Hasta siempre, Ruy: tu recuerdo, aunque breve, pero profundo, vivirá hasta siempre mientras sigamos haciendo eco de tu voz, mientras tus ideas y anhelos se sigan reflejando en nuestra acciones, y mientras nos empeñemos en hacer de esta sociedad un lugar mejor para todos.
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"No me llores, no/ no me llores, no/ porque si lloras yo peno/ en cambio, si tú me cantas/ yo siempre vivo/ y nunca muero..."
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