
1. Porque a ningún político le interesa la gente. Lo único que buscan en sus patéticas y nefastas vidas es subir los escalones del poder hasta la máxima altura posible, sin importarles qué deban hacer para conseguirlo. Las propuestas son sólo parte de un discurso inagotable de falsedades y engaños, convierten las ideas en mercancías y tratan de vendérnoslas a toda costa para acumular ganancias, en este caso, poder político. Podemos verlo, claramente: el juego entre diputados, senadores, y demás funcionarios públicos, se centra no en el beneficio del pueblo, sino en quién tiene la razón, y quién puede más que el otro. Aplastarse entre ellos es su única diversión. Todos sueñan con algún día, estar por encima de alguien más. Si esto no fuera así, evidentemente, no fueran políticos, sino activistas, luchadores sociales, líderes de opinión, todos estos sujetos que en nuestro país se hacen invisibles, devorados por el sistema.
2. Porque demostrar la participación es importante. Si bien es verdad que para el IFE el voto nulo es como si no hubieras votado, no podrán dejar de mirar las papeletas anuladas acumulándose en una esquina de la mesa de conteo, se sacudirán al ver que la gente no está contenta. Debe ser considerado como un acto de denuncia individual, de lucha personal, de resistencia comunal, no como una fría estrategia política. No todos los ciudadanos estamos viciados, no todos tenemos artimañas oscuras para perjudicar a unos y beneficiar a otros, como creen los importantes "analistas" de los medios de comunicación y los sabiondos de las instituciones públicas. Es, en esencia, un acto de resistencia. De verdadera resistencia.
3. Porque no es verdad que se beneficia la ultraderecha. Eso es sólo un argumento para espantar a la gente que ha considerado seriamente votar en blanco. Supongamos que la campaña a favor de la anulación del voto funciona, y que la población votante que anuló es mayor a la que eligió algún partido. Incluso así, los partidos pequeños tendrían votos. El total de votos estaría conformado sólo por aquellos que eligieron, así que, si tienen una base de apoyo amplia, alcanzarían el porcentaje que necesitan, de cualquier manera. Si no, pues simplemente, que desaparezcan: así tendremos a menos gente a la cual mantener con nuestros impuestos, y menos partidos que destruir en el futuro cercano. Y supongamos que la campaña del voto en blanco no funciona. Seríamos unos cuántos locos desorientados que no sabemos lo que hacemos. Pero sentaríamos, al menos, las bases para un descontento generalizado contra el sistema democrático mexicano. Y eso, de aquí al 2012, va a poner a temblar a los políticos.
4. Porque en este país, no hay izquierda ni derecha, ni nada en medio. Las distintas alternativas políticas, a fin de cuentas, se aglutinan en una masa deforme, pusilánime, que no tiene pies ni cabeza. Por más radicales que puedan ser sus propuestas, por más progresistas que puedan sonar, y por más honestos y buenas personas que sean los candidatos (que no dudo que los haya... o bueno, sí lo dudo, pero nada es imposible), están completamente atados, subordinados a una estructura mucho mayor, mucho más compleja y mucho más pesada, que no sólo subsume a nuestro país, sino a todos los países del mundo. Hemos creado un sistema económico que nos terminará destruyendo, que nos exige más de lo que podemos ofrecer, que mata personas de hambre y de gripa. El sistema capitalista neoliberal, a estas alturas, es un sistema global, que no permite la autodeterminación de ningún país. El verdadero jefe supremo, el único rey y soberano del mundo, es don Dinero. Aquel que lo tenga, manda. Y mientras no hagamos una reformulación de los planteamientos que nos rigen, mientras no construyamos otra cosa distinta, no hay nada que podamos hacer, excepto resistir, cada uno desde su trinchera, cuestionando, argumentando, participando. Es un gran obstáculo que el capitalismo haya permeado todos los ámbitos de la actividad humana, porque ya no podemos pensarnos fuera de esta burbuja asfixiante. Un día se reventará, y seremos, por fin, libres.
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"Al perro que tiene dinero se le llama señor perro", proverbio árabe