26/8/08

Golpe bajo



Cuando estuve en la prepa, fue sumamente sencillo superar, en casi todo los aspectos, a mis compañeros de clase. La verdad era que sentía orgullo, al ver a la maestra de música recomendarle a los demás guitarristas que si se les olvidaba algo, me siguieran a mí; o cuando la maestra de taller de redacción me hacía leer mis trabajos frente a la clase; o cuando la maestra de historia me quitaba los exámenes para que no me copiaran. Era increíble.

Cuando llegué a la universidad, me sentía nervioso. Pero bastaron dos trimestres de calificaciones perfectas para percatarme de que, en realidad, competir acá no iba a ser tan difícil. Pero hoy el dr. R me ha puesto los pies en la tierra. No soy el mejor. No soy un buen analítico. Entiendo con facilidad las teorías, y redacto mejor que muchos, pero como él dijo, eso no basta. Bueno, escribir bien ayuda a los que te leen a entenderte. Pero se necesita mucho más que una pluma hábil para ser un buen antropólogo. Aunque se suponía que esto era mi hobbie.

Me había confiado tanto que lo dejé todo para el final. Que no pedí consejo de nadie, que realmente pensé que no necesitaba esforzarme demasiado. Llegado el momento de redactar, me puse tan nervioso (como ahora me pasa con mi siguiente ensayo) que no pude hilar mis ideas, ni hacer una buena aplicación de la teoría al ejemplo, aunque lo intenté. No sabía qué más agregar. Fue un trabajo mediocre, pobre y que merecía esa calificación. Digo, no fui el peor. Pero no es a lo que estoy acostumbrado. Eso pasa por confiarme.

Ahora, tengo dos alternativas. Puedo ser más humilde y dejar de preocuparme por saberlo todo; pero hoy dejé pasar la oportunidad. El dr. R me detuvo antes de la clase y me preguntó sobre mi trabajo. Yo le dije lo que sabía, y estuve tentado a preguntarle qué había salido mal, cómo podía mejorar. Pero en ese momento llegó C. No lo considero un rival, no estamos en las mismas condiciones. Él me supera por mucho, pero hirió mi orgullo escuchar al dr. R decirle que "había sido un placer darle clases"... ¡Argh! La mayor parte del tiempo había escuchado eso, pero hacia mí, no hacia alguien más. Quizá ese golpe bajo me hizo dejarme de demostraciones de humildad. Fue un golpe duro, la verdad.

La otra alternativa es ser más agresivo. Leerlo todo, pensar, escribir, discutir con los maestros. Ya que mi memoria no es tan buena, necesito hacer fichas, sinopsis, resúmenes, de todas las teorías que hemos visto. Participar más en clase, opinar, criticar, debatir... Es decir, como hacía en la prepa: darme a notar. Que los profesores recuerden mi rostro al pasar lista, que me citen, que discutan mis ideas... Eso ayudará, supongo, a mis ambiciones futuras.

O tal vez sea una buena idea combinar ambas y dejar de confiarme. Aceptar que tengo limitaciones analíticas importantes, que la comprensión de una teoría no es suficiente. Que ser un buen antropólogo no consiste en pasar todos los exámenes...

La verdad es que me dolió el orgullo. Esa es la verdad.

10/8/08

Estamos perdiendo el tiempo



Paremos de gritar, pido palabra,
estamos perdiendo el tiempo,
con los insultos y los corajes,
convirtiendo en pesadilla macabra
el sueño que nos mantenía despiertos.

¿En qué se convertirán los recuerdos?
Cuando las canas nos roben nuestras noches,
se habrán hundido, los pies atados,
en medio de un mar de reproches,
sordos, ciegos y desalmados.

Estamos perdiendo el tiempo,
se nos escurren entre los dedos,
los segundos que aún nos quedan,
los minutos llenos de miedos,
las horas que nos precedan,
los días que se sucedan,
los meses, los años restantes,
y nosotros, pobres ignorantes,
sin ver que al fin nos hemos convertido
en un par de pieles ambulantes.

Voy a aventurar una propuesta,
en lugar de pelear, amemos,
y en vez de gritar, cantemos,
la alegría de nuestro amor fortuito,
que la voluntad ha vuelto infinito.

Caminemos en la dirección opuesta,
reencontremos nuestra propia historia,
sin exigirnos intentar respuestas,
no dejemos que el rencor nos abrace,
mejor tus brazos emanando euforia.

Estamos perdiendo el tiempo,
y vamos a intentar recuperarlo,
a tu corazón cansado y tibio,
voy a terminar de calentarlo,
con detalles y gestos de alivio,
que desmoronen las costumbres,
elevarte alto y que vislumbres,
sentado junto a mí sobre una estrella,
al mundo y sus incertidumbres,
y que no habrá una hazaña más bella,
que esta del amor que nos tenemos,
y que en el fin de los días estaremos,
juntos los cuerpos,
tomadas las manos,
gritando el afecto,
dos seres humanos,
que aprendieron a no perder el tiempo.

Virginio Urbina