24/7/06

Flashback (vol. 1)



1.
El autobús estaba casi vacío. Hablábamos, reíamos. Ibamos entusiasmados, ambos. Yo, nervioso. Pero de pronto ya nada me importó, cuando nos quedamos clavados en la mirada del otro. Me recosté en su regazo. Me dejé guiar por sus manos, por sus brazos. No podía no darse cuenta. Intercambio de sonrisas. De miradas. De besos.

2. Nuestro anfitrión dormía. Llegamos horas antes de lo que planeado. Nos acomodó en el cuarto de servicio, a un lado de la lavadora, en un colchón que se convirtió en una guarida que nos negábamos a abandonar, cada mañana que duramos ahí (hasta que llegó la francesa). No recuerdo muy bien cómo pasó, qué hicimos, quién empezó. De repente ya estábamos, los dos, acostados, abrazados, desnudos. Felices de tenernos.

3. Ambos estábamos lejos, de todo y de todos. La gente que nos veía juntos asumía, por alguna razón, que había algo entre nosotros. Algo de lo que no hablábamos, o al menos que no mencionábamos de forma explícita, pero que se veía en nuestros rostros, en las señas que nos hacíamos, en nuestros gestos, en nuestras voces, en lo que decíamos del otro. Tan así que, la segunda mañana, cuando conocí al doctor, lo primero que me preguntó al vernos salir juntos del cuarto (antes incluso que mi nombre), fue "¿Cuánto tiempo llevan juntos?". Yo sonreí, nada más, y contesté "Unos meses". Es que decir "Un día o dos", era mucho descaro.

4. Yo estaba un poco nervioso. Conocer a T. iba a ser uno de los acontecimientos más importantes en mi incursión a su pasado. Me sentía como si fuera a presentarme a su ex. Por eso me sentía sofocado en esa esquina, trepado en una periquera incómoda. Recuerdo, sí -lo confieso-, que aun entonces ponía unas cuantas reservas hacia lo que estaba sintiendo. "No debe importarme tanto", pensaba. Pero el hecho era que me importaba. Discutíamos esto cuando T. bajó de su oficina, atravesó las mesas y llegó hasta la nuestra (a la que nos habíamos cambiado). Se sentó, nos presentaron. Me pareció un buen sujeto. Hasta me cayó bien.

5. Nos quedamos dormidos en el autobús de regreso. Quizá porque era mucho más cómodo (y menos caluroso) que el que habíamos tomado de ida. Quizá porque volvíamos exhaustos luego de subir tantos escalones y caminar tanto rato por Teotihuacán. Cuando vi por la ventana que entrábamos a la central del norte, me sentí desdichado. Porque dentro de pocos días tendríamos que regresar ahí, pero ya no para irnos de paseo a algún lugar cercano y maravilloso, sino para emprender el largo camino hacia nuestro -no tan- querido rancho con agua. Mierda.

6. Hacía mucho que no lloraba. De verdad que no recuerdo la vez anterior a esa. Pero en mi interior había una mezcla terrible y desgarradora de sentimientos angustiantes. Rabia, temor, nostalgia, frustración. Y eso que nos quedamos un día más. Interrumpí nuestro abrazo para decirle "Hay que quedarnos". Me miró, con la cara llena de sorpresa. Sabía que era una locura. Hablamos. Al final decidimos volver a nuestra tierra natal, un par de días, para arreglarlo todo y marcharnos de una vez por todas y para siempre a la metrópoli mexicana por excelencia: Chilangolandia.

7. (Tic-tac, tic-tac...)

18/7/06

Terquedad



No descansaré
Hasta haber borrado con las manos
Con los labios, con los ojos
Todas las huellas que otros
Dejaron sobre tu piel
Así tenga que recorrer tu cuerpo
Una, diez, cien, mil veces...

No descansaré
Hasta haber borrado con palabras
Con alegrías, con sonrisas
Cada cicatriz que han dejado en tu pecho
Los dolorosos caminos recorridos
Y te olvides de todo y de todos,
Y creas que tu vida comenzó
Cuando nuestros destinos se cruzaron...

No descansaré
Hasta que tu felicidad sea perpetua
Hasta que olvides tu imagen del espejo
Y no concibas la vida antes de nosotros
Y sientas no sobrevivir si un día te falto
Y me cuentes cada segundo de tu vida
Y me digas cada oración en tu mente...

No descansaré
Hasta que se nos gaste la piel de tanto amarnos
Y los ojos de tanto vernos,
Las manos de tanto tocarnos,
Hasta que se nos gaste la vida de tanto vivirnos...
No descansaré...

V. Urbina

(Para F.B. Qué calor hace...)

12/7/06

Espero curarme de ti...



Espero curarme de ti en unos días.

Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte.
Es posible.
Siguiendo las prescripciones de la moral en turno.
Me recetó tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?
No es mucho, ni es poco, es bastante.
En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego.
Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado.
Y también el silencio.
Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama.
(Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo "qué calor hace", "dame agua", "¿sabes manejar?", "se hizo de noche"...
Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho "Ya es tarde", y tú sabías que decía "te quiero".)

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo.
Para dártelo.
Para que hagas con él lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura.
No sirve, es cierto.
Sólo quiero una semana para entender las cosas.
Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.

Jaime Sabines

(Para F.B. Gracias por todo. Regresemos pronto, por favor. Lo más pronto posible. Vayámonos lejos. De todo y de todos. Al menos, una semana... que se vuelva un mes, que se vuelva un año, que se vuelva una vida.)